Rusia en América Latina, el caso Costa Rica
Junto con matrioskas, miniaturas de sus grandes monumentos e imágenes de Putin en los más diversos recuerdos de viaje, Rusia ha vuelto a ocupar su lugar en el intrincado mundo contemporáneo, basado en la conducción de hierro de un hábil ex agente de la KGB, convertido en uno de los políticos más brillantes de la actualidad, la geografía de un país inmenso, dotado de recursos naturales, y la identidad y voluntad de imperio que puede percibirse en sus círculos políticos e intelectuales.
Este retorno no fue improvisado, desde antes incluso de la promulgación del plan Rusia 2020, dado a conocer en 2008, el país ha dado pasos para asegurar el territorio que considera propio (Abjasia y Crimea, son algunos ejemplos), así como sostener aquellos aliados que le son útiles (Bashar Al Assad, en Siria), basados en consideraciones propias del “interés nacional” y dejando de lado los acuerdos existentes dentro de organismos internacionales.
Asimismo, Rusia ha tratado de diversificar sus socios comerciales, en un intento por depender menos de sus relaciones con Europa, de forma que, como puede apreciarse en el siguiente gráfico, el acercamiento a diversas zonas del mundo pretende cumplir con dicho objetivo, que como puede notarse constituye un esfuerzo de largo plazo.
Fuente: elaboración propia a partir de World Integrated Trade Solutions, en dirección electrónico: http://wits.worldbank.org/CountryProfile/en/RUS.
Rusia vuelve a América Latina
Es en este marco de recomposición de Rusia como actor principal en la sociedad internacional que se configuran las relaciones contemporáneas con América Latina. De tal forma, tras el descalabro del régimen soviético, no será hasta mediados de la década de 1990 cuando se da un intento ruso por retomar sus relaciones con América Latina. En esta línea, a finales de ese periodo se intensificaron las visitas de las altas autoridades del gobierno ruso a América Latina, a la cual se pretendió dar un trato diferenciado en virtud de la visión de subregiones que parecía predominar en el Ministerio de Exteriores ruso en ese momento.
Particulamente, en el caso centroamericano se estableció una agenda más clara hacia el Sistema de Intergración regional, motivo por el cual en noviembre de 1997 se produjo la primera cita de ministros de Relaciones Exteriores de Centroamérica y República Dominicana con Rusia, cuyo acuerdo inmediato fue la constitución de un Mecanismo de Diálogo y Consulta Política. Este mecanismo estuvo funcionado entre 1997 y 2004, cuando se produjeron cuatro encuentros. Sin embargo, este proceso se dejó de lado, posiblemente, al preferirse que el contacto se realizará a través de las reuniones Rusia-América Latina en el marco del Grupo de Río.
Los acercamientos de finales de la década de 1990 fueron retomados con fuerza tras el ascenso al poder de Vladimir Putin, pero con una estrategia distinta. Desde esta perspectiva, la intención de que Rusia volviese a formar parte las grandes discusiones globales requería de un fortalecimiento de sus vínculos con actores claves de América Latina; así como a aquellas alianzas que se gestaron durante la Guerra Fría y que fueron puestas de manifiesto en la gira realizada en 2008 por el entonces presidente ruso, Dimitri Medvedev. En este sentido, Rusia ha tenido un mayor acercamiento con Brasil y México como potencias regionales; así como con Venezuela, dado el discurso alternativo que este país ha mantenido hacia los Estados Unidos en la región. En Centroamérica ese acercamiento ha sido evidente con las autoridades nicaragüenses, país con que comparte las alianzas personales forjadas en la Guerra Fría y que ha tenido posiciones internacionales más cercanas que las costarricense respecto a conflictos específicos como los casos de Osetia y Abjasia; así como en el conflicto de Crimea. En este sentido, para varios gobiernos en la región una mayor presencia de Rusia representa un contrapeso a la tradicional influencia de los Estados Unidos en la región.
En esta línea, en una visita a América Latina, con motivo de la final del Mundial de Fútbol 2014, el presidente Putin señaló "[e]stamos interesados en una América Latina unida, fuerte, económicamente sostenible y políticamente independiente, que se esté convirtiendo en una parte importante del mundo policéntrico y emergente".
Al lado del desarrollo de un discurso político de acercamiento, se ha producido un crecimiento moderado de los vínculos comerciales entre ambas regiones, como puede advertirse en el gráfico 1. Desde esta perspectiva, aunque el flujo comercial y de inversiones ruso hacia la inmensa mayoría de los países del istmo sigue siendo baja, lo cierto es que la población migrante rusa
Además, durante el último lustro Rusia ha considerado a la región como un mercado indispensable para su industria de armas, una de las más fuertes del mundo. En esta línea, el crecimiento de los presupuestos militares de la segunda década de este siglo, llevó a Rusia a realizar ingentes esfuerzos por establecerse como un socio comercial relevante, lo que no necesariamente se alcanzó con todos los países de la región, aunque si se produjo un aumento significativo del armamento ruso vendido a Caracas, Lima y, de menor importancia, a Managua.
Costa Rica y Rusia
Las relaciones entre Costa Rica y Rusia se han caracterizado por cortos de periodos de acercamiento y largos de periodos de lejanía. El último periodo de acercamiento se produjo en la primera avanzada rusa hacia América Latina a finales de la década de 1990, cuando la presencia del país centroamericano en el Consejo de Seguridad planteó un escenario ideal para ese proceso. Sin embargo, dada la falta de una política clara de Costa Rica hacia Rusia no se pudo capitalizar este efímero reencuentro.
Asimismo, la cercanía entre Moscú y Managua, que se identifica por las autoridades costarricenses en la venta de armamento de la primera a la segunda ha sido vista con animadversión por parte de las autoridades costarricenses, dados los conflictos territoriales que han caracterizado a las relaciones de ambos vecinos durante la última década. En esta línea, el embajador de Costa Rica en Rusia de 2011 a 2014, Mario Fernández Silva, establecía en su informe de cierre de funciones que:
Se ha mantenido un flujo constante de armamento ligero y pesado a Nicaragua, como vehículos blindados, lanchas misileras, helicópteros artillados y últimamente ha mostrado la intención de adquirir aviones de caza de la penúltima generación, como los SUKHOY, MIG 29 lo que ha venido a desestabilizar el balance geoestratégico de nuestra región.
Esa preocupación fue establecida por el canciller Manuel González, en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de SICA y Rusia, que reactivó dicho mecanismo de diálogo, en 2015 al señalar que:
Reconocemos los aspectos positivos de la profundización de las relaciones de colaboración entre los gobiernos centroamericanos y la Federación de Rusia. Lo que nos preocupa es que pueda alentarse otras esferas de cooperación, a promover la donación y compra de armamento militar en el ámbito bilateral y hasta el beneplácito a la construcción de instalaciones militares.
A pesar de que el narcotráfico es el actual argumento para comprar y vender armamento pesado y realizar programas militares conjuntos, los acuerdos de Nicaragua y Rusia en materia militar generan gran incertidumbre e inquietudes entre los países de la región hacia el futuro de la estabilidad regional y abren las puertas del debate público sobre cómo sus intereses estratégicos en Centroamérica afectarían las relaciones regionales.
Lo anterior no ha impedido que entre 2004 y 2016 se dieran intercambios de visitas políticas entre autoridades de ambos países, en las cuales se establecieran protocolariamente la intensión de estrechar los lazos de amistad entre ambos países. Asimismo, Costa Rica al alcanzar la presidencia pro-tempore de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), pudo establecer algún acercamiento con las autoridades rusas.
Sin embargo, el mayor peligro de que la lejanía y la inconstancia sigan caracterizando la relación de ambos gobiernos se encuentra en la carencia de los recursos requeridos para ello. Según puede determinarse del informe de gestión del embajador Fernández Silva y del ministro consejo entre 2010 y 2014, Max Camacho Chavarría, Costa Rica carece de los recursos humanos y financieros para mantener una actividad constante frente al gobierno de Moscú, lo que impide desarrollar una verdadera política hacia ese país.[1] Lo anterior demuestra que las autoridades costarricenses no han logrado establecer la importancia de Rusia dentro de su política exterior, lo cual constituye una constante histórica en la relación de ambos actores. Lo anterior puede vincularse con lo poco significativo del comercio, la inversión y los flujos migratorios.
Desde esta perspectiva, la posibilidad de aprovechar el retorno ruso a América Latina a pesar de las claras divergencias existentes entre Costa Rica y Rusia, dependerá de la disposición de la primera por aumentar los recursos humanos y financieros disponibles para afrontar una relación con una potencia mundial; así como el establecimiento de una agenda clara desde San José para tratar con Moscú.
[1]Fernandez Silva, Op. Cit., 11; Max Camacho Chavarría, Informe final de funciones, 8 de julio de 2014.