Coyuntura global (marzo-abril 2010)
¿Hacia un mundo desnuclearizado? Seguridad y energía en disputa.
En los meses de abril y mayo se han celebrado importantes reuniones relacionados con el uso de la energía atómica, tanto para usos militares como para la producción de energía. El ciclo se abrió con la firma el 8 de abril, en la ciudad de Praga, del nuevo START (en inglés por Tratado de Reducción de Armas Estratégicas) entre Washington y Moscú, que seguía al primero, firmado en 1991, cinco meses antes del colapso de la URSS, que entrara en vigencia en 1994 y cuya vigencia efectivamente había llegado hasta el mes de diciembre del año pasado. En estos casi 20 años los avances en esta materia han sido sumamente limitados, aunque constantes, ya que aunque existió un START II en e1 2003 (relativo al uso de cabezas nucleares múltiples) su implementación quedó varada por el lento proceso de ratificación que le siguió.
El nuevo tratado se ha firmado en la especial coyuntura del liderazgo en auge del presidente Obama después de que a fines de marzo lograra pasar la ley de salud en su país, y no estuvo exento de múltiples dificultades dada la insistencia de su contraparte rusa, el presidente Medvenev, de ligar la firma a otros aspectos de su interés.
La significación del tratado no está tanto en sus alcances, ya que se trata de una evolución natural de las posiciones de ambos países, sino en el mero hecho de que se ha vuelto a activar un mecanismo que había quedado entrabado desde hace varios años, en buena medida por la dificultad de procesar las ratificaciones en los parlamentos respectivos. En este caso, se espera que Obama logre aprovechar la precaria mayoría con que cuenta, cosa que no se puede afirmar con tanta seguridad con su homólogo ruso.
En todo caso, los nuevos límites establecidos respecto a cabezas nucleares desplegadas, lanzadores y bombarderos pesados, sigue siendo mucho mayor a lo que efectivamente podría usarse en caso de un enfrentamiento, que por otro lado resulta inimaginable. La reducción de armas sigue planteando el gravísimo problema de qué hacer con los materiales desechados, en particular los radioactivos, asunto que sería uno de los temas centrales en la Cumbre Nuclear celebrada pocos días después en Washington D. C., bajo el auspicio del gobierno norteamericano.
El desarme es solo parte de la compleja agenda relativa al tema nuclear, la cual incluye al menos dos otros asuntos potencialmente contradictorios: la no proliferación y el uso pacífico de la energía nuclear. Con esas miras el presidente Obama convocó a una reunión extraordinaria de altos representantes en Washington D. C., del 12 al 13 de abril, la cual reunió un extraordinario número de ellos (46 en total), entre los cuales se contó con la presencia de los mandatarios de Argentina, Brasil, Chile y México. Este evento (por invitación), se propuso explícitamente generar consensos en vista de la reunión ordinaria de la ONU que habrá de celebrarse en el mes de mayo para revisar el Tratado de No Proliferación, tema central de la agenda de los países occidentales ante la situación planteada por el programa nuclear de Irán. Este último país, sintiéndose directamente aludido, convocó a su vez otra reunión del 17 al 18 de abril, bajo el lema de “Energía nuclear para todos, armas atómicas para nadie”, en evidente alusión a la estrategia que intenta llevar a cabo en sus negociaciones sobre esta materia.
El terrorismo nuclear es algo que la inmensa mayoría de los países proclaman estar dispuestos a eliminar o al menos a limitar en cuanto sea posible, y así lo declararon en la Cumbre. Pero no han faltado las críticas en el sentido de que no se emitió una directriz clara de cómo tratar el tema iraní, cuya esperada “cuarta ronda de sanciones” está en la agenda inmediata, sin que la intervención de “amigables componedores” como el Presidente de Brasil, Lula da Silva, pareciera capaz de detener este proceso.
El uso pacífico de la energía nuclear, que ante la crisis energética reviste una importancia crucial, dista todavía de ser consensuado. No sólo resulta sumamente difícil definir los límites de ese uso sino que el control de los materiales necesarios para hacer funcionar las centrales nucleares se ha convertido en un tema sumamente delicado. Se ha hablado en la Cumbre de un “banco” mundial en el que los países podrían depositar esos materiales a salvo de robo por terroristas, para ser utilizado oportunamente. Varios países como Chile, anunciaron que harían tales depósitos bajo la salvaguardia norteamericana, pero este mecanismo está lejos de ser consensuado. No se puede dejar pasar por alto que el manejo de tales materiales tiene un alto costo, y que difícilmente este será enfrentado por este último país en las condiciones actuales.
La reunión de mayo habrá considera de nuevo la situación de países que ya tiene armas nucleares pero no han adherido el Tratado de No Proliferación, concretamente India, Paquistán, Israel y Corea del Norte. Aunque los dos primeros han dado indicios de estar acercándose en términos de cooperación en distintos aspectos, estos no incluyen el tema nuclear, donde más bien recientemente se ha observado una preocupante escalada de la parte paquistaní, argumentando que los EU han creado facilidades especiales para la India. La situación coreana y la israelí por supuesto siguen sus propias dinámicas en contextos diferentes pero igualmente complejos.
Finalmente, observadores han indicado que el interés sobre la proliferación nuclear puede desviar la atención del importante incremente que se ha producido en el armamentismo “convencional” mundial en los últimos años. Se ha señalado (SIPRI) que entre el 2005 y el 2009 este ha sido del orden del 22%, particularmente en países asiáticos pero sin que deje de destacarse el caso latinoamericano con países como Venezuela, Colombia y Brasil ocupando lugar destacado en materia de compras en un mercado que ya hace rato ha dejado de ser exclusividad de los proveedores norteamericanos. En este sentido, destaca en esta coyuntura también la firma de un tratado de cooperación militar entre Brasil y EU, primero en muchos años, el 12 de abril. Cabe preguntarse si será solamente en temas de seguridad que las relaciones entre el norte y el sur de América muestren un dinamismo positivo en el futuro próximo.
¿Relaciones USA-Israel en crisis?
La “relación especial” que desde hace décadas califica estos dos países ha sufrido una notoria perturbación debido a la incapacidad o fuerza de voluntad (o de ambos), del gobierno israelí para detener los asentamientos en territorios disputados con los palestinos. Esto se inició cuando, durante una visita del Vicepresidente de EEUU, J. Biden a Jerusalén a principios de marzo, se autorizaron oficialmente 1600 nuevas construcciones para colonos judíos en la sección oriental de esa ciudad, lo que puso en evidencia la debilidad del reclamo estadounidense que vincula el éxito de las “conversaciones de proximidad” entre Israel y la Autoridad Palestina al cese o por lo menos suspensión de aquellas. Esto fue considerado un desaire de parte de la diplomacia norteamericana, al punto de que pocos días después la Secretaria de Estado Clinton, llamó al Primer Ministro Netanyahu para presentar un formal reclamo (que según la prensa llegó hasta un “regaño”). Típicamente, este último a la vez que se “disculpada” con la señora Clinton, señaló que estas construcciones no son un asentamiento”, ya que según ellos Jerusalén es una ciudad israelí más.
La tensión subió todavía más cuando Netanyahu visitó el 23 de ese mes al presidente Obama en Washington D. C., y luego de una tensa reunión este último, en un acto sin precedentes, rehusó continuar conversando con quien no podía hacerse ningún avance significativo, luego de lo cual el dirigente israelí volvió a su país en medio de una tormenta política tanto ahí con en los EU, llegándose a hablar de una crisis de mayor envergadura en la relaciones. Según distintos analistas, el Primer Ministro israelí es percibido como un “malabarista” poco confiable por la actual administración norteamericana. Posiblemente buscaría un cambio de gobierno en aquél país, sin que quede claro el beneficio concreto que podría traer esto.
A partir de ese momento se ha conjeturado mucho sobre un giro en la política de alianzas en el Medio Oriente, en particular sobre la posibilidad de que Obama, en continuación con las iniciativas que ha emprendido desde que inició su gestión, presente un nuevo y comprehensivo “plan de paz” cuyo contenido ha sido objeto de todo tipo de especulaciones. Ahora más que nunca se hace evidente la complejidad de esta tarea, sobre todo si se intenta algún nivel de originalidad respecto a propuestas del pasado, la mayoría poco efectivas. Se destaca que no sólo es con los palestinos que Israel debe llegar a un acuerdo que tenga visos de sostenibilidad a lo largo del tiempo, sino que también con Siria y Líbano, países con los que el panorama negociador dista de estar claro. En un escenario mayor, la Liga árabe, reunida a fines de marzo en Sirt, Libia, aunque finalmente continuó dando apoyo formal al proceso de negociaciones con Israel, dista mucho de ser un actor unificado con el que pueda contarse para establecer un campo alternativo al que los norteamericanos han venido patrocinando. La demanda prevaleciente, que incluye mínimamente el retiro judío a la situación pre-1967, se ve más distante hoy más que nunca.
Algunos comentaristas subrayan que el escenario político global ha cambiado mucho de los tiempos “gloriosos” en que un número de líderes tomaron acuerdos de tanta magnitud como los de Oslo en 1993 y Camp David en el 2000. No sólo los actuales líderes no lo son tanto puesto que deben enfrentar coaliciones inestables en sus propios países (lo que incluye significativamente al mismo Obama), sino que el contexto de la región se ha vuelto muchísimo más complejo con las guerras en Irak y Afganistán, e incluso con la inestabilidad crónica de los nuclearizados Paquistán y la India. Finalmente, está el aparentemente intratable caso iraní. Nada de esto puede estar ausente de la visión geoestratégica que intente un acercamiento verdaderamente original y ojalá efectivo a la región.
Dado lo anterior, y en vista de las reacciones que el “affair” de abril provocó al interior de la clase política norteamericana, no se vislumbra un cambio significativo en la “relación especial” y es probable que no veamos emerger nada más que el auspicio de otra ronda de negociaciones bilaterales, tal vez sólo para “salvar la cara” de los distintos dirigentes. Mucho dependerá de lo que en el futuro acontezca en los otros escenarios cercanos.
La (otra) Cumbre Medioambientalista en Bolivia.
Con poca cobertura por el grueso de la prensa internacional, se celebró en Cochabamba, del 20 al 22 de abril del 2010 la que se presentó como la alternativa “popular” a la frustrante 15ª. reunión mundial sobre cambio climático de Copenhague a fines del año pasado. Realmente el propósito, en este caso, se mostraba más ambicioso, como lo señala su denominación como “Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra”, con lo que se intentó ampliar la agenda medioambientalista.
Aunque la participación latinoamericana estuvo limitada, además del país anfitrión, a delegaciones de Ecuador, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, la diversidad y originalidad de acuerdos, y su base de sustentación científica y técnica (gracias a la colaboración de muchos frustrados por Copenhague), hace pensar que este grupo podría constituirse en un significativo grupo de presión política en un escenario en el que se percibe poco progreso. De acuerdo con esta Conferencia, se intenta introducir entre otras iniciativas la de una declaración de derechos universales respecto al Medio Ambiente, así como la instalación de un tribunal internacional para juzgar a las infracciones a dichos derechos.
Para el próximo mes de mayo se verá la primera presentación de esas ideas en la ONU (de parte del presidente Morales) y los consensos que esta iniciativa pueda suscitar se harán presentes en la siguiente reunión mundial (la 16ª.) sobre Cambio Climático programada en Cancún para Noviembre y Diciembre de este año.