Coyuntura global (marzo-abril 2009)

El Sistema Interamericano “en veremos” luego de Trinidad y Tobago

En el entorno inmediato continental destaca la reunión cumbre de los Presidentes del Hemisferio americano en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago, los días 17 al 19 de abril. Esta reunión, la quinta de una serie que se inició en Miami en 1994 y fue seguida por sendas reuniones en Santiago de Chile, (1998), Quebec (2001) y Mar del Plata (2005), además de dos extraordinarias en Santa Cruz, Bolivia y Monterrey, México, en 1996 y 2004 respectivamente, fue antecedida de todo tipo de conjeturas sobre lo que significaría la primera presentación del nuevo Jefe de Estado norteamericano, Barack Obama, en este escenario en el cual era un completo desconocido. Este tipo de reuniones, que aparecieron como una novedad al interior del Sistema Interamericano, ha sido siempre el foro para formalizar el rumbo que están tomando las relaciones Norte-Sur en nuestro continente. En esta  oportunidad, tanto la novedad que representa el nuevo ocupante de la Casa Blanca como la existencia de un muy considerable grupo de gobernantes definidos en forma general como “de izquierda”, fue el telón de fondo que con tal orquestación los medios de comunicación se esmeraron en destacar, supuestamente debía presidir tal reunión. Ni las previas declaraciones de miembros del ALBA,  ni la esperada determinación de reclamar el reingreso de Cuba a la OEA,  se materializaron en ningún tipo de incidente en la reunión, dejando como figura estelar al Presidente Obama, quien hizo gala de su reconocido carisma personal.

Para nuestro Canciller esto refleja el “pragmatismo” imperante en la reunión, en contra de lo que calificó como “revisionismo histórico”. Pero el resultado no ha dejado de mostrar la persistencia de una tensión que está todavía por resolverse. La “Declaración de Compromiso” para “Asegurar el futuro de nuestros ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la seguridad energética y la sostenibilidad ambiental”,  no contiene ninguna importante novedad, y estamos lejos de poder afirmar que hemos entrado en una nueva era de las relaciones interamericanas, más allá del “unilateralismo radical” que según distintos analistas definió a estas relaciones durante la “era Bush”. Destaca el hecho de que se califica de “compromiso”  la declaración  que en esa calidad no fue firmada directamente por los “Líderes” (sic)  sino por quién presidió la reunión, Patrick Manning, Primer Ministro de la República de Trinidad y Tobago “en su nombre. Además, se autorizó que éste emitiera una declaración personal la cual además de enfatizar que “América Latina y el Caribe se encuentran ahora en una fase diferente de sus relaciones, entre ellos y con los Estados Unidos de América” y que “con el cambiante entorno político los términos de compromiso han cambiado y son el resultado de una postura totalmente diferente que se basa en el respeto mutuo y la igualdad entre socios”, destacó el hecho de que aunque en la declaración no resultan evidentes, las  deliberaciones “estuvieron también focalizadas en la reintegración de Cuba al sistema interamericano y en el desarrollo de respuestas pertinentes para la actual crisis financiera mundial”.

Sin duda que estos temas estarán siendo intensamente negociados en la semanas previas a la Asamblea General de la OEA programada para los días 2 y 3 de junio próximo, asunto complicado ya que implicará una revisión (o reinterpretación) de la famosa “cláusula democrática” hace ya varios años, que el  mismo Secretario General Insulza señalara a principios de abril como un “obstáculo” a solventar, añadiendo que "Necesitamos saber si Cuba está interesada en volver a los organismos multilaterales o si sólo está pensando en el fin del embargo y el crecimiento económico" y que “la buena voluntad no es suficiente para provocar el cambio".

La reunión de Tegucigalpa será una oportunidad para comprobar, entre otras cosas, la capacidad de innovación del nuevo equipo norteamericano encargado de las relaciones  interamericanas. El  hecho de que destaquen en él reconocidos expertos de trayectoria liberal afín al presidente Obama, como son los señores Arturo Valenzuela y Dan Restrepo, resulta prometedor en ese sentido, pero falta por ver en qué términos se concretiza el anunciado cambio.

Rusia. Un “asociado no confiable” con un vecindario incómodo

En el mes de marzo Rusia restableció relaciones con la OTAN, rotas a raíz de la crisis de la región de Osetia del Sur en Georgia en agosto del año pasado. Esto generó expectativas respecto a la renovación del circuito de “involucramiento” de este país en las estructuras de cooperación multinacional bajo la figura de un “asociación responsable”, y que iniciara muy notablemente con su ingreso al G8 en 1997. En los hechos, dicha fórmula no ha mostrado realmente ser muy feliz, como se ha puesto en evidencia en múltiples ocasiones, más recientemente a principios de este año con la postura rusa en la llamada “crisis del gas” que dejó sin abastecimiento a muchos países europeos en lo más crudo del invierno, y que llevara a la Comisión de la UE a declarar que “se habían causado daños irreparables e irreversibles a la confianza de los consumidores en Rusia y Ucrania”,  los cuales no podía ser considerados más como “socios confiables”.

Cada vez es más evidente la complejidad que ha adquirido la relación de Rusia con el resto del mundo, y en particular con los Estados Unidos y la Unión Europea. En estos primeros meses del año ha quedado en evidencia que Rusia no evitará el  impacto de la crisis económica mundial, tanto por el hecho que los precios del petróleo a la baja han hecho manifiesta su dependencia de la exportación de materias y han dejado sin piso a las extraordinarias expectativas que se habían generado en la segunda mitad del año pasado, sino porque han surgido las  debilidades de un modelo económico que todavía muestra un extraordinario rezago en los campos tecnológico e industrial. Unido a esto, la corrupción y la existencia  de poderosos intereses sectoriales influyen notablemente en la capacidad de presentarse como un interlocutor de peso en el contexto internacional. Más aún, es notorio que Rusia aparece hoy día menos interesada en ser un asociado constructivo en los escenarios multinacionales, al punto que algún analista la   señala como “su propio polo en un mundo multipolar”, con un creciente sentimiento de frustración por las dificultades que encuentra en la recuperación (para ellos inevitable dada la vastedad de sus recursos naturales),  de una posición privilegiada en el escenario internacional y en particular en su entorno inmediato. Existe al parecer un despertar de un espíritu de revanchismo y rivalidad al  interior de la clase política rusa, que cada vez es visto como un serio obstáculo para una colaboración multinacional fructífera ante amenazas globales clave.

Existen indicaciones de que tanto la nueva administración norteamericana,  como los principales países de la UE,  se preparan a revisar las premisas sobre las que se levantó su relación con Rusia. Este país será requerido de posturas más definidas y firmes respecto a los pretendidos “intereses comunes” respecto a temas y países clave. En su intervención en la cumbre con la UE en marzo, el presidente Obama dejó muy claro que su política de disuasión ante Irán es una prioridad absoluta y que la posición de países como Rusia no deben dar lugar a ninguna duda y deben expresarse no solo en declaraciones en el Consejo de Seguridad sino también en acciones concretas en el campo diplomático. Lo mismo vale para otro vecino “incómodo” como lo está resultando Corea del Norte, y luego vendrá el crucial tema de la política respecto al conflicto del Medio Oriente, que está pronta a ser definida por la administración norteamericana.

Corea del Norte: síntomas preocupantes

El lanzamiento en el mes de abril por el gobierno norcoreano de un proyectil aparentemente con capacidad de conducir ojivas nucleares puso sobre alerta tanto a vecinos como a países interesados en impedir el desarrollo de un posible “disuasivo nuclear” en manos de Pyongyang. Ha quedado en entredicho la efectividad de la estrategia de la pasada administración Bush y de sus aliados para convencer a ese gobierno de dar marcha atrás a un programa a todas luces dirigido a obtener dicha meta, estrategia que parecía empezar dar frutos con el acuerdo del gobierno norcoreano de comenzar a desmantelar sus instalaciones de producción de materiales radioactivos.

Es particularmente importante para la administración de Barack Obama dar  evidencia de que está implementando una política de disuasión efectiva, ya que no solamente está enfrentando a ese gobierno sino que en forma indirecta vuelve a parecer la amenaza que ese país se pueda convertir en la fuente de  un comercio clandestino del que se beneficiarían otros países potencialmente enemigos, como es el caso evidente de Irán, pero que podría incluir a redes terroristas internacionales. Si ya durante la campaña se puso en cuestión la firmeza de una política de seguridad de parte del  nuevo Presidente, éste se encuentra  ahora ante  un reto del cual debe salir airoso si no quiere empañar la imagen de liderazgo que actualmente disfruta.