Tirar la cola a un tigre: El caso de Australia y China y la correlación de fuerzas en Asia

 

Un nuevo orden mundial brota como un sol desde el este. Situación que necesariamente implica comprender a  la actividad humana como  una conjunción de elementos. En primera instancia, la historia es como una especie de plano general, una especie de partitura. Elementos, como la geografía y la evolución sociohistórica, son los instrumentos mediante los cuales se concretiza ese conjunto de reglas. Finalmente, los Estados son como los músicos que van siguiendo las notas. No sin poder claudicar ante la improvisación pero, eventualmente, constreñidos por las circunstancias. Son las reglas del juego.

Precisamente es en el punto de contacto de ciertas variables, sumadas a las intenciones de los centros de toma de decisiones, que conforman los caminos que conducen a ciertos países a encauzarse en un rol histórico. Un papel que el devenir de la historia, lo quieran o no, coloca a  las puertas de su destino.

Los eventos alrededor de la pandemia del coronavirus empiezan a conducir el foco de atención hacia el sureste asiático. Sin embargo, a como es necesario ver las correlaciones de fuerzas y percepciones entre potencias hegemónicas y en ascenso, es vital considerar su aproximación hacia otras piezas dentro del tablero. Las relaciones sino-australianas son un buen caso de estudio.

Pero ¿qué está sucediendo entre China y Australia? En primera instancia una tensión creciente surgida dentro del contexto de la actual pandemia, misma que va demostrando las fricciones geopolíticas y movimientos telúricos que van generado cambios en el orden internacional. En particular por las crecientes disputas entre ambos países ante la solicitud Australia  y la posterior aprobación, durante la Septuagésima Tercera Asamblea Mundial de la Salud,  de  una investigación que aclare los orígenes del virus. Situación que, inevitablemente, choca con la percepción china de una posible politización de ese proceso[1] y una posible pérdida, a priori, de toda posible objetividad. La geopolítica no es solo el territorio físico también cuenta el mapa mental.

Esto ya va anticipando un rol particularmente esencial para Australia como uno de los puntos calientes de la incipiente Guerra Fría entre Washington y Beijín. Algo así como lo fue Berlín en la segunda mitad de la década de los cuarenta del Siglo XX.  La dura retórica en canales diplomáticos, de generación de opinión pública y comerciales entre ambos países ya inició. Siendo Australia calificada en medios de prensa gubernamentales chinos como “goma de mascar pegada en la suela del zapato chino”. Manteniendo la misma línea discursiva el embajador chino en Canberra, Jingye Cheng, aseveraba de que “Tal vez la gente ordinaria diga: ´¿Por qué deberíamos beber vino Australiano? ¿Comer carne australiana?´”[2] Los ataques racistas, en Australia, en contra de población australiana de origen étnico asiático han aumentado durante la pandemia. Situación que ha hecho que Beijín declare una alerta de viaje para turistas y estudiantes  hacia ese país.[3] La ciudadanía y el comercio son las primeras bajas en esta pugna.  Precisamente, puntos de contacto fundamentales para las relaciones armoniosas entre dos Estados.

Pero no es fortuito que sea Australia la llamada a enfrentar este dilema. Esta nación, desde hace décadas, posee un rol primordial en la zona. Es, junto a Nueva Zelanda y en menor medida Hong Kong, el glacis geoestratégico de Occidente (en particular Estados Unidos e Inglaterra) en el sureste asiático. Por un lado, ya que implica una enorme base de operaciones sobre la cual Washington puede proyectar poder sobre toda la región. Sustentándose en coincidencias civilizatorias como cultura, historia, lenguaje, sistema de valores, régimen político entre otras. Conformando un bloque histórico geoestratégico junto al resto de naciones anglosajonas de Nueva Zelanda, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos.

Sin embargo, la ubicación, aunque importante, no lo es todo en geopolítica. Es también cómo se explotan estos condicionantes y Canberra además de plataforma sirve de ojo y oído dentro del estratagema mundial de panóptico de Washington. Esto entendiéndose dentro de uno de los programas de espionaje electrónico y recolección de datos más sofisticados y ambiciosos de la historia: ECHELON. Un sistema coordinado de inteligencia entre la alianza de países anglosajones que conforma una red de nodos de interceptación y procesamiento de información establecido alrededor del globo. Australia  -que posee dos bases bajo este esquema (Geraldton Station y Shoal Bay) es-, junto a Nueva Zelanda (Waihopai), vital, ya que ambos sientan la base operativa de este conjunto de operaciones en el Pacifico y el sureste de Asia. Incluso, recientemente, el Secretario de Estado Mike Pompeo ha advertido a su contraparte australiana sobre el peligro de abrir una “puerta trasera” al gobierno chino a este sistema, mediante la incorporación del estado de Victoria, a la iniciativa Nueva Ruta de la Seda.  Llegando a señalar que podría desconectar a su aliado de los “Cinco Ojos”[4] como también es conocido el programa de espionaje.

Red Echelon: distribución de nodos a nivel mundial

Fuente: Landesamt für Verfassungschutz Baden-Württemberg

De lo anterior tal vez se desprenda de una de las últimas y más interesantes situaciones dentro de este juego de ajedrez. El 18 de junio, el Primer Ministro australiano Scott Morrison, afirmaba que un “sofisticado actor estatal cibernético” había estado conduciendo operaciones en contra de diferentes instituciones y sectores estratégicos del país. Sosteniendo que la naturaleza estatal del origen de los ataques se sustentaba en “la escala y naturaleza de los objetivos seleccionados y la técnica utilizada”.[5] A pesar de la gravedad de la situación, las autoridades australianas se rehusaron a confirmar públicamente el nombre del país sospechoso.[6] Probablemente para evitar una nueva escalada en el nivel de tirantez en las relaciones entre Beijín y Canberra. Situación que refleja el delgado hilo por el transitan las autoridades australianas.

Un equilibrio frágil, sobre una cuerda floja compleja y que sitúa a las autoridades australianas en una disyuntiva única. ¿Comercio o seguridad nacional? ¿Pragmatismo económico o real politik? Sus socios económicos están en su proximidad geográfica mas sus aliados políticos y militares se encuentran a un océano de distancia hacia el este y a una masa continental de distancia hacia el oeste. China es su primer socio comercial seguido de Estados Unidos.[7] A ambos extremos de esa cuerda se encuentran las dos potencias que librarán durante este siglo una competencia en varios frentes y en los que la neutralidad, para Estados medianos y pequeños, será cada vez más compleja de mantener.

Oceanía es una región alejada de la esfera natural de operaciones en el Atlántico para los Estados Unidos e Inglaterra. Pero es una línea roja y por lo tanto prioritaria para Washington  mantenerla dentro de su esfera de influencia supraterritorial con miras de ir afianzando su política de contención de China continental. No puede darse la oportunidad de perder a Australia ni a Nueva Zelanda. El acercamiento de las Filipinas, bajo el actual gobierno de Rodrigo Duterte hacia Beijín, es ya una baja de por sí sensible. Es una ruptura en el flanco sur de la muralla de cuarentena geoestratégica y supranacional que Washington requiere ir conformando de manera cada vez más acelerada. El crecimiento continuo chino le brinda una ventana de oportunidad de apenas veinte años. Para ese entonces el dragón ya estará en condiciones de contemplar vis a vis a su contraparte norteamericano. Particularmente en el único indicador de poder en el que Washington aún mantiene una ventaja relativa: poderío militar.

Y las tensiones y dilemas que vive actualmente Australia, perfectamente podrían señalar los mismos conflictos que muchos Estados tendrán que ir enfrentando. Particularmente conforme el proceso de desacoplamiento entre los Estados Unidos y China se profundice. El comercio, la compenetración intercultural entre sociedades civiles entre otros son elementos que ayuda a generar condiciones para la paz. Pero Inglaterra y Alemania previo a la Primera Guerra Mundial y éste último país y la Unión Soviética en la antesala a la Segunda Guerra Mundial son pruebas de que la interdependencia económica por sí sola no es suficiente. En ambos casos importantes socios comerciales terminaron enrumbándose hacia conflictos militares devastadores.

Es un dilema que conforme esta nueva guerra fría se expanda irá tocando la puerta a muchas naciones. Las ondas elípticas de lo que sucede en Oceanía no se contendrán ahí. Eso también es una regla del juego de ajedrez. Solo se permiten piezas negras o blancas. No hay espacios para grises.