Vulnerabilidad y prevención en Centroamérica
La temporada de lluvias para la región se inauguró con un pronóstico del Centro Nacional de Huracanes nada halagüeño. Se prevé un año, para los países de Centroamérica, con un número similar al del año pasado en materia de tormentas tropicales, huracanes y lluvias intensas. Ello ya ha sido evidente con mayor fuerza en las zonas costeras. En la costa caribeña de Guatemala, el pacífico de El Salvador, el centro de Panamá y las comunidades Kuna Yala del litoral caribeño de Panamá, las poblaciones ha sufrido de inundaciones y en otros casos del cierre de sus principales accesos.
Aunque los informes señalan la persistencia de un alto número de fenómenos extremos climáticos, ello coloca sobre la mesa la responsabilidad de tomar acciones tendentes a reducir nuestra vulnerabilidad frente a estos acontecimientos hidrometeorológicos, en particular en áreas que han sido poco atendidas por los Estados de la región.
Es claro que son estas áreas las que más sufren los efectos del cambio climático. Está claro, también, que las comunidades más vulnerables ante este fenómeno son aquellas que han estado y estarán de frente a sus consecuencias y de espaldas al desarrollo. Los reportes del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) señalan que en Centroamérica existe una alta probabilidad de que el número de eventos extremos tales como huracanes y tormentas tropicales se incremente de manera notable en los próximos años.
Los reportes regionales muestran que durante estas primeras lluvias se están afectando de forma severa la producción y la infraestructura; pero, particularmente, la calidad de vida de aquellas personas que viven en regiones muy vulnerables como lo son las zonas costeras. Dada su ubicación entre el océano y tierra firme, las zonas costeras se revisten de una importancia fundamental pues además son sitios especiales para el desarrollo de la vida. En los más de 580 mil kilómetros lineales de costa que hay en todo el mundo, se desarrolla una intensa actividad humana, de características ambientales, económicas y sociales que son determinantes para nuestros países.
Por estos lugares, pasan rutas de transporte vitales, existen instalaciones portuarias donde se mueven miles de productos; son zonas de atracción turística, sitios de pesca, de extracción de minerales y cuna de una inmensa diversidad ecosistémica. En Centroamérica cerca de nueve millones de personas (más del 20% de la población) viven en estos territorios, estando expuestas a todas estas dinámicas y riesgos.
Además, las zonas costeras enfrentan el desafío de superar los efectos del cambio climático en una región que ha estado de espaldas al desarrollo; pero de frente a los impactos del clima. El acelerado incremento de los efectos del cambio climático, aunado a la fragilidad y vulnerabilidad de estos territorios, exige decisiones políticas y el establecimiento de una visión país capaz de tornar la mirada a las zonas costero-marinas, donde el manejo integrado, se vuelve fundamental.
Históricamente, las regiones costeras han sido sitios importantes, tanto para la defensa del territorio, como para el transporte marítimo, la pesca, la salud de las personas, extracción de minerales, la agricultura, uso de los recursos naturales y otras actividades vinculadas a la acción del ser humano. En el ámbito global, cerca del 40% de la población del mundo vive dentro de los primeros cien kilómetros de costa. En estos territorios se ubica el 13% de las áreas protegidas del mundo y cerca de 169.452 kilómetros constituyen la cobertura boscosa de manglar. Lo que constituye una gran barrera natural frente al embate de fenómenos hidrometeorológicos.
Las regiones costeras de Centroamérica son especialmente ricas en biodiversidad, poseen alrededor del ocho por ciento de la superficie de manglar y el siete por ciento de la extensión boscosa natural del mundo. Frente a sus costas se alberga la segunda barrera de arrecifes de coral más importante en el globo y cerca de 110 áreas protegidas se ubican en estos territorios.
Los 6.603 kilómetros de costas que la región posee, representan cerca del doce por ciento del total de las costas de América latina y el Caribe; las cuales albergan cerca de 567,000 hectáreas de manglar. Además, unos 1.600 kilómetros de arrecifes coralinos y alrededor de 237.650 km2 de plataforma continental, ofrecen soporte a múltiples actividades económicas, sociales y culturales, entre otras. Además, Centroamérica, tiene el potencial de utilizar más de 1.1 millones km2 de Zona Económica Exclusiva (UICN:2000).
Indudablemente, las zonas costeras están influenciadas por lo que suceda en el mar; pero también, el mar está notablemente afectado por lo que ocurra en las zonas terrestres. Ello, las hace un espacio complejo y tremendamente importante, no sólo para la vida del ser humano, sino para la biodiversidad. Ocupan una parte importante del territorio centroamericano; son lugares por el que atraviesan rutas de transporte vitales e instalaciones portuarias. Se trata de zonas de atracción turística; son fuente económica en materia de recursos naturales (madera, minerales y otros) y albergan importantes ecosistemas con gran diversidad de especies.
Es urgente que los Estados desarrollen la gestión de capacidades locales con el fin de reducir los riesgos. Ello, constituye nuestra primera línea de acción frente a los desafíos que presentan el incremento de estos fenómenos hidrometeorológicos. En segundo lugar, es indispensable la promoción de mecanismos de adaptación. El fortalecimiento de capacidades pasa necesariamente por la construcción, reconstrucción, generación o regeneración de un tejido social que tenga las habilidades y conocimientos necesarios para superar los obstáculos que cada comunidad posee frente a tales retos.