Un repaso de la X edición de la Cumbre de los Tres Amigos

Durante el mes de enero de 2023, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) recibió a sus homólogos de Estados Unidos y Canadá (Joe Biden y Justin Trudeau respectivamente) en la sede central del Poder Ejecutivo. Este evento diplomático se realizó con motivo de la décima Cumbre de líderes de América del Norte (CLAN), en un contexto donde sus agendas políticas no necesariamente han coincidido. Como indica Jesús Guzmán, profesor de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica e investigador del Centro de Investigación y Estudios Políticos, la cumbre de los tres amigos –como suele llamársele de manera informal a este encuentro- tiende a girar en torno a temáticas de interés tripartito; particularmente se trata de cuestiones económicas, energéticas, de seguridad nacional, migraciones, entre otros[1].

La exclusividad de invitados a este encuentro pasa por el predomino de un enfoque geopolítico que dirige la atención a las relaciones comerciales de conveniencia que mantienen estos tres países; sin embargo, no se puede hablar de una igualdad de condiciones entre los socios, ni de una fraternidad indiscutible. Un ejemplo claro de esta disonancia es la discusión en torno al T-MEC. Rocío Muñoz-Ledo explica que este último es una evolución del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Su vigencia data de 2020, y tiene como objetivo central impulsar el desarrollo de los tres países a través de estrategias de libre comercio, generación de empleo, entre otros[2]. Empero, las capacidades económicas varían de uno a otro, propiciando condiciones de dependencia y subordinación ineludibles. En este sentido cabe resaltar que el destino final de cerca del 83.48% de las exportaciones mexicanas es Estados Unidos o Canadá; a su vez el 46% de sus importaciones aproximadamente provienen de esos dos países[3].

Adicionalmente, si se comparan estas tres economías a partir del producto interno bruto per cápita (PIB per cápita) se puede observar condiciones de vida disparejas entre las poblaciones de los países. El Fondo Monetario Internacional muestra que para octubre del 2022 Estados Unidos y Canadá lograron alcanzar la máxima categoría de actividad económica con un promedio mínimo de veinticinco mil dólares por habitante; México no alcanzó tan buenos resultados quedando en el intervalo de entre diez mil y veinticinco mil dólares por persona[4]. Paralelamente, el Banco Mundial evidencia que para el 2021 México fue el país más dependiente de importaciones como porcentaje del PIB, seguido por Canadá y luego Estados Unidos[5]. Caso similar se presenta al revisar las exportaciones para el 2021 y su participación en el PIB. México sostuvo un 41.1%, Canadá un 30.7%, y Estados Unidos casi un 11%[6].  De esta forma, se deriva que la décima cumbre de los tres amigos, y los acuerdos alcanzados en ella, estuvieron fuertemente entrecruzados por un juego de poderes e incentivos que inclina la balanza en favor de algún(os) actor(es); por ello la capacidad de negociación para reivindicar agendas particulares se torna imprescindible.

En ese contexto es que se desarrollaron las diferentes reuniones en Ciudad de México, donde cada gobierno presentó especial interés en algunas temáticas a discutir. El país anfitrión resaltó particularmente la cuestión de los procesos migratorios que hacen de México un actor central en el viaje de estas poblaciones hacia Estados Unidos, así como el fortalecimiento de lazos comerciales[7]; al respecto de materia migratoria, Estados Unidos llegó a la capital mexicana con la intención de discutir temas de seguridad, además de resaltar el campo de las energías limpias. Canadá, por su parte no quería dejar pasar la ocasión para tratar la cuestión energética, y el impulso de la industria en la región[8].

Ahora bien, el canciller mexicano Marcelo Ebrard sostiene que la X edición de la CLAN fue un rotundo éxito gracias a los acuerdos construidos y los avances impulsados en la agenda común. Un primer punto de compromiso fue la disposición de fortalecer y acelerar la integración económica entre los países[9]. Se trata de una iniciativa que busca implementar un modelo similar al “Cepalino” en cuanto fortalecería sus industrias con miras a disminuir las importaciones provenientes de otras regiones del mundo; apostarle a la autosuficiencia económica. Una medida clara en este sentido se refleja en la pretensión de fortalecer la industria de semiconductores en Estados Unidos, con la colaboración de las economías vecinas, a través de robustas cadenas de suministro continentales. Así se pretende disminuir la dependencia de los mercados internacionales, pues Estado Unidos produce cerca del 10% de la oferta global, mientras que países asiáticos controlan cerca del 75%[10].

Pasando a materia de flujos migratorios, un acuerdo sustancioso es el compromiso adoptado por México de instaurar un centro de atención para personas migrantes en el sur de México[11]. Se trata de atender de manera integral las necesidades de estas personas, buscando así disminuir las migraciones hasta la frontera entre ese país y Estado Unidos. En paralelo a este compromiso, los tres países se comprometieron a ordena los procesos migratorios de forma tal que sean más humanitarios; muestra de esta determinación es la ampliación de hasta 30000 admisiones a Estados Unidos de personas provenientes de Venezuela, Cuba, Haití, y Nicaragua[12]. Todo lo anterior sin obviar la petición de AMLO para aumentar la inversión al desarrollo en Centroamérica, de forma que la migración sea opcional y no forzosa[13].

Un ámbito tenso de cara al encuentro diplomático era el de las energías. Los dos países anglosajones no habían ocultado su disgusto con el proyecto fallido de AMLO que buscaba darle mejores condiciones a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) dentro del mercado energético nacional. Esta medida, además de vulnerar la inversión extranjera, iba en consonancia con la apuesta del gobierno por los combustibles fósiles[14][14].  En este sentido, si bien no se alcanzó un acuerdo duro, se coincidió en trabajar conjuntamente en la transición hacia energías limpias, reducción de emisiones de gases contaminantes, entre otros.

Otros acuerdos fueron alcanzados en diferentes materias. Por un lado, está la cuestión de la seguridad. El canciller Ebrard puntualizó que hay un compromiso multilateral para combatir las fuerzas del narcotráfico, mejorar el control de armas y el combate contra el tráfico ilegal de estas, y luchar contra la elaboración de productos químicos como el fentanilo[15][15]. Por otro lado se rescatan los compromisos adoptados en cuanto a la protección y respaldo de pueblos originarios en los territorios interesados, así como la declaración sobre la Alianza de América del Norte para la Igualdad y la Justicia Racial, entre otros.

No cabe duda de que las tres economías se necesitan las unas a las otras para sostener su vitalidad y desarrollo. Sin embargo, no debe perderse de vista que la diplomacia, de una u otra manera, es el ejercicio elegante del poder entre miembros del concierto de naciones. Es decir, es de esperarse que algunos compromisos estén condicionados al complimiento de demandas particulares. Además, cada parte se aboca a conseguir el beneplácito de sus contrapartes para resguardar sus objetivos más inmediatos. Por ello, no queda más que seguir de cerca la evolución de estos acuerdos, así como la solidez de sus relaciones diplomáticas; ¿qué tan fraternos serán los tres amigos en los años por venir?