Análisis semanal 88: Las tres caras de Trump (14 de noviembre de 2016)

Año: 
2016

 

Contra todo pronóstico, Donald Trump será el próximo presidente de Estados Unidos. Dejando de lado el debate acerca de la confiabilidad de las encuestas como instrumento para captar el apoyo real a los candidatos (1 y 2), son múltiples las interrogantes acerca de si las ideas y planes expresadas por Trump durante la campaña se convertirán en realidad.

Frente al preocupante panorama derivado de sus polémicas declaraciones de los últimos meses, se vuelve menester recuperar la tesis acerca de la enorme diferencia existente entre el periodo de campaña, donde el principal objetivo es lograr el apoyo popular, y el ejercicio de gobernar, en el cual la toma de decisiones es compleja, ambigua y multifactorial. Desde esta perspectiva, es claro que buena parte de las promesas de campaña de Trump fueron en realidad, en palabras de uno de sus asesores, ‘campaign talk’ (3).

Sin embargo, aun dejando de lado las ideas más polémicas y preocupantes, la elección de Trump no deja de ser una fuente de incertidumbre para los mercados y los líderes mundiales (e incluso de multitudinarias protestas) (4). No es sino hasta el 20 de enero próximo, fecha del traspaso de poderes, cuando iniciará oficialmente la administración Trump, y cuando será posible comprobar el perfil de su gabinete, así como las prioridades de su administración. No obstante, es posible aventurarse en el ejercicio de identificar aquellos elementos que podrían eventualmente determinar el accionar y las decisiones del futuro presidente Trump. En ese sentido, hay tres posibles factores que podrían determinar al nuevo presidente:

Trump el pragmático: Antes que cualquier otra cosa, Donald Trump es un empresario, y en el mundo de los negocios, el pragmatismo es una característica indispensable. Quizá esto es lo que explica que uno de sus asesores desechara la idea de construir un muro en la frontera sur del país. Además de su astronómico costo y de la abierta oposición del gobierno mexicano, la migración, como fenómeno socioeconómico multicausal, difícilmente puede ser detenida a través de un muro de concreto. Es probable en cambio atestiguar un endurecimiento de la política migratoria (5), lo que implicaría en un primer momento derogar las disposiciones ejecutivas aprobadas por Obama que facilitaban el acceso a permisos de trabajo, así como el retraso de la deportación. A pesar de que Obama ha sido el Presidente bajo el cual más deportaciones han tenido lugar en los últimos 30 años (6), durante la campaña Trump enfatizó el rol de las deportaciones en su visión sobre el tema.

Por otra parte, dado el gasto que implicaría el aumento de los controles fronterizos, ya sean a través de más recurso humano o de la implementación de nuevos sistemas, estos necesitarían de la aprobación del Congreso, que a pesar de estar en manos republicanas, implicaría un menor margen de control del presidente Trump sobre su aprobación. Así, la visión pragmática en el abordaje de temas internos va modular el cómo se lleven a cabo las propuestas de la Trump.

En otros temas, como con el Acuerdo de París, es probable que antes que exponerse a ser condenado por su falta de apoyo, simplemente deje que el Acuerdo se empolve en los escritorios del Congreso, el cual se limite a no avanzar en su aprobación. La designación de la vacante en la Suprema Corte, a raíz de la muerte del juez Scalia en febrero, será sin lugar a duda llenada con un conservador, con el cual volverá la mayoría conservadora al máximo órgano judicial, ininterrumpida desde la época de Nixon (7).

Trump el republicano: además del triunfo de Trump, la elección del pasado martes extendió por cuatro años el control que ejercen los republicanos sobre ambas cámaras, lo cual plantea un escenario soñado, además de inesperado, para la concreción de las ideas republicanas. En ese sentido, es bastante probable que temas como las regulaciones ambientales, los recortes de impuestos y las reformas de la Affordable Care Act (conocida como Obama Care) salgan a flote con facilidad. Sin embargo, asuntos tales como la política comercial, medidas estructurales en temas migratorios, o incluso la política exterior, sean fuente de desencuentros entre el Congreso y el nuevo Gobierno.

Durante los próximos años, la cúpula republicana en el poder tendrá un poder y una responsabilidad enorme en la administración Trump. En ese sentido, la figura del Representante Paul Ryan (Republicano, Winsconsin, candidato a la vicepresidencia en 2012, en el cargo desde 1999), presidente de la Cámara desde octubre de 2015, se vuelve central en la dinámica legislativa. Ryan, quién tuvo sus diferencias con Trump durante la campaña, no dudó en alabar la hazaña de Trump y en acercarse al nuevo Presidente. Así las cosas, puede que la dirigencia republicana y Trump hagan las paces, y logren una era dorada para el partido.

Trump el obstinado: éste es quizás el Trump que más preocupación y temor—especialmente  entre los demócratas (8)—, genera y de entre todos los campos, la política exterior es donde mayor incertidumbre prevalece. Como se señalara en un análisis anterior (9), los intereses de Estados Unidos en el exterior prevalecen, aún y con los cambios de administración. En ese sentido, la agenda se mantiene, sin embargo, el abordaje y sus efectos ciertamente varía. En esta línea, un análisis reciente de Stratfor (10) demuestra como las eventuales decisiones de política exterior del presidente Trump  podrían minar la estabilidad regional en algunas zonas (por ejemplo cortar el apoyo a las fuerzas rebeldes sirias generaría una mayor involucramiento de Turquía y Arabia Saudita para contrarrestar al presidente Assad e Irán, o en el caso de Asia-pacífico, un menor involucramiento de las fuerzas estadounidenses podría traducirse en una mayor militarización por parte de Japón y Corea del Sur).  

Por otra parte, un aire de ansiedad ha embargado a la comunidad de inteligencia, la cual también ha visto con preocupación no solo la falta de experiencia de Trump, sino también sus propuestas, en las que destacan la de abandonar el esquema de seguridad regional de la OTAN, o la de restaurar las brutales prácticas de interrogación (11) que en su momento fueron todo un escándalo para la CIA.  A este respecto, hay un nombre que se vuelve clave: Michael Flynn. General retirado, demócrata, estuvo al frente de la Defense Intelligence Agency entre 2012 y 2014, su cercanía con el Presidente electo es tal que estuvo en la lista de presuntos compañeros de nómina (12 y 13). A raíz de esto, su criterio en temas de seguridad nacional y contraterrorismo tiene un peso importante en la nueva administración. Foreign Policy reproduce su visión en tema de defensa y seguridad nacional (14), y Flynn destaca en su discurso su firme creencia en el excepcionalismo estadounidense, así como en la importancia de mantener una defensa fuerte y global, al tiempo que adaptada a las nuevas amenazas a la seguridad.

La presidencia de Trump no deja de ser un libro de sorpresas, pero el grado de incertidumbre global se irá reduciendo conforme se acerque el 20 de enero. Sin embargo, hasta entonces no serán sino especulaciones las que se hagan en torno a las decisiones y prioridades de la nueva administración. A pesar de esto, es probable que las visiones más apocalípticas sobre su presidencia hayan sobrevalorado las declaraciones del candidato, cuando el Presidente electo ha mostrado indicios de moderación. Solo el tiempo sabrá confirmar cuál Trump prevaleció.