¿El Estado Islámico en retirada?
El autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) ha sufrido en los últimos meses una serie de derrotas militares que le arrinconan cada vez más dentro de la desértica geografía de Siria e Irak. Se trata de avances positivos en la lucha contra el extremismo, que, sin embargo, deben valorarse con cautela, especialmente tomando en cuenta la probada capacidad de sobrevivencia del yihadismo.
En efecto, en todos los frentes de combate el EIIL ha perdido su inicial ímpetu expansivo, y ha pasado de la conquista al repliegue. En Irak, los esfuerzos -no siempre coordinados- del gobierno, los grupos paramilitares kurdos y las milicias chiitas, han logrado expulsar al EIIL de importantes núcleos urbanos como Tikrit, Rutbah y Fallujah; posibilitando la recuperación del 45% del territorio que este grupo logró arrebatar al gobierno en 2014. La tenaza sobre Mosul, la ciudad más importante de Irak que permanece bajo control yihadista, se cierra cada día más, y es previsible que un ataque conjunto contra este bastión del EIIL se inicie en pocas semanas.
En el caso de Siria, la ofensiva militar gubernamental, los bombardeos de la aviación rusa, y los avances de las guerrillas kurdas en el norte del país han arrebatado al EIIL buena parte del territorio que controlaba a lo largo de la frontera con Turquía, lo cual le ha desprovisto de muchas de sus rutas de abastecimiento. Por otro lado, en las últimas semanas una arremetida militar del gobierno sirio se ha abierto paso en el desierto rumbo a la cuidad de Raqqa, la capital del “califato” del EIIL.
Incluso en escenarios lejanos como Libia, en donde el EIIL aprovechó vacíos de poder para lograr controlar una parte importante del territorio, los yihadistas han experimentado enormes pérdidas en ciudades como Sirte, en la costa mediterránea.
Adicionalmente, las finanzas de la organización se han visto sensiblemente debilitadas y muchos de sus combatientes han empezado a desertar. Estas derrotas asestadas al EIIL son sin lugar a dudas buenas noticias, sin embargo, deben ser consideradas con recato, pues están lejos de implicar una victoria definitiva sobre la violencia yihadista.
En primer lugar, el EIIL sigue contando con enclaves territoriales desde los cuales es capaz de organizar ataquesletales y organizar acciones de terrorismo, como lo demuestra la ola de atentados suicidas lanzada en ciudades predominantemente chiitas del sur de Irak. El flujo de yihadistas hacia Siria o Irak se ha reducido notablemente, pero incluso una pérdida completa de su implantación territorial en estos dos países, no implicaría que no pueda reconstituirse en algunos de los espacios de caos e ingobernabilidad que pululan en el Sahara, el Sahel, el Cuerno de África o Asia Central. La historia del yihadismo demuestra que este movimiento ha sido sumamente versátil para adaptarse y reconstituirse a partir de situaciones o coyunturas en las que parecía herido de muerte.
En segundo lugar, el debilitamiento del EIIL en Siria e Irak podría traer consigo daños colaterales en la región e incluso Europa. Por un lado, la desbandada de algunos contingentes de la organización ha implicado el retorno a sus países de origen de cientos de combatientes yihadistas. Solo en el caso de Túnez, se estima que alrededor de mil de los tres mil tunecinos que pelearon en Siria e Irak habrían regresado a su país, o se habrían reubicado en campos de entrenamiento en la vecina Libia. Por otro lado, la desesperación ante el cerco militar al que es sometido el EIIL podría llevar a esta organización a intensificar acciones de violencia en países europeos e incluso Estados Unidos. Es decir, golpear al “enemigo externo”, como se conoce a Occidente en la jerga yihadista desde los años ochenta.
En tercer lugar, no se puede perder de vista que el EIIL no es la única organización yihadista que opera en escenarios de conflicto como Siria. Otras formaciones yihadistas como Jaysh al-Islam, Ahrar al-Sham o Jabhat al-Nusra (la franquicia siria de Al-Qaeda) poseen notables capacidades de combate, reciben apoyo de países como Qatar, Arabia Saudí y Turquía, y han llegado a controlar vastas regiones del país, especialmente en las provincias de Idlib y Alepo. Estas organizaciones no son menos peligrosas o violentas que el EIIL, con quien tienen diferencias más tácticas que estratégicas, pues todas abrevan ideológicamente del salafismo-yihadista, que apunta a la constitución de un Estado Islámico regido a partir de un interpretación fundamentalista, intolerante y violenta del Islam. Por esto, resulta inquietante que, en función de ciertos cálculos políticos, algunos países occidentales y de Medio Oriente vean con cierta condescendencia a estos grupos, y los conciban como rebeldes “moderados”.
Pese a los severos golpes recibidos en los últimos meses el EIIL sigue siendo una amenaza a la seguridad internacional. Derrotar al salafismo-yihadista requiere recorrer un largo camino en el que se debe evitar caer en los errores e incurrir en las mismas ambigüedades que en el pasado posibilitaron su resurgimiento.