Análisis semanal 385: Del norte al sur: los desechos textiles y la moda sostenibilista (22 de marzo de 2021)

Año: 
2021

 

La industria textil se ha caracterizado en los últimos veinte años en hacer uno de los cambios de producción más relevantes dentro del modelo económico del mundo globalizado. Se dejó de producir ropa duradera, y se pasó al modelo de producción conocido como “moda rápida” o fast fashion, el cual se caracteriza por la producción de ropa de mala calidad, que se vende a precios relativamente baratos, y bajo una moda pasajera que es cambiada varias veces al año. Este cambio abismal en la producción ha hecho que cada vez más la personas consuman más ropa, pero eso no se traduce en que toda esa ropa es utilizada, lo que genera grandes toneladas de desechos textiles a nivel mundial cada año.

La industria de la moda ha experimentado un crecimiento espectacular a principios del siglo XXI. Ahora está valorado en más de 2,5 billones de dólares y emplea a más de 75 millones de personas en todo el mundo, en su mayoría mujeres.  Entre 2000 y 2014, la producción de ropa se duplicó y la persona consumidora promedio compró un 60 por ciento más de prendas en comparación con hace 15 años. Sin embargo, cada prenda de vestir ahora se conserva la mitad de tiempo. Es a partir de estas circunstancias que se ha reconocido que la industria de la moda realmente ha entrado en la era de la "moda rápida".[1]

Este modelo económico del aumento excesivo de la producción y consumo de ropa está basado en la economía neoclásica la cual se basa en crecer la producción de manera acelerada, ignorando que, por la física, en un planeta finito no podemos crecer de manera ilimitada; y esos límites, esas restricciones, no consideran que el cambio climático satura la atmósfera de gases que no estaban allí hace 200 años.  Como respuesta a esta situación, han surgido algunas ramas de estudio que han buscado brindar una respuesta teórico-práctica a estas acciones que provocan serios problemas ambientales, como lo es la Economía Ecológica, la cual se basa en abordar de forma trasndiscplinaria los problemas ambientales ocasionados por prácticas económicas convencionales que han venido dadas desde los años 80, y que ha ignorado que el manejo de los desechos deben resolverse de manera adecuada porque el planeta no posee recursos finitos para deshacerse de toneladas de residuos textiles.[2]

Este modelo económico se basa en la obsolescencia de las prendas, de manera que, cada vez más las personas consuman más prendas de las que realmente usan, y muchas de ellas, por no decir la mayoría, terminan en el incorrecto proceso de descomposición.  En Reino Unido, las personas adultas solo utilizan el 44% de sus prendas, lo que significa que al menos el 30% de la ropa de su armario no es utilizada en un año, y a pesar del gran impacto medioambiental que esto supone, el comercio de la moda sigue ignorando las dimensiones de la problemática y su producción aumenta a niveles acelerados, con un alza esperada de hasta un 81% en la próxima década; incentivando el consumo, que se espera que aumente a nivel global hasta en un 63% para el 2030.  [3]

A pesar de que los países del Sur global han sido receptores de grandes toneladas de desechos textiles durante muchos años, es importante reconocer que solo un pequeño porcentaje de la ropa de Estados Unidos y Europa es exportada como ropa de segunda mano. Muchas de esas prendas son donaciones de empresas o personas a organizaciones de caridad, quienes se encargan de deshacerse de ellas para las personas que las ven como basura. Sin embargo, gran parte de los desechos textiles terminan en vertederos de estos países primermundistas.

A nivel mundial, Estados Unidos es el país que más contamina en materia textil cada año, aumentando más de 15 millones de toneladas de desechos textiles; mientras que Reino Unido supera los 1,1 millones de toneladas. [4] Unas de las consecuencias de los residuos textiles son la contaminación del agua potable, los micro plásticos en los Océanos ocasionados por materiales sintéticos como el poliéster, así como las emisiones de gases

Casi el 20 por ciento del agua residual global es producida por la industria de la moda, que también emite alrededor del diez por ciento de las emisiones globales de carbono. Además, la industria textil ha sido identificada en los últimos años como uno de los principales contribuyentes a la entrada de plástico en el océano, lo que es una preocupación creciente debido a las implicaciones negativas para la salud y el medio ambiente asociadas. (UNECE, 2018)[5]

Mucho de este material termina en vertederos de países africanos o del sur y centro de América, porque los países europeos y Estados Unidos se han encargado de exportar material textil que ya no consideran útil. Por lo que son estos países subdesarrollados los que deben de hacerse responsables de estas toneladas de textiles.

Moda Sostenibilista

Enric Carrera es doctor en Ingeniería textil, máster en Educación Ambiental y en Ecoauditorías y Planificación Ambiental, y ha trabajado durante muchos años el tema de los desechos textiles y las nuevas alternativas de países receptores de material textil desechado por países como Estados Unidos, Reino Unido y España.

Para Carrera, es necesario hablar de la moda sostenibilista, la cual se separa contundentemente de la llamada “moda sostenible”, porque la moda sostenibilista parte de tres principales componentes, los cuales se van a basar en brindar un producto (económico), que sea elaborado bajo las condiciones laborales óptimas (social) y el cual no ocasiones daños ambientales con semejante impacto como lo hace las grandes casas de la moda y la industria de la moda rápida (ambiental). Estas dimensiones son necesarias para completar un proceso de producción necesario para la sociedad, bajo la mirada de la Ecología Política, precisamente porque la moda sostenible que ha estado en auge en los últimos cinco años, se ha centrado en un marketing bajo la etiqueta de vintage o ecológico, como marcas que venden prendas elaboradas con algodón orgánico; sin embargo, de nada vale producir ecológicamente si se deja de lado la parte social.

Por tanto, la moda sostenibilista se basa en un conjunto de herramientas para la producción eficiente, pero dejando de lado el modelo neoclásico de producción acelerada, con condiciones laborales pésimas e impactos ambientales que el planeta no puede procesar[6]; “es decir que contribuye a la sostenibilidad, porque la sostenibilidad es una propiedad del sistema no de las partes”.[7]

Bajo esta perspectiva, es menester reconocer que el concepto de sostenibilidad no viene dado únicamente por ser “amigable con el ambiente”, y esto es un error de concepto grave. La sostenibilidad no depende únicamente de la fibra, sino del largo proceso textil seguido, de la responsabilidad social de las empresas de la cadena de valor, de su viabilidad económica, etc. Una empresa sostenibilista ha de ser ambientalmente limpia, socialmente justa y económicamente viable. Dicho esto, las fibras naturales, obtenidas mediante agricultura y ganadería orgánica certificada son las que mejor están situadas en la larga carrera de la sostenibilidad.[8]

Ante el auge de la “moda sostenible” en el mundo de la moda, muchas de las grandes casas de ropa que produce moda rápida, han utilizado esta herramienta como marketing para generar ventas mayores, sin poseer un verdadero proceso de confección sostenible, y cuando menos, sostenibilista. A este fenómeno se le conoce como greenwashing, y se trata básicamente de tiendas que venden prendas, supuestamente sostenibles, pero no brindan ninguna información que lo respalde, y sin esta trasparencia en la producción, no se puede asegurar que verdaderamente se pasa por un proceso con un impacto ambiental y social negativo, aumentando solo su factor económico.

Actualmente, en países latinoamericanos se ha tendido a hablar de esta moda sostenible, han aumentado las tiendas de ropa de segunda mano que son, en su mayoría, provenientes de grandes cadenas de tiendas que exportan ropa que es desechada en otros países del norte global.

Muchas de estas tiendas de segunda, se dedica a promocionar sus productos para incentivar el consumo de prendas de segunda, con el objetivo de normalizar estas compras, y, además, con el propósito de utilizar prendas que pueden ser desechadas de manera incorrecta, aún estando en buen estado o inclusive sin uso. 

Otras de las muchas iniciativas de algunas tiendas es el upcycling, que es una forma de usar un producto considerado como desecho y transformarlo en algo útil. Bajo esta forma, se ha logrado proporcionar una alternativa de venta y compra de productos textiles como ropa y accesorios para mitigar, hasta cierto punto, el impacto ambiental y darle un uso útil.

Ahora bien, es importante reconocer que estas prácticas cotidianas de mediano y corto alcance no son una solución para la problemática inmensa que ocasionan los desechos textiles. Sin embargo, como países catalogados como subdesarrollados, los países del sur global han creado estrategias válidas para mitigar y reconstruir esos desechos y residuos del norte global. La venta y compra de ropa de segunda mano, la reutilización y la reconstrucción de estos materiales se han convertido en un valor agregado que permiten a estos países evitar seguir acumulando este material que, de no ser usado nuevamente o reconfigurado, sería más basura que Latinoamérica no está capacitada para desechar de manera correcta sin contaminar a gran escala.

Reconstruir materiales que son desechados es darle un cambio a paradigmas dominantes que nos arrojan al consumo desproporcionado e irresponsable. Además, mucho de este material no ha sido usado, debido a que muchas prendas son compradas, pero no usadas, lo que genera ese exceso que cada vez aumenta y que para la próxima década será exponencialmente alto. De igual forma, a pesar de que el impacto sigue siendo pequeño, y siguen siendo prendas que, probablemente, no fueron hechas bajo el modelo sostenibilista, el principal propósito es alargar su uso, considerando que cada vez más se use una prenda, menos se contamina.

Estas prácticas son necesarias para promover un cambio que viene dado desde la cotidianidad de las personas, hasta que no sea normalizada la compra y venta de ropa de segunda mano, o ropa reutilizada y modificada, no habrá un cambio en el consumo de las personas, quienes son las que finalmente deciden si consumir prendas sostenibles o sostenibilistas; o seguir comprando moda rápida.

Esto es importante porque para la moda sostenibilista no se trata únicamente de la producción, sino también de la forma en las que esas prendas van a ser finalmente desechadas. Pensando en que si la vida promedio de la ropa se extendiera por solo tres meses, se reduciría entre cinco y diez por ciento su huella de carbono y agua, así como también la reducción y postergación de la generación de desechos, además, según la Comisión Europea, cada kilo de ropa que se reutiliza y no se incinera evita la emisión de 3,169 kg de CO2.[9]

Ni los países del norte y del sur global poseen políticas gubernamentales necesarias para tramitar acciones efectivas que involucre el desecho de textiles de forma responsable. Y, tampoco, se cuenta con el desarrollo tecnológico oportuno capaz de realizar un manejo adecuado de componentes contaminantes de los textiles, ni tampoco existe un avance tecnológico capaz de crear una separación de materiales menos aún una restauración de prendas hechas de fibras naturales que se descomponen rápidamente, como la lana o algodón.

Por ello, aunque lamentablemente los países del norte sigan enviando sus desechos textiles al sur global, es menester reconocer las herramientas individuales que han tomado algunos de estos países para posponer su descomposición, alargando la vida de las prendas y materiales textiles.

Notas


[1] UNECE (12 julio, 2018). UN aliance aims to put fashion on path to sutinability.  https://unece.org/forestry/press/un-alliance-aims-put-fashion-path-sustainability

[2] Aguilar-Hidalgo, K. (2020). Análisis Semanal 344. Textiles hechos de maíz: La economía ecológica y el caso de China. Observatorio de la Política Internacional. https://opi.ucr.ac.cr/node/1589?fbclid=IwAR3yQ3rM9VF44t61skxyGEbbk52EUDCxtYIvZjhnWvo_wqPYCBFvf8UaiyY

[3] Carrera, E. y Casas, J. (7 junio, 2019). 2.ª Jornada Industria Textil y Sostenibilidad. https://www.upc.edu/intexter/ca/jornada-industria-textil-sostenibilidad/documentos-1/1Retosyoportunidadesdelreciclajetextil.pdf

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Aguilar-Hidalgo, K. (30 setiembre, 2019). Desde las algodoneras a las vitrinas: problemáticas de la industria de la moda. Observatorio de la Política Internacional. https://opi.ucr.ac.cr/node/1413

[7] Navarro, C. (17 setiembre, 2019). Entrevista a Enric Carrera "La industria textil no ha reconocido los problemas socioambientales". Cuerpo mente. https://www.cuerpomente.com/salud-natural/industria-textil-contaminacion_5178

[8] Ibid.

[9] Efe verde. (27 enero, 2017).  El reciclaje textil de Humana favoreció un ahorro de 57.000 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. https://www.efeverde.com/noticias/reciclaje-textil-ahorro-dioxido-carbono-atmosfera/