Las cadenas de valor que enmarcan la ropa que solemos usar, representan un conjunto de medidas y procesos cargados de problemáticas graves, las cuales, muchas veces, solemos ignorar.
Desde la producción del algodón, hasta el proceso de venta, distribución y exhibición de ropa, existe una inminente serie de problemas sociales, políticos, económicos y ambientales que nos están consumiendo.
Cadenas de Valor
Las fases de las cadenas de valor, tienden a ser globales; es decir, que involucran que muchas de sus fases sean reproducidas en distintos países en la escala mundial. Esto las hace fuertemente dinámicas y competitivas, lo cual hace que estas cadenas tengan que afrontar grandes retos para aumentar su producción de manera innovadora, y a la vez, resulte competitiva para el mercado [1].
Estas cadenas de valor están intrínsecamente penetradas en la producción textil. Inicia en un proceso algodonero, que involucra toda una fase productiva, desde la siembra del algodón, el proceso de riego, atomizo y cuidado, hasta la recolección y procesamiento. Posterior a ello, continúa el inicio de la elaboración textilera, la cual posee relación entre los países latinoamericanos y países asiáticos donde se desenvuelven las grandes textileras. Todo ello, desarrollado en una lógica posfordista, centralizada en la flexibilización de la mano de obra, a través de la tercerización.
Los países “desarrollados” se apropian del trabajo y las materias primas extraídas en los países tercermundistas[2]. A partir de la lógica posfordista, estos países sacan ventajas provechosas de los medios de producción, de manera tal que se establece un nuevo ordenamiento económico y político a nivel global.
El posfordismo es una forma de organización del capitalismo, enfocado en la globalización de la producción, donde el rol principal es la flexibilización: producción flexible para reducir costos. Se hace dueño de la marca y compra a distribuidores; para empezar a producir de la manera más austera posible. Dentro de esta lógica, se crea un “sistema” en el que se logra dividir en dos a la población. Por una parte, un sector de la población que es puesto a trabajar a cambio de salarios muy bajos y condiciones laborales paupérrimas; y, por otro lado, el sector de la población que consume esa producción.
Surge así la flexibilización a través de la tercerización, que consiste en subcontratar en países donde no haya leyes suficientemente sólidas que regulen estas empresas, malas condiciones de vida, necesidad de empleos, etc.; lo que permite reducir los costos de estas grandes industrias. Y, además, existe una fuerte orientación hacia la flexibilización laboral, que permite contratar personal bajo condiciones no muy aceptables. Y, a partir de esta combinación entre tercerización y flexibilización, nacen grandes compañías como lo son las industrias textileras
En el año 2015, el cineasta Andrew Morgan, publicó un documental titulado The true cost, en el cual, aborda muchas de estas problemáticas que afronta el mundo de la Fast Fashion a la que estamos acostumbradas a consumir.
Según los estudios realizados por Morgan, en el mundo se consume aproximadamente 80.000 millones de prendas por año, y solo en Estados Unidos, un ciudadano promedio suele tirar a la basura entre 30 y 40 kilos de tela por año, lo que supone que, en un país con 327 millones de habitantes, se desperdician más de 11 millones de toneladas de ropa químicamente procesada, que contamina suelo y agua, mientras su proceso de descomposición dura aproximadamente 200 años[3].
Ahora bien, es importante acotar que, si bien es cierto, la mayoría de mano de obra en los procesos de confección de la ropa, suele ser mano de obra femenina (un 80% en la industria textil), existe también el papel del hombre en estos procesos de producción, que muchas veces es invisibilizado.
Morgan expone en su documental cómo los hombres que siembran algodón en la India pasan por situaciones precarias durante el proceso de siembra y cosecha. Esto porque, el uso de pesticidas y productos químicos en estas siembras, han hecho que aumente el número de hombres con enfermedades mentales, incapacidades físicas y un número importante de casos de cáncer. Además, estas personas deben de someterse a la fuerte competencia de las empresas productoras multinacionales, las cuales, han hecho que los productores nacionales se vean afectados por sus escasas ganancias. Todo ello, ha generado que en los últimos 16 años haya habido más de 250 000 suicidios registrados de agricultores de la India, prácticamente 1 agricultor cada 30 minutos, siendo la mayor oleada de suicidios de la historia en este país[4].
Pero hay que preguntarse, ¿todo esto a qué precio? Según la investigación de Morgan, después de eventos lamentables como los ocurridos en Rana Plaza en 2013, marcas como H&M, Zara, Fast Retailing y Gap tuvieron ganancias exponenciales, convirtiendo una coyuntura de 1.132 trabajadoras fallecidas y más de 2.000 heridos (la mayoría graves al sufrir severas amputaciones o daños cerebrales irreparables), en uno de sus mejores momentos a nivel económico[5].
A partir de lo ocurrido en Rana Plaza, es importante analizar la respuesta estatal. El gobierno de Bangladesh ha estado involucrado en los procesos del cumplimiento de los derechos laborales a nivel internacional. Forma parte del convenio de 1964, que establece una serie de artículos referidos a normas que deben cumplir los países firmantes, para establecer controles laborales dignos.
La legislación “comprende las leyes y los reglamentos, así como las disposiciones reglamentarias en materia de seguridad social.” No obstante, la labor que cumplió Bangladesh tras el incidente de Rana Plaza no ha sido muy efectiva, incumpliendo el artículo 4 de dicha legislación, el cuál dicta:
La legislación nacional sobre las prestaciones en caso de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales debe proteger a todos los asalariados, incluidos los aprendices, de los sectores público y privado, comprendidos aquellos de las cooperativas, y, en caso de fallecimiento del sostén de familia, a categorías prescritas de beneficiarios [6]
A pesar del papel que cumplieron los organismos internacionales para poner fin a los agravios que se cometían en las múltiples empresas de textiles en Bangladesh, muchas arbitrariedades continuaron su camino con total normalidad. La autora explica que, el gobierno estableció un conjunto de reformas en el Acta Laboral del 2006, dentro de las cuales, sobresalen 6, entre los que se encuentran la vigilancia, la negociación colectiva, el bienestar de los trabajadores dentro de las fábricas, y supervisión en caso de accidentes. Sin embargo, se dejaron de lado muchas situaciones imprescindibles para el cumplimiento de los derechos laborales de las y los trabajadores.[7]
Por tanto, las reformas establecidas, tanto a nivel nacional como internacional, no han ayudado a obtener resultados reales para las y los trabajadores de estas empresas, lo cual resulta preocupante, ya que continúa existiendo diversas arbitrariedades que ponen en riesgo los derechos fundamentales de las personas que laboran en estas industrias. Además, se deja entrevisto que, a pesar de la presión internacional, las acciones terminan siendo insuficientes para acabar con esta lamentable situación.
Forever 21
La noticia de la bancarrota de la cadena F21 ha ocasionado gran revuelo en el ámbito de la moda internacional. Es importante preguntarse si este tipo de sucesos suponen el declive de las vitrinas del Fast Fashion. Aunque a la ligera pueda parecer una buena noticia, también supone una serie de consecuencias gravísimas para muchas personas, empezando por el desempleo; pero también, porque ello supone la consecuencia intrínseca del auge de las compras en línea. La ropa de estas tiendas son producto de procesos similares a los de esta marca, lo que significa que no está quedando de lado la explotación laboral, las consecuencias ambientales, los agravios sociales que sufren quienes trabajan en todo el proceso de producción de estas prendas, y quienes sufrimos las consecuencias de los grandes impactos ambientales que esto ocasiona.
A manera de conclusión, es imprescindible tomar en consideración que, la industria de la moda representa uno de los principales problemas en la actualidad. El impacto ambiental es, sin duda alguna, uno de los más fuertes a nivel mundial. Y, las problemáticas sociales y laborales que suponen las realidades de los países tercermundistas cada vez son más legitimadas por un sistema económico y político que permite que los responsables de estos daños resulten impunes de los abusos a los derechos básicos de toda persona. Los procesos de las cadenas de valor de esta producción suponen trabajos miserables, salarios irrisorios y grandes ganancias
La conciencia sobre la ropa que usamos debe ser un pilar fundamental, como una respuesta mínima ante un contexto global que nos conduce a la Fast Fashion, a un precio que no puede ser pagado.
Notas
[1] Rodríguez-Miranda, A. (2013). Estudio de la Cadena de valor en la industria textil-vestimenta en Uruguay. Serie de Integración Productiva Regional, (164). Recuperado de: http://latn.org.ar/wp-content/uploads/2015/01/WP_164_Cadena_Textil_Vestimenta_Uruguay_Rodriguez_Miranda.pdf
[2] Fraser, N. (27 febrero, 2003). ¿De la disciplina hacia la flexibilización? Releyendo a Foucault bajo la sombra de la globalización. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 46(187), 15-33.
[3] Morgan, Andrew. (2015). The true cost. Recuperado de: https://truecostmovie.com/
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Organización Internacional del Trabajo. ( 17 junio, 1964). C121 - Convenio sobre las prestaciones en caso de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales. Recuperado de: http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO::P12100_ILO_CODE:C121
[7]Enríquez-García, L. (2017).Transformación de las condiciones laborales de los trabajadores en la industria textil de Bangladesh después del derrumbe del edificio Rana Plaza: ¿Realidad o Retórica? (2013 – 2015). (Tesis de licenciatura). Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Colombia. Recuperado de: https://core.ac.uk/download/pdf/86442548.pdf