Análisis semanal 261: La feminización de la migración: una breve reflexión (25 de marzo de 2019)

Año: 
2019

 

Con el tiempo, toma preeminencia visibilizar cómo las relaciones de género forman parte de las dinámicas de la migración; aceptar la existencia de una completa asimetría social que genera una mayor desprotección y vulnerabilidad para las mujeres, aparenta ser el primer paso para reconocer “que las mujeres sufren de manera más aguda las vicisitudes que afectan a los migrantes y que, junto con los niños, son objeto de abusos que les son casi exclusivos” (1), como el reflejo de una realidad teñida por formas históricas de subordinación y violencia.

A través de los años, los estudios acerca de la feminización de la migración se han enfrentado con la dificultad que genera la carencia de datos y estadísticas desglosadas por sexo, debido a que resulta complejo realizar un seguimiento a largo plazo de un tema que ha sido ocultado por la mano invisible de la vida cotidiana. Esto último en parte, debido a que las mujeres migrantes históricamente fueron consideradas migrantes de segundo plano, en el tanto se vinculaba su desplazamiento exclusivamente a motivos secundarios, simplificados en una visión de “acompañante de”, sin pensar en que podían estar sujetas a motivaciones individuales (2). Esta falta de reconocimiento como agentes activas de la migración es asociado por Martínez (3) como una problemática en donde se toma a la mujer por agente pasivo que se relaciona directamente con su cónyuge e hijos.

Sin embargo, se han generado un conjunto de cuestionamientos y debates acerca de cuál es la génesis del aumento en la migración femenina; si es la migración una medida para la liberación y empoderamiento de las mujeres migrantes; y si la migración mantiene o posibilita la ruptura de roles de género históricamente asignados.

Las hipótesis acerca de la participación de las mujeres en la migración se han intentado explicar a partir de su relación con las políticas migratorias y el estatus de las mujeres en su lugar de origen, o por lo menos así lo ha expuesto Zlotnik (4), quien además ha resaltado que,

la situación social y económica de la mujer en los países desarrollados, donde las mujeres tienen acceso a múltiples oportunidades educacionales y de empleo, actúa como un imán para las mujeres que desean ejercer su derecho a ser actores económicos y sociales (5).

Sin embargo, este argumento únicamente refleja una pequeña parte de la multiplicidad de factores a nivel micro y macro que determinan este tipo de flujo migratorio. Al mismo tiempo se ha puesto énfasis en aclarar que las políticas de ajuste no son el único motivo que ha movilizado mayor cantidad de mujeres, pero si la relación con sus derivaciones, como el aumento de la pobreza, la inseguridad y el desempleo.

El potencial emancipador de la migración femenina

En esta línea, como parte de la discusión, se ha planteado que la feminización de la migración abre la posibilidad para generar nuevas dinámicas en los espacios a nivel familiar y social, debido a que se piensa como una alternativa que flexibiliza y modifica la división del trabajo históricamente implantada, y que, principalmente transforma los roles de género reproducidos generación tras generación.

Según Martínez (6), existe una dualidad de la migración transnacional, en la medida que esta misma puede expandir y perpetrar las asimetrías colectivas y estructuras de subordinación al esconder en sí “el riesgo de afectar los proyectos de vida de las mujeres, reforzar su condición de subordinación y las jerarquías asimétricas de género, menoscabar su dignidad y atentar contra sus derechos” (7).

Debido a que, la movilidad no se traduce, al menos directamente, en condiciones de empoderamiento y autonomía. Factores como la cultura, la experiencia de la maternidad, la situación conyugal, la etapa del ciclo de vida, más el origen étnico y el grado de escolaridad, confluyen como mecanismos que inhiben la autonomía, y terminan expresándose en una inserción laboral segmentada y muy desprotegida (8).

Por lo general, participando de un sector de trabajo no cualificado que solicita la mano de obra femenina para labores domésticas o de transferencia de cuidos, consolidando de esta forma la histórica división del trabajo y las relaciones desiguales de género.

No obstante, la migración ha sido un espacio para cuestionar y repensar a las mujeres migrantes como sujetos que desafían los roles y estereotipos de género. Tras su camino migratorio se han convertido en jefas y proveedoras del hogar, asumiendo un nuevo papel económico que modifica las relaciones dentro sus familias y comunidades.

La entrada de las mujeres al mercado laboral transnacional como afirman King y Zontini (9), se ha encontrado condicionada por las zonas de acogida y las estructuras patriarcales que no se han encargado de impulsar una redistribución de las cargas de trabajo productivo y reproductivo, lo cual ha implicado una doble carga de trabajo para las mujeres al tener que trabajar y seguir siendo la principal responsable de su familia, de manera que deben encontrar una conciliación entre lo laboral, lo familiar y lo personal tanto en el país de origen como en el destino, sin recibir ningún tipo de reconocimiento social a raíz de que lo anterior se considera relativo a la esfera de lo privado (10).

Para finalizar, aunque la migración femenina puede ser el motor que fomente e impulse un cambio en las relaciones desiguales de género, esta misma puede afianzar los roles tradicionales. Si bien la incorporación laboral de las mujeres migrantes les puede brindar mayores condiciones para asumir roles distintos en sus hogares y en la sociedad, la globalización contemporánea ha generado un mercado transnacional de mano de obra femenino (11), constituido por redes laborales enfocadas principalmente a servicios asistenciales, de carácter doméstico y de cuido, de manera que se reproduce el vínculo entre las identidades laborales ancladas a las relaciones de género, por lo que este principio organizador se entrecruza con otras formas de opresión, facilitando la explotación de las mujeres migrantes. Por lo tanto, celebrar el empoderamiento generado a partir de la migración femenina resulta un tanto prematuro e injustificado (12).

Notas

[1] Martínez, J. (2007). Feminización de las migraciones en América Latina: Discusiones y significados para políticas. Seminario mujer y migración. Conferencia regional sobre migración. San Salvador, El Salvador.

[2] Hidalgo. (2016). Mujeres de las fronteras. 3-55; 229-236.

[3] Martínez, J. (2007).

[4] Bastia, T. (2009). La feminización de la migración transnacional y su potencial emancipatorio. PAPELES (104), 67-77. Recuperado de https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/PDF%20Papeles/104/feminizacion_migracio n_transnacional.pdf

[5] Ibíd.

[6] Martínez, J. (2007). Op cit.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Hidalgo. (2016).

[10] Ibíd.

[11] Povedano Díaz, A., Monreal Gimeno, M. C. y Jiménez Gutiérrez, T. I. (2011). Feminización de las migraciones internas en América Latina. En F. J. García Castaño y N. Kressova. (Coords.). Actas del I Congreso Internacional sobre Migraciones en Andalucía (pp. 1981-1990). Granada: Instituto de Migraciones.

[12] Paiewonsky, D. (2007). Feminización de la migración. Investigación del Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (INSTRAW). Recuperado de http://media.onu.org.do/ONU_DO_web/596/sala_prensa_publicaciones/docs/0381880001387 294964.pdf