Análisis semanal 211: ¿Redefinir los principios de la comunidad internacional? (25 de abril de 2018)

Año: 
2019
Autor(es): 

 

La organización de las relaciones de unidades territoriales a lo largo de la historia ha tenido diferentes etapas y formas de expresarse en la práctica política. La comunidad de Estados o la comunidad internacional es una idea relativamente reciente. En relación con este concepto, Truyol y Serra (1993) ha señalado “al hecho de que una pluralidad de individuos refiera recíprocamente sus conductas unos a otros y se orienten según dicha reciprocidad.”

Foucault, en Seguridad, territorio, población (2011) indica que, el período en el cual se estableció el llamado Imperio Romano no fue necesariamente una comunidad; pues los principios y valores que la organizaron fue impuesto por un Emperador y la Iglesia Católica. “Gobernar el mundo pastoralmente quería decir que el mundo estaba sometido a toda una economía de la obediencia”, reafirma este autor.

El surgimiento de lo que hoy llamamos comunidad internacional (o sociedad internacional) tiene que ver con el desmoronamiento de la paz universal que brindaba el Imperio o la Iglesia. Reafirmada la autonomía de las unidades territoriales y el poder de sus gobernantes, se inicia un nuevo período que obligó a la renuncia de una sola autoridad que imponga el orden y a la construcción de un orden integrado por diferentes unidades (cada una soberana) que equilibre los intentos de dominio de una unidad sobre las otras. El resultado de este rompimiento con el Imperio de los Césares y de la Iglesia fue el nacimiento de una nueva forma de gobernar.

Fue, justamente, en el siglo XVII con la firma de la llamada Paz de Westfalia (1648) y el reconocimiento de que el Imperio no es la vocación última de todos los Estados, no es el mecanismo de orden, ni de ordenamiento de la convivencia entre las unidades territoriales, que se inauguró un nuevo período. Liberadas estas unidades territoriales del sentido universal de orden impuesto por el Imperio y la Iglesia, inició la búsqueda de la afirmación individual frente a las demás. El sistema internacional transitó de las rivalidades de los emperadores a la competencia entre los Estados por la vía de la fuerza. La Paz de Westfalia fue la primera expresión de un mecanismo de seguridad colectiva y equilibrio de poder para ordenar las relaciones entre las unidades. Europa, como comunidad, empezó a construirse a partir de estas relaciones de fuerza, intereses y acuerdos diplomáticos.

De tal forma que, la construcción de la comunidad internacional a partir del siglo XVII fue realizada alrededor de acuerdos o tratados que, en un principio, fueron como los firmados en Westfalia o Utrech. Pero, que, posteriormente, se expresó en los tratados de París de 1814 y 1815, el Acta final de Viena de junio de 1815, el tratado de la Santa Alianza y los tratados de noviembre de 1815. Y, a partir de este momento, la organización de los principios, valores, límites y normas de la comunidad internacional se llevaría a cabo por intermediación de los llamados Congresos.

Ejemplo de ello, están el Congreso de Viena (1815), el Congreso de Aquisgram (1818), el Congreso de Troppeau (1820) y el Congreso de Laybach (1821), el Congreso de Verona (1822). El último intento de este tipo de iniciativas fue el Pacto de la Sociedad de las Naciones. Después de la II Guerra Mundial la comunidad internacional se ampliaría y una nueva forma de construir el orden surgiría: las Naciones Unidas y las normas establecidas por las relaciones Este-Oeste.

Lo más importante es la Europa que surgiría después de la II Guerra Mundial. En palabras de Foucault, “Europa es la manera de hacer que Alemania olvide el Imperio.” (Op. Cit:354). Además, Europa se convirtió en el mecanismo que calibraría el balance de fuerzas frente a las tentaciones del imperialismo francés, la dominación inglesa o el expansionismo ruso. Es decir, Europa sería la aspiración colectiva frente a los deseos individuales.

En el ámbito internacional (Kissinger:1992), la Segunda Guerra Mundial generó nuevas aproximaciones para la construcción de un nuevo orden de la comunidad internacional. Por un lado, Wiston Churchill planteó un esquema de seguridad por medio del cual se restableciera el antiguo equilibrio del poder en Europa. Con lo que, pondría nuevamente a Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos como los contrapesos al crecimiento de la Unión Soviética.

Contrario a ello, el Presidente Roosevelt planteaba un orden en el que las potencias occidentales, junto con China, ejercerían una especie de consejo mundial para imponer la paz frente a cualquier intento de expansión soviética. Esta propuesta sería conocida como “los cuatro policías. Stalin por su parte, pretendía asegurar entera libertad para construir una serie de alianzas en el este y centro de Europa para contener una posible agresión de Alemania. Las reuniones diplomáticas se construyeron alrededor de Conferencias (Conferencias del Atlántico, de Yalta o de San Francisco) y por la vía de la suscripción de acuerdos, denominados Cartas (Cartas del Atlántico y de Naciones Unidas). Finalmente, prevaleció el orden, alrededor de cincuenta años, negociado entorno a los imperativos dados por las relaciones Este-Oeste y algunas pautas de conducta dadas por Naciones Unidas.

El fin de la llamada Guerra Fría dejó enormes vacíos entorno al conjunto de valores que orientarán, como dijo Truyol y Serra, la conducta de quienes integran la comunidad internacional de manera recíproca. El derrumbe del enfrentamiento Este-Oeste produjo en Estados Unidos una tentación por reordenar los principios, valores e intereses alrededor de la democracia y el libre mercado en un contexto de recomposición del poder que ofrece un escenario fragmentado y divergente. Esas fueron las intenciones del Presidente Clinton (1992) cuando lanzó el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y repetidas en su discurso a Naciones Unidas en 1993.

Tanto George Bush (padre) como Clinton hablaron del nuevo orden mundial. Sin embargo, la construcción de valores, principios e intereses comunes no ha logrado, una vez más, articular las voluntades de la llamada comunidad internacional. La diplomacia europea, los ataques terroristas del 11-S y la crisis financiera global (2008-2016) han sido muestras del desencuentro de los Estados alrededor de ciertos principios, valores e intereses. Por ejemplo, si en el siglo XVII la soberanía se convirtió en el principio alrededor de los cuales los países entablaron sus relaciones de coordinación; hoy pareciera que la soberanía posee límites (R2P, por ejemplo) y que la fuerza es posible utilizarla para intervenir en los asuntos internos de los Estados. Este tipo de situaciones han puesto en contradicción los intereses y principios que orienten la conducta de los Estados.

Lo que comúnmente denominamos comunidad internacional no es la mera suma de actores que aparecen y se reconocen como parte del escenario mundial. Lo que caracteriza a la comunidad internacional es el conjunto de valores, principios e intereses que articula a dichos actores (sean o no estatales). Henry Kissinger incluso recomienda plantear tres preguntas que aclaran esta idea de la comunidad internacional, ¿Cuáles son las unidades básicas de la comunidad internacional? ¿Cuáles son sus medios de interactuar? ¿Cuáles son los objetivos en favor de los que interactúan?

Es preciso tener claro que cada “orden mundial” expresa la aspiración a un conjunto de valores, principios e intereses que se desean como ideales para construir relaciones entre los actores del sistema internacional. Cada orden mundial va cambiando, y por tanto, también modificando sus valores y principios. El orden que surgió de la Paz de Westfalia

duró ciento cincuenta años. El sistema internacional creado por el Congreso de Viena se mantuvo durante cien años. El orden internacional caracterizado por la Guerra Fría terminó después de cuarenta años. El siglo XXI pareciera que aún no logra armonizar un orden alrededor del cual la comunidad de actores acepte sus reglas y valores.

Cambiar el carácter de la comunidad internacional por supuesto genera inestabilidad e incertidumbre, particularmente, cuando las relaciones de poder no poseen el peso de períodos anteriores. En ese contexto, hay hechos que han sido provocados para generar orden, alianzas y valores comunes. Para ejemplificar esta afirmación Kissinger (Op. Cit:575) señala que,

“la Guerra de los Treinta Años fue causada, en gran parte, por la transición de las sociedades feudales, basadas en la tradición y las pretensiones de universalidad, al moderno sistema de Estados, fundamentado en la raison d’état. Las guerras de la Revolución Francesa constituyeron la transición a la nación-Estado, definida por un lenguaje y una cultura comunes. Las guerras del siglo XX fueron causadas por la desintegración de los imperios de los Habsburgo y otomano, el desafío al predominio de Europa y el fin del colonialismo. En cada transición, lo que se había dado por sentado se volvió de pronto anacrónico: los Estados  multinacionales en el siglo XIX, el colonialismo en el siglo XX.”

Es este contexto, de redefinición de valores, principios e intereses, en que se podrían repensar los recientes ataques de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, en Siria. Más allá de las implicaciones internas del ataque, lo que está en juego es la redefinición de lo que Europa (post crisis financiera) es, tanto frente a Rusia, Alemania y su aliado trasatlántico. Los ataques puntuales a Siria deben leerse en el contexto de una redefinición de ciertos valores y principios que orientarán el balance de poder entre las potencias. El punto es poder evaluar con precisión si los esfuerzos de estas tres naciones (Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos) serán capaces de reconstruir, en primer lugar, el significado de una nueva Europa, y en segundo lugar, el equilibrio de poder frente a Rusia, Alemania o China. Más allá del análisis eminentemente “siriano”, es indispensable volver a ver a Europa para comprender las razones que están moviendo la diplomacia-militar del nuevo eje que pareciera se organiza alrededor de Europa y Estados Unidos.

Por supuesto, hay preguntas que surgen y nos plantean programas de investigación en relaciones internacionales. ¿Cuál es el significado para el sistema de seguridad colectiva las decisiones que están tomando estos tres Estados? ¿Este mecanismo de toma de decisiones está más allá del ámbito de Naciones Unidas? ¿Cuáles son los medios apropiados para el ejercicio y aplicación de la justicia internacional? Quizás en el fondo, la pregunta que debería ser planteada es si realmente el concepto de comunidad internacional seguirá siendo el mismo o está cambiando. La Carta de Naciones Unidas empieza diciendo “Nosotros” y quizá este es el momento en que se debe preguntar si realmente seguimos siendo ese “Nosotros”.

Referencias

Claude. I. (1988). States and the Global System Politics, Law and Organization. The MacMillan Press Ltda. London.

Foucault. M. (2011). Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

Kissinger. H. (1996). La diplomacia. Ediciones B. S.A. Barcelona.

Moncayo, Vinuesa y Gutiérrez Posse (1990). Derecho Internacional Público. ZAVALIA, Argentina.

Truyol y Serra, A. (2004). La sociedad internacional. Alianza Editorial, Madrid.