A finales de noviembre, una subsidiaria estadounidense de la empresa petrolera estatal china Sinopec –una de las más grandes y poderosas de China- demandó a su homóloga Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) ante un tribunal federal en Houston, Texas. Según un artículo del Financial Times (1), Sinopec exigió $23,7 millones de dólares más una compensación por daños y perjuicios, asegurando que PDVSA no pagó la mitad de un pedido por $43,5 millones de dólares en productos de acero.
La demanda ha generado especulación ya que China junto a Rusia son las principales fuentes de inversión y préstamos que han sostenido la frágil economía venezolana en los últimos años (2). Y aunque el monto demandado resulta insignificante si se compara con la deuda que Venezuela sostiene con China, la cual ronda los $65.000 millones de dólares –solamente en préstamos sin contar inversión directa-, diversos medios y analistas occidentales interpretan la acción legal como una señal de enfriamiento en las relaciones China-Venezuela. Pero verdaderamente ¿Está Beijing perdiendo la paciencia con Caracas?
A simple vista, la especulación sobre un distanciamiento entre Beijing y Caracas podría ser sustentable. Primero, China ha venido recortando exponencialmente los préstamos a Venezuela hasta un 75% menos en el 2016 en comparación a lo otorgado en el 2013 por ejemplo. Además, las inversiones directas han ido mermado de igual manera, e incluso algunos proyectos fueron cancelados como el plan para construir un tren bala a cargo de la empresa China Railway Engineering el año pasado (3). En la misma línea, Beijing ha venido mostrando una actitud menos benevolente ante Caracas a la hora de renegociar las deudas y los pagos en momentos donde el gobierno de Maduro anunció una “restructuración y refinanciación” de la deuda externa.
Otro detalle fue el lenguaje impreso en la demanda donde Sinopec criticó a PDVSA por su “naturaleza falsa [y] fingir promesas de hacer el pago total”, PDVSA “se escondió detrás de una complicada serie de subsidiarias y afiliadas para defraudar a Sinopec” relata la demanda (4). Algunos analistas consideran estas palabras como un mensaje para Caracas que refleja una supuesta creciente impaciencia por parte de Beijing ante la crisis financiera venezolana, los atrasos en los pagos, y la restructuración de la deuda, más allá de una simple disputa comercial entre empresas.
Efectivamente la crisis económica y política en Venezuela ha llegado a impactar sus relaciones exteriores de diversas formas –como las sanciones impuestas por Washington- y la relación Caracas-Beijing no ha sido la excepción. Sin embargo, Beijing más que perder la paciencia parece estarse adaptando a la crisis venezolana.
Aunque la cifra de los prestamos han disminuido, China sigue siendo el prestamista número uno de Venezuela. Sencillamente, la crisis ha provocado que los montos sean más racionales y bajo cautelosos términos considerando el creciente riesgo que representa facilitar dinero a Venezuela. Además, la enorme deuda le asegura a Beijing una entrada constante de petróleo –en forma de pago-. No obstante, PDVSA –casi la única fuente de ingresos de Venezuela- también se ha visto afectada por la crisis, corrupción y purgas de funcionarios –según el gobierno para combatir la corrupción, pero consideradas purgas políticas por los críticos- han disminuido su capacidad de producción y la calidad del petróleo venezolano (5).
En cuanto a la inversión directa, recientemente los chinos son más selectivos a la hora invertir en Venezuela. La crisis y la inseguridad han provocado una migración de los empresarios asiáticos y la cancelación de algunos proyectos, especialmente en el área de infraestructura (6). Por otro lado, las inversiones relacionadas al petróleo se han mantenido mientras que las apuestas en el sector minero crecieron.
El portavoz de la cancillería china declaró que la acción legal es una “disputa comercial común”, y la rápida solución a la demanda –dos semanas después- donde PDVSA aceptó pagar $21,5 millones de dólares parece darle la razón (7). Mientras que el periódico Global Times (8) –voz del partido comunista en inglés- aprovechó la situación para asegurar que la demanda demuestra que la relación bilateral entre Venezuela y China está basada en principios comerciales –más que ideológicos-. Más que un mensaje para Caracas la demanda podría ser un mensaje para la misma China. Recientemente, en Beijing han crecido las voces de preocupación sobre las inversiones en el extranjero especialmente aquellas en regiones y países considerados poco estables. Por lo que la acción legal sería una respuesta tratando de mostrar la preocupación y una actitud fuerte por parte del gobierno central a cerca de donde se coloca el dinero.
Finalmente, la relación Beijing-Caracas sigue sólida y conveniente para ambas naciones. El colapso económico de Venezuela o un cambio de régimen no beneficiaría en nada a Beijing. Sin embargo, la creciente crisis venezolana podría poner a prueba la tradicional paciencia china, mientras que Beijing se muestra más cauteloso con sus multimillonarios préstamos e inversiones.