Análisis semanal 179: Elecciones en Honduras: ¿se quiebra oficialmente el bipartidismo? (27 de noviembre de 2017)

Año: 
2017

 

La historia política de Honduras no ha sido nada fácil. Como la mayoría de los países latinoamericanos, este país centroamericano ha tenido que sufrir dictaduras militares, golpes de Estado, asesinatos políticos, crimen organizado, femicidios, asesinatos contra periodistas y atentados contra la libertad de expresión. Si tras de toda esta contextualización se menciona que tradicionalmente Honduras ha estado gobernado por dos partidos políticos, ambos de corte económico de derecha y de corte conservador en lo social—al menos en la actualidad—en lo que se conoce como un sistema de partidos bipartidista, compuesto por el Partido Nacional (actualmente gobernando con Juan Orlando Hernández como presidente) y el Partido Liberal.

Estos dos partidos políticos que se han ido alternando en el poder, con excepción de los momentos en que se ha quebrado la institucionalidad democrática, han impuesto un modelo económico neoliberal—apoyado desde los Estados Unidos (1)—que ha aumentado la desigualdad, y ha sumido a miles de personas en la miseria. La desintegración social en Honduras es tal que es uno de los países más violentos de todo el mundo, con una tasa de homicidios de 79,0 por cada cien mil habitantes en el 2013, y la situación a la actualidad solo ha empeorado (2). Los femicidios incluso se han convertido en una epidemia en el país, con un femicidio sucediendo cada 14 horas (3). El 63,8% de la población vive por debajo de la línea de pobreza (4). Asimismo, como respuesta a la delincuencia y la llamada guerra contra las drogas, se ha llevado a cabo una política de seguridad de mano dura punitiva, que ha reprimido aún más a la población. A todas luces, una situación insostenible para los más de 9 millones de hondureños.  

Además de todo lo anterior, se debe tomar en cuenta un factor clave en la política latinoamericana en general: el vecino del Norte, los Estados Unidos. La potencia hegemónica actual siempre ha tenido designios en la región latinoamericana, desde la doctrina Monroe de 1823, y Honduras no sólo es la excepción, sino que ha sido un fuerte componente en la estrategia e intereses estadounidenses en la región centroamericana—incluso contando con una base militar en el país. Desde su papel en el conflicto centroamericano durante la década de los 80s, donde el país actuó como la base principal de los intereses estadounidenses para contrarrestar las guerrillas marxistas de la época en los países vecinos, especialmente el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), actualmente convertido en partido político y gobernando en El Salvador, y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que triunfaría en el conflicto—y que actualmente gobierna en Nicaragua por la mano de Daniel Ortega (5). Incluso el ejército hondureño se vio involucrado en el caso Irán-Contra, en el que Estados Unidos le brindaba “las armas y las piezas de recambio que necesitaba su ejército [el ejército iraní] a cambio de la liberación de los rehenes americanos del Líbano” (6).

Desde entonces, el interés norteamericano en Honduras no ha cambiado en gran medida. Ramón Romero afirma que los intereses de EE.UU. en Honduras son los siguientes:  

Respecto a Honduras el carácter preventivo del apoyo norteamericano se orienta al menos a los siguientes propósitos: a) prevenir el involucramiento en acciones y estructuras latinoamericanas de signo anti norteamericano; b) contar con el apoyo de Honduras en distintas instancias y organismos internacionales; c) evitar que la posición geográfica y los recursos naturales de Honduras se usen afectando intereses norteamericanos; d) evitar que Honduras siga exportando población que ingresa ilegalmente a los Estados Unidos; e) cerrar vías de tránsito de drogas hacia los Estados Unidos. Así entendida, la prevención es un componente usado en Honduras y Centroamérica para mantener en ejecución la estrategia de combate al terrorismo y preservación de la hegemonía (7).

A todo lo anterior, debe sumársele el golpe de Estado perpetrado en el año 2009, cuando el presidente del partido Liberal, Manuel Zelaya, fue derrocado y enviado en avión a Costa Rica, por perseguir la reelección presidencial, y especialmente por su discurso e iniciativas que buscaban una mejor redistribución de la riqueza, y un realineamiento en la política exterior hondureña a favor del socialismo del siglo XXI y la iniciativa del PetroCaribe. Esta situación era absolutamente intolerable, tanto para las élites político-económicas hondureñas, como para el aliado del Norte, por lo que optaron por expulsar a Zelaya del poder. Aunque cabe decir que, como las recién pasadas elecciones del 26 de noviembre de 2017 evidencian, las élites político-económicas del país al parecer no tienen tanto rechazo a la idea de la reelección presidencial, siempre y cuando el personaje político que aspire a ella sea de su conveniencia, como lo evidencia la figura de Juan Orlando Hernández. Al menos no tienen tanto rechazo a la idea de la reelección como cuando usaron el discurso de que la reelección de Manuel Zelaya evidenciaba una clara afrenta a la institucionalidad democrática en Honduras, por lo que tuvieron que expulsarlo del poder en aquel entonces.

Así las cosas, se llega a las elecciones nacionales del pasado domingo 26 de noviembre de 2017. Estas ya estaban teñidas de polémica cuando una resolución de la Sala Constitucional permitió la reelección presidencial declarando inaplicable el artículo 239 de la Constitución Política del país, como se ha abordado en un análisis previo (8). Esto evidencia el grado de vinculación entre el partido gobernante, el Partido Nacional, y el Poder Judicial hondureño.  Por lo que Ramón Romero lleva la razón cuando afirma que las instituciones débiles y corruptas son parte de las barreras político estructurales a la democracia, junto con la violación permanente a los derechos humanos, el autoritarismo y patrimonialismo evidente en los partidos políticos, el déficit de cultura democrática, una limitada participación ciudadana, así como los efectos anti-democráticos que se sufrieron en el país luego del golpe de Estado de 2009 (9).

 Los principales contendientes para la presidencia hondureña eran: el actual presidente Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional; Salvador Nasralla, que encabeza la alianza de los partidos Libertad y Refundación (Libre)—liderado por la pareja Xiomara Castro y Manuel Zelaya—, el partido AntiCorrupción (PAC), y el partido Innovación y Unidad (PINU); así como un Partido Liberal, encabezado por Luis Zelaya, ubicado en las encuestas en un lejano tercer lugar (10). Además de las elecciones presidenciales, se celebraban también las elecciones a diputados, las elecciones al Parlamento Centroamericano, y las elecciones municipales.

Luego de las elecciones, los dos principales contendientes se declararían victoriosos, lo que ha generado una especie de desconcierto en la población, y ha caldeado los ánimos, al punto de que se sospecha la posibilidad de fraude electoral a favor del candidato oficialista y actual Presidente. El hecho de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras haya suspendido los resultados oficiales, y haya declarado que hasta el jueves 30 podría brindar las cifras oficiales de estas elecciones ha elevado las sospechas de una posible tergiversación del proceso electoral. Especialmente si se toma en cuenta que los últimos datos oficiales muestran el siguiente panorama: una virtual victoria de Salvador Nasralla con un 45,1% de los votos válidos emitidos, frente a un Juan Orlando Hernández que logró un 40,5% de los votos válidos emitidos, de un 58% de las mesas electorales escrutadas, y una participación del padrón electoral, en las mesas ya escrutadas, de apenas un 56% (11)—aunque esto se desvía de la norma de la poca participación electoral en Honduras (12).

Para apaciguar los ánimos, Ramiro Lobo, uno de los magistrados del TSE ha afirmado el día siguiente de celebradas las elecciones que la tendencia de los resultados era irreversible (13), aunque las sospechas aún permanecen con un 42% de las mesas electorales por escrutar, lo que representa un significativo número de votos, que eleva las preocupaciones sobre la transparencia del escrutinio y conteo de los votos.

Por otra parte, el escrutinio de las elecciones a diputados ha sido tan lento que todavía no es posible asegurar con certeza cuantos diputados tendrá cada partido, ya que apenas se han escrutado un 22,55% de las mesas electorales de estas elecciones legislativas, antes de que el TSE decidiera suspender la emisión de resultados oficiales. Toda esta situación genera una gran preocupación en la oposición política aglutinada en la Alianza, por sospechas de fraude electoral, y a su vez puede generar una grave preocupación en la población en general, que no desea que se lleven a cabo sucesos parecidos a los del 2009, cuando apenas el país está empezando a sanar sus heridas de ese episodio.   

De ser cierto que el actual panorama prevalezca, el eventual nuevo presidente, Salvador Nasralla, tendría que hacer frente a una serie de desafíos. En primer lugar, llevar a cabo un programa de gobierno coherente no sólo con los partidos que integran la Alianza, sino que también con las necesidades de la población en general. En segundo lugar, lograr mediar y mantener unida a todos los partidos parte de la Alianza para gobernar efectivamente y sin roces internos. En tercer lugar, hacer frente a una eventual férrea oposición legislativa de los partidos Nacional y Liberal, unidos contra el partido Libre, que ha generado una polarización peligrosa en la población, llevando a casos de violencia política. En cuarto lugar, y el desafío más importante, hacer frente a las grandes problemáticas del país: la violencia en general, los femicidios, la desigualdad gigante que impera en el país centroamericano, la creación de oportunidades económicas, el rescate y la mejora en los servicios sociales, la lucha contra la corrupción, y el combate contra el crimen organizado, posiblemente desde una óptica diferente a la de la perspectiva punitiva de la mano dura, que permita verdaderamente resolver la problemática sin tener que reprimir a poblaciones enteras. Finalmente, un desafío importante que un gobierno de la Alianza deberá enfrentar será cómo relacionarse con los Estados Unidos, el cual lo más probable no esté a favor de este gobierno, y sea sumamente impredecible, gracias a un líder errático como lo es Donald Trump.

Dependiendo de cómo haga frente, no sólo Salvador Nasralla como eventual presidente de Honduras, sino que también todos los partidos que integran la Alianza, a todos estos desafíos, se podrá decir que en efecto habrá mejoría para toda la población hondureña, así como la democracia del país. El quiebre oficial del bipartidismo puede dar lugar a una consolidación de la democracia, alejando su institucionalidad de élites corruptas que la utilizan para su propio beneficio, a costas de grandes segmentos vulnerables de la población. Claro está, y no es prudente minimizar esta advertencia, todo dependerá de que se respeten verdaderamente los resultados electorales como reflejo de la voluntad del pueblo hondureño.

Notas

1. Romero, R.  (2014). Honduras: La difícil opción democrática. CLACSO. Recuperado de: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20140905114750/1234.pdf. pp. 12-15.

2. Romero, op cit. p. 24.

3. Gies, H. (2017). Honduras election: Women’s rights put on the agenda. Al Jazeera. Recuperado de : http://www.aljazeera.com/news/2017/11/honduras-election-women-rights-put-agenda-171122151512963.html

4. Banco Mundial. (2017). Honduras. Recuperado de: https://data.worldbank.org/country/honduras

5. González, L. (2017). Análisis semanal 177: Una democracia moribunda: Nicaragua. Observatorio de la Política Internacional (OPI). Recuperado de: http://opi.ucr.ac.cr/node/1013

6. Kepel, G. (2000). La yihad. Expansión y declive del islamismo. Barcelona: Ediciones Península. pp. 274-275.

7. Romero, op cit. 14.

8. González, L. (2017). Análisis semanal 168: Reelección y alianza opositora: las elecciones en Honduras. Observatorio de la Política Internacional (OPI). Recuperado de: http://opi.ucr.ac.cr/node/993

9. Romero, op cit. pp. 22-34.

10. González, L. (2017). Análisis semanal 168: Reelección y alianza opositora: las elecciones en Honduras. Observatorio de la Política Internacional (OPI). Recuperado de: http://opi.ucr.ac.cr/node/993

11. Tribunal Supremo Electoral de Honduras. (2017). Elecciones generales 2017. Sistema de divulgación. Recuperado de: https://resultadosgenerales2017.tse.hn/

12. Romero, op cit.

13. Gies, H. (2017). Opposition takes early lead in Honduras election. Al Jazeera. Recuperado de: http://www.aljazeera.com/news/2017/11/nasralla-hernandez-honduras-election-171127091015101.html