Análisis semanal 137: La primera gira internacional de Donald Trump: aceleramiento de la reconfiguración del sistema internacional (29 de mayo de 2017)

Año: 
2017

 

Desde ya hace bastante tiempo, el sistema internacional parece estar virando de una breve unipolaridad a una multipolaridad. Este viraje no ha estado exento de conflictos, al tiempo que las potencias tradicionales, en especial los Estados Unidos, buscan mantener su posición de superioridad, mientras que nuevas potencias buscan asegurarse una esfera de influencia en el escenario internacional. La reciente gira de Donald Trump por Arabia Saudita, Israel, la cumbre del G-7, y la reunión de los países miembro de la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN) irónicamente ayudó a cimentar este proceso de viraje, alejando a la potencia hegemónica de sus aliados tradicionales, al menos en lo simbólico.

Mientras Donald Trump se sintió más cómodo en sus visitas a Arabia Saudita e Israel, en donde logró obtener un contrato de ventas de armas estadounidenses al primer país por un valor de US$100 billones de dólares (1), y estrechar los lazos políticos con el controvertido primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acusado de ser el principal responsable de convertir a Israel en un Estado apartheid, por el otro lado, Trump se mostró visiblemente incómodo y distanciado de sus aliados durante la cumbre del G-7 y la reunión de países miembros de la OTAN (2).

Durante la cumbre del Grupo de los 7 (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Canadá), celebrada en Italia el 26 y 27 de mayo de 2017, la posición estadounidense, representada por Donald Trump, se mostró distante de las posiciones del resto de líderes de estos países en materias tales como el comercio internacional, la migración, el trato a refugiados, y sobre todo, las acciones frente al cambio climático. Observando las declaraciones de los líderes de esta cumbre, y principalmente analizando la declaración de la misma, es posible identificar una serie de diferencias entre la posición actual de los Estados Unidos, en contra posición al resto de países que conforman al G-7.

La principal diferencia ha sido la adherencia de los Estados al Acuerdo de París sobre el cambio climático, dado que Donald Trump mantiene su intención de que los Estados Unidos salgan del Acuerdo y no cumpla con sus obligaciones (3), aunque todavía no ha tomado una decisión definitiva. Esta diferencia ha hecho que dos aliados tradicionales de los Estados Unidos desde la posguerra, Francia y Alemania, entraran en controversia con la potencia hegemónica, hecho muy poco común antes de la llegada al poder de Donald Trump. A tal punto llegó esta diferencia entre los países que la declaración final de la cumbre del G-7 en Italia, en su apartado sobre cambio climático, reafirma el compromiso del resto de los seis países del grupo para con el Acuerdo de París, mientras se afirma que Estados Unidos está actualmente reevaluando sus políticas sobre el tema (4). Esta diferencia no es algo menor, ya que siempre estos países traen diferentes posiciones sobre varios temas, pero siempre procuran llegar a algún tipo de consenso en su declaración final que permita que se vea como un grupo fuerte y unido; esto no fue posible en su edición de 2017.

Sin embargo, el cambio climático no fue el único punto de la agenda que generó controversia y discusión entre las partes. Otro punto controversial fue el tema de comercio internacional, en el que Trump defiende una posición proteccionista, mientras que Alemania defiende el libre comercio a nivel internacional. Al final de cuentas, lo que se logró fue más un triunfo sobre Trump que un compromiso, ya que la declaración final afirma el compromiso del G-7 para con el libre comercio y su “lucha contra el proteccionismo” (5). En este enfrentamiento entre el capitalismo proteccionista versus el capitalismo liberal, el segundo parece haber logrado una victoria parcial sobre el primero. No obstante, es una victoria parcial dado que, en declaraciones a la prensa, autoridades estadounidenses afirmaron que los Estados Unidos mantenía su capacidad de aplicar medidas proteccionistas en el caso de que cierto sector del comercio internacional afectara la economía norteamericana (6). Se debe recordar que el G-7 es un grupo informal, que no posee ninguna base institucional, y que sus declaraciones no son vinculantes para sus miembros.

El otro punto de discordia entre los países fue el tema de la migración y los refugiados, en donde Alemania, principalmente, sostiene la libertad de movilidad de las personas, y la ayuda y defensa de los refugiados, mientras que Estados Unidos con Donald Trump a la cabeza, sostiene completamente lo contrario, y busca en cambio mayores controles migratorios y muros en las fronteras entre los países. La declaración final logró un compromiso entre las posiciones, aunque Angela Merkel, la canciller alemana, se mostró claramente frustrada por no lograr una posición más favorable hacia los refugiados en la declaración de la Cumbre (7).

Si bien la Cumbre del G-7 mostró sendas diferencias políticas y económicas entre viejos aliados, la Cumbre de Bruselas, en donde los miembros de la OTAN se reunieron del 22 al 28 de mayo de 2017, mostró señas de un resquebrajamiento importante en el orden internacional imperante desde la posguerra. En otras palabras, si bien la Cumbre del G-7 mostró divergencias políticas y económicas, la Cumbre de Bruselas mostró señas de un posible quiebre estratégico y militar entre los aliados, especialmente entre Alemania-Francia y Estados Unidos.

El discurso y las actitudes poco conciliadoras de Donald Trump durante la reunión de los países miembros de la OTAN fueron completamente perjudiciales a los intereses estadounidenses en la región. Su discurso realmente llamó poco o en nada a la unidad y cohesión entre los miembros de la cada vez más expansiva alianza de seguridad, a su vez que le reclamaba a la mayoría de sus aliados no estar cumpliendo con sus obligaciones presupuestarias hacia la OTAN, objetando con ello que la carga se incrementa como consecuencia sobre la potencia dominante (8). Esto posiblemente no hizo más que hacer sentir y pensar a los aliados que Estados Unidos los ve, no solo como Estados inferiores, incapaces de asegurarse su propia seguridad, sino como Estados subordinados a la potencia norteamericana. Un discurso de este tipo no contribuye más que a dividir una ya de por si naturalmente frágil alianza internacional. Las actitudes impositivas de Trump, buscando con ello de alguna forma parecer una figura dominante en una reunión plagada de importantes figuras políticas, no sirvieron más que reafirmar esta visión, y generar mayor distancia entre los Estados Unidos y sus aliados (9).

Como lo establece Mark Kennedy (10), no sólo Trump está actuando en la esfera internacional como “un novato en medio de expertos”, sino que está, en su ambición de hacer que Estados Unidos permanezca como la potencia hegemónica, sentando las bases para aumentar el riesgo a la seguridad de los Estados Unidos, y consolidando la transición a un sistema multipolar. Trump ha logrado, en lo poco que lleva de su mandato, herir las relaciones de los Estados Unidos con la mayoría de sus aliados, notable excepción son Arabia Saudita, el Reino Unido, y en cierta medida Israel. Desde Canadá y México, Japón, y ahora más profundamente Alemania y Francia, actualmente los Estados Unidos no mantiene unas relaciones sanas con ninguno de sus principales aliados, lo cual el día de mañana puede suponer riesgos a la seguridad de los intereses norteamericanos en el mundo.

Especial mención merece Alemania y Francia, y en general la Unión Europea, ya que Angela Merkel ha salido al paso, luego de ambas Cumbres, para decir que ya es “hora que los europeos tomen su destino en sus propias manos”, al tiempo que afirmaba que ya no se podía confiar verdaderamente en Estados Unidos y en el Reino Unido como aliados luego de la llegada al poder de Donald Trump y el Brexit (11). Pero esto no significa un cambio de alianzas en Europa de los Estados Unidos hacia Rusia, sino que lo que significa es que Europa, bajo el liderazgo de Alemania y Francia, se encuentra decidida hoy más que nunca a entrar plenamente en la contienda por el poderío internacional, sin tener que ampararse en ninguna otra potencia que le garantice su seguridad, como ha sucedido con los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a las relaciones de cercanía y cordialidad con Estados Unidos lo más probable es que perduren, pero definitivamente bajo ciertos cambios, y no bajo el esquema actual.

Por lo tanto, en sus ansias de hacer parecer que los Estados Unidos es la potencia mundial dominante, Donald Trump no ha hecho más que socavar las bases del poderío internacional de la potencia norteamericana, afectando con ello sus lazos con viejos aliados, y consolidando con ello la transición hacia un mundo multipolar. No obstante, falta por ver si verdaderamente la Unión Europea, bajo el liderazgo de Alemania y Francia, pasará de la mera retórica hacia acciones concretas que le permitan verdaderamente prescindir, en materia de seguridad, de los Estados Unidos. Al día de hoy, la alianza entre ambos es muy fuerte y profunda, no sólo en materia de seguridad, sino que también en lo político y económico, aunque también es cierto que no está pasando por el mejor de sus momentos. Solo el tiempo dirá si Angela Merkel y Emmanuel Macron estarán dispuestos a empezar el proceso de una separación en materia seguridad con los Estados Unidos, que lleve a que Europa pueda garantizar su propia seguridad en un mediano plazo, especialmente frente a la amenaza que se percibe en Rusia, y con ello consolidar la llegada de un sistema internacional multipolar, que desde hace varios años se encuentra en gestación.