Análisis semanal 130: Belt & Road Forum: Oportunidades y Retos (26 de abril de 2017)

Año: 
2017
Autor(es): 

 

El 14 y 15 de mayo se llevará a cabo el Belt & Road Forum for International Cooperation en la capital de la República Popular de China. El foro tiene como eje central el mega-proyecto chino One Belt, One Road. Dicho evento será inaugurado y presidido por Xi Jinping, y de acuerdo con la página oficial del evento (1), veintiocho jefes de Estado ya han confirmado su participación, entre ellos los mandatarios de Argentina, Chile, Rusia, Polonia, Grecia, Italia, España, Turquía, Pakistán, Indonesia, Filipinas, Malasia, Laos, Camboya, Vietnam, etc. Así como el Secretario de las Naciones Unidas, el Presidente del Banco Mundial y la Directora del Fondo Monetario Internacional, además de otros 1200 representantes y participantes. Estas cifras reflejan la importancia del evento, convirtiéndolo en una reunión diplomática clave para China, así como también el valor y la atención que ha venido ganado la iniciativa One Belt, One Road desde que fue lanzada por Xi hace más de tres años.

Infraestructura, inversiones, economía, cooperación comercial y financiera, energía y recursos, intercambios culturales, cooperación marítima y ecológica, son algunos de los principales temas a discutir durante el evento; siempre dentro del marco del One Belt, One Road.

Pero, ¿Qué es el One Belt, One Road?

La iniciativa se divide en dos partes: La primera es el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, que básicamente es la reconstrucción y mejora de la legendaria Ruta de la Seda –una milenaria red de rutas comerciales que comunicaban Europa con China vía terrestre pasando por Medio Oriente y Asia Central; y sin lugar a duda, fue una de las más importantes de la historia en términos comerciales y culturales-. La segunda es la Ruta de la Seda Marítima, una ruta alternativa vía marítima a través del Mar del Sur de China, el Sur de Asia, Mar Rojo, y finalmente, el Mediterráneo.

Según China, el proyecto va más allá de simples rutas comerciales para mercadear bienes, sino, también con el objetivo de facilitar la cooperación, el flujo de personas, el financiamiento de infraestructura, la innovación, el intercambio de ideas e información, etc. Todo con la meta final de llevar el desarrollo a los países involucrados en el proyecto, en una situación “win-win” como lo ha asegurado el mismo Xi Jinping (2) en diversas ocasiones.

De acuerdo con Jiang Zhigang (2015) (3), One Belt, One Road tiene cuatro principios: Apertura, el proyecto está abierto para todos los países, organizaciones, empresas, público y privado, etc. Inclusividad, no existe ninguna restricción. Beneficios mutuos, todos los participantes comparten los beneficios y el desarrollo. Participación, se requiere la participación activa de todas las partes, su cooperación así como asumir parte de los riesgos. Además, el proyecto se puede condensar en cinco áreas: Conectividad infraestructural, comunicación política, movimiento comercial, circulación monetaria, e intercambios socio-culturales. En resumen, la iniciativa es esencialmente acerca de interconectividad a través de infraestructura lo que facilitaría la cooperación y el comercio internacional.

Un ejemplo es Pakistán, quien en conjunto con China lanzaron en el 2015, el Corredor China-Pakistán, una serie de proyectos de infraestructura valorados en más de $50 USD billones para modernizar las carreteras y autopistas pakistaníes, así como el puerto de Gwadar (4).

La iniciativa tiene más de tres años, y a un paso lento ha sumado importantes aliados, como Pakistán, Sir Lanka y Grecia, pero su popularidad no ha sido la esperada, además existen varios críticos y una falta de confianza. Sin embargo, debido al contexto mundial donde Estados Unidos, con Trump a la cabeza, se muestra reacio al comercio mundial y con el TPP (Trans-Pacific Partnership) moribundo, One Belt, One Road surge como una posible alternativa made in China.

Esto provoca que muchos países vuelvan su mirada hacia China, y revaloren su posible participación en la iniciativa. Beijing, consciente de ello, aprovecha la coyuntura y lanza un discurso pro-globalización y a favor de la apertura comercial, como el dado por Xi en Davos, durante el Foro Económico Mundial. Además trabaja para que el próximo foro en Beijing sea perfecto, ya que representa una oportunidad que China no puede dejar pasar.

En Europa, el plan ha empezado a llamar la atención, especialmente de los países que más se han visto afectados por las pasadas crisis económicas como España, Italia y Grecia. Prácticamente todos los mandatarios del Sureste Asiático han confirmado su participación, probablemente debido al vacío comercial que está generando Trump. La iniciativa incluso empieza hacer eco en América Latina donde Chile y Argentina se harán presentes, dos países que han incrementado exponencialmente sus negocios con China. A lo interno de China, el grupo Alibaba (5) y China Mobile (6), dos empresas gigantes en materia de comercio electrónico y telecomunicaciones, han manifestado su deseo de participar en el proyecto.

No obstante, existen retos que superar. Los procesos electorales en países como Inglaterra, Francia y Alemania han provocado la ausencia anunciada de los mandatarios de dichas naciones. El caso de Francia y Alemania como líderes europeos generará un vacío. Pero más importante aun, la amenaza nacionalista y aislacionista en Estados Unidos y Europa podrían reducir el interés en el proyecto.

El recelo con que muchos países en el sureste asiático miran a China debido a las disputas territoriales en el Mar del Sur, y las crecientes tensiones debido a las acciones de Beijing, son un factor importante, y aunque las relaciones comerciales no se han visto perjudicadas significativamente, los conflictos políticos no facilitan un buen ambiente para negociaciones de nuevos tratados.

Otro detalle es la falta de entendimiento y apreciación de las tradiciones y de la cultura local lo que crea una barrera entre China y la comunidad local. El comportamiento de algunas compañías chinas ha generado preocupación, ya sea por cuestiones ambientales y de sostenibilidad; este tipo de fricciones puede minar el apoyo a la iniciativa (7).

Finalmente, el reto monetario pude ser el más difícil de superar. Concentrar el enorme capital financiero necesario para sacar las obras adelante no es tarea fácil. China creó el Banco de Inversión de Infraestructura Asiático, y estableció el Fondo de la Ruta de la Seda con más de $40 USD millones (8). Sin embargo, y a pesar de las décadas de bonanza que China ha experimentado, Beijing no puede hacerlo solo. La magnitud del proyecto provoca que ni China ni sus bancos puedan afrontar el riesgo de manera unánime, esta es la razón por la cual Beijing hace constantes llamados a todos los actores posibles para que se involucren de manera activa y así conseguir más inversión.

En conclusión, el Belt & Road Forum es un evento clave en la política exterior China. La coyuntura actual parece estar jugando a favor de Beijing, pero los retos siguen siendo constantes. Los resultados del foro serán cruciales para el futuro del One Belt, One Road dependiendo de la habilidad diplomática de China para vender con éxito la iniciativa, sumando más naciones e inversionistas a la lista.

Otras referencias: 

(8) Diaz C, I. (2015). “One Belt & One Road: Between Cooperation and Geopolitics in the Silk Road”. Contacto Global. Vol. 6. Pp. 18-25.