Análisis semanal 119: El pivote hacia Asia: una meta sin alcanzar (15 de marzo de 2017)

Año: 
2017

 

El concepto de un pivote geopolítico hacia Asia proviene del reconocido experto Halford MacKinder, quien lo desarrolló junto con la teoría del heartland o zona  conocida como el “corazón del continente”, donde quien controla el heartland tendrá los recursos y el poder geográfico suficiente para controlar el resto del mundo. Sin embargo, el uso del concepto “pivote” ha evolucionado a través de las décadas para adecuarse a la influencia de la globalización. En efecto, se comenzó a discutir sobre un giro hacia Asia de la política exterior estadounidense, con el ascenso de Barack Obama al poder. Justin Vaisse, de Brookings Institution, clasificó el pivote de la siguiente forma:

El pivote, concebido no solo en el estrecho sentido geográfico como un giro desde Oriente Medio hacia Asia, sino en un sentido más amplio, como un redespliegue de la política exterior estadounidense desde las cuestiones de seguridad y terrorismo hacia las económicas y globales; desde las viejas naciones hacia el mundo emergente, o incluso, desde el unilateralismo hacia la cooperación, no es ni más ni menos que un cambio de actitud hacia el mundo, una reformulación y una actualización del liderazgo de Estados Unidos (Barack Obama y su política extranjera, 2008-2012) (1).

Sin embargo, este giro del Medio Oriente a Asia fue imposible de concretar dada la fragilidad del Estado Iraquí, reconocido como responsabilidad de los estadounidenses luego de la Guerra de Iraq, la continuación de la Guerra en Afganistán y, posteriormente, las revoluciones de la llamada “Primavera Árabe”, que han acaparado los recursos de seguridad e inteligencia de Estados Unidos. Asimismo, la tragedia del ataque a la Embajada americana en Benghazi, Libia, el surgimiento del Estado Islámico y, finamente, el involucramiento en la guerra civil Siria (en conjunto con la lucha ideológica contra Rusia en Siria) también han obstaculizado la salida de los Estados Unidos de asuntos en el Medio Oriente al cambiar la retórica en la opinión pública. El llamado a retirar su ejército de guerras innecesarias se ha transformado en un llamado a la responsabilidad histórica de Estados Unidos como policía del mundo y promotor de “la libertad y la democracia”.

Como tal, mientras el mundo se concentra en el creciente conflicto entre Estados Unidos y Rusia, y el desenlace en el Medio Oriente, los intereses de los americanos en la región asiática están rezagados. El objetivo  del pivote a Asia habría sido contener y subordinar a China, mediante el incremento de presión diplomática y militar en la región.  No obstante, el hecho que Filipinas, mediante el Presidente Duterte, haya expresado su apoyo a China ha sido un golpe a la diplomacia estadounidense. Dada la especial relación histórica entre Estados Unidos y Filipinas, que ha resultado en bases militares estadounidenses activas en suelo filipino, y ejercicios militares en conjunto en los mares aledaños, perder el control de Filipinas es un desliz geopolítico de muchísima trascendencia.  Por otro lado, los aliados occidentales de Estados Unidos han criticado su estrategia en Asia, y el compromiso de la administración de Barack Obama en la región (2).

Este rezago da por consecuencia que China, como poder regional en surgimiento, siga fiel a sus proyectos de conquista y control del territorio marítimo a su alrededor, incluyendo la construcción de islas artificiales con pistas de aterrizaje, bodegas para aviones, instalaciones militares (3), y hasta lo que parece un puerto, en contraposición al derecho internacional y la soberanía de sus vecinos. Es interesante contemplar que hasta académicos como Zhang Baohui, de Lingnan University en Hong Kong, consideran que China está continuando con sus políticas históricas de fortalecimiento de sus instalaciones en las islas artificiales, y que la administración de Trump no lo considerará una prioridad internacional (4).

Recientemente, Rex Tillerson, el nuevo Secretario de Estado americano, hizo un llamado para que China fuera denegada acceso a estas islas artificiales en el Mar del Sur de China, comparando estos movimientos de tierra con la anexión de Crimea por Rusia. Efectivamente, se refirió a  la necesidad de dejarle claro a China que la creación de las islas debe parar y su acceso a las existentes debe ser restringido. Expertos militares en China han reaccionado con sorpresa y confusión sobre la nueva política exterior de Estados Unidos hacia China, específicamente sobre la realidad diplomática y militar de lo que constituiría un bloqueo en aguas internacionales, donde la base legal es difusa (5).

El secretario Tillerson se encuentra actualmente en un viaje a Asia en el cual se espera que se enfoque en la contención de Corea del Norte y el rol de China en este esfuerzo. Sin embargo, se espera que su visita también sea esclarecedora en las políticas y las acciones de Estados Unidos para el Mar del Sur de China. Es claro que las palabras sancionatorias de EEUU no han hecho mayor efecto, y sin apoyo de los demás poderes mundiales es poco creíble que se transformen en una presión efectiva para que China abandone su política expansionista.

Aunque no haya habido declaración oficial de la cancillería estadounidense en cuanto a su política en Asia, se han monitoreado buques de guerra estadounidenses, japoneses y coreanos (6) ensayando para mejorar sus tiempos de respuestas a misiles balísticos, como respuesta a las crecientes pruebas de misiles norcoreanas (7). Tales acciones han sacado reacciones fuertes de China y Corea del Norte, y han instigado a los taiwaneses a resaltar la amenaza militar de China, dada su reciente actividad cerca de los mares taiwaneses (8). Se destaca particularmente lo amenazante que son estas acciones para la estabilidad de la región, dada la incrementada posibilidad de una carrera de armas para garantizar seguridad y soberanía de los territorios.

Adicionalmente, la perspectiva nacionalista y aislacionista de la nueva administración de Estados Unidos deja en duda cuál será realmente la política exterior de los americanos hacia Asia. Por un lado, se ha hecho un llamado a la necesidad de “arreglar la casa” primero, pero por el otro, las declaraciones de la Secretaría de Estado han sido tajantes en una posible intervención estadounidense. Tal vez el presupuesto propuesto por el equipo de Trump podría ayudarnos a dilucidar las intenciones de su administración: por primera vez en décadas, se propone reducir el presupuesto del Departamento de Estado en 31% mientras que el presupuesto militar incrementa en 8.8% para un monto de $638.6 miles de millones de dólares, el más alto en seis años. En respuesta a tal plan, el Secretario de Estado contestó que el Departamento de Estado debe ser más eficiente, y que “en cuanto corra el tiempo, los Estados Unidos estarán involucrados directamente en menos conflictos internacionales” (9). Sin embargo, es difícil de entender cómo se planea evitar el involucramiento en tales conflictos internacionales abandonando el poder blando e incrementando el poder duro, mediante el armamentismo. El pivote hacia Asia queda, por tanto, inconcluso.