Análisis semanal 114: Un mundo de puertas cerradas (27 de febrero de 2017)

Año: 
2017
Autor(es): 

 

Hace diecisiete años Kenneth Waltz, impartiendo una de sus conferencias en Columbia University, preguntaba a sus estudiantes sobre la vigencia del realismo estructural como un esquema de análisis pertinente. En esa ocasión, el profesor Waltz señaló que quienes atacaban la vigencia de esta teoría señalan que los conceptos de anarquía, autoayuda y equilibrio de poder fueron útiles en un momento de la historia que ya desapareció, y que las condiciones novedosas del sistema internacional demandan un pensamiento teórico renovado.

En su discurso, este autor aceptaba que, en efecto, si las condiciones del entorno que contempla una teoría han cambiado, la teoría deja de ser aplicable. Pero, de inmediato, señalaba que lo que determina la afirmación anterior es el establecimiento con claridad de los cambios que han alterado al sistema internacional tan profundamente que hacen irrelevantes los esquemas teóricos en relaciones internacionales. Por eso, advierte, es necesario tener claro cuáles cambios son realmente de sistema y cuáles son cambios en el sistema.

Desde el punto de vista del realismo estructural (o neorrealismo) esto último no es un juego de palabras. Es lo central para debatir sobre la vigencia del enfoque o no. Para el estructuralismo las tres características básicas para el análisis del sistema internacional son la anarquía (ausencia de autoridad a nivel global), la autoayuda (cada unidad, entiéndase Estados, siempre buscan su propio interés) y el equilibrio de poder (las capacidades de aquellos Estados que pueden establecer orden). Así que, si realmente hay un cambio de sistema, debe comprobarse que al menos una de estas tres características ha dejado de ser fundamental para sostener la estructura de poder global.

De acuerdo con este planteamiento, dentro del neorrealismo lo que hay que observar son los cambios estructurales y no los cambios que tienen que ver con las unidades (los Estados). Los cambios estructurales tienen que ver con las relaciones de poder que establecen mecanismos de orden global. Este orden global tiene que dar señales claras que estamos en presencia de la multipolaridad, la bipolaridad o la unipolaridad y, por tanto, esta transformación tiene un efecto decisivo en la forma en que los Estados (las unidades del sistema) se relacionan entre sí.

En su libro, Teoría de la política internacional (1979), Waltz preguntaba de qué manera se ordena un sistema internacional cuyas características principales son, por un lado, la presencia de unidades que procuran su propio interés (autoayuda) y, por otra parte, la ausencia de una autoridad global capaz de establecer orden (anarquía). El argumento del libro consiste en establecer que, en un sistema de tales características, lo que ordena al sistema es el poder y, particularmente, los mecanismos de equilibrio del poder entre aquellas unidades (Estados), que puede ser multipolar, bipolar o unipolar.

Dentro del neorrealismo, lo que determina la conducta de los Estados es esa estructura de poder (multi-, bi- o uni- polar). Cada vez que el mundo se ordena alrededor de alguna estructura de poder, las unidades no hacen más que adaptar su conducta a ese marco de comportamiento global. De tal forma que, la conducta de los Estados responde a esa manera en que la distribución del poder en el sistema ofrece (o impone) sus reglas y que, además, es el resultado de un equilibrio de fuerzas entre aquellas unidades con mayores capacidades. El punto clave, pues, es el poder. Si un día creímos que ya sabíamos todo sobre el poder, es necesario estudiarlo nuevamente. Foucault (1994), Habermas (1998) y Castells (2009) han sido amplios en reconocer la erosión del concepto de poder, y las dificultades contemporáneas para hacer prevalecer su voluntad sobre otros actores.

La teoría del realismo estructural asume que el poder siempre será el mismo, y que son las unidades las que se lo disputan a fin de lograr nuevos, o sostener los tradicionales equilibrios de fuerzas. Pero hoy, lo que tradicionalmente se llamó “grandes poderes” ya no existe. Y es difícil que vuelvan a surgir. Los Estados ya no están en capacidad de afirmar, como lo hizo una vez Henry Kissinger, al referirse a la importancia de la presencia de Estados Unidos en Angola: “If we don’t stand up and go into Angola and defeat Communism, we will prove that we are not a great power” (Waltz:1998). La era de las grandes potencias pasó. La era de los equilibrios de grandes poderes es un dato de la historia. El gran problema del Siglo XXI es el del poder y de la capacidad para establecer orden.

Como resultado de ello, la estructura del sistema internacional resulta muy inestable. Independientemente del mecanismo de equilibrio (multipolaridad, bipolaridad o unipolaridad), si lo que determina la fuerza del orden es el poder, hoy es mucho más débil. Por lo tanto, la capacidad del equilibrio para establecer mecanismos de conducta global es mucho más compleja, difícil y con mayor demanda de recursos. El orden es débil, las capacidades están disminuidas, hay menos lealtades, y la legitimidad del sistema para imponer sus reglas es cuestionada, en el mejor de los casos, o ignorada, en el peor. El desafío a los mecanismos de orden, obviamente, genera temores, choques, incertidumbre y percepciones sobre las amenazas que no son fáciles de controlar.

Es por ello que en cada uno de los Estados que fueron considerados como “grandes poderes” hay un permanente llamado para recobrar su grandeza, para volver a recuperar su estatus de poder en el escenario internacional. Let´s make great America again, no es la posición de un país, sino de varios Estados que comprenden la necesidad de recuperar los mecanismos de orden global que se les han escapado de las manos. En este sentido, la crisis global marcó el primer paso para retomar las riendas del poder. La crisis financiera del año 2008 señaló un florecimiento de una especie de estoicismo para recuperar la capacidad de gobernarse a sí mismos frente a aquellos procesos que se denominaron en un principio como “interdependencia” y posteriormente “globalización”. Siguiendo a Foucault, Seguridad, territorio y población (2004), la problemática global del gobierno en general es el rasgo predominante en el inicio del siglo XXI.

El problema de hoy, no es la multipolaridad, la bipolaridad o la unipolaridad, sino la capacidad de estos equilibrios para establecer mecanismos de orden que aseguren un sistema internacional más o menos estable. Las preocupaciones sobre la recuperación de la capacidad de gobierno y, por tanto, de la recuperación del poder, están cruzadas, además, por dos fuerzas. Por un lado, una fuerza que llama al cierre de puertas, al estoicismo, al proteccionismo y en el punto más extremo, el nacionalismo. Por otra parte, una fuerza que intenta sostener el libre flujo de bienes, personas y capitales que provocan una serie de preguntas sobre la forma de ejercer el gobierno, quiénes están accediendo al poder, cuáles son los fines del gobierno, cuáles son sus límites y cuáles son los métodos apropiados para hacerlo.

Si bien con el fin de la Guerra Fría asistimos a un período que auspiciaba sociedades cosmopolitas (Beck, 2006), el principio pedagógico sobre el cual se plantea el gobierno y el establecimiento de orden pareciera ser el nacionalismo. Este retorno a la grandeza de las naciones, al cierre de puertas, y al proteccionismo del bienestar de la nación, pareciera que son los principios sobre los cuales se interpretan y conducen las relaciones internacionales. El gobierno de Donald Trump no es más que una expresión de ese deseo de recuperar la capacidad de gobierno sobre una “base nacional”, y hacer coincidir nuevamente los intereses del Estado con los intereses de la ciudadanía.

Referencias

Beck, U. (2006). La Europa cosmopolita. Madrid, Paidós.

Castells, M. (2009). Comunicación y poder. Madrid, Alianza Editorial.

Foucault, M. (2004). Seguridad, territorio, población. México, FCE.

Foucault, M. (1994). El poder, una bestia magnífica. México, FCE.

Habermas, J. (1998). The posnational constellation. N.Y. MIT Press.

Pereira, J.C. (2009). Historia de las relaciones internacionales contemporáneas. Madrid, Ariel.

Renouvin, P. y Duroselle, J.B. (2001). Introducción a la historia de las relaciones internacionales, México, FCE.

Waltz, K. (november, 2012). Interview with Ken Waltz. Review of international studies, recuperado en, http://eprints.lse.ac.uk/39155/1/Interview%20with%20Ken%20Waltz%20(lsero).pdf

Waltz, K. (1979). Teoría de la política internacional. México, GEL.

Waltz, K. (summer, 2000). Structural Realism after the Cold War. International Security, recuperado en, http://www.columbia.edu/itc/sipa/U6800/readings-sm/Waltz_Structural%20Realism.pdf