Análisis semanal 107: Un enemigo invisible: la hambruna en Nigeria cobra un grupo etáreo completo (01 de febrero de 2017)

Año: 
2017

 

Según cálculos de la UNICEF, desde el 2014 más de dos millones de nigerianos han sido víctimas del desplazamiento interno, causado por la interminable lucha contra el grupo terrorista Boko Haram (1).  Los nigerianos del noreste han logrado encontrar refugio en ciudades importantes como Maiduguri, que aun está bajo la protección del gobierno, o en campamentos para desplazados internos administrados por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para la Migración (OIM). Sin embargo, la búsqueda por un hogar donde podrían estar a salvo no ha sido el mayor problema que han encontrado los nigerianos.

Lamentablemente, los frecuentes ataques de Boko Haram a pueblos rurales, y su toma de pequeñas ciudades a través de Nigeria, han imposibilitado que las tierras puedan ser sembradas o cosechadas, muchas por tres años consecutivos. Tal interrupción del proceso agrícola del país ha resultado en una tajante falta de alimentos, un incremento en su precio, y una dificultad mayor al acceso de otras necesidades, como el agua potable y la medicina (2). Organizaciones internacionales han denominado la situación como una “catástrofe en inseguridad alimentaria”, llegando a niveles de emergencia en el índice de inseguridad alimentaria de las Naciones Unidas, o a pocos pasos de ser declarado hambruna (3). Según aquellos afectados, la falta de disponibilidad de comida es un resultado de una violencia prolongada que crea desplazamientos, y pérdida de comunidades enteras que impactan la producción.

Tan pronto como junio del 2016, el Gobierno nigeriano tomó nota de la situación, y emitió una alerta de “emergencia nutricional” en el estado de Borno, explicando que podrían empezar a perder 80 niños al día si la situación se mantiene. El ministro de salud, Isaac Andewole, pidió la creación de un equipo de respuesta rápida que pudiera trabajar con el personal local para tratar a los cientos de personas sufriendo de malnutrición severa (4). No obstante, en octubre del mismo año, la prensa y las organizaciones internacionales presentes destacaron la dificultad del acceso de fuerzas oficiales e internacionales a las localidades más afectadas, muchas aún bajo control de Boko Haram, resultando en que el número de nigerianos afectados se triplicara.

Organizaciones como Médicos Sin Fronteras han estado operando en campamentos sin electricidad, medicina, o los recursos alimenticios necesarios para tratar a la magnitud de víctimas. En ocasiones, han intentado pedir escoltas militares de otros países, como Camerún, sin respuesta (5). Según reporteros que visitaron el área, la comunidad internacional ha tenido conocimiento de la calamidad que se aproximaba desde hacia meses, sino un año. Sin embargo, el peligro que representa Boko Haram al transporte de equipo, recursos y personal ha dificultado que llegue la cantidad necesaria a los puntos más afectados.

Por otro lado, han culpado la burocracia institucional de Naciones Unidas, así como el tamaño del equipo y los recursos disponibles en Nigeria, por no haber podido determinar con claridad cuán catastrófica realmente era la situación (5).  Aún en la capital de Borno, Maidugiri, una ciudad controlada por el gobierno, las tasas de malnutrición son las más altas del mundo, y enfermedades como la polio o malaria están apareciendo entre los desplazados, ya que la malnutrición severa causa la desintegración de la piel, lo cual puede llevar a infecciones (6).

A finales del 2016, las organizaciones humanitarias presentes en Borno y sus alrededores alertaron que al menos 75,000 niños podrían morir de malnutrición severa en el siguiente año. Para enero del 2017, organizaciones internacionales contabilizaron que casi no quedan niños bajo los cinco años de edad en sus clínicas u hospitales en más de tres pueblos. Tomando en cuenta que las encuestas nutricionales de mayo a octubre de 2016 notaron un 50% de los niños bajo los cinco años en malnutrición severa, la situación actual podría ser aun más alarmante (7).

Las organizaciones internacionales han suplicado al Gobierno de Nigeria que trabaje arduamente en conjunto con agencias de Naciones Unidas, como el Programa Mundial de Alimentos, para lograr la coordinación y ejecución de envíos masivos de ayuda a puntos seguros bajo control gubernamental, así como romper el cerco que mantiene Boko Haram en pequeños pueblos donde los civiles han quedado sin recurso alguno o fuente de ingreso. Disputas sobre “exageraciones” de las agencias internacionales para buscar donaciones han surgido de parte del gobierno, lo cual ha obstaculizado el proceso organizativo de ayuda, en lugar de buscar soluciones. Según doctores de Médicos Sin Fronteras, que un gobierno admita que sus ciudadanos sufren de malnutrición o que se aproxima una hambruna es altamente vergonzoso, por lo que buscan prevenir la interferencia de grupos externos (8).

Efectivamente, con los ojos del mundo puestos hacia la violencia en Siria o la política estadounidense, la demanda humanitaria nigeriana ha sido prácticamente ignorara. A como vamos, UNICEF calcula que 90,000 niños morirán en el próximo año, unas 240 muertes diarias (9). Lastimosamente, estamos aproximándonos a un clima internacional altamente cargado de tensión, desconfianza y animosidad. Los cambios de gobierno recientes han deslumbrado una fuerte tendencia hacia el nacionalismo y el proteccionismo económico, el sabotaje a las organizaciones internacionales, como Naciones Unidas, y la despreocupación de líderes históricos de problemas humanitarios globales. Si llega a acontecer que las potencias mundiales, mediante decretos, referendos o leyes, logren la des-integración económica, política y social, y reduzcan los presupuestos a las organizaciones internacionales encargadas de situaciones críticas como estas, podríamos esperar calamidades sin freno en el sur global. Aunque existe un movimiento hacia el activismo individual, en el cual el individuo dirige fondos a la caridad de su elección, difícilmente podremos recuperar el espacio de acción geográfico, político y social de organizaciones como Naciones Unidas y sus agencias.