El 2017 promete ser un año lleno de importantes acontecimientos políticos en materia de análisis internacional. Se aproximan los periodos electorales en varios países de la Unión Europea (UE); entre ellos tres de las economías más importantes del orbe como lo son Alemania, Holanda y Francia. Las tres juntas representan aproximadamente el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) que genera la UE (1). Estas coyunturas electorales se verán marcadas por un elemento particular: el auge de un marcado euroescepticismo (rechazo a la integración europea) en la población, y una retórica xenófoba por parte de agrupaciones emergentes de ultraderecha.
Alemania, Francia y Holanda presentan porcentajes considerables de población inmigrante procedente de fuera de la UE con cifras a 2014 de 42.1%; 38.3% y 32.9% respectivamente (2). Esta situación es vista como “problemática” desde la óptica de un determinado grupo de la población de estos países. Lo anterior da lugar a que agrupaciones como el Partido para la Libertad (PVV) en Holanda, Alternativa para Alemania y el Frente Nacional (FN) en Francia recolecten afinidades populares mediante discursos que exaltan el odio contra los inmigrantes, principalmente contra las poblaciones árabes que representan una parte considerable de la población migratoria.
La sombra del discurso xenófobo parece expandirse por Europa; el fenómeno de Donald Trump parece avivar las iniciativas de líderes ultranacionalistas. La coyuntura de un Brexit que se determinó a partir de un discurso nacionalista y euroescéptico contribuye a que en otros países de la UE se planteen iniciativas similares. Es el caso de Holanda y Francia en los que las agrupaciones de extrema derecha apelan por la salida de sus respectivas naciones de la UE, y por volver al Florín y al Franco. Estos discursos a favor de un nacionalismo económico se configuran a partir de retóricas excluyentes que buscan criminalizar a determinadas minorías.
El 15 de marzo los holandeses elegirán a 150 legisladores/as para la cámara baja. Durante 2016 la agrupación de extrema derecha, Partido para la Libertad (PVV), ha encabezado las intenciones de voto por encima de socialdemócratas y liberales, formaciones que actualmente gobiernan en coalición (3). El candidato del PVV Geert Wilders, ha sido condenado por incitar abiertamente hacia el odio contra la población marroquí (4). Dicho partido apela por una “desislamización” de Holanda, mediante el cierre de mezquitas y la prohibición del Corán.
En Francia existe la expectativa respecto al crecimiento que puede presentar el Frente Nacional (FN). Esta agrupación se caracteriza por oponerse a las políticas económicas y sociales de la Unión Europea por considerarlas “incompatibles” con los intereses de Francia (5); apelan por volver al franco francés; el énfasis en la producción nacional y la oposición a la inmigración. Su candidata Marine Le Pen encabeza algunos sondeos de cara a las elecciones el 23 de abril (6).
En Alemania se celebrarán elecciones entre agosto y octubre para elegir 630 escaños, y posteriormente mediante acuerdo entre los partidos se elegiría el puesto de Canciller. La actual Canciller conservadora Angela Merkel se postularía para un cuarto mandato, no obstante, según sondeos, un partido de extrema derecha y euroescéptico Alternativa para Alemania podría tener representación parlamentaria (7).
A partir de lo anterior es interesante realizar las siguientes interrogantes: ¿Qué elementos coadyuvan a la configuración de una retórica xenófoba en las diversas coyunturas electorales? Y por otra parte: ¿Cómo se configura la hegemonía de determinados grupos sociales mediante este discurso? Para responder a este tipo de cuestiones, o por lo menos brindar algunas líneas para el abordaje de las mismas, es útil referirse tanto a los datos estadísticos como a los factores históricos, para de esa forma determinar las causas estructurales que permiten la construcción del discurso y observar su efecto en la actualidad. Todo lo anterior tomando en cuenta los constructos identitarios que existen en las personas que conforman el colectivo social respecto a los inmigrantes.
La inmigración árabe en estos países presenta determinantes históricas. Países como Marruecos, Argelia, Túnez, entre otros que actualmente forman parte de las estadísticas de migración hacia la UE, hace poco más de medio siglo eran colonias de países europeos. Al respecto señala López, en su artículo para la revista Nova África, que “las corrientes migratorias en esta parte del mundo se activaron como consecuencia de los procesos de colonización, y en especial de la colonización francesa” (8); la autora señala que: “entre el periodo de 1915 y 1918 fueron alistados y reclutados casi medio millón de argelinos, tunecinos y marroquíes” (9), y que previo a la instauración del protectorado la inmigración no era elevada. La crisis migratoria a su vez se ha visto fortalecida por el recrudecimiento de la llamada guerra contra el Estado Islámico. En la actualidad, los habitantes de los países de Oriente Medio se han visto forzados a dejar su patria y buscar la sobrevivencia en países de la UE.
Estos elementos históricos determinantes en el contexto de la migración se suelen obviar a la hora de establecer un discurso xenófobo, se muestra al inmigrante como un individuo que emigra por su propia voluntad; y se hace ver esta como una decisión racional no influenciada por los elementos de una estructura de alienación política, social y económica. Descontextualizar forma parte en este caso de la construcción del discurso hegemónico. Adicionalmente se plantea la falacia de falsa dicotomía, pues se alude a que la única solución de la problemática es cerrar fronteras.
Existe una construcción identitaria importante de tomar en cuenta. Es aquel imaginario colectivo que se encuentra construido en los habitantes de los países europeos respecto al marroquí, y en general de la población árabe. Se observa a esta población desde la otredad, como individuos conflictivos, causales de delitos, receptores “ilegítimos” de ayudas sociales; se les generaliza como terroristas y se hace reproche moral de su supuesta poligamia. A lo cual contribuye la avalancha de noticias respecto a la reciente crisis migratoria y los recientes atentados terroristas en diferentes latitudes del continente europeo.
Los partidos políticos construyen hegemonía mediante el uso de estas situaciones, imponiendo un consenso respecto a los “perjuicios” del inmigrante. Para Gramsci, el sentido común –este consenso intersubjetivo- es un concepto equivoco y contradictorio, pues indica que una determinada consideración se ha vuelto inequívoca y que se ha difundido más allá del alcance de los grupos intelectuales, y por tanto no requiere análisis y se acepta sin mayor cuestionamiento (10). A su vez muestra características conservadoras y reaccionarias generando la necesidad de una configuración contra-hegemónica crítica. Tal como señalaría Gramsci, el sentido común posee características históricas, ideológicas y políticas, y por tanto al ser un producto histórico debe ser analizado como parte de un proceso histórico (11); este consenso intersubjetivo es el que se usa en estas coyunturas para legitimar culturalmente un determinado orden. Las causas estructurales e históricas de la migración pasan a segundo plano, -se crea una acriticidad histórica- y se construye un discurso de masas en función de datos imprecisos que abogan por el odio hacia la otredad.
Para Alexander Wendt “las estructuras de asociación humana están determinadas primariamente por ideas compartidas antes que por fuerzas materiales (12)”; por tanto, conceptos como el interés nacional se construyen socialmente, es decir, que este concepto no es un elemento de carácter tangible, sino que se crea a partir de las condiciones particulares de los sistemas políticos. Construir el problema de la inmigración como un asunto de carácter relevante para todos los “ciudadanos/as comunes” es colocarlo en la agenda de “interés nacional” y por tanto uno de los pilares de la construcción hegemónica. Wendt entiende como uno de los elementos importantes del interés nacional el concepto de “autoestima colectiva”, se refiere con esto a: “la necesidad de un grupo para sentirse bien sobre sí mismo en términos de respeto y status” […] “Una imagen negativa de sí mismo surge de una indiferencia o humillación percibida por parte de otros estados y lleva frecuentemente a agresividad hacia el Otro” (13). Por otra parte, la imagen positiva se puede construir devaluando al otro.
Estas construcciones de ideas son fundamentales para la configuración de hegemonía de los partidos xenófobos. Mediante la falacia ad populum, argumentando que los inmigrantes son problema para “todo el pueblo”, y alegando que la voz de los partidos xenófobos es la voz del pueblo se construye autoestima colectiva devaluando al otro, a la vez que se crea la percepción de que “la patria” está siendo humillada, generando la agresividad con el otro necesaria para que el tema sea considerado relevante para el interés nacional en el imaginario colectivo. A todo lo indicado hay que agregar el componente económico; los continuos embates de la Troika con políticas de austeridad que golpean a las naciones europeas, trayendo consigo más pobreza y desigualad, creando con ello las condiciones objetivas para el desarrollo del descontento social.
Tomando en consideración lo anterior cabe preguntarse entonces, ¿Cuál es el papel de la izquierda socialista en Europa ante esta incertidumbre?, aquellas fuerzas progresistas que apelan por principios de inclusión social no parecen tener el empuje suficiente. Los socialdemócratas de Holanda y Alemania no parecen tener otra opción que aliarse con los liberales y conservadores ante la amenaza de un enemigo común, y el Partido Socialista de Francia va en un claro declive, ¿Tendrá entonces alguna agrupación la capacidad de crear una contra-hegemonía que se oponga al ultranacionalismo xenófobo, o será el inicio de una ola de populismos anti-inmigrantes que recorrerá Europa?, solo el tiempo lo dirá, lo que sí es posible saber con certeza en estos momentos es que la ultraderecha parece interpretar mejor los mecanismos de construcción de hegemonía y poder político que los mismos llamados a hacerlo.
Notas
(1) Datos del Banco Mundial a 2015. http://datos.bancomundial.org/.
(2) Eurostat (2016). Estadísticas de migración y población migrante. Disponible en: http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/Migration_and_migrant_population_statistics/es.
(3) La Vanguardia. (5-marzo-2016). La extrema derecha se consolida como primera fuerza política en Holanda. Oficina de redacción. Consultado en: http://www.lavanguardia.com/internacional/20160305/40220057762/extrema-derecha-primera-fuerza-politica-holanda.html.
(4) Rachidi, I. (9-diciembre-2016). Geert Wilders, condenado por incitar a la discriminación en Holanda. El Mundo. Disponible en: http://www.elmundo.es/internacional/2016/12/09/584a909f268e3ef86e8b4609.html.
(5) Kosova, O & Fernández, S. (16-noviembre-2016). El ascenso del populismo nacionalista en Europa. Euroefe. Disponible en: http://euroefe.euractiv.es/5533_dosieres/4163719_el-ascenso-del-populismo-nacionalista-en-europa.html.
(6) Garzon, A. (4-enero-2017). 2017: Lo que se avecina en Europa. HispanTV. Disponible en: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/329250/union-europea-2017-brexit-emergencia-francia-renzi.
(7) Ibíd.
(8) Sala, A. M. L. (2004). Las dinámicas migratorias en el Marruecos actual. Nova África, (14), 55-72. Pág. 56.
(9) Ibídem. p. 57.
(10) Bignami, A. (2004). La Guerra de Posiciones. Selección de escritos de Antonio Gramsci. Buenos Aires, Argentina: Ed. Nuestra Propuesta, Partido Comunista de la Argentina. Pág. 3.
(11) Alfaro, S. O. (2001). Gramsci y la sociología del conocimiento: Un análisis de la concepción del mundo de las clases subalternas. Pág. 8.
(12) Merke, F. (2007). Identidad y Política Exterior en la Teoría de las Relaciones internacionales. IDICSO, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales Facultad de Ciencias Sociales Universidad del Salvador, Argentina. Pág. 10.
(13) Schouten, P. Teoría social de la política internacional. Pág. 34.