Análisis semanal 98: Tigre escondido, dragón agachado: la política económica e internacional china (19 de noviembre de 2016)

Año: 
2016

 

“Detrás de la roca en la oscuridad probablemente se esconde un tigre, y la raíz gigante enroscada se asemeja a un dragón agachado.”

Este verso, escrito por el poeta antiguo Yu Xin, evolucionó para convertirse en una expresión idiomática de la cultura china, que describe un lugar lleno de personas extraordinarias y talentosas (maestros) que no se ven a plena vista, en la reconocida frase tigre agachado, dragón escondido.  En la cultura moderna china, la expresión aconseja a ocultar las fortalezas personales para preservar el elemento de sorpresa. Este ha sido históricamente el modus operandi chino, desde el trueque callejero en los mercados hasta sus relaciones internacionales.

Hasta recientemente, China gozaba de un crecimiento económico exponencial en comparación con otros países desarrollados, al ascender de un 7.66% en 1999 a un 14. 23% en 2007 (1). Este boom económico permitió la consolidación de un periodo de “oportunidad estratégica” durante la primera década de este milenio, en el cual China gozó de fortaleza nacional y competitividad e influencia internacional. Esta oportunidad estratégica toma en consideración la seguridad y estabilidad del Estado, la apertura a tomar riesgos, formar oportunidades cuando las condiciones se generan y, por último, la ampliación de sus niveles de desarrollo para convertirse en un porcentaje importante de la economía mundial (2).

Este crecimiento desenfrenado le permitió a China emplear su bonanza económica en la apertura de mercados y, poco a poco, a la expansión de sus embajadas. Durante este período, China aseguró que el mantenimiento de la paz y la estabilidad estaban directamente relacionados con una participación activa en la economía global (3).  Su apertura comercial en Europa Oriental, el Medio Oriente, África y América Latina consolidó la influencia política china en puntos clave para la realización de sus proyectos nacionales, y la estableció como contrapeso a los intereses estadounidenses y rusos. Como punto climático, el presidente Xi Jinping ha ideado la formación de una nueva Ruta de la Seda, un programa de diplomacia económica inmenso, afectando a docenas de países, y más de tres mil millones de personas. Tal proyecto, ante incrementadas tensiones regionales, servirá como estrategia de poder blando para amarrar el liderazgo regional a la integración económica.

Como es natural, las situaciones internacionales cambian, y en 2015, el crecimiento del PIB chino se estancó en un 6.9%, el más bajo desde 1990 (4).  Asimismo, el mundo entró en un periodo de restructuración del balance de poder, del orden internacional y de las estrategias internacionales para la obtención de dicho poder. Este cambio en el escenario ha impulsado a China a redoblar esfuerzos para aprovechar su oportunidad estratégica, la cual estrategas chinos estimaban que se acabaría en el año 2020. Sin embargo, en el pasado año se ha visto claramente el declive de este período, resultando en un cambio total de la estrategia china para mantener el control que tanto buscó asegurar, mediante tácticas agresivas que contradicen su política exterior de protección de la estabilidad (5).

Internamente, la opinión pública y la academia china discuten sobre la continuación de una política exterior de bajo perfil, establecida hacia décadas por Deng Xiaoping, o la adopción de una estrategia más activa de expansión e influencia internacional (6). Un grupo académico abogó por mantener el perfil bajo, que evitaría una sobre expansión, permitiría a sus enemigos subestimar el crecimiento chino, y tranquilizaría a lo demás para evitar una situación de contención. Sin embargo, el gobierno chino tiene otra perspectiva.

Luego de varios años en recuperación económica y un poder militar estancado en el Medio Oriente, Estados Unidos volvió al escenario mundial con la intención de mantener su hegemonía global. La percibida “intromisión” estadounidense por sobre vuelos o presencia de submarinos en aguas internacionales del mar del sur chino, ha reforzado la percepción china de la necesidad de resguardar sus intereses marítimos. Por otro lado, el incremento del poderío militar de Japón también ha incitado a China a buscar mayor control de su vecindario.

De acuerdo a la estrategia china de defensa activa (7), la cual indica como prioritario el tomar la iniciativa en un conflicto: “el primer ataque es preferible, ya que condiciona el escenario para el resto del conflicto y pone al agresor en una posición distintiva de ventaja” (8), podemos también asegurarnos de una movilización perpetua china para resguardar su seguridad y su hegemonía regional.  Bajo el liderazgo de Xi Jinping, se ha vislumbrado una renovada tolerancia china para la tensión regional al modificar una estrategia de poder blando, como tácticas de expansión comercial o diplomática, hacia una estrategia consolidada de poder duro mediante la continuación de construcción de islas artificiales en territorio en disputa, y la amenaza de una zona de exclusión aérea, más la reciente confiscación de un dispositivo submarino estadounidense frente a sus dueños en aguas internacionales, bajo la premisa de garantizar la seguridad de navegación. Según el ministerio de defensa chino, se planea la devolución del dispositivo luego de confirmar su procedencia. Estados Unidos alegó haber contactado en reiteradas ocasiones al barco que tomó el dispositivo sin obtener respuesta, y por tanto, emitió una nota verbal protestando el incidente (9).

Es interesante, no obstante, que el discurso oficial chino sobre su posición en el escenario internacional se mantiene enfocado en estrategias de influencia económica y comercial. Según Cheng Zheng, académico de Oxford, al analizar recientes discursos de Xi Jinping, se mantiene un enfoque pragmático y consistente en la prioridad de los intereses económicos. Se destaca que el gobierno utiliza la frase “gobernanza económica global” mucho más que gobernanza en términos generales (10).  Es claro que el crecimiento económico chino es fundamental para el mantenimiento de la legitimidad del Partido Comunista, quienes han basado su mandato en la recuperación económica. Asimismo, la “estrategia económica” es considerada una herramienta importante de su política exterior.

Sin embargo, no debemos dejar de percatarnos de pequeños cambios en su discurso de seguridad, que cada vez más representarán un endurecimiento de su política exterior: la reforma de su Ejercito de Liberación Nacional, el incremento del armamento en volumen y en la modernización de su tecnología, la defensa de su postura en las disputas territoriales con Japón o Filipinas,  en el establecimiento de zonas de exclusión aéreas para contrarrestar injerencias estadounidenses y japonesas, y en un declive importante del uso del término “desarrollo pacifico”, lo cual podría vislumbrar un abandono de la política exterior de “bajo perfil” (11).

Según el profesor Shi Yinhong de la Universidad de Renmin en China, la convergencia entre la “estrategia comercial” y el endurecimiento de su política exterior de seguridad podrían indicar el desarrollo de una estrategia superior para sus relaciones internacionales, que asegure su supremacía comercial y económica, mientras disputa competitivamente en el juego geopolítico (12). Efectivamente, un proyecto como la Ruta de la Seda le permitiría a China aumentar su zona de influencia, garantizando mayor seguridad y estabilidad ante un conflicto geopolítico, o como contrapeso a la contención de Rusia e India. Serviría también como carta de presentación al mundo mientras su política de seguridad actúa regionalmente. Tal estrategia es trascendental para entender cómo China buscará operar ante el reacomodo del orden internacional, empleando estrategias ofensivas, pero manteniendo influencia diplomática y comercial como tigre escondido y dragón agachado.