Análisis semanal 94: La seguridad internacional bajo el Presidente Donald Trump (5 de diciembre de 2016)

Año: 
2016

 

La sorprendente victoria obtenida por Donald Trump el 8 de noviembre de 2016 ha generado aprensiones con relación a la futura posición de los Estados Unidos en el mundo. Asimismo, ha creado desconfianza debido a las implicaciones que la nueva administración tenga para el sistema de seguridad internacional. A pocos días después de la victoria se ha expresado, por ejemplo, que los Estados Unidos serían muy ricos en poder militar pero muy pobres en tener amigos (1). Carl Bildt ha defendido que la cautela y predictibilidad han sido los fundamentos del sistema de alianzas, relaciones, amistades que los Estados Unidos han cultivado durante épocas; dañar la posición de los Estados Unidos como actor que actúa en buena fe en el teatro internacional generaría amplia desestabilidad (2). Robert Hunt ha sostenido que la victoria no debería preocupar a la OTAN porque Trump sabrá pronto que necesita amigos en Europa (3). Ben Judah de la revista Newstateman ha indicado que los Estados Unidos destruirán las reglas sobre los asuntos mundiales establecidas desde 1945 porque el enemigo no es el presidente ruso, según Trump, sino los aliados como Alemania, Japón y Corea del Sur, que se han aprovechado de la buena voluntad de los Estados Unidos, o China, México y Japón que han socavado la base industrial estadounidense (4).

Esencialmente el concentro de las críticas vociferadas es que el sistema nervioso del orden internacional será estremecido, debido a que la ‘doctrina’ de la política exterior ‘trumpiana’ desarticulará el Leviatán liberal construido y liderado por los Estados Unidos y sus aliados después de la Segunda Guerra Mundial (5), el cual concluyó con el supuesto ‘fin de la historia’ marcado por el derrumbamiento de la Guerra Fría y el Muro de Berlín.  En otras palabras, el panorama del orden liberal internacional que se aproxima parece ser sombrío. En efecto, la construcción de un muro en la frontera con México para detener la inmigración ilegal, guerras comerciales y proteccionismo, obsolescencia y costo de la OTAN, permitir la proliferación de armas nucleares a los aliados de seguridad en Asia, reaproximación y acomodamiento de Rusia, derrota del Estado Islámico con el poder militar puro, infracción del derecho internacional -tortura-,  entre otros, cuestionan la lógica profunda del orden liberal internacional estructurado alrededor de alianzas, reglas establecidas por consenso mutuo, imperio de la ley, compromiso, reciprocidad, sentido de restricción, competencia de mercados libres, tolerancia, legitimidad, gobernanza democrática.  Socavar las bases del orden liberal es poner en marcha las fuerzas de la desintegración de ese orden construido (5) sobre la noción de que la paz internacional y la prosperidad son directamente proporcionales a la expansión y solidificación de esferas de paz democrática en el sistema político internacional.

El Foro Económico Mundial concuerda y advierte que la arquitectura del orden liberal está siendo retada por varias fuerzas: regímenes fuertes autoritarios, movimientos fundamentalistas antiliberales, cambios sistémicos en la economía global, el medio ambiente (6); contexto dentro del cual parece encajar la ‘América primero’ de Trump. La pregunta que emerge a partir de este escenario no es una cuestión simple de relativismo versus universalismo, sino que, en contraste de realpolitik: ¿las condiciones ambientales actuales del sistema de seguridad internacional permitirán un eventual aislacionismo de los Estados Unidos bajo la administración Trump?

La respuesta a esta pregunta es que el aislacionismo es con dificultad una política exterior práctica. Es difícil de pronosticar que patrón geoestratégico de seguridad desarrollará la administración Trump. No obstante, un abandono del liderazgo en el orden internacional bajo la sombrilla de la noción ‘América primero’ es una caja de pandora que al abrirse podría traer inseguridades para el sistema en el que los mismos Estados Unidos deben de funcionar, y que no podrán ignorar frente a las fuerzas incontrolables de la globalización.

Las turbulencias asociadas con la emergencia de una nueva era estratégica, que ha superado el mundo de la Postguerra Fría, necesariamente compelerán a los Estados Unidos a salvaguardar la piedra angular del orden liberal internacional cuyo fin es proveer seguridad, prosperidad y predictibilidad.  Lo es porque el momento unipolar y ambiente de seguridad del mundo de la Postguerra Fría, se ha transformado sistémicamente en una nueva situación que ha generado el surgimiento de nuevos actores geopolíticos a partir del año 2013.

Esta nueva era estratégica de desorden es concurrente con un nuevo momento multipolar, competencia por el poder entre las grandes potencias emergentes (7), y el regreso a la geopolítica (8); factores que impulsarán teóricamente a los Estados Unidos a oponerse a un regreso a las esferas de interés en el sistema internacional (9), con el fin de preservar sus intereses estratégicos y geoeconómicos de los Estados Unidos y sus aliados.  Así, ‘el fin de la historia’ parece ‘finalizar’ con un nuevo triángulo grande de competencia por poder: China, Rusia vs. los Estados Unidos (10). En este tablero geopolítico, una nueva dinámica de estabilidad generará tensiones entre el mantenimiento del existente orden liberal o dar paso a uno iliberal (11), situación que los europeos y japoneses no estarán dispuestos a permitir.

La canciller Angela Merkel ha ofrecido cooperación cercana a Trump, pero únicamente si los valores del orden liberal son respetados (12). La primera ministra británica Teresa May es partidaria de los mismos principios.  Efectivamente, Europa se identifica a sí misma como un poder civil construido sobre los principios de las democracias liberales, mercados libres y, en consecuencia, comprometida con la expansión del control democrático de la seguridad, respeto hacia el derecho internacional y la buena gobernanza (13) como instrumentos de estabilidad en el orden internacional. En este sentido ha sido un contrapeso para el poder duro de los Estados Unidos.

En contraste, un posible realineamiento de los Estados Unidos con Rusia, el abandono de sus compromisos con la OTAN y de los principios económicos liberales desintegraría el puente transatlántico de estabilidad, generando una inseguridad estratégica fuerte. Estas inseguridades obligarían a Europa a buscar mecanismos de estabilización del poder en la región para salvaguardar su propia arquitectura de seguridad, al no poder depender confiablemente de los Estados Unidos. El contraste es claro. Un posible rechazo del orden liberal por uno autoritario carece de lógica en la psique europea. En consecuencia, si la llave de la seguridad internacional y el mantenimiento del orden liberal es el avance de la paz democrática, el papel de liderazgo geopolítico de los Estados Unidos en el sistema internacional como garante del orden estratégico continuará siendo vital, en términos de mantener el sistema de alianzas militares establecido con el resto de Occidente y Asia. Asimismo, con el objeto de detener a posibles adversarios del orden liberal, la nutrición de las democracias liberales ya existentes, y la extensión de los beneficios de seguridad y geoeconómicos a Estados autoritarios, y a aquellos que deben ser socializados en el sistema internacional, será necesario como instrumentos de estabilidad esperados. Los aliados esperan que este sea un proceso conjunto.

Sin embargo, Rusia es un poder mundial reemergente que reta el orden prevaleciente; significativamente cuestiona el estatus quo de los Estados Unidos como único superpoder. Como producto de la desintegración de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia, y en su consecuente proceso de identificación y redefinición como potencia mundial, Rusia está dispuesta a usar la fuerza sin restricción. El fundamento actual de la política exterior rusa es de expandir sus áreas de interés y consolidación del poder. Así, en el año 2008 invadió a Georgia mientras que la respuesta de Occidente fue de circunspección. La toma y anexión forzosa de Crimea en marzo de 2013, así como el subsecuente desarrollo de un conflicto híbrido en Ucrania, no solo infringen el derecho internacional consagrado en la Carta de la ONU, los acuerdos de Helsinki, el Memorando de Budapest, entre otros, sino que desde una perspectiva estratégica socaban directamente la estabilidad regional europea, cuestión que ha conllevado a sanciones económicas fuertes. Estas acciones en conjunción con la nueva doctrina militar emitida en diciembre de 2014 que requiere de Rusia una postura asertiva contra la OTAN, la actual modernización de las fuerzas militares, el presente emplazamiento de un sistema sofisticado de misiles en la región báltica (14), y la expansión de la Organización de Cooperación de Shanghái, generaría la proliferación de armamentos en Europa Occidental con el fin de detener la agresión rusa. De hecho, los líderes europeos están en discusiones para construir un ejército europeo capaz de sustituir a una OTAN debilitada. Los europeos sienten que la posibilidad de una Rusia hegemónica que pueda controlar el acceso a los recursos naturales en la región euroasiática es un peligro; por tanto, se sienten obligados a restablecer la balanza del poder y la seguridad. Tensiones en Europa van en contra de los intereses estratégicos de los Estados Unidos.

Además, una posible realineación de los Estados Unidos con Rusia implicaría que los Estados Unidos estarían dispuestos a legitimar nuevas formas contestadas de soberanía, infracciones al derecho internacional, deslegitimar su posición y la de sus aliados en la actual configuración del poder para dar paso a los que se lo retan. También, el vacío de poder podría conllevar al debilitamiento del principio del control democrático de la seguridad en Europa y, posiblemente para ‘llevarse bien’ con Putín, debilitar sus relaciones con Ucrania. La presencia débil de los Estados Unidos en el teatro europeo pondría en peligro los acuerdos de cooperación entre la OTAN y Ucrania en materia de seguridad, prevención de conflictos, manejo de crisis, no proliferación de armas de destrucción masiva, control de armamentos, combate del terrorismo transnacional, etc., contraídos en la Carta OTAN-Ucrania sobre una Asociación Específica de 1997.

Similarmente una retirada de los Estados Unidos de la región Asia-Pacifico Sur facilitaría la emergencia y afirmación de China como poder mundial. En diciembre de 2013, China empezó su reclamación de la mayoría del mar del Sur de China, soberanía reclamada asimismo por otros Estados regionales. Las tensiones son altas especialmente después de la decisión unilateral de China de crear una zona de identificación de defensa aérea sobre el archipiélago del Mar de China Oriental en noviembre de 2013. China ha enviado aviones de combate a su zona ‘adquirida’ en respuesta a aviones de vigilancia japoneses y surcoreanos desplazados en el área.

También los Estados Unidos han enviado barcos de guerra a las áreas disputadas bajo la administración Obama, por considerarlas operaciones de libre navegación y asegurar el acceso de rutas áreas y de navegación. En julio de 2016, la Corte Internacional de Justicia señaló que China ha violado la soberanía de Filipinas. China no aceptó la decisión por considérala sin fundamento (15). El dominio de esta región es de suma importancia para China en términos económicos y estratégicos. El crecimiento de la economía, la expansión y modernización de las capacidades militares chinas, así como el vacío de poder dejado por los Estados Unidos, son motivos fuertes para que Japón -y otros Estados regionales- se sienta inseguro, cuya constitución, además, restringe la proyección de su poder militar.  

Efectivamente, la piedra angular de la seguridad japonesa radica en su alianza con los Estados Unidos. Sin embargo, el posible aislamiento estadounidense de la región, y abandono de sus compromisos de seguridad con Japón, cedería paso a China para proyectar poder efectivo en la región Asia-Pacífico y permitir su política de expansión. Estas acciones podrían hacer sentirse a Japón debilitado y desestabilizarlo, por considerarse atrincherado frente a la expansión china, conllevándolo a una postura agresiva y al desarrollo de sus capacidades militares para ser empleadas sin vacilación alguna. También el contagio hacia otros Estados regionales no podría descartarse.  Es en el interés de los Estados Unidos mantener buenas relaciones triangulares con Japón y China como garante del equilibrio. En contexto, el ministerio de defensa japonés ha expresado que el presupuesto militar para el año 2017 será de 51.7 billones de dólares -el más alto en años recientes-, en respuesta a la presencia china en el Mar del Sur de China y al desarrollo de misiles balísticos de Corea del Norte (16), Estado que al mismo tiempo amenaza la estabilidad regional. El vacío de poder podría enviar las mismas señales a Corea del Sur y a otros Estados, desencadenando un dilema de seguridad que incrementaría el desorden regional y global.

De momento que cauce tomará el presidente electo Trump en el tablero geopolítico mundial es especulación. No obstante, tomando en cuenta la prognosis anterior es de preverse que los Estados Unidos no se aíslen del sistema de seguridad internacional, ni reducir completamente sus compromisos con la OTAN y sus amigos en Asia. El ambiente geopolítico y estratégico obligará a los Estados Unidos a actuar globalmente, en términos de competencia por el poder y, al mismo tiempo, de cooperación.  

Trump se verá obligado a competir y cooperar con Rusia y China centrándose en la expansión de las capacidades materiales de estos poderes mundiales emergentes, así como en intensiones. En términos de competencia, los Estados Unidos tendrán que aumentar sus ventajas militares comparativas y desarrollar una gran estrategia que custodie sus alianzas en Europa Occidental, Asia y en el Medio Oriente para mantener el equilibrio de poder y el orden frente a la expansión rusa y china. En términos de cooperación, los procesos de globalización demandan soluciones trans-soberanas, como los problemas asociados con el subdesarrollo económico, el terrorismo transnacional, seguridad cooperativa, la estabilización o fortalecimiento de Estados débiles y fracasados, u olas grandes de refugiados, etc. Enganchar a Rusia y China en la ecuación geoestratégica sin poner en peligro el orden liberal y sus consecuentes beneficios, defendido por los europeos y Japón es el reto para los Estados Unidos. Los Estados Unidos y Rusia pueden coincidir, por ejemplo, en atacar conjuntamente a grupos terroristas en Siria. El problema que confrontará Trump es que bajo la sobrilla de la noción de terrorismo la coalición chino-ruso-iraní, todo oponente al régimen sirio es atacado mientras Assad y grupos terroristas como Hezbollah son protegidos. Olvidar las sanciones económicas contra Rusia tampoco es la solución para los europeos dado la cuestión de Crimea y la crisis siria.

Destrezas diplomáticas efectivas entrarán en juego junto a la dinámica del poder duro. El 3 de diciembre de 2016, por ejemplo, Beijín presentó un reclamo formal contra Washington debido la conversación sostenida entre Trump y la líder taiwanesa, Tsai Ing-wen.  Es la primera que ocurre desde 1979, y después del acercamiento entre ambos Estados a raíz de la visita del Presidente Nixon en 1972. Hasta ahora los Estados Unidos se han adherido al principio de ‘Una China’, y bajo el cual se acepta que Taiwán es una isla independientemente autogobernada pero que es parte inseparable de la soberanía territorial china. En consecuencia, la advertencia es que Trump no debe interferir en los asuntos internos chinos para no poner en peligro las relaciones chino-estadounidenses; esto significa que el patrón actual entre Beijing y Washington, así como el orden internacional, será anulado (17). La llamada telefónica cambiará fundamentalmente las percepciones de China con relación a las intenciones estratégicas de Trump de manera negativa. Con este tipo de movimiento, Trump está sentando las bases de la desconfianza duradera y la competencia estratégica para las relaciones entre Estados Unidos y China (18).

A como podemos observar, la política dura de ‘América primero’ en un mundo de interdependencia es impráctica. Los Estados no funcionan en el vacío. Los Estados Unidos se han vinculado por sí mismos a un sistema global y Occidental de instituciones multilaterales y seguridad cooperativa del que sería imposible desvincularse (19), sin dar paso al autoritarismo de Rusia y China, y sin generar conflicto en la presente era estratégica. El retorno a la multipolaridad y el ascenso de poderes globales tienen sus propias maneras de construir el nuevo orden mundial, cuestión que no responde a la lógica organizacional de la política internacional del Tío Sam y al resto de Occidente.  

Notas

  1. Robert Hunt, infra nota 3.
  2. Carl Bilt, Global Stability in the trump Era, La Nación,  http://www.nacion.com/opinion/Global-Stability-in-the-Trump_0_1597440347.html
  3. Robert Hunt, This victory need not trouble Nato – Trump will find he needs friends in Europe, NATO opinion, The Guardian,  https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/nov/10/donald-trump-nato-europe
  4. Ben Judah, Vladimir Putin and Donald Trump: get ready for the big deal, Newstatesman, http://www.newstatesman.com/world/europe/2016/11/vladimir-putin-and-donald-trump-get-ready-big-deal
  5. John Ikenberry, Liberal Leviathan: The Origins, Crisis, and Transformation of the American World Order, Princeton, Princeton University Press, 2012
  6. World Economic Forum, Global Agenda: Strengthening the Liberal World Order, A White Paper, April 2016, file:///G:/Bernie%20Art/International%20Security/WEF_US_GAC_Strengthening_Liberal_World_Order_White_Paper_US%20(1).pdf
  7. Yasmin Tadjdeh, “Work: ‘Great Power Competition’ Has Returned,” National Defense, November 22, 2015; Andrew Clevenger, “Work: Future Includes Competition between US, Great Powers,” Defense News, November 20, 2015.
  8. Walter Russell Mead, “The Return of Geopolitics,” Foreign Affairs, May/June 2014.
  9. Robert Kagan, “The United States Must Resist A Return to Spheres of Interest in in the International System,” Brookings Institution, February 19, 2015.
  10. James Kitfield, “The New Great Power Triangle Tilt: China, Russia Vs. U.S.,” Breaking Defense, June 19, 2014.
  11. Michael J. Boyle, The Coming Illiberal Order,” Survival, Vol. 58, April-May 2016: 35-66.
  12. Aubrey Allegretti, Angela Merkel Issues Not-So-Subtle Warning To Donald Trump After His Presidential Win, Huffpost Politics, 9 November 2016, http://www.huffingtonpost.co.uk/entry/angela-merkel-germany-donald-trump-us-election-warning_uk_582313c5e4b020461a1e8713
  13. Fabian Krohn, What k ind of power? The EU as an International Actor, http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/summary?doi=10.1.1.464.7896
  14. The Guardian, Russian Military Deploys Powerful New Missiles to Baltic Region, 21 November 2016,  https://www.theguardian.com/world/2016/nov/21/russian-military-deploys-missiles-baltic-poland-lithuania-nato
  15. BBC News, Why is the South China Sea contentious? 12 July 2016, http://www.bbc.co.uk/news/world-asia-pacific-13748349
  16. Spunknik International, Japan’s Record-High Military Budget is Not Just About Deterring China, https://sputniknews.com/asia/201608221044510557-japan-military-budget/
  17. The Guardian, China lodges complaint with US over Trump's Taiwan phone call, https://www.theguardian.com/world/2016/dec/03/china-donald-trumps-taiwan-phone-call-complaint-us; The Global Times, Trump’s Taiwan phone call won’t change US’ One-China principle: China's FM, http://www.globaltimes.cn/
  18. Ibidem.
  19. John Ikenberry, supra nota 5