Europa está más dividida que nunca. La celebración del referendo en el Reino Unido sobre su permanencia en el Tratado de la Unión (llamado también Brexit) es solo una expresión de las múltiples caras de este juego político que hoy despierta la atención del mundo.
La reconstrucción del equilibrio de poder en Europa no fue fácil. Después de la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt propuso la construcción de un orden internacional denominado “los cuatro policías”, con el fin de restituir una estructura internacional que frenera la recuperación militar de Alemania, disminuyera las ambiciones rusas, mantuviera al Reino Unidos con un liderazgo sólido para la recuperación del continente y, además, facilitara el retiro de Estados Unidos con la seguridad de un periodo de paz prolongado.
“Los cuatro policías” operó en medio de un ambiente de recelo, desconfianzas mutuas y luchas por no ceder ni un ápice de poder. A pesar de que cada nación estaba en procura de sus intereses, lograron articular un sistema colectivo de seguridad. La Comunidad Europea del Carbón y el Acero constituyó el primer paso para avanzar en torno a la confianza mutua y la seguridad común. Con esta iniciativa, se fortaleció el liderazgo francés, Alemania se acercó a los intereses de la Europa Occidental, el Reino Unido volvió a su tradicional diplomacia aislacionista y la Unión Soviética tuvo límites claros y un contrapeso desde el centro del continente.
Con tal estructura de poder se avanzó hacia lo que actualmente es hoy la Unión Europea. En un período de 40 años, los socios originales (Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Francia, Italia y Alemania, 1958) ampliaron a 28 miembros hasta hace poco. En 1973 se sumó al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca. Ocho años más tarde se unió Grecia (1981) y un lustro después se agregaron España y Portugal (1986). Los últimos países en firmar su ingreso en el Siglo XX fueron Suecia, Finlandia y Austria. A mediados del siglo XXI, los primeros Estados en unirse al proceso de ampliación fueron las llamadas repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania, en el 2004) junto con la República Checa, Eslovenia, Hungría, Eslovaquia y Polonia. Posteriormente el proceso fue adoptado por Rumania y Bulgaria (2007). El último Estado en ingresar a la Unión Europea fue Croacia, en el 2013.
La evolución de este proceso consolidó no solamente un período largo de paz y cooperación entre los Estados que una vez fueron a la guerra. De igual manera, lograron consolidar un mercado sólido y un bloque de poder en el equilibrio geopolítico internacional. La llamda “zona Euro” desmanteló las fronteras y las barreras al comercio que, facilitó el libre comercio de bienes y servicios; la libre movilidad a través de las fronteras y un crecimiento sostenido por un período extenso.
Sin embargo, los últimos diez años han puesto en duda la armonía, los equilibrios y los intereses que hasta hace poco hacían de este bloque de países un ejemplo mundial para el logro metas comunes. Actualmente, es posible advertir al menos cuatro grandes fuerzas que han puesto muchísima tensión a los países miembros del Tratado de la Unión. En primer lugar, la crisis financiera ha generado fuertes enfrentamientos sobre las rutas a seguir para salir de la crisis. Por otra parte, la explosión reciente de la crisis migratoria ha puesto en posiciones encontradas particularmente a los países el Este de Europa con Bruselas. En tercer lugar, las posiciones en relación con Grecia y otros eventos de orden global han desgastado fuertemente las relaciones en el eje franco-alemán. Finalmente, la última fuerza que profundizaría las divisiones en el continente está asociada a los resultados del Brexit.
En este contexto, la fuerza de la alianza franco-alemana se erosiona con rapidez. La crisis financiera y sus soluciones, el dialogo global sobre armamento nuclear, los movimientos de Rusia en Ucrania, las posiciones alrededor de Siria, el debate entre el proteccionismo y las medidas de austeridad económica, así como los consensos alrededor del libre movimiento de personas (Schenguen) muestran las fuertes diferencias entre estos dos Estados.
La participación del Reino Unido en la Unión también se desgasta. Aunque en un inicio De Gaulle vetó dos veces su ingreso a la Comunidad (1963 y 1967), fue Margaret Tatcher, en la década de los setenta (1973), quien lo condujo a establecer una moderna relación con el bloque, más allá de una simple contribución al presupuesto general y a una reducción arancelaria.
Sin embargo, desde la administración de John Major, el Reino Unido ha estado aplicando una estrategia diplomática para neutralizar la influencia alemana y francesa en la toma de decisiones. Por un lado, se ha acogido a una serie de medidas para no participar en cierto tipo de políticas que son de carácter obligatorio. Y, por otra parte, ha promovido la ampliación a nuevos miembros con el fin de obtener aliados en la mesa de votaciones y hacer un contrapeso mayor a las decisiones de Bruselas.
Sin embargo, la mayor división que se logra observar en la Unión no está en la triada Reino Unido-Alemania-Francia, sino en el rompimiento de Europa en dos grandes bloques, los del norte y los del sur, que claman por una reorganización en la distribución de los dividendos y mejores niveles de igualdad. Por su parte, los países del norte, estarían dispuestos a aceptar tales propuestas, pero a condición que se sometan a las direcciones económicas que se establezcan para garantizar estabilidad en el gasto y el crecimiento. Las divisiones se profundizan, unos claman por subsidios y otros por mayores restricciones y recortes.
Por otra parte, el surgimiento del llamado Grupo de Visegrad (V4), integrado por Hungría, Eslovenia, la República Checa y Polonia ha consolidado no solo una nueva fuerza militar en el centro de Europa, sino que además, han logrado consolidar posiciones de poder frente a Bruselas, Alemania y el Reino Unidos alrededor del sentimiento anti-inmigrante. Aunque el V4regularmente han logrado articularse en torno a algunos temas, como por ejemplo las políticas climáticas europeas opuestas; otras veces no logran encontrase, como ha sucedido al plantear posiciones en relación con Rusia, para citar solo un caso.
Como se puede observar, los malestares en el centro de la Unión Europea no son nuevos y revelan grandes rupturas alrededor de los consensos que se construyeron en los últimos cincuenta años. Los resultados que se desprenden del llamado Brexit resaltan solamente una parte de lo que en este continente se ha estado moviendo en los últimos años. La geopolítica marcara a partir de ahora el rumbo de las decisiones. Las ganancias individuales, los intereses nacionales dividirán una vez más a los países, entre quienes apuestan al libre mercado en el bloque y los que llaman al proteccionismo nacionalista.
Hace más de setenta años estos países logran armonizar sus diferencias. La política de los cuatro policías sentó las bases de un reacomodo de fuerzas entre los países. Hoy, la geopolítica vuelve a desdibujar el tablero que dio rumbo a la armonía entre los Estados. Europa está dividida nuevamente, Estados Unidos vive un proceso electoral que lo mantiene sin definir posiciones concretas. Rusia ha estado aprovechando la coyuntura para ganar espacios de influencia y recuperar poder. China no está lejos, contrario a lo que se cree. Fue un actor clave en la construcción del tablero internacional de los cuatro policías. El panorama no es claro y aún hace falta celebrar varios procesos electorales el año entrante. Este es tan solo el inicio del post Brexit.
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