Análisis semanal 68: ¿Hacia un mundo más, o menos, xenófobo y nacionalista? (4 de julio de 2016)

Año: 
2016

 

Actualmente el mundo está viviendo un período de crisis sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Las primeras dos décadas del siglo XXI han visto una serie de acontecimientos políticos, económicos y sociales de una significancia profunda: la Gran Recesión de 2008—la mayor crisis económica luego de la posguerra—, la crisis de la deuda en Europa, guerras ilegítimas en muchas partes del mundo (Afganistán e Iraq son solo un ejemplo), derrocamientos de viejas dictaduras, guerras civiles (como en Siria), y la perpetración de crímenes terroristas atroces en la mayoría de lugares del mundo, por mencionar sólo algunos de estos acontecimientos. Además de todas estas situaciones, cabe mencionar que la peor amenaza que el mundo entero está enfrentando proviene de la explotación desmedida del medio ambiente, con el llamado cambio climático. Así como nosotros nos hemos explotado los unos a los otros en un sistema económico injusto y egoísta, así o más hemos hecho con el medio ambiente. Desgraciadamente, pareciera ser que existe una gran diferencia en las reacciones que se han evidenciado ante esta situación global por parte del llamado mundo desarrollado, por una parte, y por parte del mundo en desarrollo, por la otra.

Sin ánimos de caer en simplismos ni reduccionismos que oscurecen, en vez de esclarecer, la realidad, lo cierto es que los países y potencias que una vez “lideraron” el mundo hacia una mayor conectividad y “apertura”—claro está, con sus propios intereses de por medio—, ahora más bien son los primeros en rechazar las consecuencias negativas que esto ha producido. Tanto en Europa Occidental como en los Estados Unidos se evidencian en los últimos años el resurgimiento de viejos fantasmas, alguna vez pensados extintos o por lo menos superados, que generan serias preocupaciones por el estado de la libertad, la tolerancia, el entendimiento y el diálogo mutuo en estos países. Estos viejos fantasmas, que parecen no caer por su propio peso, ni siquiera por su propio anacronismo, empezaron a resurgir con el nuevo período de globalización del contexto mundial.

Se dice nuevo período, ya que antes, a finales del siglo XIX y hasta 1914, año en que empieza la Primera Guerra Mundial, el mundo experimentó también un período de globalización, claro está en un contexto de colonialidad y esclavitud. Y serían estos mismos fantasmas, que llevaron al anterior proceso de globalización a su fin, los que parecen retornar para volver a poner en peligro este nuevo período de globalización. En efecto, la xenofobia, el miedo, el odio, el nacionalismo, la intolerancia y el fascismo, parecen resurgir nuevamente en Europa y los Estados Unidos, a la par de movimiento y partidos políticos de ultra-derecha, más evidentemente en la segunda mitad del siglo XXI.

Claro está, no se puede decir que la historia se está repitiendo, ni que ambos períodos de globalización sean idénticos. Por mucho tiempo las potencias internacionales, especialmente los Estados Unidos y Europa Occidental, vendieron la idea de que este nuevo período de globalización trajo consigo más libertad, equidad y desarrollo al mundo. También se dijo que trajo mayor entendimiento y diálogo inter-cultural e inter-religioso. Y lo cierto es que en parte así ha sido. Pero lo cierto del caso es que, para no visualizar sólo una parte de la realidad, la globalización contemporánea también trajo mayor inestabilidad política y económica, y mayor desigualdad a nivel mundial, como nunca antes en la historia de la humanidad, según datos de la ONU (1).

Desde los primeros años del siglo XXI, se han evidenciado, producto de una serie de conflictos internacionales y una crisis económica mundial, con una lenta recuperación, las consecuencias negativas que también trajo consigo el actual período de globalización mundial. Las guerras en Afganistán (2001), Iraq (2003), Libia (2011), Siria (2011), Ucrania (2014), y actualmente la lucha contra el Estado Islámico o Daesh, por su acrónimo en árabe, desde el 2014 en adelante, que son producto de una política irresponsable, temeraria y acumuladora de ciertas potencias internacionales, han generado una serie de consecuencias, que se empiezan a sentir, desde hace ya algún tiempo, en todo el mundo. Claro está, desde el día uno de estos conflictos, la primera en sentir estas consecuencias fue la sociedad civil de estos países.

Desde entonces, se ha visto una migración de refugiados a nivel mundial sin precedentes, los cuales miran hacia Europa, e incluso hacia los Estados Unidos, con la esperanza de una mejor vida. En el 2015, más de un millón de refugiados migraron hacia Europa, y se espera que en el 2016 migran aún más refugiados que en el 2015 (2). Esta situación mundial, que se podría decir que borda en lo psicótico, fue el detonante para el resurgimiento y popularidad que los grupos xenófobos y nacionalistas de ultra-derecha han tenido en los últimos años en Europa y los Estados Unidos. El candidato presidencial Donald Trump y el Brexit, o la salida del Reino Unido de la Unión Europea, son los más recientes ejemplos del retorno de estos viejos fantasmas.

El Brexit ofrece un ejemplo sin igual, al haberse basado la campaña a favor de la salida, en mentiras y tergiversaciones, y en lo que puede decirse es la propagación de una mentalidad xenófoba, disfrazada de “rescate de las costumbres y tradiciones autóctonas”. Tanto es así que uno de los principales líderes políticos a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, Boris Johnson, del partido Conservador, en el poder, declinó asumir el liderazgo del país, luego de la renuncia de David Cameron como primer ministro y líder del partido Conservador, y principal autor del Brexit en todo sentido. Por otra parte, los medios de comunicación no ayudaron a la situación, en sus típicas costumbres alarmistas y desinformativas, propagando el miedo de lo que significaría el Brexit, cuando en realidad no se sabe cuál será el devenir de toda esta situación, no sólo porque el Reino Unido posee dos años para negociar su salida, sino que también, porque mucha gente en ese país está saliendo a marchar y protestar a favor de permanecer en la Unión Europea luego de conocer la verdad de las cosas (3).

Desgraciadamente, la acción irresponsable de los medios de comunicación, además de propagar el miedo y las preocupaciones, les dieron renovada voz y fuerza a los movimientos de ultra-derecha, como al Frente Nacional de Marie Le Pen en Francia, a la Alternativa para Alemania de Frauke Petry, y al Partido Libertad de Norbert Hofer en Austria, entre otros (4). Sumamente preocupante es la situación de Austria, dado que la Corte Constitucional del país anuló las elecciones presidenciales de mayo de 2016, en las que ganó el candidato del Partido Verde, Alexander Van Der Bellen, por la mínima ante Hofer, por cuestiones procedimentales (5). Todo el trato mediático que se le ha dado al Brexit, así como la situación de los refugiados en Europa, los cuales han sido en muchos casos tratados inhumanamente y represivamente, especialmente en Austria, genera una gran preocupación sobre la repetición de estas elecciones, y la posible llegada de un ultra-derechista al país.

Lo irónico y cruel del asunto es que los refugiados provenientes de otros países migran hacia los países cuyos Estados que tienen en sus manos una gran cuota de responsabilidad sobre la situación deplorable e inhumana que experimentan. Es cierto que no son los únicos culpables de esta situación, sino que comparten la responsabilidad con los regímenes de los países de conflicto, su élite gobernante y su élite económica, pero no por ello dejan de ser libres de toda culpa. Lo peor de todo es que, las élites políticas y económicas de los Estados a los que se dirige la migración recurren a la xenofobia y al nacionalismo para mantener sus privilegios, engañando a la gran mayoría de su población. Como dice uno de los más importantes economistas de la actualidad, Thomas Piketty,

Sí. Y si no hay repuesta para detener esas desigualdades, la respuesta más fácil es el nacionalismo y la xenofobia. Y así surgen responsables políticos como Donald Trump, Boris Johnson, o Marie Le Pen… gente muy privilegiada financiera y socialmente cuya única estrategia consiste en explicar a las clases populares blancas que sus enemigos son las clases populares mexicanas, negras… Distraen así la atención sobre las desigualdades y las derivan hacia desigualdades identitarias, culturales, religiosas (6).

Piketty entonces brinda una respuesta, una posible solución, al estado mundial actual. Las consecuencias negativas de la globalización no se combaten con xenofobia, nacionalismo, represión, intolerancia, persecución ni guerra, como sucedió en la primera mitad del siglo XX. Por el contrario, se combaten con mayor democracia, con mayor educación, con una adecuada redistribución de la riqueza, con diálogo y entendimiento mutuo, etc. Nuevamente el economista francés afirma:

Es necesario regular el capitalismo. Necesitamos instituciones democráticas fuertes para regular la deriva de desigualdades, para controlar la potencia de los mercados, del capital, al servicio del interés general. Es un error creer que a eso se llega de forma natural. Hay una especie de fe en la autoregulación de los mercados que es excesiva. En 1914, durante la primera mundialización, hubo una sacralización del libre mercado y la propiedad privada que creó fuertes desigualdades, tensiones sociales, aumento del nacionalismo y, de alguna manera, contribuyó al estallido de la I Guerra Mundial (7).

El mundo contemporáneo debe llegar al entendimiento que la globalización no es mala ni buena a priori, sino que tiene el contenido que la comunidad internacional le brinde. Desgraciadamente, hasta el momento ha sido una pequeña minoría mundial la que le ha dado el contenido a la globalización, y en estos momentos vivimos sus consecuencias. Es hora de que las sociedades de cada país empiecen a buscar soluciones nuevas a problemas viejos, en vez de viejas recetas que lo único que hacen es enfermar más al paciente. Más democracia, democracia cultural, económica, educativa y social, no menos, es una buena respuesta. De lo contario, como afirma Branko Milanovic, nos veremos en el error de llegar a repetir nuestra misma historia (8).

Afortunadamente, en diversas partes del mundo, de los lugares más sorprendentes, se están llevando a cabo acciones en este sentido. En efecto, resulta sorprendente que, en un continente como África, cuyo nombre ya posee una carga peyorativa negativa en la consciencia de muchas personas de otras regiones, con sus grandes problemas sociales, económicos, culturales, religiosos, etc., se están dando nuevas respuestas a viejos problemas. La Unión Africana (UA) anunció recientemente que espera que para 2018 los ciudadanos de sus 54 Estados miembros cuenten con un único pasaporte, el cual será electrónico, para su libre tránsito dentro de la Unión.  La UA está siguiendo uno de los mejores ejemplos que dio la Unión Europea en su tiempo para ayudar a un mundo más equitativo y tolerante. La UA sabe de los retos y obstáculos que una medida como esta representa, con todos los problemas de sus países, pero sabe también que esto es una respuesta nueva, y posiblemente positiva, a muchos de los problemas que ha enfrentado desde la época de la colonia (9).

Resultan cada día más necesarias medidas iguales, similares, e incluso más profundas, como las que ha anunciado la UA. Solo de esta forma se podrá combatir adecuadamente contra la intransigencia, la intolerancia, el odio, el miedo; en efecto, la xenofobia y el nacionalismo. De lo contrario, se puede afirmar con toda certeza que la población mundial, especialmente los más vulnerables, sufrirá peores consecuencias que las que vivimos hoy día.

Fuentes consultadas

(1) Agudo, A. y Zafra, M. (2014). El mundo avanza en desigualdad. El País. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://elpais.com/elpais/2014/10/06/media/1412612834_166320.html; Oxfam Internacional. (2016). 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2016-01-18/62-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-de-la.

(2) BBC News. (2016). Why is EU struggling with migrants and asylum? [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://www.bbc.com/news/world-europe-24583286.

(3) BBC News. (2016). Thousands at ‘March for Europe’ Brexit protest. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://www.bbc.com/news/uk-36692990.

(4) Foster, P. (2016). The rise of the far-Right in Europe is not a false alarm. Telegraph.[En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://www.telegraph.co.uk/news/2016/05/19/the-rise-of-the-far-right-in-europe-is-not-a-false-alarm/.

(5) Oltermann, P. (2016). Austrian presidential election result overturned and must be held again. The Guardian. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2016/jul/01/austrian-presidential-election-result-overturned-and-must-be-held-again-hofer-van-der-bellen.

(6) Yárnoz, C. (2016). “Nacionalismo y xenofobia es la respuesta fácil ante las desigualdades”. El País. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/01/actualidad/1467386507_999162.html.

(7) Ibíd.

(8) The Economist. (2016). The consensus crumbles. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: http://www.economist.com/news/finance-and-economics/21701501-economists-who-foresaw-backlash-against-globalisation-consensus.

(9) Furgé, A. (2016). The opposite of Brexit: African Union launches an all-African passport. The Washington Post. [En línea]. [Consultado el 04/07/16]. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2016/07/01/the-opposite-of-brexit-african-union-launches-an-all-africa-passport/

 

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