Análisis semanal 32: Refugiados sirios en Costa Rica (21 de septiembre de 2015)

Año: 
2015

 

La crisis de los refugiados sirios y especialmente imágenes dramáticas como la del niño Aylan Kurdi, muerto a la orilla de una playa en el sudoeste de Turquía, han generado una oleada de expresiones de solidaridad e indignación en muchas partes del mundo. Numerosos países -especialmente europeos- han abierto sus fronteras a los refugiados sirios, y han anunciado programas de acogida y asentamiento. Incluso en la región, países como Venezuela han anunciado que “aceptarían” 20.000 refugiados; otros como México y Panamá han afirmado que “valoran” la posibilidad de recibir refugiados.

En Costa Rica, el presidente Luis Guillermo Solís salió al paso de las consultas sobre la posibilidad de recibir refugiados sirios de manera tajante:

“En el caso de los refugiados sirios estamos en una zona cultural completamente distinta a la suya, no existe una comunidad de referencia que les pueda dar acogida, nosotros tenemos como país multicultural comunidades de muy diferente origen, pero los sirios no son una de esas comunidades, y por lo tanto cualquier grupo de personas que venga desde Siria no encontraría en Costa Rica ni el cobijo sociológico, ni el cobijo religioso, ni el cobijo cultural que requieren para hacer una vida normal” (…)“Yo no quiero que por hacer una demostración de humanidad terminemos construyendo en Costa Rica getos o repitiendo la experiencia para nada agradable de Uruguay que en un gesto de fraternidad y humanidad recibió a un grupo de refugiados los cuales no pudieron adaptarse a las condiciones del país, y esto generó una situación que todavía no se resuelve, en donde quieren salir del país y no pueden”(1).

Las palabras del presidente han recibido muchas críticas, algunas de estas sustentadas en posicionamientos simplistas, descalificatorios o simplemente falaces. Otras más razonables, cuestionan las palabras del presidente señalando el carácter multicultural y pluriétnico del país, así como la histórica tradición de acogida que ha distinguido a Costa Rica a lo largo de su historia. En este sentido, un grupo de costarricenses de ascendencia árabe manifestó –a través de un artículo de opinión publicado en el Semanario Universidad- su rechazo a las declaraciones del presidente Solís:

“El presidente Solís pudo haber dicho mucho para reflejar el sentimiento del pueblo costarricense recientemente impactado al ver las fotos de Aylan, el pequeño sirio ahogado junto a su familia al buscar refugio, símbolo de la situación actual (...) Pero el presidente argumentó que el asilo no se podría considerar siquiera, por la incapacidad de los ciudadanos sirios de llevar una vida “normal” en Costa Rica. Esta declaración refleja un prejuicio orientalista, con el que tacha a cualquier ciudadano sirio que busca refugio de no poder adaptarse por las diferencias que pueda haber entre San José y Damasco, Desamparados y Homs, Jacó y Palmira” (2).

Es preciso notar que, pese a constituir un tema polémico, la posibilidad de acoger refugiados sirios es meramente una situación hipotética e improbable. Por múltiples y obvias razones, Costa Rica no es destino prioritario de los refugiados, que buscan un entorno lo más acogedor posible, pero que preferiblemente no los aleje demasiado de Siria. Pese a lo anterior, algunos aspectos de las declaraciones del Presidente, como las de estos costarricenses de origen árabe, merecen ser analizadas. El Presidente tiene parcialmente la razón cuando afirma que no existe “una comunidad de referencia” para los sirios. Ciertamente hay en el país una población de origen árabe de varios miles de personas, un altísimo porcentaje de las cuales son de origen libanés, y en menor medida, palestino. Sin embargo, estos costarricenses de origen levantino no están organizados, no constituyen una colectividad influyente, o que posea vínculos comunitarios fuertes. A diferencia de otros países de América Latina, no cuentan con entidades que los articulen adecuadamente, y que eventualmente pudieran facilitar la acogida de refugiados. Por otro lado, la referencia a la experiencia uruguaya es certera, al punto de que varias de las familias sirias que llegaron a Uruguay en 2014 quieren retornar a los campos de refugiados del Líbano. Pese a cierto apoyo gubernamental la experiencia no ha sido satisfactoria (3).

En el caso del artículo de opinión publicado en el Semanario, cabe una reflexión. Difícilmente la vida de un refugiado, en cualquier parte donde esté, fuera de su patria, puede denominarse como “normal”. Por más acogedor y cálido que sea, el exilio es, como lo dice el intelectual palestino Edward W. Said, uno de los más tristes destinos. Sin una comunidad receptora organizada y con recursos, sin un programa de acogida que más allá de garantizar sustento, vivienda o servicios de salud, incluya además opciones de empleo, de educación especializada, enseñanza del idioma, o incluso atención psicológica, la hipotética vida en Costa Rica de estos refugiados distaría mucho de ser la más indicada. ¿Quién o quiénes estarían dispuestos a sufragar el costo de este proceso?

Es sin duda loable que la tragedia siria sensibilice a un sector de la opinión pública costarricense. El sufrimiento de este pueblo merece sin lugar a dudas toda la solidaridad internacional. Sin embargo, no existen las condiciones en el país que favorezcan la acogida de refugiados. Será necesario entonces buscar otros medios para hacer efectiva la solidaridad con el pueblo sirio.

Notas

(1)   Costa Rica no recibirá refugiados sirios. La Prensa Libre. http://www.prensalibre.cr/Noticias/detalle/39896/382/costa-rica-no-recibira-refugiados-sirios.

(2)   Carácter multicultural y pluriétnico de Costa Rica incluye lo árabe. Semanario Universidad. http://semanariouniversidad.ucr.cr/opinion/caracter-multicultural-y-plurietnico-de-costa-rica-incluye-lo-arabe/

(3)   Sirios refugiados en Uruguay quieren irse del país. La Nación. http://www.nacion.com/mundo/latinoamerica/Sirios-refugiados-Uruguay-quieren-pais_0_1510649024.html

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