Análisis semanal 27: ¿Nuevo socialismo latinoamericano en crisis? (17 de agosto de 2015)

 

El nuevo socialismo, o socialismo del siglo XXI, latinoamericano parece estar afrontando desde inicios de 2015 una crisis política importante que podría incluso llegar a amenazar su prolongación en el poder en los países donde gobierna, especialmente en Suramérica. Las razones de esta crisis política son variadas y dependen de las condiciones y contexto de cada país en específico. Sin embargo también existen factores internacionales que afectan o profundizan esta crisis política, y que no solo afecta a este tipo de gobiernos, como por ejemplo los bajos niveles de crecimiento económico a nivel mundial en el 2015, o la baja en los precios del petróleo. A pesar de que el análisis de esta supuesta crisis política del nuevo socialismo latinoamericano requiere un estudio más serio y profundo, aquí se buscará plantear algunas consideraciones sobre el estado en que se encuentra el socialismo del siglo XXI en América del Sur.

En primer lugar se puede hablar de una crisis de sucesión en el nuevo socialismo latinoamericano. Esta crisis de sucesión se explica a partir de que ciertas expresiones de este nuevo socialismo han adquirido un carácter personalista, que incluso ha llegado al culto de sus líderes. El mejor ejemplo de este personalismo es la figura de Hugo Chávez en Venezuela, y que puede explicar en parte el por qué Venezuela ha estado en una crisis política desde su muerte y posterior sucesión en el poder por parte del ahora presidente Nicolás Maduro.

Nicolás Maduro ha debido afrontar una crisis política y económica desde que asumió el poder en el año 2013. En cuanto a la primera, mucho se le ha achacado a Maduro su poca habilidad de mando, poco carisma en comparación con Chávez, actitudes ideológicas dogmáticas y autoritarismo. Esto aunado a un contexto económico mundial difícil, y la baja en los precios del petróleo ha afectado de manera significativa al chavismo, el cual ha estado en el poder en Venezuela desde el año 1999 (DW, 2015). Aun así, actualmente se le han visto actitudes y prácticas más pragmáticas, en las cuales se ha contemplado la posibilidad de liberar a los supuestos presos políticos del régimen como forma de congraciarse con la oposición y los Estados Unidos, de cara a las elecciones legislativas de este año (Delgado, 2015).

No obstante, el chavismo no ha sido el único que ha tenido que vérselas con una complicada sucesión política. El kirchnerismo y la revolución ciudadana, en Argentina y Ecuador respectivamente, están pasando también por sus propias formas de crisis de sucesión.

El kirchnerismo que domina al Partido Justicialista (PJ), de corte peronista, mediante su Frente para la Victoria ha apostado por girar en parte hacia posiciones llamadas de derecha, o que buscan darle en parte más poder al mercado, minando un poco la intervención o el margen de maniobra del Estado sobre la economía. Aunque en un primer inicio se apostó por la continuidad de Cristina Fernández en el poder, esta posibilidad se vino abajo cuando el oficialismo no pudo reformar la constitución para permitir la reelección de la actual Presidenta (Cué, 2015[B]). Este giro hacia la derecha se ve marcado o personificado en la figura del actual candidato presidencial oficialista, Daniel Scioli.  

Scioli es un discípulo del ex presidente argentino Carlos Menem, el cual gobernó durante la crisis económica argentina, la del corralito, a inicios del siglo XXI, y quien en sus posturas económicas mantenía la primacía del mercado sobre el Estado (Menem fue sumamente criticado y desprestigiado por su manejo de la crisis política argentina). Scioli, quién ha mostrado una gran pragmatismo en su accionar político, ha pactado con Cristina Fernández de Kirchner, a quien antes criticaba, para ser el candidato presidencial oficialista para las próximas elecciones presidenciales de octubre de 2015 (Cué, 2015[C].

El kirchnerismo ha superado la primera prueba en busca de mantenerse en el poder en las pasadas elecciones primarias del 9 de agosto del 2015, en las que el candidato oficialista obtuvo un 38,45% de los votos, seguido del principal candidato opositor, Mauricio Macri, quien obtuvo un 30,01% de los votos emitidos. Sin embargo esto no le garantiza al oficialismo una victoria en octubre, especialmente si sucede la eventualidad de que las elecciones vayan a una segunda ronda donde está previsto que gane el candidato anti-kirchnerista (Cué y Rebossio, 2015).

Por lo tanto, el kirchnerismo ha “superado” su crisis de sucesión apostando por un pragmatismo político y la ambigüedad ideológica que le permita mantenerse en el poder político en Argentina. Una táctica muy digna de su inspiración en el peronismo. No obstante, la actual Presidenta de Argentina no le ha dejado todo el poder a Scioli, cuyas lealtades no son seguras, y ha puesto a su actual vicepresidente a acompañar a Scioli como candidato oficialista a la vicepresidencia para estas próximas elecciones de octubre (Cué, 2015[A]).

En cuanto a la Revolución Ciudadana del Presidente Correa en el Ecuador, esta parece estar teniendo una mayor dificultad ante la eventualidad de que Rafael Correa no se pueda reelegir en las elecciones presidenciales de 2017. Aunque Correa goza de una amplia aprobación ciudadana a su gestión (alrededor del 50%), en el 2015 ha debido afrontar una serie de protestas sociales en contra de sus políticas impositivas, y de la reforma constitucional que se está viendo en la Asamblea Nacional (parlamento) la cual permitiría la reelección indefinida de funciones en puestos de elección popular. Esta reforma se ve como la búsqueda de Correa de mantenerse al mando en Ecuador. Resulta importante acotar que aunque estas reformas se buscan aprobar en el parlamento, Correa no ha decidido si presentarse a las elecciones presidenciales de 2017, por lo que todo el tema de la sucesión política dentro de la Revolución Ciudadana ecuatoriana es bastante confuso (La Jornada, 2015; El Día, 2015).    

Por otra parte, otro factor que parece estar provocando la crisis política del nuevo socialismo en Suramérica son los escándalos de corrupción que han azotado a los diferentes gobiernos, actualmente al gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil (PT), y al gobierno de Michelle Bachelet en Chile. En Brasil, las acusaciones y escándalos de corrupción del PT han sido recurrentes desde el segundo mandato de Dilma Roussef. Estos escándalos se relacionan especialmente con la empresa estatal de petróleo Petrobras, y con el manejo del mundial de fútbol de la FIFA en Brasil en 2014.  En lo que refiere a Petrobras, son varios los casos de corrupción de esta empresa, que se han visto relacionados con importantes figuras del PT, aunque no con el expresidente Lula, ni con la Presidenta Roussef, y que incluso ha llegado a vincular figuras internacionales. Además, se dice que este escándalo de corrupción es una forma de atacar a la popularidad del máximo líder histórico del PT, el ex presidente y candidato a las elecciones presidenciales de 2018, Ignacio Lula da Silva (Armendariz, 2015; Novaes y Benites, 2015).

En cuanto al gobierno de Michelle Bachelet, se ha generado un rechazo significativo contra las reformas en materia laboral, tributaria y educacional, lo que ha generado desaprobación a la gestión de la mandataria. Incluso se han generado protestas estudiantiles contra la reforma educacional que promueve la mandataria para resolver un problema histórico chileno: el modelo educativo que pervive desde los años de la dictadura de Pinochet (Grunewald, 2015). Ambas situaciones han minado la aprobación de la gestión de la Presidenta chilena, la cual se ubicaba para julio de 2015 en solo un 28%, y han aumentado su desaprobación por sentir que la Presidenta Bachelet se encuentra distanciada de la ciudadanía, llegando a la sorprendente cifra de 65% de los chilenos que desaprueban su gestión (ACOP, 2015; Romo, 2015).

Todos estos contextos políticos difíciles de cada país en donde gobiernan proyectos políticos del llamado nuevo socialismo en Suramérica se ven profundizados por una economía mundial que no ha cumplido sus propias metas de crecimiento. También se ven afectados por la caída de los precios del petróleo y gas natural, la cual afecta principalmente a Venezuela, Ecuador y Brasil. Asimismo otro factor que puede estar afectando a los gobiernos de izquierda en Suramérica es el desgaste propio del ejercicio de gobierno durante la mayor parte del transcurso del siglo XXI.

Ante esta supuesta crisis política del nuevo socialismo en Suramérica, se le ha acusado a los Estados Unidos de emplear tácticas que buscan desestabilizar y traerse abajo gobiernos de izquierda en Latinoamérica mediante la concreción de golpes de Estado blandos, en los cuales pueda negar su involucramiento (Pérez, 2015; telesur.tv, 2015). Aunque no se tienen pruebas concretas de lo anterior, no sería la primera vez, ni desgraciadamente la última, del involucramiento de los Estados Unidos en la caída o subida de un régimen en América Latina, por lo que la acusación podría tener algo de veracidad. No obstante, también es cierto que existen factores propios nacionales de los proyectos políticos del nuevo socialismo latinoamericano en Suramérica que han permitido la generación de la actual crisis que está sobrellevando.

Importantes excepciones a mencionar son el Frente Amplio en Uruguay y el régimen de Evo Morales en Bolivia. El Frente Amplio de Uruguay se engendró como la coalición de una serie de partidos políticos y movimientos sociales de izquierda, por lo que no han tenido dificultad en cuanto al tema de la sucesión política. Además, ni el partido político ni sus gobernantes se han visto envueltos en escándalos de corrupción, ni en prácticas autoritarias. Y sus gobiernos han contado con importante apoyo popular. Por ejemplo, el nuevamente electo presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, cuenta con el 52% de popularidad dentro de la ciudadanía uruguaya, según estimaciones de julio de 2015 (ACOP, 2015).

Por su lado, Evo Morales se ha visto beneficiado de condiciones económicas positivas en Bolivia, y sus prácticas políticas y económicas han sido bastante pragmáticas, lo que ha provocado que sea un presidente sumamente popular: 75% para julio de 2015 (ACOP, 2015). Aunque el tema de la sucesión política no ha sido planteado es probable que su principal ideólogo, el vicepresidente Álvaro García Linares asuma el liderazgo político del proyecto socialista del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia.

Por lo tanto, aunque es necesario un análisis más profundo de la situación actual del nuevo socialismo en América del Sur, el cual permita vislumbrar si realmente este se encuentra en un estado de crisis política, y de ser así cuáles serían las causas de esta crisis, aquí se buscó simplemente plantear ciertas consideraciones de posibles causas a la situación actual que enfrentan los proyectos socialistas en América Latina, especialmente en Suramérica. De plantearse una conclusión, esta sería que más que desaparecer del escenario político, los proyectos políticos del nuevo socialismo en Latinoamérica están sufriendo un período de reconfiguración, en un contexto político y económico nacional e internacional convulso.