El calentamiento global, desde hace ya bastante tiempo, ha hecho que los polos de la tierra se empiecen a descongelar a un ritmo alarmante, sin embargo, mientras que en la Antártida la preocupación por el deshielo es de carácter científico y humanitario, en el Ártico la situación no pareciera ser la misma, o por lo menos esta se ha desarrollado de una forma diferente. Tanto en el Ártico como en la Antártida, a partir de su descongelamiento, se ha descubierto una importante cantidad de recursos, pero pareciera ser que la lucha de poder sobre estos recursos es más aguda en el Ártico que en la Antártida. Actualmente existen cinco países directamente relacionados y con ambiciones económicas y político-territoriales por el Ártico, a saber: Estados Unidos, Canadá, Noruega, Dinamarca (por Groenlandia) y Rusia (O’Rourke, 2015, p. 2). Esto hace que las consideraciones por la seguridad internacional y las políticas estatales de seguridad vuelvan su atención al polo norte, entre otros lugares del mundo.
De los anteriores cinco países mencionados, resulta ser que cuatro de estos se encuentran aliados militar y diplomáticamente por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La razón primordial de la creación de la OTAN era contrarrestar la expansión de la Unión Soviética (URSS) sobre el Atlántico Norte, pero una vez caída la URSS y acabada la Guerra Fría, la OTAN paso por un tiempo de divagación y confusión sobre cuál debía ser su propósito en una época pos-URSS. Incluso, por un tiempo sus intereses parecieron estar ligados a los intereses de la potencia más importante de la organización, los de los Estados Unidos (específicamente sus invasiones militares a Afganistán en el 2001 y a Irak en el 2003). No obstante, parece que nuevamente se ha reencontrado con su razón de ser original, aunque con nuevos integrantes de los cuales se desconoce su compromiso real con la OTAN o su nivel real de organización y coordinación militar.
Con esto no se debe entender que aquí se aboga por que la Guerra Fría está resurgiendo, sino que más bien en este específico escenario pareciera que el conflicto entre Occidente y Rusia ha vuelto a surgir. De hecho, desde hace por lo menos un año la OTAN y Rusia han estado midiendo sus fuerzas en torno a esta región, que con su descongelamiento se han encontrado importantes yacimientos de petróleo y gas natural, por medio de ejercicios y entrenamientos militares. Pero desgraciadamente la situación ha cambiado hacia una perspectiva un poco negativa hacia la solución de los conflictos o discrepancias internacionales a partir de la diplomacia y la negociación, especialmente a partir del desarrollo del conflicto en Ucrania, el cual se encuentra en un estado de tregua sumamente frágil.
Si bien todos los países que disputan el territorio y los recursos del Ártico no tienen sus intereses bien alineados entre sí, lo cierto es que ninguno parece aceptar la pretensión de Rusia de que el 50% del Ártico y sus recursos son suyos (0’Rourke, 2015, p. 2). Esto eleva el recelo ruso, especialmente en momentos en que sus principales rutas marítimas se están viendo amenazadas, y con sanciones internacionales que han tenido su cuota de impacto sobre el Kremlin. Debido a la guerra en Siria el puerto militar ruso en el mediterráneo, ubicado en ese país, se podría ver amenazado, y el conflicto con Ucrania que empezó por la inclinación de este a unirse a la Unión Europea, amenazando la influencia rusa en el mar Negro y en el Báltico, motivó principalmente la anexión de la península de Crimea a Rusia para que esta pudiera salvaguardar sus intereses, lo que a su vez motivó las sanciones internacionales de Occidente a este país.
A partir de todo este contexto, la preocupación por la seguridad internacional en el Ártico se ha acrecentado, especialmente cuando Rusia llevó a cabo un ejercicio militar sorpresa que movilizó a 45,000 efectivos, 3,000 vehículos, así como a 110 aviones y 15 submarinos, el 16 de marzo de 2015, que duró por cinco días. Lo que eleva aún más las preocupaciones es que este ejercicio militar tuvo una escala territorial sin precedentes, ya que se desarrolló tanto en el Atlántico Norte, el Báltico y el mar Negro (STRATFOR, 2015). Esto ha sido motivo de alarma para los países escandinavos (Noruega, Suecia y Finlandia) y los países del Báltico (Estonia, Lituania, entre otros).
La lucha por el poder alrededor del Ártico y sus recursos parece estar en escalada, e incluso se ha relacionado con conflictos en desarrollo, e implicado nuevos actores internacionales como los países del Báltico, y Finlandia y Suecia. Un factor que puede llegar a ser decisivo en el balance de poder alrededor del Ártico sería el ganador de las próximas elecciones en Suecia, y su cercanía para con Occidente o Rusia. Mientras tanto, es necesario esperar a ver la reacción de la OTAN ante el ejercicio militar ruso del 16 de marzo.
Notas
O’Rourke, R. (2015). Changes in the Artic: Background and Issues for Congress. Washington D.C.: Congressional Research Service.
STRATFOR. (2015). Russia Targets NATO with Military Exercises. [en línea] [consultado el 27/03/15]. Disponible en: https://www.stratfor.com/analysis/russia-targets-nato-military-exercises.
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