Dos membrecías importantes se han situado en el horizonte de nuestra política exterior y comercial: el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Alianza del Pacífico. Respecto a la primera, el gobierno espera lograr la incorporación durante la reunión del Consejo de Ministros de esa organización, integrada por 34 países de alto desarrollo, en París, una vez que, desde el 27 de febrero pasado, se cumplió el plan de acción acordado con esa entidad. No obstante, esta condición no basta para garantizar una membrecía expedita. El caso de Chile evidencia que pueden pasar varios años a partir de que un país manifiesta su interés en ingresar a la OCDE hasta que recibe la invitación para hacerlo. En América Latina solo Chile y México han ingresado a esta organización, conocida informalmente como el “Club de los Países Ricos”, cuyos miembros representan aproximadamente el 70 % del mercado y el 80 % del PNB a nivel mundial. La OCDE emplea a 2.500 funcionarios, y cuenta con un presupuesto anual de 342 millones de dólares.
Más allá de la iniciativa misma -impulsada por la Cancillería y el Ministerio de Comercio Exterior (COMEX)-, sectores como la Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria, la Cámara de Industrias, y la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado han manifestado su apoyo al ingreso del país a la OCDE. Sin embargo, aparte de algunos espacios de reflexión (1), parece evidente que no ha existido en el país un debate a fondo sobre los costos y beneficios que acarrearía el ingreso a esta entidad.
Suele afirmarse que la adhesión a esta organización plantea nuevas oportunidades para intercambiar experiencias con las economías más avanzadas, y permite perfeccionar políticas e instituciones adoptando las mejores prácticas internacionales. No obstante, en el caso de un país pequeño como Costa Rica, la adhesión a la OCDE sería básicamente una cuestión de prestigio, que no traería beneficios inmediatos en materia de inversiones, créditos o crecimiento económico. Al respecto, es interesante tomar en cuenta el caso de México, que en sus primeros 15 años de membrecía pasó de ser la novena economía mundial, a la décimo tercera, y perdió además espacios en cuanto a competitividad. Aun hoy en día los salarios en ese país evidencian grandes contrastes con respecto a los demás miembros de esta organización: mientras un mexicano gana en promedio 9.885 dólares al año, en la denominada “área OCDE”, el ingreso promedio es de 34.466 dólares (2).
Asumido con realismo, el reto de ingresar a la OCDE puede representar una oportunidad de ser parte de un foro de coordinación de políticas económicas y sociales sumamente relevante, pero está lejos de constituir una “hoja de ruta” segura hacia a la prosperidad.
Notas
(1) Experiencia de Chile en OCDE contribuye a intensificar el diálogo nacional con miras a la adhesión de Costa Rica a la organización. http://www.comex.go.cr/sala_prensa/boletines/Boletin%2069/01_.aspx
(2) Mexicanos entre pobreza, enfermedad y violencia, pero felices. http://www.launion.com.mx/morelos/nacional/noticias/68705-mexicanos-entre-pobreza-enfermedad-y-violencia-pero-felices.html.
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