Análisis semanal 560: Competencia geopolítica en el Sahel: Rusia como el gran protagonista y antagonista de Francia (08 de julio de 2024)

A casi un año del golpe de Estado ocurrido en Níger, la competencia geopolítica en el Sahel se profundizó aún más. Las potencias luchan contra sus homólogas por recursos naturales que abundan en estos territorios, empleando atributos que les favorecen y aprovechando el masivo sentimiento antifrancés que existe en estas naciones africanas. El rechazo directo de estas poblaciones y sus gobiernos comandados por juntas militares hacia el país europeo se potenció con los golpes militares acontecidos en Mali (2020 y 2021), Burkina Faso (2021 y 2022) y en Níger (2023).[1]

La desaprobación popular contra Francia ha aumentado conforme las juntas militares de estos países han ejercido cada vez más presión hacia las tropas francesas —y occidentales en general— para que se retiren de sus repúblicas. Actualmente en ninguno de estos tres países hay soldados franceses, los últimos fueron retirados en Níger en diciembre del año pasado tras el retiro anterior de Malí y Burkina Faso.[2] Paralelamente, la Misión de las Naciones Unidas en Malí retiró sus últimos contingentes también en diciembre de 2023, y la Misión de la Unión Europea terminó de irse en mayo de este año. En este momento, solo quedan militares estadounidenses que están en proceso de retiro desde abril, el cual tienen tiempo de finalizar hasta el 15 de septiembre.[3]

Todos estos repliegues suceden en un contexto donde el sentimiento de la población no solo es anti-galo, sino que el rechazo también se expresa hacia el resto de potencias occidentales como Alemania y Estados Unidos, dado que estos gobiernos son vistos como aliados de Francia y replicadores de sus intereses colonialistas. De este modo, queda un vacío de seguridad importante ante la creciente violencia de grupos salafistas y es aquí donde aparecen actores alternativos a las potencias occidentales, los cuales buscan alianzas con las naciones del Sahel, que van desde lo militar hasta lo cultural. Y aunque Rusia y en menor medida China son los más sonados, no son los únicos interesados en lo que las tierras sahelianas pueden ofrecer, potencias regionales como Turquía e Irán también están inmersos en esta lucha.

Margen de maniobra de Rusia en el Sahel

Con respecto a Rusia, hay que mencionar que el golpe de Estado en Níger incrementó su margen de influencia, aprovechando que a diferencia de los franceses, Rusia se posiciona como un actor que sí goza de amplia popularidad en las sociedades de países como Malí, Burkina Faso y Níger, debido a que se percibe como un aliado que brinda un trato igualitario cuando se relaciona con las naciones africanas, y que no tiene intenciones neo-colonialistas. Por ejemplo, en las manifestaciones pro gubernamentales que se dieron cuando ocurrió el golpe militar en Níger los simpatizantes de la junta alzaban banderas rusas, aparte de las nacionales.[4] También los gobiernos castrenses de la región del Sahel han manifestado públicamente su intención de empezar a relacionarse con Vladimir Putin, quien debido al aislamiento internacional por su intervención militar en Ucrania busca nuevos aliados con los cuales comerciar.

Cabe recalcar el legado positivo que dejó la antigua Unión Soviética en esta región, ya que posterior a la descolonización en África los soviéticos se convirtieron en la principal ayuda de las excolonias africanas en sus luchas independentistas. “Este acercamiento soviético ha provocado una relación de dependencia operacional, táctica y material de muchas fuerzas armadas africanas con el gigante eslavo, frutos heredados por Rusia tras la caída de la URSS”.[5]

De esta manera, Rusia se posiciona como un socio militar de los países del Sahel y a cambio obtiene la explotación de materias primas que se encuentran en estos territorios. Los gobiernos militares de estos Estados ven la relación como mucho más provechosa de la que tenían con Francia y sus aliados occidentales por no haber podido frenar ni reducir los atentados salafistas. Esto fue algo que por cierto aumentó y “validó” el rechazo hacia Occidente.

Es preciso mencionar que hasta julio del año pasado, Rusia actuaba bajo el denominado Grupo Wagner, el cual se disolvió tras la rebelión antigubernamental de su líder Yevgeny Prigozhin, quien murió en un extraño accidente aéreo el 23 de agosto de 2023. Wagner era “una organización paramilitar rusa. Se le describe como una empresa militar privada, una red de mercenarios, o el ejército privado no oficial del presidente ruso Vladímir Putin”.[6] Su presencia en África y demás territorios le permitía al Kremlin actuar de manera camuflada, con la intención de no ser relacionado directamente con eventos que lleguen a ocurrir en tales países, como en la coyuntura actual que vive el Sahel. Este grupo de mercenarios ha sido acusado de cometer violaciones a los derechos humanos: “un video difundido en internet en 2017 mostraba a un grupo de personas armadas, presuntamente contratistas del Grupo Wagner, torturando a un sirio y golpeándolo con un mazo hasta matarlo, y posteriormente mutilando y quemando su cadáver”.[7]

Así, serían ellos los que sustituirían a los soldados europeos y norteamericanos expulsados, pero al disolverse Wagner sus funciones han sido relegadas a una estructura perteneciente al Ministerio de Defensa ruso. A esta se le ha dado el nombre de Africa Corps o Cuerpo Expedicionario. De esta manera, “pasarán de un modelo de compañía privada descentralizada a otra fórmula que implica un control más directo por parte del Estado”.[8] Y aunque anteriormente parecía ser una organización privada de seguridad con cierta autonomía, para el periodista de All Eyes on Wagner, Dimitri Zufferey, no había una compañía que oficialmente se llamara Wagner, sino más bien un entramado de aproximadamente 600 empresas que trabajaban de manera poco transparente[9], siendo un modelo que complicaba darles trazabilidad. Ahora, como ya se mencionó, muchos de sus integrantes han migrado al sistema de defensa de Putin y operan bajo su gobierno. En mayo del presente año un conjunto de soldados rusos ingresó a una base militar estadounidense en la capital de Níger[10], a pesar de que Estados Unidos aún no se ha retirado por completo de dicho Estado.

¿Por qué el Sahel es tan atractivo para Rusia?

La Federación Rusa busca en los países del Sahel el control de las reservas minerales mediante concesiones por parte de estos gobiernos a empresas rusas para la explotación de estos recursos. Esto le permite a Rusia generar ganancias que le ayuden en la mejora de su aparato militar, que es requerido ya sea en su ofensiva castrense en Ucrania o en territorios donde tiene presencia militar, como gran parte de los países africanos. También le favorece al presidente ruso para seguir evadiendo las constantes sanciones económicas impuestas por Occidente y continuar desarrollando su economía a pesar de ello.

Los gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger se muestran complacientes con las intenciones rusas. De hecho, en Malí, el código de minería fue reescrito recientemente para “darle a la junta un mayor control sobre los recursos naturales”[11] y así complacer a Rusia de una manera más legítima. El objetivo de la potencia de Europa Oriental es conseguir por un lado que estos gobiernos obstruyan las concesiones otorgadas a empresas occidentales para forzarlas a cancelarlas, al mismo tiempo que crece el número de concesiones dadas a compañías rusas, y así desplazar a Francia del acceso a minas como las de uranio, lo cual ya ocurrió en Malí y se quiere replicar en Níger[12], porque gran parte del uranio utilizado por Francia se deriva de Níger. El uranio es un recurso elemental para el mantenimiento de los reactores que producen energía nuclear para la nación gala, y si Rusia tiene el control de la mayoría de minas de África Occidental podría manipular a su antojo a Europa, lo que se ha denominado chantaje energético.[13]

Asimismo, el Sahel es el escenario ideal para que el gobierno de Rusia desarrolle e implemente la energía nuclear mediante Rosatom, la empresa encargada de la energía atómica, dado que las poblaciones sahelianas tienen un consumo bajo de electricidad a un alto costo.[14] Además, en toda África más del 50 % de sus habitantes no cuentan con energía eléctrica. Estas relaciones económicas entre los países del Sahel y Rusia podrían aumentar a futuro de forma significativa la cantidad de personas con electricidad y en paralelo, acrecentar la popularidad que tiene Rusia en la región. En lo militar, Rusia no solo estaría en el campo de batalla contra las milicias safalistas, sino que también brindaría equipamiento y capacitación militar a las fuerzas armadas de los países.

Otro aspecto que se le señala a Rusia es su política de propaganda en África Occidental, conformada en su mayoría por antiguas colonias francesas. Se le acusa de propulsar golpes de Estado en la región, puesto que en el caso de Níger “las redes vinculadas a Wagner se hicieron eco de Prigozhin al vitorear el golpe, alentar la represión violenta de los manifestantes pro democracia en Niamey y explotar la confusión para enmarcar los eventos como anti-Francia”.[15]

El Kremlin está dispuesto a sostener y proteger a las juntas golpistas y no exige estándares democráticos como sus similares de Occidente para comerciar con los jefes de Estado del Sahel. En el continente africano funciona un conglomerado ruso llamado African Initiative, que “engrosa un entramado de medios, voceros, actos y argumentarios diseñado para torpedear el apoyo a Occidente y facilitar una opinión pública abierta al desembarco ruso”.[16] A tal iniciativa, el Centro Africano de Estudios Estratégicos la culpa de liderar campañas de desinformación en toda África. Este centro de investigación afirma que “Rusia ha inundado el Sahel con desinformación desde 2018 con 19 campañas dirigidas a Mali, Burkina Faso y Níger”.[17]

Los intereses de China por estas tierras

Otra potencia no occidental que ha mostrado interés por los recursos ubicados en el Sahel es China, el cual aparte de no pedir los mínimos indicadores democráticos, ofrece una política de no intervención en asuntos internos de estos países al relacionarse con ellos, mostrándose como un atractivo aliado diplomático que tiene ambiciosos proyectos de inversión en la región. Lo que hace China es financiar sus proyectos y crea condiciones de pago vistas como favorables por el país en el que se construye la obra. Según el profesor universitario Fernando Cortiñas, si a un país China le hace un préstamo y este no puede pagarlo, le pide a cambio recursos naturales o se queda con lo que ha construido. Esta forma de actuar es para Cortiñas comparable con métodos coloniales usados por imperios como el británico en el siglo XIX, que también pedía materias primas si un país no le cancelaba una construcción o sino agarraba la construcción, la modificaba y la vendía.[18]

China ha puesto el foco en los recursos del Sahel no solo para obtener ganancias económicas que les permita financiar sus proyectos en el extranjero, también porque estos recursos son estratégicos y funcionan para diseñar chips que se ocupan en la fabricación de productos telefónicos y digitales, aspecto clave porque China es de los principales fabricantes y exportadores de artefactos digitales y además compite con Estados Unidos en la implementación de la tecnología 5G a nivel mundial. Un mercado que ya está ganado por China en África, prueba de ello es que “(...) los servicios tecnológicos chinos relacionados con el 5G ya han sido acogidos por multitud de países africanos”.[19] Se podría decir entonces que el plano militar no es de tanto interés para el gobierno chino, pues aunque sí hay empresas del gigante asiático instaladas en África que se dedican a la venta de equipos o al entrenamiento militar, es claro que en el Sahel no están involucrados de tal forma, ni mucho menos al nivel de Rusia.

Actores con muy poca influencia y poder, pero presentes

Por su parte, Turquía es un actor al que, igual que Rusia y China, no le interesan aspectos como el manejo de los derechos humanos ni la institucionalidad por parte de los gobiernos con los cuales se relaciona, ni tampoco el seguimiento de los migrantes, a pesar de ser un destino de muchos migrantes africanos. Los otomanos tienen en común con las naciones del Sahel la religión islámica, de lo cual el gobierno turco saca provecho. Muestra de ello es la expresión de la “política de amistad turca, invirtiendo en la construcción de nuevas mezquitas en Malí o restaurando otras tantas en Níger”.[20]

De acuerdo con el politólogo italiano Federico Donelli, el gobierno de Recep Tayyip Erdogan busca mostrarse como una opción alterna a Europa Occidental, pero también a Rusia.[21] Cuando los empresarios turcos viajan a África por motivos de comercio, tienen un seguimiento por parte del gobierno turco, el cual los motiva a invertir en estos países, brindándoles exoneraciones de impuestos.[22] Por lo cual, para la  región del Sahel puede ser muy conveniente tener relaciones económicas con Turquía y en un futuro podrían llegar a requerir de la industria militar turca, la cual es novedosa.

Por último, se podría mencionar a Irán, quien le hace competencia a Turquía, debido a que ha suscrito convenios con el gobierno de Burkina Faso en temas de energía, construcción urbanística y educación superior, y en Malí construyó un par de universidades.[23] El discurso iraní se basa en la insurgencia antiimperialista, que por supuesto cae bien en el Sahel; no obstante, Irán tiene fama de no cumplir sus acuerdos financieros por su incapacidad para costearlos.[24]

Reflexión final

Debido al sentimiento antioccidental en las sociedades del Sahel y en sus gobiernos, materializados en la expulsión de las tropas europeas y estadounidenses y en la negación expresa a relacionarse con tales potencias, la competencia geopolítica en esta región es básicamente entre gobiernos no occidentales, en donde el protagonista es Rusia, que destaca por su cooperación militar con los gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger. Aún así, esta presencia de soldados rusos no ha logrado detener el aumento de los ataques salafistas ni combatir su intensidad de manera efectiva, a pesar de ser el segundo ejército más fuerte del mundo.[25]

En la misma línea, a China por el momento le puede servir la presencia de efectivos rusos en el Sahel, puesto que desde la óptica del país asiático se puede ver como garantía de seguridad, que ayuda a proteger las operaciones e inversiones de las empresas chinas. Sin embargo, con el paso del tiempo es posible que China empiece a ver la presencia de soldados rusos como una barrera para el crecimiento de su influencia en la región.

Algo que es importante indicar, es que tanto Rusia como China se pueden ver favorecidos al relacionarse con los gobiernos burkinés, nigerino y maliense en el ámbito de la ONU, dado que estos países africanos probablemente votarían a favor de la posición rusa y China en temas que les afecten directamente. Finalmente, Turquía e Irán, aunque no tienen la capacidad económica ni logística para competir con China, y mucho menos con Rusia, han sabido utilizar su margen de influencia a su favor, creando relaciones con los Estados del Sahel en aspectos en los que hay un nicho importante en el cual podrían sobresalir, como el ámbito religioso y cultural.

Notas