Análisis semanal 433: El lento genocidio chiita en Pakistán (14 de marzo de 2022)

Año: 
2022

 

Las reseñas de atentados terroristas en la prensa occidental como el del pasado 4 de marzo en el que murieron 56 personas en la mezquita Jamia de Peshawar, Pakistán, suelen aparecer de manera descontextualizada, al margen de la consideración de especificidades o tendencias. Ciertamente, si se toma en cuenta que, según el reporte del Global Terrorism Index, en Pakistán hubo 279 actos terroristas solo en el año 2020, un atentado como este puede llegar a parecer un hecho estadístico más. Sin embargo, un análisis más atento de la actividad terrorista en este país da cuenta de una serie de patrones. Por un lado, según el mismo reporte, casi el 90% de los actos terroristas son cometidos por grupos fundamentalistas sunníes como el Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP), el Estado Islámico Provincia de Khorasan (EIPK), Lashkar-e-Jhangvi (LeJ) o Hizb-ul-Ahrar (HuA). De acuerdo al South Asia Terrorism Portal, solo desde el año 2000 la violencia sectaria en Pakistán ha supuesto la muerte de más de 66.000 personas[i]. Por otro lado, las víctimas suelen ser miembros de comunidades como los ahmadiyyas, cristianos, hindúes y chiitas, pero son estos últimos, que conforman entre el 15% y el 20% de la población del país, el grupo que aparece como el blanco recurrente de la violencia fundamentalista.

Los chiitas han sido una comunidad que ha tenido un gran protagonismo en la historia de Pakistán desde su fundación en 1947. El mismo Muhammad Ali Jinnah, a quien se le reconoce como el “padre de la nación”, era un chiita, lo mismo que la ex primera ministra Benazir Bhutto. Sin embargo, como lo demuestra una encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center en 2012, la hostilidad hacia los chiitas es muy notoria: el 50% de los sunníes en Pakistán creen que los chiitas “no son musulmanes”[ii], una cifra que contrasta marcadamente con otros países predominantemente sunníes de la región como Afganistán o Bangladesh, en donde el 83% y el 77% de los sunníes respetivamente, sí consideran a los chiitas como musulmanes. Este dato se vincula al origen de la violencia sectaria contra los chiitas, que se remonta a los años ochenta, durante el proceso de “islamización” que impulsó el general Zia ul-Haq y que estimuló el surgimiento de varias organizaciones extremistas deobandis con una agenda violentamente anti-chiita. Así, grupos terroristas como Lashkar-e-Jhangvi, cuyos líderes consideran a los chiitas como “los mayores infieles en la tierra”[iii], iniciaron una serie de ataques contra mezquitas y celebraciones religiosas chiitas, que implicaron incluso el asesinato en 1988 de Allama Arif Hussain al-Hussaini, líder chiita espiritual de los chiitas pakistaníes.

Una revisión estadística de las últimas tres décadas revela decenas de casos de violencia sectaria como el reciente atentado contra la mezquita Jamia de Peshawar. Más del 90% de los ataques han ocurrido en Karachi, Kangu, Peshawar, Parachinar, Islamabad,  Rawalpindi y Quetta. En esta última ciudad, capital de la provincia de Baluchistán, viven unos 500.000 chiitas y es donde se han producido los más sangrientos ataques terroristas contra chiitas, especialmente los de la etnia hazara.

Las autoridades pakistaníes, al más alto nivel, incluyendo al presidente Arif Alvi y el primer ministro Imran Khan, han condenado este reciente atentado. Lo cierto es que  todos los gobiernos recientes de Pakistán han hecho muy poco para esclarecer o mucho menos erradicar la violencia sectaria contra los chiitas, quienes no solo han denunciado reiteradamente la falta de garantías en materia de seguridad para practicar su fe, sino que han señalada en varias ocasiones actitudes discriminatorias y hostilidad hacia ellos por parte de los funcionarios electos y los servicios de seguridad gubernamentales.

En su celebre discurso ante la Asamblea Constituyente de Pakistán, el  11 de agosto de 1947, Muhammad Ali Jinnah dijo: “sois libres; sois libres de ir a vuestros templos, sois libres de ir a vuestras mezquitas o a cualquier otro lugar o culto en este Estado de Pakistán. Puedes pertenecer a cualquier religión, casta o credo, eso no tiene nada que ver con los asuntos del Estado.” Esta frase auguraba un futuro de libertad religiosa y respeto a la diferencia. Lamentablemente, la realidad del Pakistán contemporáneo se distancia marcadamente de dicha proclama. Hasta tanto las instituciones del Estado, especialmente los aparatos de seguridad, no se comprometan con la erradicación del extremismo y la desde sus raíces, la libertad religiosa en Pakistán permanecerá como una quimera y minorías como los chiitas seguirán enfrentando un lento genocidio.

Notas


[i]South Asia Terrorism Portal. Datasheet: Pakistan. Recuperado de https://www.satp.org/datasheet-terrorist-attack/fatalities/pakistan

[ii] The World’s Muslims: Unity and Diversity, Pew Research Center. Recuperado de https://www.pewforum.org/2012/08/09/the-worlds-muslims-unity-and-diversity-executive-summary/

[iii] Hussain, Murtaza. Pakistan’s Shia genocide. Al Jazeera. Recuperado de https://www.aljazeera.com/opinions/2012/11/26/pakistans-shia-genocide