Análisis semanal 421: De Permission to Dance a la Asamblea General de las Naciones Unidas: Corea del Sur y su estrategia más valiosa de soft power (22 de noviembre de 2021)

Año: 
2021

 

En la última década, la comunidad internacional ha sido testigo de una curiosa expansión de un fenómeno cultural particular. Este fenómeno se caracteriza por ser trasnacional, es decir, que sus alcances no se han visualizado solo a un nivel micro, sino también a nivel internacional  con gran presencia en occidente.

El entretenimiento musical y televisivo se han caracterizado por ser un conjunto de elementos difusores y diseminadores de la cultura coreana no solo en el continente asiático, sino también a nivel global. Su huella ha sido tan profunda que se le ha brindado un nombre a este acontecimiento, siendo conocido como  Hallyu u “Ola coreana”, la cual ha sido vertebral en la promoción de una imagen determinada de Corea del Sur en el exterior.

Como resultado de este flujo cultural, en los últimos años se han venido integrando diferentes rasgos de la cultura de Corea del Sur bajo una práctica que ha permitido de manera muy tenue formar parte del consumo de ciertos sectores de la sociedad. Una manera clara de observar este tipo de prácticas corresponde al K-pop o pop coreano, género de música que se ha convertido en el elemento más popular contenido dentro de la cultura de este país, que, a su vez,  permea la imagen del país fuera de sus latitudes.

Bajo ese aspecto, la expansión del  K-pop a nivel global no ha venido sola, sino que esta ha sido acompañada por una serie de intenciones no precisamente económicas, sino también políticas,  logrando de una manera muy imperceptible para la comunidad, la presencia de Corea del Sur en diversos países del globo.

El K-pop está lejos de ser un simple género musical en un idioma completamente ajeno al nuestro. Bajo la firma de grandes compañías surcoreanas, se entrenan miles de artistas, listos para introducirse en el mercado. Con el paso de los años, han logrado traspasar los límites asiáticos, convirtiéndose en un movimiento, que reúne a miles bajo los códigos de una misma cultura. El K-pop llegó para instalar un nuevo tipo de música, y con ello un nuevo estilo de vida. De esta manera, el presente artículo pretende ahondar brevemente sobre la relación del pop coreano y sus artistas con la estrategia de soft power por parte del gobierno Surcoreano.

El K-pop  en Corea del Sur

Para iniciar este acápite, es menester brindar una definición al concepto de K-pop, ¿Existe una definición de este género musical? De acuerdo a lo expuesto por Ching Nam Kim (Citado en López-Rey) el K-pop hace referencia a “música pop y bailes realizados por grupos de idols y dirigida mayormente a adolescentes”, cabe destacar que en la actualidad el K-pop no solo alberga elementos de la cultura surcoreana, sino que a partir los elementos extraídos de la misma industria musical estadounidense han permeado dinámicas llamativas que han brindado un valor agregado a la industria (1).

El impacto de la industria del K-pop y de los dramas (programas de televisión) no datan sólo de la última década, desde 1999 el aparato estatal visibilizó a una industria creciente. Como resultado el gobierno de turno en su momento, encabezado por el presidente Kim Dae-jung (2), creó una ley para la promoción de las industrias culturales, en la que se destinó desde ese entonces al menos 1,5% del presupuesto de la nación para la promoción de las actividades culturales, enfocado precisamente en la música y televisión (3).

Radicalmente, el país comenzó a presenciar el potencial de la industria para lograr un desarrollo económico y cultural nunca antes visto. Todos estos esfuerzos estaban dando resultados  no solo en el mercado doméstico, sino también por fuera de este y, paulatinamente, fuera del continente(4).

Viendo el gran potencial de la producción, Corea del Sur pensó a la industria del entretenimiento como producto de exportación marca país, logrando que este pasara del puesto #29 en 2005 al puesto #6 en 2018 de lo más escuchado a nivel global, además, de acuerdo a los datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (Ifpi) el streaming a K-pop ha incrementado en más de un 50% desde el 2019 (5).

Complementariamente, el visible éxito motivó políticas gubernamentales que pronto se convertirían en el motor de la ola coreana, así como la ayuda financiera que las acompañó, este esfuerzo se visibiliza cuando el gobierno surcoreano destinó, en el año 2013, 300 millones de dólares a la promoción de la música popular (6). Aquello repercutió positivamente, Chang Nam Kim, menciona que el país migró de ser un país importador de arte a uno que finalmente comenzó a exportar cultura (7).

Bajo la popularidad creciente, Corea del Sur percibió un mercado exitoso y artistas con mucho potencial, promotores de valores y elementos orgullosamente surcoreanos, para muestra, destaca el grupo de música coreana más popular en el mundo, Bangtan Sonyeondan (방탄소년단), o mejor conocido como BTS, siendo este prácticamente la cara del mercado musical y cultural surcoreano.

Hybe Labels, la empresa que representa al grupo masculino BTS ha reportado casi un total de ganancias del 142.400 millón de wones (127 millones de dólares) bajo el trabajo e imagen del grupo solo en el año anterior, aportando así importantes cifras al producto interno bruto surcoreano junto con otras de sus producciones como ENHYPEN y TXT.(8) En esta misma línea, un ejemplo claro fue la canción Dynamite de BTS, la cual según los datos del Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de la Republica de Corea del Sur, aportó más de 1400 millones de dólares a la economía del territorio para el año 2020 (9).

Lo anterior de la mano con otras compañías como JYP Entertainment (1,2 mil millones de dólares) con sus grupos populares Stray Kids y Twice, así como SM Entertainment (687,5 millones) con EXO, NCT y Super Junior. Los datos anteriores siendo solo del ultimo trimestre del año anterior[1] (10).

 

Debido a esto, el gobierno comenzó a impulsar a las grandes disqueras para abrir nuevos mercados. Aplicando las teorías de la internacionalización, se puede decir que la industria experimentó un factor de empuje por parte del gobierno tanto pasados como el actual, impulsando inversiones y proyectos de ley en beneficio de los artistas. Precisamente con el objetivo de que el K-pop diera una imagen diferente e innovadora al país.

El K-pop  como estrategia política y soft power

Los antecedentes anteriormente mencionados dejan en claro que el K-pop está lejos de ser un simple género musical en una cultura diferente, bajo la firma de grandes compañías y el apoyo, así como fascinación del gobierno, los artistas han logrado introducirse no sólo al mercado, sino a traspasar los límites artísticos, convirtiéndose en una herramienta política, un movimiento y catalogado por la academia como síntomas de soft power.

Trayendo la teoría de Joseph Nye y el concepto de poder blando o soft power, esta conceptualización del poder es posible de  retomar en recursos estratégicos como instituciones, ideas, valores, cultura y legitimidad de las mismas. Bajo esta óptica, el autor menciona que el poder se ha vuelto menos coercitivo y de cierto modo más inteligente, permitiendo que a través de ideologías o factores como una cultura fuerte se consoliden estrategias de cooperación (11).

De este mismo modo, Nye hace la clara distinción de que elementos como la fuerza militar o económica pueden verse igualadas a estrategias más “sutiles” de injerencia política y poder. Bajo este aspecto el soft power surcoreano se ha visto construido a través de la popularidad de la  producción artística, musical y cinematográfica logrando endurecer su capacidad para exportar modas y tendencias ligadas a los idols de K-pop  e incluso generando la movilización social y política de sus seguidores (12).

Si bien el K-pop no representa por sí solo el poder del país, debido a que no ha nacido del Estado, este se ha visto beneficiado de la política pública coreana y de una impecable planificación económica del país, que, indirectamente, corresponde a un ejercicio de poder donde determinado actor puede obtener sus resultados esperados o la influencia que desea porque otros actores admiran sus valores, prosperidad y apertura.

Con base a lo anterior, retomando el concepto de soft power con la realidad del pop surcoreano, se ha tratado de conseguir que otra parte quiera lo que se quiere a nivel país. Esto se ha observado con el mayor ejemplo visto en los últimos meses, la visita de BTS a la asamblea general de las naciones Unidas como enviados especiales presidenciales, el grupo femenino BlackPink como embajadoras en consonancia con la COP para la formulación de ambiciones climáticas, y en el pasado, el grupo femenino Red Velvet como una muestra amistosa enviada por el gobierno de Corea del Sur a Corea del Norte en el marco del fortalecimiento de las relaciones intercoreanas en la desnuclearización de ambos países.

En ese sentido, los artistas coreanos no han representado solamente a una cultura de manera inocente, sino que los mismos han tomado un papel de actores políticos impulsados por el gobierno para la atracción de relaciones cooperativas, paz y hasta la promoción de ambiciones de la comunidad internacional como lo es la desnuclearización, la lucha contra el cambio climático y la crisis ambiental, la vacunación contra el COVID-19 y la construcción atractiva de Corea del Sur como un destino de trabajo, estudio, inversión y cultura.

Es así que el Hallyu (ola coreana) y el pop coreano se han identificado como herramientas inteligentes que ha explotado el gobierno coreano para generar estrategias innovadoras de ingresar a otros países. A través de maneras muy sutiles de poder e influencia, Corea del Sur ha ingresado a hogares y mercados en todos los rincones del mundo, logrando no solo un importante incremento económico, sino también la consolidación de movimientos sociales trasnacionales (mayormente liderado por personas jóvenes) motivados por las figuras artísticas y su popular música.

Notas

  1. López-Rey Moreno, S. (2019). ‘Korean pop’y el poder blando de Corea del Sur. Recuperado de https://repositorio.comillas.edu/xmlui/handle/11531/28854
  2. Zapata Jiménez, A. M. El rol de la industria Hallyu y el Kpop en el soft power surcoreano desde 1997. Recuperado de https://repository.javeriana.edu.co/handle/10554/35345
  3. Mandujano Salazar, Y. Y. (2016). El camino hacia una política de promoción cultural en el Japón contemporáneo y los inicios de una campaña de fortalecimiento de la identidad nacional. estudios de asia y áfrica, 51(1), 77-104.
  4. Ídem
  5. Arango, T. (2019). El modelo económico del K-pop, la industria cultural que se toma al mundo. Diario la Republica. Recuperado de https://www.larepublica.co/ocio/el-modelo-economico-detras-del-k-pop-2828863
  6. Idem
  7. Lee, S. J. (2011). The Korean Wave: The Seoul of Asia. The Elon Journal of Undergraduate Research in Communications, 2(1), 85-93.
  8. Arango, T. (2019). El modelo económico del K-pop, la industria cultural que se toma al mundo. Diario la Republica. Recuperado de https://www.larepublica.co/ocio/el-modelo-economico-detras-del-k-pop-2828863
  9.  Yu, Y. (2020). El K-pop, un remedio contra la crisis. UNESCO. Recuperado de https://es.unesco.org/courier/2021-2/k-pop-remedio-crisis
  10. Statista. (2020). Ingresos procedentes de las ventas de las principales empresas de entretenimiento dentro del K-pop en 2020. Recuperado de https://es.statista.com/estadisticas/1101459/facturacion-de-las-principales-empresas-de-k-pop-corea-del-sur/
  11. Nye, J. S. (1990). Soft Power. Foreign Policy, 80, 153–171. https://doi.org/10.2307/1148580
  12. Idem

[1] Los nombres mencionados anteriormente corresponden a agrupaciones de artistas de K-pop que generan ingresos económicos altos, así como representación en diversas cumbres y movimientos.