Análisis semanal 407: La vestimenta como instrumentos de poder: la sexualización femenina en los deportes (16 de agosto de 2021)

Año: 
2021

 

Los juegos olímpicos Tokio 2020 han marcado un hito histórico. Se han convertido en los juegos más inclusivos de toda la historia, incorporando 18 pruebas nuevas, aumentando la participación femenina, pasando de 45% en los juegos de Río de Janeiro a 49% en Tokio[1]. Sin embargo, a pesar de ello, ha persistido la sexualización de los cuerpos femeninos por medio de la vestimenta.

La vestimenta como instrumento de poder disciplinario

La vestimenta representa un mecanismo de acción desde diferentes vertientes. Por una parte, representa un ámbito en el que las personas logran plasmar sus gustos al momento de vestir, siguiendo marcas, colores, estampados, accesorios, entre otros. Pero por el otro, representa un trasfondo, que se vuelve invisible, que son los cuerpos que construyen esas prendas.

Si bien es cierto que esa lógica se ha ido rompiendo con el paso del tiempo, aún sigue persistiendo en la sociedad. Es por ello por lo que, es menester reconocer los mecanismos de poder que esconden las prendas.

Esos mecanismos de poder han sido, históricamente silenciados, y muchas de sus manifestaciones no son tan inocentes como portar un uniforme o un accesorio, sino que va más allá de eso; representa un control social que no se ajusta, necesariamente, a las necesidades reales de las personas, sino que impone una forma de vestir, y esto desencadena al comportamiento y la disciplina.

El abordaje de Michael Foucault permite ver cómo los cuerpos se vuelven un centro de poder, porque ahí radica la imposición de normas sociales, en las cuales, los cuerpos son normalizados, estandarizados y homogéneos; y, al mismo tiempo, existe una vigilancia social que se encarga de castigar aquellos cuerpos que no cumplen con esos estándares.  Un ejemplo claro de ello fue la sanción que recibieron las jugadoras de balonmano de Noruega por revelarse a usar un calzón corto y ajustado, por un short más cómodo para ejercer su deporte. La Federación Europea de Balonmano impuso una multa de US$ 1.766 a cada jugadora por no cumplir con las reglas de vestimenta que determinan que “las atletas femeninas deben usar bragas de bikini con un ancho lateral de un máximo de 10 centímetros, con un «ajuste ceñido» y un «corte en un ángulo hacia arriba hacia la parte superior de la pierna». Mientras tanto, los hombres deben usar pantalones cortos que «no sean demasiado holgados» y 10 centímetros por encima de la rótula.” [2]

Foucault expone la docilidad de los cuerpos, visto desde un punto de vista de objeto y banco de poder, ya que este se educa, se manipula, es un cuerpo que responde y obedece, y, además, es constituido por un conjunto de reglamentos, los cuales básicamente, cumplen la función de operar sobre los cuerpos para controlarlos y corregirlos.[3]

Esta invención se encuentra en los uniformes y en los estándares de vestimenta, los cuales han irrumpido poco a poco, y ha generado una reestructuración, considerando que definen, hasta cierto punto, la adscripción política y detallada del cuerpo, lo que Foucault denomina como “microfísica del poder”, que ha estado presente desde el siglo XVII, y cada vez más ha entronizado en el cuerpo social: El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. 

Ahí radica la función de los uniformes como instrumentos disciplinarios. De manera que, dentro de los deportes, esa disciplina está presente en la forma que el cuerpo se expone ante el público, y que no necesariamente implica una comodidad para la persona deportista.

En vista de que la disciplina obliga al enclaustramiento, esta determina un entorno heterogéneo sobre los cuerpos y hermético sobre sí mismo produciendo lugares protegidos de la uniformidad disciplinaria: “el gran encierro”. Fijando así, lugares determinados, establecidos para una regulación específica, pero más que eso, se enfoca y se centraliza en la imperiosa necesidad de vigilar y castigar. 

Mucho de lo que se crea a partir de los estándares de la vestimenta, sigue la lógica disciplinaria que calan de manera directa en los cuerpos. Esas normas de control social han sido históricamente patriarcales y heterosexuales, han dejado de lado la diversidad sexual, y la libertad a elegir, un ejemplo claro de ello es cuando a las mujeres se les prohibía usar pantalones, porque representaba un rompimiento esquemático de las normas establecidas para los cuerpos femeninos. Mucho de ese control social se ha visto reflejado en los colores de las prendas, siempre bajo un esquema dicotómico que resalta que debe portar cada persona según su género: rosado/azul; mujeres ropa ajustada/hombres ropa holgada. A partir de ello, los cuerpos sexuados se convierten en el instrumento en el que se aplica la cohesión a partir de la vestimenta.

Contra la sexualización en el deporte

Otro de los hitos de los juegos Tokio 2020 ha sido precisamente que han servido como escenario de protesta.

El equipo de gimnasia alemán se protestó contra la imposición de hacerlas vestir con un atuendo corto e incómodo durante sus presentaciones.

Se trata de que nos sintamos cómodas. Queríamos mostrar que cada mujer y todo el mundo debería poder decidir qué ponerse», afirmó este martes la gimnasta y tres veces campeona olímpica Elisabeth Seitz.[4]

Este fue un paso importante para hacerse escuchar y determinar por ellas mismas qué ropa poder usar, sin tener que ser obligadas a usar atuendos incómodos.

La tenista Serena Williams debutó en 2018 en el Abierto de Francia con un traje de cuerpo entero después de un reposo por maternidad. Sin embargo, a las autoridades les pareció una decisión contraria a sus normativas, y le prohibieron volver a usar atuendos contrarios a la vestimenta corta sin cubrir piernas ni brazos. A pesar de que la 23 veces campeona del Gram Slam manifestó que esa vestimenta la hizo sentirse más cómoda después de sufrir coágulos de sangre después de dar a luz. [5]

Todas estas acciones dejan ver como las mujeres, a pesar de las imposiciones que se les obligan a cumplir, han hecho historia con records mundiales y gran participación femenina. Se empezó a cuestionar pequeños detalles que minimizaban sus participaciones, pero también sus carreras profesionales, y sus cuerpos mismos.

Dar el primer paso para cuestionarse el porqué no usar algo que las hace sentir incómodas o inseguras, ha sido de gran importancia para otras mujeres en el deporte, y también para las mujeres que van a estar ahí en un futuro, y van a poder elegir lo que ellas decidan, sin tener que acoplarse a instrumentos disciplinarios que las incomodan y las sexualizan.

Notas


[1] Jenna Fryer. (21 julio, 2021). Tokio 2020 tiene paridad de géneros, por primera vez. Los Angeles Times. https://www.latimes.com/espanol/deportes/articulo/2021-07-22/tokio-2020-tiene-paridad-de-generos-por-primera-vez

[2] Amy Woodyatt. (Julio, 2021). Multan a equipo femenino de balonmano playa por elegir pantalones cortos en lugar de bikini. https://cnnespanol.cnn.com/2021/07/21/multan-al-equipo-femenino-de-noruega-de-balonmano-playa-por-no-usar-bikini-trax/

[3] Piedra-Guillén, N. (2004). Relaciones de poder: releyendo a Foucault desde la perspectiva de género. Revista de ciencias sociales IV (106), 123-141. Universidad de Costa Rica: San José.  

[4] El Diario. (8 agosto, 2021). Juegos olímpicos, el escenario de una protesta contra la sexualización de la mujer en el deporte. https://eldiario.com/2021/07/27/sexualizacion-mujer-juegos-olimpicos/

[5] Ibid.