Análisis semanal 380: El Papa y al-Sistani (22 de febrero de 2021).

La reunión entre el Papa Francisco y el Gran Ayatolá Seyyed Alí al-Husayni al-Sistani en Nayaf constituye un acontecimiento fundamental en la historia de la relación entre católicos y musulmanes chiitas. Representa además el encuentro entre dos figuras cuyas trayectorias religiosas dan cuenta de moderación, tolerancia y disposición al diálogo y la diplomacia.

En el caso del Papa Francisco, su participación en espacios de diálogo interreligioso con el Islam es ampliamente conocida. Un hecho que contrasta con las posiciones de su antecesor, el Papa Benedicto XVI que, no solo no era propenso al encuentro inter-religioso, sino que protagonizó varias controversias con el Islam. Por ejemplo, en el discurso de Ratisbona de 2006, Ratzinger hizo una cita del emperador bizantino Manuel II, que fue considerada como “ofensiva” por autoridades religiosas y políticas de varios países islámicos. La trayectoria del Papa Francisco como religioso muestra una actitud hacia el Islam muy diferente. Antes de ser designado como Papa en 2013, Jorge Bergoglio participaba habitualmente en varios espacios de diálogo inter-religioso con representantes del Islam. Bergoglio es sin lugar a dudas el Papa más cercano al Islam chiita. Nació en el barrio bonaerense de Flores, una comunidad religiosamente diversa y en donde viven judíos, cristianos y buena parte de los chiitas de la capital argentina. Allí tiene su sede la Mezquita Al-Tauhid, que Bergoglio visitó en varias ocasiones.

Ya como Papa, en el primer año de su papado, Francisco dijo: “no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás. Por eso, es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer lugar con el Islam"[i]. Seis años después afirmó que los musulmanes debían ser considerados por los cristianos católicos como "socios” junto a los cuales cabe construir una convivencia pacífica para cortar el paso a los "grupos fanáticos enemigos del diálogo”.[ii] La visita del Papa Francisco a Irak es la expresión de una actitud consecuente entre el discurso y la praxis.

¿Quién es el Ayatolá al-Sistani? Seyyed Alí al-Husayni al-Sistani es un líder religioso del más alto nivel dentro del Islam chiita. Fue elevado a la categoría de mujtahid[iii] a la insólita edad de 31 años, lo que le permitió proclamar tempranamente edictos religiosos y consolidar un amplio grupo de seguidores.

Al-Sistani no sólo es el líder de la Hawza[iv] de Nayaf, es también el Marja[v] con el mayor número de seguidores en el mundo y especialmente en países como Irak, Irán, Líbano, Pakistán, India, entre otros. De hecho, la mayoría de los chiitas de Costa Rica le siguen. De esta manera, no sólo es seguido como líder espiritual por millones de chiitas dentro y fuera de Irak, las contribuciones e impuestos religiosos que recibe, le han permitido organizar una red transnacional multimillonaria de fundaciones caritativas religiosas que va desde Pakistán a Inglaterra, con ingresos anuales que se estiman entre los US$500 y los US$700 millones de dólares. Evidentemente, buena parte de la influencia de este Marja se debe a su poder económico.

Aunque al-Sistani tiene algunos criterios sobre lo que debe ser el gobierno islámico, sus posiciones son muy distintas a las de otros líderes chiitas como el Ayatolá Jomeini. A diferencia de la gran mayoría de clérigos chiitas iraníes, al-Sistani no comparte ni la visión jomeinista del clero activista y revolucionario, ni la idea del wilâiat-ul Faqîd (“guía del jurista religioso”). Posiblemente el quietismo político de al-Sistani se deba la influencia de su maestro, el Ayatolá al-Khoei, que consideraba que el principio del wilâiat-ul Faqîd (“guía del jurista religioso”) se limitaba a los asuntos religiosos y que el Faqîd[vi] no tenía ningún tipo de autoridad. Se trata de una diferencia interesante entre las escuelas de pensamiento chiitas de Nayaf y de Irán. Los eruditos chiitas de Nayaf han estado históricamente lejos del poder y han defendido celosamente su autonomía. Al-Sistani ha reiterado directa e indirectamente que no está interesado en la política y no aspira a la creación de un gobierno islámico en Irak.

Pese a su actitud política quietista, al-Sistani ha ejercido una notable influencia en los acontecimientos políticos de su país, especialmente después de la caída de Saddam Hussein. Sistani promovió la participación de los chiitas en las elecciones realizadas después del derrumbe de la dictadura, e insistió en que la nueva constitución iraquí estuviera “en línea con los principios del Islam”.

La invasión estadounidense de 2003, y la ocupación de Irak animaron a al-Sistani abordar asuntos cada vez más relacionados con el Estado, la religión y la sociedad. Hecho que contrasta con sus pronunciamientos anteriores, en los que casi no se refería a temas políticos. En una fatwa emitida en abril de 2003, al-Sistani advirtió al clero contra “la tentación” de participar directamente en la política nacional mediante la aceptación de nombramientos políticos, y recomendó más bien que buscara ofrecer "asesoramiento general" para el pueblo.

En junio de 2014 nuevamente al-Sistani demostró su poder de convocatoria, haciendo un llamamiento a sus seguidores a unirse a las fuerzas de seguridad iraquíes en la lucha contra los militantes del Estado Islámico. Al-Sistani afirmó en esa ocasión: "los ciudadanos que sean capaces de portar armas y luchar contra los terroristas... deben ser voluntarios y unirse a las fuerzas de seguridad para lograr este propósito santo"[vii]. En octubre de 2015 amplió su convocatoria, llamando a una guerra global contra el terrorismo: "la batalla contra el DAESH está destinada a todos los iraquíes, pero no es su batalla particular, sino de todo el mundo, porque los terroristas se dirigen con su ideología oscura contra toda la humanidad, su cultura y costumbres"[viii].

El encuentro entre el Papa Francisco y el Ayatolá al-Sistani sienta un precedente sumamente relevante en el diálogo entre musulmanes y católicos. En un país donde la guerra y el sectarismo se han ensañado especialmente con los cristianos, la presencia del Papa puede contribuir positivamente a la reconciliación entre las distintas comunidades del país.

Notas