Análisis semanal 368: Respuestas latinoamericanas sobre los cuidados en tiempos de pandemia (30 de noviembre de 2020)

Año: 
2020
Autor(es): 

 

La división sexual del trabajo ayuda a entender la manera en que los regímenes de bienestar se organizan para producir a partir de recursos clave, como los son el tiempo y el dinero; precisamente porque, algunas veces, las personas que son autónomas económicamente, no lo son necesariamente en temas de cuidados; porque para generar ingresos, necesitan que otra persona le resuelva sus asuntos ligados al trabajo.

Bajo esta lógica, el trabajo de los cuidados sigue siendo una tarea preponderantemente femenina. En Costa Rica, de acuerdo al último registro del Instituto Nacional de Encuestas del 2017, las personas que más dedican tiempo al cuidado de personas menores de 12 años son las mujeres de 20 a 35 años, casadas o unidas, con un nivel educativo de secundaria incompleto[i]

Las relaciones de género se basan en el monopolio que tienen los hombres sobre los recursos; de manera que, cuando los hombres tienen monopolio sobre los recursos, logran disponerlo de manera que las mujeres no tienen acceso a estos. Por ejemplo, para estas mujeres que dedican más horas semanales al cuidado de personas menores de 12 años, dedican el recurso del tiempo mayor a los hombres, lo que las impide tener recursos económicos remunerados iguales a los hombres. El problema radica, primordialmente, porque ese trabajo de cuidados es trabajo no remunerado.

Sin embargo, estos datos se han agudizado con la pandemia, precisamente porque el tiempo de cuidados ha aumentado, no solo para menores, sino también para poblaciones vulnerables o en riesgo; así como aquellas personas que se han visto afectadas por el virus.

Los trabajos de cuidos no remunerados durante el COVID-19 ha agudizado las desigualdades de género, la recarga de la feminización del trabajo, y, por ende, propiciado a que el ámbito laboral de las mujeres siga siendo ajeno al trabajo remunerado. Hasta que no haya un cambio en el mercado laboral para facilitar la conciliación entre trabajo remunerado y responsabilidades de cuidados de las familias, ni se aborde de manera urgente la reorganización social de los cuidados para promover la corresponsabilidad entre el Estado, el sector privado, la comunidad y los hogares, serán imposible que muchas de las mujeres puedan retomar las actividades para la generación de ingresos y reincorporarse plenamente a la actividad económica remunerada.[ii]

Ante estas circunstancias, algunos países de la región latinoamericana se han concentrado en promover algunas políticas destinadas a las personas encargadas del cuido. El distanciamiento social agudizó el trabajo de cuidado en los hogares, y esa visibilización de un trabajo históricamente invisible, ha hecho que, para algunos Estados, sea menester poder atender correctamente.

En licencias y permisos, Argentina suspendió el deber de asistencia al lugar del trabajo para aquellas personas vulnerables a contraer el virus, así como para aquellas personas que necesitan atender cuidados de menores durante la suspensión de clases. Bolivia creó una licencia especial con características muy parecidas al de Argentina. Cuba creó un incentivo para las personas a quienes tienen a cargo personas cuidado dependientes, recibiendo durante el primer mes una garantía salarial equivalente al 100% del salario básico y un 60% para aquellas personas que continuaban desempleadas o realizando trabajos de cuidados no remunerados. Trinidad y Tobago introdujo una licencia pandémica que consiste en una licencia para personas que no cuentan con redes de servicios de educación y cuidados, bajo la cual, la persona puede quedarse en casa para hacerse cargo de dichos cuidados. [iii]

En lo que respecta a los servicios, Costa Rica fue el único país que mantuvo el servicio estatal para el cuidado de personas en riesgo, a partir de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil.

Las transferencias monetarias por cuidados también fueron parte de estas respuestas, Argentina estableció “ingreso familiar de emergencia” para personas desocupadas, trabajadoras(es) informales y de casas particulares. Ecuador estableció una transferencia monetaria única dirigidas a personas afiliadas al Seguro Social Campesino y al régimen del Trabajo No Remunerado del Hogar, excepto a aquellas personas que cuenten con seguridad social contributiva. República Dominicana a partir con el Programa “Quédate en casa” de Transferencias sociales, beneficiando a las familias más vulnerables, especialmente de jefatura femenina, trabajadoras domésticas e informales. Uruguay reforzó el programa de transferencias como la tarjeta Uruguay Social y asignaciones por perdonas menores a cargo. [iv]

Además, también hubo iniciativas destinadas para personas con discapacidad (Colombia), para atender los derechos de trabajadoras remuneradas del hogar y cuidados; así como las campañas de promoción.

Sin embargo, muchas de estas iniciativas no atienden de manera estricta la problemática ligada al trabajo de los cuidados, porque no logra una cobertura universalista de las políticas, dejando a muchas personas fuera de este alcance. Además, muchas iniciativas están destinadas para familias vulnerables, pero no se atiende propiamente la atención de los cuidados. En cuanto a las mujeres que también reciben un trabajo remunerado, no se toma en cuenta que, el teletrabajo más el cuidado de personas cuidado-dependientes, no se trata de manera pertinente, debido a que, representa una carga doble que no siempre son cubiertas por licencias ni por transferencias.

En el ámbito del trabajo de cuidado no remunerado, se debe hacer frente a la invisibilidad, la falta de reconocimiento y a las desigualdades que operan al interior de los hogares. Ambos sectores son fundamentales para el sostenimiento cotidiano de la vida y el funcionamiento del sistema económico, pero no deben continuar operando sobre las bases que sustentan y profundizan las desigualdades de género y limitan el empoderamiento de las mujeres.[v]

Por más grandes que sean los esfuerzos estatales y de organizaciones privadas y no gubernamentales, si no existe una cultura que valore y reacomode las asignaciones de las tareas domésticas y la corresponsabilidad de personas cuidado dependientes, no se va a lograr una efectiva respuesta de cambio, debido a que ese cambio inicia dentro de cada casa, y ahí debe entenderse que, sin esos cuidados resueltos, no habrá una respuesta efectiva.

Es importante recalcar que, la atención a los cuidados ha representado, y sigue representando una romantización del trabajo no remunerado. El valor del trabajo no remunerado radica en que para la producción de ingresos, se necesitan solventar esos cuidados. Hasta que entendamos que los cuidados representan una parte esencial de toda sociedad y de cualquier relación de cooperación dentro de un hogar, empezaremos a comprender la importancia de dejar de ver esos trabajos como una labor de las mujeres, o como un efecto del “amor maternal”.  Al final la visibilización del trabajo no remunerado es cuando no se hace, no se valora el trabajo del hogar hasta que la comida no está servida; y al fin y al cabo, recoger nuestro propio plato de comida también es un acto muy político.

Notas

[i] INEC. (2017). Estimaciones de variabilidad tiempo efectivo por TDNR según características de las personas. https://www.inec.cr/genero/uso-del-tiempo

[ii] Bango, J. (9 julio, 2020). Cuidados en América Latina y el Caribe en tiempos de COVID-19. Hacia sistemas integrales para fortalecer la respuesta y la cooperación. Organización de las Naciones Unidas. https://www.cepal.org/sites/default/files/document/files/cuidados_covid_esp.pdf

[iii] Ibid.

[iv] Ibid.

[v] Ibid.