Análisis semanal 362: Breve estado del arte de los estudios del poder (28 de octubre de 2020)

Año: 
2020
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El estudio del poder ha sido una constante en la historia del ser humano y con mayor preponderancia en los análisis de las relaciones internacionales. La convivencia social que caracteriza la naturaleza del ser humano impulsa en reiteradas ocasiones el estudio y comprensión del ejercicio del poder.

El poder por tanto se convirtió en el fenómeno que define el orden alrededor del cual se organizan valores e instituciones. De acuerdo con Gaitán García (2009) el poder en la antigua Atenas tuvo que ver con un ordenamiento de la sociedad basado en un “poder de distancia”. De acuerdo con esta visión, la Polis permitió la reducción de las distancias que genera el poder entre la nobleza terrateniente, la nobleza pastoril y la ciudadanía. En este sentido, se entiende el poder como una sustancia o un fluido que mana de una autoridad o una institución (la Polis).

Desde entonces el poder es sujeto de estudio y revisiones. Quizá, los debates más recientes están organizados en tres grandes grupos de programas de investigación que son los críticos de la modernidad, como por ejemplo Foucault (2011 y 2012) o Sartori (1997 y 2011), los estudios bajo el sello de la posmodernidad, entre los que se pueden citar a Bauman, Beck o Habermas. Y finalmente, aquellos que se insertan en un grupo que incluye programas de investigación desde la descolonización y las ciencias de la complejidad, entre los que se pueden citar a Quijano, Maldonado, Morin o de Sousa Santos.

Quizá el punto de arranque de toda crítica o diferenciación en los programas de investigación están relacionados con el poder concebido en la modernidad. Por ejemplo, Sartori (1997) asume que en la modernidad la fuente del poder es el pueblo (soberano), pero se delega en un conjunto de instituciones (la política). El asunto, apuntaba este autor, es saber qué cantidad de poder transferir desde la base hasta el vértice del sistema de poder.

Sartori remarcó la diferencia entre la titularidad del poder y su ejercicio. Es indiscutible en la sociedad moderna que el poder reside en el pueblo, pero es difícil encontrar una respuesta sobre la forma en que el pueblo ejerce el poder. El voto no basta como mecanismo participativo para el ejercicio del poder. El agotamiento de las sociedades modernas y sus mecanismos de legitimación conducirían a una mayor presencia del video (la electrónica) en la política sentenciaba este autor. A partir de entonces, la modernidad se puso a revisión.

Uno de los análisis más críticos del poder en la modernidad lo ha realizado Michel Foucault. Quizá los estudios más conocidos sobre el poder sean los trabajos que desarrolló este autor. En particular a partir de lo que él denominó biopoder. El biopoder dentro de su enfoque consiste en un conjunto de mecanismos que utilizan los rasgos sobresalientes de la biología del ser humano para incorporarlos a la política. Esta forma de ejercer el poder, de acuerdo con este autor, se construyó a partir del Siglo XVIII.

En función de este marco de referencia, Foucault afirma que el poder no puede ser considerado ni una sustancia, ni un fluido o un efecto que emana de algo, sino que constituye un conjunto de mecanismos y procedimientos que procuran el mantenimiento del poder.

Algo notable en esta forma de concebir el poder consiste en señalar que el poder es un conjunto de relaciones y procedimientos, pero que no es un proceso que se auto genere. El poder señala este autor no surge a partir de sí mismo. Los mecanismos de poder son producto de todas las relaciones sociales, son circulares sus efectos y causas, aunque es posible hallar coordinaciones laterales, subordinaciones jerárquicas, isomorfismos, identidades o analogías técnicas, efectos de arrastre que permiten recorrer de una manera lógica, coherente y válida el conjunto de esos mecanismos de poder y aprehenderlos en su especificidad en un momento, período y campo determinado.

Las relaciones de poder, este conjunto de mecanismos y procedimientos son reflejo de la sociedad, así que están estrechamente unidos a la historia y la economía, entre otras muchas expresiones del ser humano en sociedad. Tales mecanismos, pues, serán siempre el espejo de los efectos que generaron las luchas, los enfrentamientos, los combates a lo interno de la sociedad.

El poder argumenta Foucault, siempre se muestra con una estética imperativa, pero, no puede ser una creación individual. El poder opera como una especie de atmósfera de fuerzas reales que no es producto de la acción individual. Está estética se presenta como mecanismos que nos señalan lo bueno, lo malo, lo verdadero y lo falso.

Dentro de los mecanismos de poder hay que distinguir también los dispositivos de seguridad, los mecanismos jurídicos legales y los mecanismos disciplinarios. Además, se pueden distinguir también las tecnologías de seguridad que pueden reactivar y transformar las técnicas jurídico-legales y las técnicas disciplinarias.

Finalmente, se reafirma que los mecanismos de poder son mucho más amplios que el mero aparato jurídico, legal, y que el poder se ejerce mediante procedimientos de dominación que son muy numerosos. Todas estas relaciones logran organizarse en una especie de figura global. Esta figura global no es, como podría suponerse, un centro o una figura física, sino, un entramado, un tejido altamente urdido por las relaciones de poder que hacen posible que un grupo domine sobre otros.

De su lado, las corrientes posmodernas o también conocidas como nuevas teorías críticas, Ulrich Beck (2004), por ejemplo, plantean el metajuego de la política mundial significa el agotamiento de las antiguas estructuras de poder de la modernidad que aún se aplican son cuestionadas y, por supuesto, cambiadas, por la nueva política mundial. El cálculo de la conducta racional del Estado que maximizaba su poder y sus intereses ya no es posible.

El poder político de la modernidad, cristalizado en unidades territoriales organizadas jurídicamente (el Estado), se desestatalizó y se deslimitó. En el jugo de poder global desde hace mucho hay nuevos actores, nuevos papeles, nuevos recursos, reglas desconocidas, contradicciones y conflictos nuevos. El capital ha sido la fuerza que desmorona las instituciones del Estado y funda nuevas en donde lo que es bueno para el capital es bueno para todo el mundo.

Lo que está emergiendo es una perspectiva cosmopolita en lugar de estatal, en la que el poder sea replanteado de manera que se visibilicen a los nuevos actores y las redes de nuevos actores que, además, generan nuevas oportunidades de poder, estrategias y formas de organización de una política fuera de los límites del Estado.

Habermas (1990) por su parte, asume que el ejercicio del poder posee dos vertientes que se debate entre la perspectiva liberal y la republicana. En la concepción liberal, el ejercicio del poder tiene su fundamento exclusivamente en la voluntad popular que legitima el poder político. Las elecciones son la licencia para asumir el poder. Mientras que, desde una óptica republicana, la voluntad popular es el mecanismo legitimador e integrador que facilita la constitución de una comunidad política.

El argumento de fondo de Habermas está relacionado con la legitimidad en el ejercicio del poder político de la modernidad que se agota. El orden político, indica este autor, debe acompañarse de legitimidad en tanto asegure justicia y verdad. La ausencia de reconocimiento refleja la debilidad del Estado. La comunicación es un factor determinante en la legitimación del ejercicio del poder en una sociedad.

En su análisis, Habermas distingue cuatro formas específicas de poder: el poder social, el poder administrativo, el poder político y el poder comunicativo. Dentro de su crítica a la sociedad este autor plantea que las decisiones sociales deben ser canalizadas con otros mecanismos más cercanos a la ciudadanía frente al recurrente uso del poder político y el dinero.

Otro de los enfoques críticos desde la posmodernidad es el que ha planteado Harari (2019) quien señala dos formas de abordar el estudio del poder. La primera tiene que ver con la capacidad de manipular realidades objetivas, como las capacidades para cazar animales, construir puentes, curar enfermedades o fabricar bombas nucleares. Es un poder vinculado a la verdad.

La segunda forma de abordar el poder tiene que ver con la capacidad de manipular las creencias de las personas, de manera que cambien su opinión por otras que no necesariamente tienen que ser ciertas. Hay muchos ejemplos de historias o narrativas que movilizaron al ser humano, pero tales relatos no fueron ciertos.

En este sentido, Harari (2014) señala que a lo largo de la historia verdad y poder guardan una relación compleja que a veces avanza hacia una verdad y a veces impulsa una falsificación. Sin embargo, muchas personas, afirma este autor, prefieren apegarse a una verdad como la mejor estrategia de hacerse con el poder.

En el fondo, independientemente que el poder se asocie a una verdad o a una falsificación, lo importante es que las cadenas de poder dentro de la humanidad han estado determinadas por las capacidades mentales y sociales más que por la violencia o el uso de la fuerza. Es por esa razón que debe sorprendernos el tiempo que ha transcurrido sin que nos moleste o indigne la represión y el uso de la fuerza para disminuir a la mujer.

Hay que reconocer también que la ciencia es la que mejor provecho la ha sacado al poder. Cada avance de la ciencia ha sido una oportunidad para cosechar o adquirir nuevos poderes. Particularmente, la tecnología ha sido considerada una fuente constante de poder para la ciencia. Concluye este autor que en realidad importa poco si algo es cierto o verdadero, lo importante es que nos confiera poder. La prueba real del conocimiento es su utilidad, un saber que nos permita hacer cosas. La ciencia al servicio del poder.

Por otra parte, los programas de investigación vinculados a las corrientes críticas desde la descolonización y desde las ciencias complejas han tomado mucho mayor fuerza en los últimos treinta años. Ha sido una época propicia para llevar a cabo una revisión del concepto de poder. El tránsito de una sólida estructura social hacia lo que Bauman ha denominado una sociedad líquida ha exigido una relocalización de lo que el poder implica en el mundo y en las sociedades.

A partir de Foucault los estudios sobre el poder se dividieron entre quienes focalizaron sus trabajos sobre el conjunto de relaciones que generan una atmósfera de poder y que permite la dominación de unos grupos sobre otros. Pero, también, se mantuvo una corriente de trabajos que siguen considerando al poder como un recurso material o inmaterial al que es necesario acceder, mantener y expandir.

En este contexto, para Maldonado y Eschenhagen (2018) la educación siempre ha sido una fuente de poder. A lo largo de la historia hay innumerables ejemplos en donde la educación ha sido el elemento distintivo del poder. Señala, por ejemplo, que, en el Egipto antiguo, después del Faraón, el puesto de mayor importancia recaía sobre el escribano. Eran el símbolo del poder, la educación y el conocimiento.

De manera tal que, a través de sus investigaciones revelan que no es posible identificar un proyecto social, cultural, religioso o político cuyo eje fundamental no haya sido la educación. La educación para estos autores es una fuente que permite la conservación del poder y el statu quo.

En otro de los trabajos de Maldonado (2017) basándose en los elementos del biopoder y la disciplina este autor afirma que, en efecto, tales mecanismos del poder constituyen formas en que la dominación de unos grupos sobre otros ha sido posible. La disciplina de los mecanismos de poder se apropió de los cuerpos, de los sexos, de los lenguajes y otras muchas expresiones.

Sin embargo, para Maldonado hay un aspecto que los estudios de Foucault con toman en cuenta sobre los mecanismos de poder. Se acepta como una verdad absoluta que el poder disciplina, que el poder es una especie de ortopedia sobre el cuerpo del ser humano para domesticarlo. La cárcel, el hospital, las reglas en el hogar, las instituciones del Estado, la escuela no eran otra cosa que mecanismos disciplinarios que se ejercían sobre los seres humanos.

Sin embargo, se plantea que también la educación puede ser una herramienta para la indisciplina. La disciplina en Foucault señala, Maldonado, no es otra cosa que el reforzamiento de los esquemas racionales que impuso la modernidad.

El argumento principal de Maldonado radica en plantear a la educación como el mecanismo que lejos de disciplinar, genera todo lo contrario, la indisciplina. Solo dentro de una educación compleja se podrán construir currículas no lineales, con lo cual se dejaría de educar para el análisis y la compartimentación y se darían saltos hacia la indisciplina. Complejizar la educación, advierte este autor, es impulsar la indisciplina hacia la emancipación y hacia una visión de las relaciones de poder menos jerarquizadas.

Para Burgos (2014), en la actualidad hay una expresión del poder que está penetrando el sistema neocapitalista de dominación que consiste en la destrucción de la naturaleza y, además, transformando las conciencias de las personas en la sociedad simplemente en consumidoras. Incluso las instituciones educativas han perdido el rumbo y replican los esquemas de dominación y exclusión globales. Las nuevas formas de dominio sobre el ser humano opacan la educación.

En este sentido, Burgos sugiere que es indispensable una bioeducación como contrapeso al biopoder, pero que, a diferencia de los mecanismos de poder, los dispositivos de seguridad, la disciplina, lo que articular la bioeducación es el corazón. Este modelo, podría dar vida a un conjunto de relaciones maestro-discípulo-ecología-medioambiente, que se articulen con todos demás sistemas que afectan la educación. Formar un ciudadano, una ciudadana desde otra perspectiva del poder y de su relación con las demás personas y su entorno.

Marañón (2014) explora otro enfoque para analizar el poder se ha estado planteando desde la teoría de la colonialidad del poder. Esto significa que, a partir del Siglo XVI el mundo quedó sujeto al modo de vida capitalista y colonial y, que, consolidó una estructura de dominación sobre la base del racismo.

Esta forma de estructurar las relaciones de poder es totalmente contradictoria con los planteamientos de la modernidad (libertad, bienestar e igualdad social). Al contrario, ha generado una enorme presión creciente y destructora sobre la naturaleza, poniendo en riesgo la vida misma sobre el planeta. El principal rasgo del poder en el mundo es la colonialidad.

La colonialidad consiste en un conjunto de estructuras de dominación, explotación y conflicto que se organizan alrededor del capital, la modernidad, la colonia y el eurocentrismo. Estos elementos tejen una trama de estructuras y relaciones de poder en donde ninguna de ellas es capaz de tener control sobre la otra.

Esta trama de relaciones se expresa con mayor énfasis en cinco ámbitos de la vida social de todo ser humano (el trabajo, la autoridad colectiva, el sexo/género, la intersubjetividad -conocimiento, memoria colectiva e imaginario social- y naturaleza).

Como resultado de ello, occidente se levanta como el referente de toda verdad, de toda construcción intelectual, filosófica, cultural, histórica, entre muchas otras, que paulatinamente le han dado sentido a la realidad social y que la colocan como la única verdad posible de reconocerse. De tal forma que toda la producción del conocimiento se articuló con las estructuras de poder para producir una única verdad.

De acuerdo con Marañón, frente a esta forma de articulación del poder global están emergiendo lo que se denomina “racionalidades alternativas” que intentan poner a revisión la forma en que se construye el conocimiento hegemónico y las relaciones de poder que dicho conocimiento legitima.

Uno de los argumentos básicos de estas nuevas racionalidades consiste en el planteamiento de un necesario reencuentro entre sociedad y naturaleza desde un punto de vista relacional y alejado de la dicotomía sujeto-objeto. En ese contexto, se plantea al Buen Vivir como el proceso mediante el cual la sociedad se reencuentra con la naturaleza.

El Buen Vivir, por tanto, plantea la necesaria emancipación global, descolonizadora contra toda forma de dominación racial y propone ejes indispensables para reconstruir el tejido social, el vivir, el sentir, el pensar, el conocer, en la forma de hacer economía, política, cultura, los elementos de una racionalidad liberadora-solidaria. El Buen Vivir es una práctica de vida que aplana las jerarquías impuestas mediante factores biológicos como el color de piel. 

Por otra parte, el planteamiento de Perlo (2017) consiste en afirmar que a lo largo de la historia el poder ha tenido un discurso imperativo. Se considera al poder como algo externo que influye para que tal o cual cosa pueda cambiar. Por lo general esta potencia se considera de forma jerárquica, es decir, que siempre viene de “arriba”.

Frente a esta concepción del poder como una potencia vertical, externa y monolítica, puede existir un planteamiento reticular del poder en donde la configuración de la jerarquía tienda a relativizarse.

El poder como una estructura vertical y monolítica que, además es externa, provoca un débil tejido en red que reduce las posibilidades de relaciones más estrechas, así como una fuerte disminución de los vínculos colectivas y potencia el trabajo en solitario y aislado. Dentro de la jerarquía las redes de poder difícilmente pueden emerger con potencia. Por supuesto, la jerarquía impide la autoorganización del poder, pues, siempre habrá vigilancia y castigo.

Para desmantelar los modelos jerárquicos de organización del poder es necesario reconocer la trama de la vida que configura el tejido social. El poder reticular emerge a partir de la organización de lo que esta autora denomina “posiciones relativas” que permiten la coevolución, el aprendizaje colectivo y el reconocimiento de la naturaleza heterárquica de las relaciones humanas.

Para Perlo, solamente dentro de una visión compleja de la vida es posible superar la visión jerárquica del poder, pues, la verticalidad impide comprender el desarrollo de la vida humana en su totalidad. La verticalidad responde a la visión fragmentada de la vida y pocas veces es capaz de mirar el entramado tejido conjunto. Esto significa observar y sentir las redes dentro de otras redes, como un tejido sin estructuras que indiquen arriba y abajo, malo o bueno, superior o inferior.

La naturaleza dentro de esta forma de comprender el poder es inasible y, a diferencia de Foucault, sí es autopoiética. Se trata de un conjunto de relaciones que no generan dependencia o relaciones coloniales, sino que estimulan la autonomía, la participación y la trama.

Desde otra perspectiva, en el análisis de Capra (1998), en la sociedad patriarcal el poder quedó en manos de la economía y la política, lo que generó sociedades muy cerradas sin posibilidades de explorar otras formas de poder más equilibradas.

El poder en este enfoque es dominación sobre las demás personas. La estructura social por excelencia fue jerárquica. Todas las relaciones sociales están cruzadas por la jerarquía, la economía, la política, lo militar, las corporaciones, la familia, en donde los hombres están por lo general situados en los niveles superiores. El poder se consideró algo normal en el hombre y algo anormal en la mujer.

Sin embargo, el poder alejado de la dominación y el ejercicio de la violencia puede ser comprendido como mera influencia. Las estructuras jerárquicas no son propicias para la influencia pues asumen solamente un tipo de verdad, que es vertical, por la tanto, la influencia no puede emerger. Mientras que la estructura en red es ideal para construir otro tipo de relaciones de poder. La visión ecológica de la sociedad es una oportunidad para realizar el cambio de estructuras verticales hacia redes en la organización de la sociedad.

Para Quijano (2014), desde los enfoques de la descolonización, la globalización como patrón de poder global inició su configuración con la construcción de lo que ahora llamamos América y del capitalismo colonial y eurocéntrico. La raza como mecanismo de ordenamiento del mundo dividió entre superiores e inferiores. Fue la forma de dominación colonial que permeó todas las dimensiones de la sociedad en las colonias. 

La población pues sufrió la disciplina colonial cuya principal característica fue la discriminación por raza. La otra forma de control fue el trabajo que, tuvo desde el trabajo esclavizado hasta el trabajo organizado bajo el esquema capital-trabajo-asalariado. La tercera forma de dominación fue el eurocentrismo. La hegemonía europea disciplino la cultura, la política, el conocimiento, las subjetividades entre otras muchas áreas más.

Una de las características fundamentales del análisis de Quijano reside en los efectos de la disciplina colonial sobre las personas. A diferencia de Foucault, quien afirmó que el poder disciplina, en este caso, la disciplina colonial despojó, vació al ser humano. En América el poder colonial despojó de sus identidades a todos los pueblos originarios.

La nueva identidad impuesta por el dominio colonial fue de orden racial, colonial y negativo. El poder los vació de su propia historia y fueron condenados a no ser, sino solo en la condición de inferioridad. La consolidación del poder en colonias, primero y en republicas, después, implicaron que la identidad de los pueblos originarios quedara en el pasado. Lo moderno y liberal sería de otra forma.

De su lado, Hathaway y Boff (2009) proponen que el objetivo de la economía global, en su forma actual, consiste en potenciar al máximo la riqueza y el poder de sus élites; pero que, al mismo tiempo, existe una propuesta que apunta hacia el ecodiseño, cuyo principal elemento es potenciar al máximo la sostenibilidad del tejido de la vida. Sin embargo, estos dos escenarios se encuentran en la actualidad enfrentados.

El tránsito de una visión del poder hacia otra significa, en primer lugar, una reconceptualización de la naturaleza misma del poder, no como control, sino como una potencialidad creativa entretejida por los vínculos de la mutua influencia.

El sistema económico vigente ha generado una estructura de poder que posee las siguientes característicos: a) adicción al crecimiento sin límites; b) comprensión deformada del desarrollo; c) creciente sumisión a la dominación corporativa; d) confianza en la deuda y en la especulación como generadores clave del beneficio; e) tendencia a monopolizar el conocimiento e imponer una cultura global uniforme; f) confianza en el poder como dominación, incluidas la potencia militar y la violencia.

En este contexto, el poder se entiende como un proceso de dominio sobre la Tierra. La tecnología es el medio que contribuye a expandir la dominación y las corporaciones transnacionales sus principales vectores. Sin embargo, desde una visión ecosistémica, es posible comprender que la riqueza es un elemento fundamental para la comunidad en la medida que está difundida de manera amplia. Cuando el poder está descentralizado es posible encontrar sociedades en donde no hay dominio de unos grupos sobre otros.

Estos autores muestran la contraposición de dos vertientes del poder. Por un lado, el poder sobre y por otra parte el poder-con y el poder-de-dentro. El poder-sobre se describe quizá mejor como poder que restringe y controla. El poder-sobre tiende a organizarse de manera jerárquica y funciona a través de sistemas de autoridad y de dominación. Es la clase de poder que permite al capitalismo patriarcal apropiarse de la producción por medio de la explotación.

Por otra parte, el poder-de-dentro es el poder que sustenta la vida: el poder de la creatividad, el poder de curación, el poder del amor. Se experimenta de manera especial dondequiera que la gente actúa en colaboración para oponerse al control del poder-sobre. Mientras que, el poder-con consiste en influir o, también, es el poder-como-proceso. Su fuente reside en la disposición de otros a escuchar nuestras ideas. Es el poder-con el que posibilita la acción en concierto o colaboración para formar organizaciones verdaderamente participativas.

Estas tres visiones no interactúan de manera aislada, sino su acción se expresa como un conjunto de mecanismos en el sentido que Foucault lo ha expuesto. Así las cosas, el poder-de-dentro podría representarse en forma de nodos donde se origina el poder; el poder-con, como líneas que conectan a los individuos y grupos por medio de la influencia; y el poder-sobre, como barreras que bloquean las relaciones del poder-con, a la vez que reprimen el ejercicio del poder-de-dentro.

La liberación del poder sobre, para avanzar hacia el poder-con y el poder-de-dentro solo puede hacerse en comunidad y no puede basarse en estructuras opresoras ni en desigualdades de poder y respeto, sino en comunidades basadas en la colaboración, en el común empeño en el crecimiento humano y la acción transformadora.

Finalmente, la cosmología será propicia para la liberación en el tanto contribuya a abandonar la idea de un universo atomista, que puede entenderse a partir de la fragmentación de sus partes e ir adoptando una visión que comprende que el universo es eminentemente relacional e interconectado. Con ello, una visión diferente del poder más allá de la dominación.

La epistemología del sur es el enfoque desde analiza el poder de Sousa Santos (2010). Este autor concibe al poder como un mecanismo global para generar ausencias. En ese contexto, De Sousa Santos distingue cinco modos de producción de ausencia o no existencia: el ignorante, el retrasado, el inferior, el local o particular y el improductivo o estéril. A este análisis lo denominó sociología de las ausencias.

El primer modo de ausencia, el ignorante, deriva La primera lógica deriva de la monocultura del saber y del rigor del saber. Es el modo de producción de no existencia más poderoso. Todo lo que el canon no legitima o reconoce es declarado inexistente. La no existencia asume aquí la forma de ignorancia o de incultura.

El segundo modo de generar ausencia basa en la monocultura del tiempo lineal, la idea según la cual la historia tiene sentido y dirección únicos y conocidos. Es decir, el tiempo es lineal y al frente del tiempo están los países centrales del sistema mundial y, junto a ellos, los conocimientos, las instituciones y las formas de sociabilidad que en ellos dominan. Esta lógica produce no existencia declarando atrasado todo lo que, según la norma temporal, es asimétrico con relación a lo que es declarado avanzado.

La tercera forma en que el poder produce ausencia es la del inferior. La tercera lógica es la lógica de la clasificación social, la cual se asienta en la monocultura de la naturalización de las diferencias. Consiste en la distribución de las poblaciones por categorías que naturalizan jerarquías. Quien es inferior lo es porque es insuperablemente inferior y, por consiguiente, no puede constituir una alternativa creíble frente a quien es superior.

La cuarta manera de fabricar ausencia es el local (o particular). Es la lógica de la escala dominante. En los términos de esta lógica, la escala adoptada como primordial determina la irrelevancia de todas las otras escalas posibles. Se trata de la escala que privilegia las entidades o realidades que extienden su ámbito por todo el globo y que, al hacerlo, adquieren la prerrogativa de designar entidades o realidades rivales como locales. Las entidades o realidades definidas como particulares o locales están aprisionadas en escalas que las incapacitan para ser alternativas creíbles a lo que existe de modo universal o global.

La última manera de producir no existencia es el improductivo y estéril. Consiste en se asienta en la monocultura de los criterios de productividad capitalista. La no existencia es producida bajo la forma de lo improductivo, la cual, aplicada a la naturaleza, es esterilidad y, aplicada al trabajo, es pereza o descalificación profesional.

Todas ellas son formas de dominación producidas y legitimadas por un Eurocentrismo científico, avanzado, superior, global y productivo. De ahí la necesidad de plantear una sociología de las emergencias que consiste en la investigación de las alternativas que caben en el horizonte de las posibilidades concretas.

Referencias

Capra, Fritjof. (1998) La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Anagrama. Barcelona.

De Sousa Santos, Boaventura (2010). Descolonizar el saber, reinventar el poder. Ediciones Trilce-Extensión universitaria, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.

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Foucault, M. (2009). Vigilar y castigar. Siglo XXI Editores, México.

Foucault, M. (2009). El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Siglo XXI editores, Buenos Aires.

Gaitán García, Ángel. (2009). La distancia de poder: una historia ateniense. Comunicación Y Ciudadanía, (2). Recuperado a partir de https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/comciu/article/view/1842

Harari, Yuval N, (2019). ¿Por qué la ficción triunfa sobre la verdad? New York Times, opinion. https://nyti.ms/2Mc4Mfj

Harari, Yuval N. (2014). De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Editorial Debate, Madrid.

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Maldonado, C. y Eschenhagen, M. L. (2018). Epistemologías del Sur para Germinar Alternativas al Desarrollo. Editorial Universidad de Rosario, Argentina.

Marañón, B. (2014). BuenVivir y descolonialidad. Crítica al desarrollo y la racionalidad instrumentales, UNAM, México.

Perlo, Claudia (2017). Autopoiesis y poder De la jerarquía a la trama de la vida. Enfoques · enero–junio. Volumen XXIX. N.º 1, Pp. 105–121.

Quijano, Anibal. (2014). En: Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires: CLACSO, 2014.

Sartori, G. (2012). Cómo hacer ciencia política. Taurus, España.