En las últimas décadas, la industria de la moda ha sido constantemente cuestionada por las condiciones laborales a las que sujeta a sus trabajadoras; contradiciendo así los elementos de “espectáculo” que la caracterizan, como lo son su imagen en redes sociales, eventos sociales (alfombras rojas, campañas, pasarelas, etc.), la alta costura, entre otros. Es ante ello, que se evidencia una clara invisibilización de las condiciones laborales de estas trabajadoras al mostrar productos con características ostentosas e inalcanzables. Sin embargo, esta problemática va mucho más lejos, ya que la industria de la moda transmite y comunica mensajes de empoderamiento para la compra de sus productos, pero en el trasfondo de la práctica de confección y creación de estos productos, desempodera a las mujeres con la precarización de condiciones laborales y violación de derechos humanos.
La red social “Instagram” como medio de empoderamiento en la industria de la moda
Después de la crisis financiera del 2008, la industria de la moda enfrentó una problemática clave: ¿Cómo convencer a los consumidores de la moda y de artículos de lujo, para que compraran? Esto, a causa de que los precios de esta industria no son bajos y, por lo tanto, las personas tenían diversos ingresos y prioridades en las cuales invertir. Es frente a esto, que se comienzan a utilizar las redes sociales como una estrategia de mercadeo para atraer las emociones de los clientes, inculcando así la idea capitalista por medio de imágenes y campañas en una pantalla de un celular o computadora. Es ante ello, que el consumidor siente la necesidad de obtener estos productos de moda con la intención de adquirir un estatus o satisfacción sentimental a través de patrones de necesidad de un consumo continuo y adquisición de posesiones materiales, para el desarrollo de una imagen personal y social distintiva. Por lo tanto, actualmente, el empresario en la industria textil no necesita únicamente algodón para confeccionar la ropa, sino que requiere de estos medios tecnológicos para comunicar el ideal de “espectáculo” de sus productos para que estos sean adquiridos; puesto que los usuarios continúan siendo el principal recurso de su modelo de negocio.
Un ejemplo de estos medios tecnológicos es la red social Instagram, la cual ha conllevado a que personas en la industria de la moda, la denominen como “transformadora”, porque ha llegado a definir la moda por la forma en la que se informa, comparte y consume [1]. Además, para sustentar este argumento, Eva Chen, ex editora de Teen Vogue, comenta cómo esta red social ha brindado una plataforma a las personas que habrían sido ignoradas por medios convencionales, especialmente, aquellas que no “encajan” en el molde de belleza de Hollywood:
Cuando veo que los diseñadores usan modelos más curvas o con capacidades diferentes, o trabajan con bellezas 'poco convencionales', creo que es lo sorprende de Instagram, ya que es una comunidad de 800 millones de personas que dicen: '¿Por qué debería haber una definición de convencional?' (…). Creo que el sentido global de la belleza se atribuye mucho a Instagram. [2]
Es decir, el papel de Instagram en la industria de la moda es transmitir por medio de imágenes y mensajes en sus campañas, la importancia de modelos “más curvas” o bellezas “poco convencionales” para vender los productos con un mensaje de empoderamiento hacia los consumidores. Entre las marcas de la industria de la moda que se destacan por hacer campañas con este mensaje de empoderamiento se encuentran:
Reebok - #BeMoreHuman
Fuente: Página Oficial Reebok Instagram - @reebok [3]
H&M – She’s a Lady
Fuente: Página Oficial H&M Instagram - @hm [4]
Nike – Dream Crazier
Fuente: Página Oficial Nike Instagram - @nike [5]
Es ante esto, que, en el siglo XXI, el fetichismo de los productos es clave para que la sociedad capitalista permanezca en una actividad electrónica constante, convirtiéndose así en una necesidad cultural. Asimismo, se puede decir, que la mercancía con masa y volumen ha sido remplazada por la imagen de la mercancía. Sin embargo, estas mercancías que se promocionan con un mensaje de empoderamiento, desempoderan a sus trabajadoras con condiciones laborales desfavorables; condiciones que se invisibilizan cada vez más en una sociedad altamente conectada.
La economía feminista y las condiciones laborales en la industria de la moda
El mensaje de la industria de la moda de empoderar a las mujeres es constante en sus campañas en redes sociales, no obstante, ¿es esta industria consecuente con su discurso de empoderamiento cuando se trata de las condiciones laborales de las mujeres que trabajan en la confección y producción de esta mercancía?
La cantante estadounidense Beyoncé, ha sido caracterizada en su trayectoria musical como una mujer con mensajes feministas y ropa de lujo, con una gran cantidad de seguidores alrededor del mundo. En 2016, fundó su marca Ivy Park, conllevando a que sus seguidores la apoyaran instantáneamente sin cuestionarse el origen de las condiciones laborales detrás de su ropa de empoderamiento femenino. Sin embargo, se afirma que “Beyoncé estaba trabajando con mujeres de Sri Lanka con 60 horas a la semana para coser leggings de $200 por menos de un salario digno; estaba pagando a sus trabajadoras $ 6.19 por la confección y además en las fábricas había denuncias de abuso y explotación” [6]. De esta forma, se evidenció cómo, la visión globalizada del empoderamiento de las mujeres que sustenta la industria de la moda y su ética se ve ensombrecida por la condición igualmente globalizada de la precariedad económica de las mujeres.
A partir de lo expuesto anteriormente, se evidencia un patrón inconsecuente en la industria de la moda, de lo que se “ve”, con lo que “hay detrás”. Primero, las imágenes de las campañas, utilizan la imagen de mujeres de distintas contexturas, colores de piel, deportistas, cantantes, modelos, activistas transgénero, actrices, en conjunto de mensajes de empoderamiento como: “iguales, pero diferentes” , “únete a las mujeres que hacen cambios”, “se todo lo que quieras ser”, “eres suficiente, no necesitas nada para completarte”, “es solo un sueño loco hasta que sea una realidad”, “un sueño loco puede hacer muchas cosas, puede desafiarte, presionarte, evitar que renuncies”. Segundo, casos como la marca Ivy Park de Beyoncé, en donde por la reputación de la artista, se encubren las condiciones laborales de las trabajadoras.
Es con lo mencionado anteriormente, que la industria de la moda se centra en la producción capitalista, y por ello, debate ampliamente aspectos relacionados con la productividad, eficiencia, salario, división del trabajo, etc.; no obstante, siempre se refiere al empleo e ignora la producción realizada en el hogar; la cual es la realidad de muchas mujeres que trabajan en esta industria, y lo que, desde la economía feminista se denomina como los peligros de legitimar la desigualdad existente en este campo [7]. Asimismo, respecto al análisis de la posición social y económica de estas mujeres, se destaca que, históricamente, el trabajo en la industria textil, ha sido uno de los medios principales para generar ingreso, por su habilidad en la materia de confección, sin embargo, estas mujeres tienen escasas opciones para ser personas independientes y a ello se le suma su trabajo no remunerado en el hogar, el cual, desde la economía feminista, se define como una doble jornada de trabajo [8].
Por otra parte, mientras a las trabajadoras en la industria de la moda no se les otorga contratos estables, con horarios a corto plazo y despidos temporales, los gerentes y administradores de la compañía tienen beneficios monetarios [9]. Es así como se plantea que, de reducir esos beneficios en un pequeño porcentaje, las trabajadoras podrían conservar sus trabajos. Sin embargo, estos términos laborales precarios también son un efecto directo de la globalización en la industria textil y de la confección; ya que, la producción de ropa se vuelve más importante que las trabajadoras. No obstante, es un hecho que la dimensión de género en el comercio internacional afecta en mayor medida a los países menos industrializados, particularmente en la relación entre exportación, empleo femenino y salarios de las mujeres [10]. Por lo tanto, se deben de implementar tres tipos de reformas para cambiar la situación de las mujeres: equiparar los salarios femeninos a los masculinos cuando ambos realizan iguales trabajos; abrir nuevos campos de trabajos para las mujeres además de los ya feminizados como es la industria textil; y eliminar la desigualdad en derechos entre mujeres y hombres [11].
A pesar de ello, la figura de “empoderamiento” se declara regularmente en las campañas de la industria de la moda, al mismo tiempo que las marcas de moda “desempoderan” trabajando con mano de obra de fábricas que no garantizan derechos humanos para sus trabajadoras. Son estas fábricas no reguladas, las que facilitan el flujo global de capital, sin embargo, obstruyen la circulación de los derechos o estándares globales de responsabilidad de la industria. El “empoderamiento” se utiliza como vía para colocar la ropa como un espectáculo en redes sociales, en un doble discurso, al desfavorecer la vida laboral de las mujeres en sitios como Bangladesh.
La teoría del espectáculo
El espectáculo, conocido como, la noción de que la mercantilización se ha vuelto omnipresente e impulsada por la imagen se alinea con la crítica de Marx de las formas de mercancía y su valor, al interpretar que la sociedad del espectáculo tiene la intención de representar el valor de cambio más allá [12]. Es decir, el espectáculo representa un fetichismo donde tanto la mercancía, como el dinero y el capital intentan de liberarse de los valores de uso y persistir más allá de la relación constitutiva del intercambio.
El “espectáculo integrado” de Debord, se define como un espectáculo que se ha extendido hasta el punto donde ahora impregna toda la realidad, un espectáculo que Marx señala como una mercancía que debe poseer un valor de uso para servir como sustrato del valor de cambio:
La mercancía solía ser una cosa material; ahora es un evento espectacular. El espectáculo es la mercancía que ha dejado su cuerpo material en la tierra y se ha elevado a una nueva presencia etérea. Uno no compra objetos; uno compra imágenes conectadas a ellos. Uno no compra la utilidad de los bienes; uno compra la experiencia evanescente de la propiedad. En todas partes, uno compra el espectáculo [13]
Las mercancías almacenan un valor objetivo y depende de la sociedad del espectáculo, el valor que estas obtengan. En el caso de la industria de la moda, el precio se ve definido por medio del capitalismo de las imágenes de campañas en redes sociales, ya que mueven a las personas más allá del fetichismo “normal”, transformando la realidad cotidiana de las condiciones laborales de las mujeres que trabajan en esta industria, en la ficción de un momento de intercambio, para preservar la experiencia de intercambio más allá del proceso en sí. Lo anterior, conlleva a que las personas acumulen variedad de mercancía valiosa sin obtener satisfacción de los objetos mismos; ubicando el valor en el hecho objetivo, sin ninguna consecuencia personal, al mismo tiempo que son parte del proceso de desempoderamiento de las condiciones laborales de las trabajadoras que confeccionan esta mercancía, por su peramenencia en el ideal del “espectaculo”.
Reflexiones finales
A modo de conclusión, la industria de la moda es caracterizada por un “espectáculo” en donde sus trabajadoras tienen condiciones laborales precarizadas, que son maquilladas por la cultura de autorrealización y empoderamiento que se promueve sistemáticamente en esta industria. Son las malas condiciones de trabajo, los bajos salarios, los horarios de trabajo largos e irregulares, con poca iluminación, sin ventilación y pocas precauciones de seguridad, características compartidas de todos los segmentos de la industria de la moda, que desmpoderan a las mujeres que trabajan para ella. No obstante, son las imagénes de estos productos en campañas, en este caso de estudio en especifico, en Instagram, las que se encuentran diseñadas para mostrar reacciones emocionales en las personas, para que adquieran estos productos, sin cuestionarse el contexto en el que fueron creados.
Es de esta forma que, se presenta una contradicción evidente en la industria de la moda, en donde la “identidad” se vuelve una necesidad primaria en las campañas de mercadeo, justamente al mismo tiempo que los insumos de esta identidad, fueron producidos en condiciones de explotación laboral. De este modo se suma, la convergencia de la teoría del espectáculo y la economía feminista, con el fin de evidenciar las condiciones laborales invisibilidadas de la industria de la moda por la apariencia, idealización e imagen que se le atribuye. Asimismo, cabe destacar, que ha habido luchas por parte de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) contra estas prácticas de la industria de la moda, sin embargo, es una problemática que continúa siendo invisible para muchos consumidores, por lo inmersos que se encuentran en el sistema capitalista y el valor de los productos que adquieren.
Por último, hay que destacar que son las condiciones de globalización y medios de comunicación los que han cooperado para que esta problemática sea visibilizada, pero, a pesar de ello, estas prácticas no han sido por completo eliminadas. Por consiguiente, es con la economía feminista que se puede trabajar por mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras en la industria de la moda, para que el empoderamiento no quede solamente en el mensaje comunicado por medio del “espectaculo” en redes sociales, si no que sea un mensaje determinante en TODOS los accionares y procesos de la industria de la moda.
Notas
[1] Asmed, O. (2 ded mayo de 2019). How Instagram transformed the fashion industry. The Homegrown Issue no. 355, Spring 2019. Recuperado de https://i-d.vice.com/en_uk/article/bj9nkz/how-instagram-transformed-the-fashion-industry
[2] Ibid.
[3]Reebok. (2018). #BeMoreHuman [Instagram]. Recuperado de https://www.instagram.com/reebok/
[4] H&M. (2016). #LadyLike [Instagram]. Recuperado de https://www.instagram.com/hm/
[5] Nike. (2019). Dream Crazier [Instagram]. Recuperado de https://www.instagram.com/nike/
[6] Khan, R. (2019). ‘Be creative’ in Bangladesh? Mobility, empowerment and precarity in ethical fashion enterprise. Cultural Studies, 33(6), p. 1029-1049, DOI: 10.1080/09502386.2019.1660696 (p. 1029)
[7] Carrasco, C. (2006). La economía feminista: una apuesta por otra economía. En M. J. Vara (Ed.), Estudios sobre género y economía (pp. 29-62). Madrid: Akal.
[8] Ibid.
[9] Tager, S. (18 de abril del 2016). Women in the Global Clothing and Textile Industry. Carolina del Norte, Estados Unidos: Program in International Comparative Studies Duke University.
[10] Op. Cit.
[11] Op. Cit.
[12] Worrell, M. (2009). The Cult of Exchange Value and the Critical Theory of Spectacle. Fast Capitalism, 5(2), p. 31-39
[13] Ibid.