Alrededor de 3 billones de personas estuvieron haciendo cuarentena por causa de la Pandemia del Covid-19 (SARS CoV-2) a finales de marzo[1]. Pero el #quedatecasa no aplica por igual para toda la población, y en Brasil las personas no indígenas podrían estar aprovechando la difícil coyuntura global para usurpar aún más tierras: ¿#invadirotrascasas?
Si los incendios y la deforestación del año pasado fueron preocupantes, este año el panorama parece igual o peor. En el mes de abril suele iniciar la estación seca en el Amazonas, y con ello un repunte de la deforestación y de los incendios forestales[2]. Este año, sin embargo, la preocupación por la Pandemia del Covid-19 ha hecho que el cuerpo institucional encargado de la protección de áreas protegidas y territorios indígenas haya tenido que limitar la acción de sus trabajadores.
El riesgo a la salud es un tema serio y es necesario tomar acciones para garantizar ese derecho. El problema está en que, el inicio de la estación seca, la reducción de la vigilancia debido a la atención de la emergencia del Covid-19 y la atención global puesta en el coronavirus conforman la fórmula perfecta para las personas no indígenas continúen usurpando territorios y deforestando el Amazonas. Esto lo saben quienes habitan y protegen el Amazonas, “Los invasores saben que esta enfermedad está debilitando los cuerpos de inspección aún más”, apunta un habitante del territorio disputado territorio de Uru-eu-wau-wa[3].
Empoderados por el discurso de la administración Bolsonaro, la invasión a los territorios indígenas parece inminente. Por eso, además de tener que preocuparse por el contagio del Covid-19, la población indígena debe preocuparse por la usurpación y consecuente destrucción de la naturaleza, su hogar. Esta situación parece repetirse constantemente en la historia de Brasil, y ha preocupado al mundo durante décadas. El gran riesgo es que, de no revertirse este problema, el Amazonas podría alcanzar un “punto de no retorno” en el cual gran parte de su territorio podría convertirse en sabana y, con ello, pasaría de ser un sumidero de carbono global a un importante emisor, y acelerando exponencialmente el cambio climático.
¿Podríamos estar cerca, entonces, de la extinción del Amazonas? Si es así, ¿cómo evitar que suceda?
El peso de la historia brasileña: cinco siglos de opresión
Para comprender la situación actual es necesario reconocer que la destrucción del Amazonas está estrechamente relacionada con la opresión indígena y, como se evidencia más adelante, lo contrario también es cierto: la preservación del Amazonas requiere de la protección de las poblaciones indígenas. En ese sentido, la explotación de la selva amazónica y la opresión indígena tienen un peso histórico de cinco siglos.
La conceptualización del Amazonas como un territorio lleno de riquezas puede rastrearse hasta la época colonial, donde historias como “El país de la canela” y “El Dorado” se colocan como algunas de las narrativas más representativas sobre la riqueza de recursos naturales en esa región[4], popularidad que permanece hasta la actualidad (Disney le dedicó en el año 2000 una película a “El Dorado”). Esto fue un interés principalmente colonialista hasta que, como resultado de la independencia brasileña en 1822, la explotación de los recursos naturales del Amazonas pasó a estar en manos mayoritariamente en las manos de las élites nacionales brasileñas, que hicieron de la defensa de la soberanía uno de los objetivos la política interna del país[5], pero igual en detrimento de la naturaleza y los pueblos indígenas.
Más adelante, entrado el Siglo XX, los avances en tecnología e infraestructura facilitaron la progresiva “entrada” en el Amazonas. En 1940, el presidente de Brasil Getulio Vargas propuso una “marcha al oeste”, refiriéndose a la conquista absoluta de la Amazonía brasileña. Con el paso de los años, la explotación del Amazonas por parte de las élites brasileñas iría aumentando su ritmo[6].
En ese contexto empieza a surgir la preocupación internacional por el Amazonas, que se consolidó en los años ochenta[7]. El asesinato del activista Chico Mendes el 2 de diciembre de 1988 ocasionó conmoción a nivel mundial, años en los Paul McCartney le dedicó How many people a la lucha indígena en la región y Sting visitó a algunos activistas indígenas, fiel reflejo de la “mirada” internacional en el Amazonas. Y, en ese mismo año, el periódico estadounidense The New York Times ya expresaba su preocupación sobre los efectos de la sobreexplotación del Amazonas en el sistema climático global, con especial preocupación en los incendios forestales provocados por la actividad humana[8].
Pero no es sino hasta 2004 que Brasil comienza a reducir su tasa de deforestación y mejorar su arquitectura institucional para la protección del ambiente y los pueblos indígenas[9]. Entre el 2004 y el 2012, la tasa de deforestación disminuyó considerablemente, cerca del 70%, evitando una emisión del 12% en las emisiones de carbono globales[10]. La principal agencia de protección ambiental, Ibama, fue considerablemente fortalecida, y la esperanza por la recuperación del Amazonas y la población indígena parecía un objetivo viable.
Lamentablemente, ese proceso se comenzó a revertir a partir del 2012 debido a, entre otros factores, la aprobación del congreso brasileño de un nuevo código forestal que dio amnistía a quienes habían participado en actividades de deforestación ilegal antes del 2008. Una acción que refleja el retroceso que empieza a experimentar la protección ambiental en Brasil, y cuyo resultado fue un fuerte incremento de la tasa de deforestación entre el año 2014 y el 2018[11].
Esta tendencia se acelera rápidamente con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia, su alianza de Bolsonaro con los “ruralistas” (partido que desde su fundación se ha dedicado a debilitar la protección ambiental en Brasil) posicionó la explotación amazónica dentro de sus prioridades en la agenda política. En el día uno de su presidencia emitió una medida provisional (Medida Provisório 870) que trasladaba la competencia de la demarcación de territorios autónomos indígenas (436 actuales y 120 en estudio) y áreas protegidas del FUNAI (Fundación Nacional del Indio) al Ministerio de Agricultura[12], movimiento que fue posteriormente frenado por la cámara baja del Congreso de Brasil [13].
El camino por el que se dirige el Ejecutivo actual ha acelerado la deforestación y ha empoderado a los sectores interesados en acaparar los territorios indígenas y áreas protegidas. Entre la mitad de 2018 y la mitad de 2019, la deforestación en el Amazonas aumentó casi un 88% en relación con el año anterior [14]. Solamente en enero de este año, la deforestación aumentó alrededor de 108% con respecto al 2019[15]. Con lo cual, parece ser que el “respiro” que tuvo el Amazonas y sus pueblos entre el 2004 y el 2012 se ha acabado.
Así las cosas, el “peso” histórico de cinco siglos de explotación en Brasil parece avanzar a pesar de los esfuerzos llevados a cabo en las últimas décadas. Pero de no revertirse este proceso, la humanidad y el planeta podrían estar en un grave riesgo.
¿Crónica de una muerte anunciada?
Fue a inicios del milenio cuando el químico y premio Nobel de química Paul Crotzen acuñó el concepto “Antropoceno[16]”, la era geológica en la que los humanos son el actor dominante en el sistema ambiental global[17]. En otras palabras, la actividad humana es el factor más influyente en los cambios del planeta, y los ejemplos abundan; desde la apertura de la capa de ozono, la casi completa desaparición del Mar Aral [18] o el daño irreparable a un cuarto de los arrecifes corales del mundo[19], la presión humana sobre los ecosistemas a nivel global supone el riesgo de su desaparición.
Desde esta lógica, la pregunta fundamental es: ¿cuánta deforestación puede soportar el Amazonas antes de que sea muy tarde?
El Amazonas tiene un rol fundamental en el ciclo de carbono global, así como en el sudamericano, en especial porque funciona como un sumidero de carbono. Actualmente, solo el Amazonas es responsable de un cuarto del total de 2.4 millones toneladas de carbono que absorben los bosques del planeta anualmente, pero esa capacidad va en decadencia[20]. Igualmente, el ciclo hidrológico Amazónico es el elemento articulador de la región, alimentando un complejo sistema de acuíferos y aguas subterráneas, que puede abarcar un área de casi 4 millones de km2 y que regula el clima de la región.
Por más de 50 años, la comunidad científica ha sabido que dicho ciclo hidrológico depende de la transpiración del bosque, que ocurre principalmente a través de las hojas de los árboles y la evaporación de otras superficies. Ese proceso de transpiración (evaporación y condensación) aporta cerca del 20% del agua de la cuenca del Amazonas y determina las lluvias en la región[21]. Además, la humedad producto de ese proceso es un eje fundamental y parte integral del sistema climático continental, e incluso provee importantes beneficios para la agricultura de casi todos los países de América del Sur (los Andes bloquean la entrada de humedad a Chile[22]).
Por esta razón, es como expertos como Antonio Donato Nobre, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) explicó que “El cuadrilátero formado entre el centro-sur de Brasil y la cuenca del Río de la Plata sería un desierto si no fuera por el Amazonas[23]”.
En ese sentido, Carlos Nobre y Thomas Lovejoy[24] señalan que esa armonía de ese delicado sistema está en jaque. La combinación del cambio climático, la deforestación vinculada con los agronegocios, y los incendios forestales, pueden afectar tanto el Amazonas que podría estar en ya proceso de convertirse en sabana. Los autores, además, señalan que las estaciones secas del Amazonas ya se registran más largas y calientes, y que la región ha experimentado ha habido un incremento en la frecuencia e impacto de las sequías (por ejemplo, en 2005, 2010 y 2015/2016).
Estas advertencias parecen cobrar cada vez más importancia en la comunidad científica. Pero el gran riesgo está en que, similar a lo narrado en la famosa novela de Márquez Crónica de una muerte anunciada, parece ser que todos los personajes de la historia, menos el “protagonista”, sabe el desenlace fatal que le espera. Brasil (el gigante sudamericano con alrededor de 60% del Amazonas dentro de sus fronteras) podría ser el mayor perjudicado. Eso sí, contrario a una novela de ficción, en el sistema climático global no existen “personajes”, la destrucción de una de sus partes afecta a la totalidad del sistema. La extinción del Amazonas es una amenaza existencial para la vida en el planeta.
¿Cómo solucionar este problema?
Brasil camina por la cuerda floja; el inicio de la temporada de incendios en el Amazonas, la atención recibida por la crisis del Covid-19 y la disminución del monitoreo podrían ser una fórmula letal para el bosque amazónico y los pueblos indígenas. Cinco siglos de explotación de los recursos naturales y opresión a los pueblos indígenas parecen proyectarse con facilidad hacia un desenlace fatal para la naturaleza y su gente. Pero esto no puede ser una opción. En este escenario, el Amazonas pase de ser un sumidero neto de carbono a un emisor neto[25], su extinción irreversible, y con ello una aceleración del cambio climático.
La buena noticia es que la solución a este problema no es desconocida, más bien parece obvia y suena sencilla: proteger a los pueblos indígenas. Como se demuestra en Ding et al. [26], no es ninguna conjetura afirmar que la preservación del Amazonas requiere de la protección de las poblaciones indígenas. La solución no es militarizar la zona[27], no requiere de injerencia en la soberanía interna, ni se apoya en un argumento colonialista.
Evitar el “punto de no retorno” requiere del compromiso internacional por abogar por la protección de quienes han estado históricamente en el frente de la batalla, poniendo sus cuerpos para defender la naturaleza. Lo cual, sin duda, también es una invitación a mirar hacia “adentro”: ¿qué pasa con los pueblos indígenas en el país que habito? ¿Cómo su opresión contribuye a la destrucción de los ecosistemas que sustentan la vida en mi país y en el mundo?
Notas
[1] Nasralla, S., & Zhdannikov, D. (2020). IEA says global oil demand could drop 20% as 3 billion people in lockdown. Reuters. https://www.reuters.com/article/us-global-oil-iea-idUSKBN21D2V5
[3] Watts, J. (2020). Brazil: Coronavirus fears weaken Amazon protection ahead of fire season. The Guardian. https://www.theguardian.com/environment/2020/apr/03/brazil-amazon-protection-coronavirus-fire-season
[4] López, A. (2000). Environmental change, social conflicts and security in the Brazilian Amazon. Universidad de Oslo.
[5] Casaroes, G. (2019). Why Brazil believes the world wants to steal the Amazon [The Brazilian Report]. The Brazilian Report. https://brazilian.report/environment/2019/08/27/brazil-believes-world-wants-steal-amazon/
[6] Ibid.
[7] López, A. Op. Cit.
[8] Simons, M. (1988). Vast Amazon Fires, Man-Made, Linked To Global Warming. The New York Times. https://www.nytimes.com/1988/08/12/world/vast-amazon-fires-man-made-linked-to-global-warming.html
[9] Casaroes. Op. Cit.
[10] Brando, P. M., Soares-Filho, B., Rodrigues, L., Assunção, A., Morton, D., Tuchschneider, D., Fernandes, E. C. M., Macedo, M. N., Oliveira, U., & Coe, M. T. (2020). The gathering firestorm in southern Amazonia. Science Advances, 6(2), eaay1632. https://doi.org/10.1126/sciadv.aay1632
[11] Costa, C. (2020). Las principales amenazas para el Amazonas en cada uno de los 9 países que comparten la mayor selva tropical del mundo. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51377234
[12] Londoño, E. (2019). Jair Bolsonaro, on Day 1, Undermines Indigenous Brazilians’ Rights. The New York Times. https://www.nytimes.com/2019/01/02/world/americas/brazil-bolsonaro-president-indigenous-lands.html
[13] Mendes, K. (2019). Brazil’s Congress reverses Bolsonaro, restores Funai’s land demarcation powers. Mongabay Environmental News. https://news.mongabay.com/2019/06/brazils-congress-reverses-bolsonaro-restores-funais-land-demarcation-powers/
[15] BBC. (2020). Amazon deforestation remains high despite rains. BBC News. https://www.bbc.com/news/world-latin-america-51425408
[16] Crutzen, P. J. (2002). Geology of mankind. Nature, 415(6867), 23–23. https://doi.org/10.1038/415023a
[17] Clarke-Sather, A., Crow-Miller, B., Banister, J. M., Anh Thomas, K., Norman, E. S., & Stephenson, S. R. (2017). The Shifting Geopolitics of Water in the Anthropocene. Geopolitics, 22(2), 332–359. https://doi.org/10.1080/14650045.2017.1282279
[18] Bennett, K. (2008). Disappearance of the Aral Sea. World Resources Institute. https://www.wri.org/blog/2008/05/disappearance-aral-sea
[19] [19] WWF. (2020). Coral reefs have survived tens of thousands of years of natural change, but many of them may not be able to survive the havoc brought by humankind. World Wildlife Fund. https://wwf.panda.org/our_work/oceans/coasts/coral_reefs/coral_threats.cfm
[20] Kintisch, E. (2015). Amazon rainforest ability to soak up carbon dioxide is falling. Science | AAAS. https://www.sciencemag.org/news/2015/03/amazon-rainforest-ability-soak-carbon-dioxide-falling
[21] Lovejoy, Thomas E., y Carlos Nobre. «Amazon Tipping Point: Last Chance for Action». Science Advances 5, n.º 12 (1 de diciembre de 2019): eaba2949. https://doi.org/10.1126/sciadv.aba2949.
[22] Ibid.
[23] Costa Camila, Op. Cit.
[24] [24] Lovejoy, T. E., & Nobre, C. (2019). Amazon tipping point: Last chance for action. Science Advances, 5(12), eaba2949. https://doi.org/10.1126/sciadv.aba2949
[25] Brando et.al, Op. Cit.
[26] Ding, H., Veit, P., Gray, E., Reytar, K., Altamirano, J.-C., Blackman, A., & Hodgdon, B. (2016). Climate Benefits, Tenure Costs: The Economic Case For Securing Indigenous Land Rights in the Amazon. World Resources Institute. https://www.wri.org/publication/climate-benefits-tenure-costs
[27] Recientemente, Bolsonaro emitió un decreto que otorgaba mayor poder a las fuerzas militares para intervenir en el Amazonas. Ver: DW. (2020). Bolsonaro autoriza envío del ejército para combatir deforestación en Amazonía | DW. DW.COM. Recuperado de: https://www.dw.com/es/bolsonaro-autoriza-env%C3%ADo-del-ej%C3%A9rcito-para-combatir-deforestaci%C3%B3n-en-amazon%C3%ADa/a-53365941).