Análisis semanal 324: Yihad con gas en Mozambique (13 de abril de 2020)

Año: 
2020

Ante un mundo que fija su interés primordial en el avance y contención del coronavirus, la lucha contra la organización yihadista Estado Islámico llega a recibir una atención marginal, especialmente cuando esa lucha tiene lugar en África Subsahariana.

 En Irak la Coalición Internacional encabezada por Estado Unidos y constituida para hacer frente a la amenaza del Estado Islámico anunció el 19 de marzo que suspendía sus actividades de combate y entrenamiento de las tropas iraquíes. Adicionalmente, EE.UU. retiraba personal de bases militares como Qayyarah en el norte de Irak.

El Estado Islámico está lejos de ser anulado como amenaza a la seguridad de países como Irak o Siria. Aunque ha sufrido importantes derrotas en las últimas semanas, a menudo se olvida que el moderno yihadismo ha sido desde sus orígenes un fenómeno global que se apoya en redes trasnacionales muy dinámicas, sofisticados procesos de propaganda y reclutamiento, y un uso intensivo de las comunicaciones y redes sociales.  De ahí su carácter intrínsecamente expansivo. Desde noviembre de 2014, el Estado Islámico proclamó la constitución de “provincias” más allá de su núcleo de implantación territorial “dura” en Irak y Siria. De esta forma, se constituyeron filiales de esta organización en lugares como el Sinaí, Yemen, Libia, Afganistán o Filipinas. Incluso en África Subsahariana, donde las provincias del Estado Islámico se han ido constituyendo a lo largo de los últimos cinco años:

  1. Marzo de 2015: el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, prometió lealtad al Estado Islámico y constituyó a su organización como Wilayat Garb Ifrqiya o “Provincia de África Occidental del Estado Islámico”.
  2. Octubre de 2017: un grupo de militantes denominado Madinat Tawhid wa-l-Muwahidin, “Ciudad del Monoteísmo y los Monoteístas”, rindió pleitesía al Estado Islámico en la República Democrática del Congo.
  1. Abril de 2016: se constituye el “Estado Islámico en Somalia, Kenia y Tanzania” o Jabha East Africa que proclamó su lealtad al Estado Islámico y su líder Abu Bakr al-Bagdadi.
  2. Abril de 2019: la agencia de noticias del Estado Islámico, Amaq, informó que ataques en la región oriental de la R. D. del Congo habían sido llevados a cabo por la “Provincia de África Central del Estado Islámico”, en la que se incluiría el territorio de Mozambique. La organización prometió oficialmente lealtad al nuevo califa del Estado Islámico Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi el 7 de noviembre de 2019.

Cadena de conflictos

Mozambique es uno de los países africanos que ha experimentado más conflictos violentos en las últimas seis décadas. Primero la guerra de independencia entre 1964 y 1974, que cobró la vida de más de 60.000 personas. Después vino la guerra por la liberación del vecino Zimbabue, en la que Mozambique estuvo involucrado. Más adelante la guerra civil enfrentó entre 1977 y 1994 al marxista Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), con la Resistencia Nacional de Mozambique (RENAMO) y otros grupos, conflicto en el que murió un millón de personas. Los Acuerdos Generales de Paz de Roma en 1992, supusieron el arribo de la paz, pero veintiún años después, en 2013, la insurgencia del RENAMO tomó de nuevo las armas hasta que se alcanzó otro acuerdo de paz en 2019.

Aunque la raíz de estos conflictos se remitía en buena medida a la lucha antiimperialista y a la lógica secular de la Guerra Fría, la religión llegó a jugar un papel importante. El régimen marxista-leninista del FRELIMO adoptó a partir de 1977 una política anti-religiosa que promovió el ateísmo y se ensañó especialmente contra el Islam. Esto implicó entre otras cosas la prohibición de la enseñanza del Corán a los niños y las peregrinaciones a La Meca, así como el cierre de mezquitas[1]. En lugares como Mocimba da Praia en la provincia de Cabo Delgado en el norte del país, los musulmanes protagonizaron una rebelión contra esas medidas[2].

En 1980 el gobierno del FRELIMO abandonó su política anti-religiosa y los musulmanes encontraron oportunidades inéditas para practicar su fe con más libertad. En 1992, la Liga Mundial Islámica firmó un acuerdo de cooperación con Mozambique y al año siguiente abrió una representación en Maputo. Dos años después Mozambique se convirtió en miembro de pleno derecho de la Organización de la Conferencia Islámica[3].

A partir de 1989 se hizo evidente incluso una politización del Islam: los musulmanes comenzaron a plantear más y más demandas en nombre de su religión, incluida la solicitud de una mayor representación en las instituciones estatales, se fundaron partidos políticos de orientación islámica y varios musulmanes aparecieron en las listas electorales de los grandes partidos tradicionales como FRELIMO y RENAMO.

La insurgencia yihadista en Cabo Delgado

Hasta el año 2017 el sur de África se había mantenido al margen de la violencia yihadista, que se había concentrado en el norte del continente, el Sahel, Nigeria y Somalia. Pese a su historial de conflictos, Mozambique no había aparecido en la geografía del yihadismo internacional.

El proceso de radicalización de ciertos sectores de la comunidad musulmana del país parte no solo del periodo de politización del Islam en los noventa sino también de una creciente influencia wahhabí que se manifiesta en el país desde los años sesenta.

Hacia el año 2008 se constituyó el grupo Ahlu Sunnah Wa-Jamo (“Adherentes de la Tradición Profética”), fuertemente influenciado por organizaciones islamistas de África Oriental. Sin embargo, la primera expresión de violencia yihadista en la provincia de Cabo Delgado tiene lugar en octubre de 2017 y es protagonizada por un grupo que aparece en primera instancia vinculado a Al-Shabaab, la organización extremista somalí afiliada a A-Qaeda, pero que después se perfila con más claridad como Ansar al-Sunna (“Partidarios de la Tradición”), cuyas raíces se remontan a un grupo constituido en 2015 por seguidores del clérigo radical keniata Aboud Rogo Mohammed, acribillado en 2012 posiblemente por fuerzas de seguridad de Kenia[4]. Los miembros de Ansar al-Sunna se asientan primero en Kibiti, Tanzania y después se infiltran en Cabo Delgado. En esta provincia Ansar al-Sunna ha lanzado desde 2017 ataques violentos en lugares como Mocimba da Praia, puerto cercano a la frontera con Tanzania. El grupo ha cooptado mezquitas, promueve un discurso anti-estatal, apela al establecimiento de la sharía en todo Mozambique y al cierre de las escuelas seculares. Denuncia además que los principales líderes musulmanes del país han estado confabulados con una “élite corrupta” compuesta por jefes criminales y el partido gobernante, FRELIMO, lo cual ha derivado en la marginación de los musulmanes.

Recrudecimiento de las acciones insurgentes

Los primeros meses de 2020 reportan más actividad violenta llevada a cabo por grupos yihadistas que en cualquier otro periodo desde que las acciones insurgentes iniciaron en 2017. Como consecuencia del conflicto ya han muerto unas mil personas y al menos 100.000 ha sido desplazadas.

A la presencia de Ansar al-Sunna se une la llegada del Estado Islámico, que ha reivindicado varias de las acciones violentas desde junio de 2019, y recientemente los ataques cometidos en Mocimba da Praia el 23 y 24 de marzo y a Qassinga el día 25. Todavía no está claro si los dos grupos operan separadamente o han convergido coordinando acciones o fusionándose.

Implicaciones estratégicas

Como en otras partes del continente, los límites entre los conflictos religiosos y la lucha por recursos son poco precisos. En Cabo Delgado se han descubierto los más grandes yacimientos de gas de África[5]. Solo el proyecto de extracción de gas natural licuado de Rovuma contiene más de 85 billones de pies cúbicos de gas natural. Sin embargo, Cabo Delgado tiene las tasas más altas de analfabetismo, desigualdad y desnutrición infantil en el país[6]. Las grandes inversiones no han generado una mejora en las condiciones de vida de la gente común. Esta provincia, no solo es pobre y subdesarrollada, sino que, dada la rampante corrupción, se ha convertido además en centro de trasiego ilegal de marfil madera, heroína y rubíes. Las organizaciones extremistas sacan provecho de la marginalización y la falta de oportunidades para radicalizar a segmentos importantes de la juventud mientras que los barones del contrabando local incorporaron a los jóvenes militantes en sus redes y les pagan bien.

La infraestructura gasífera ha sido blanco de los ataques de los insurgentes durante el mes de marzo, amenazando al prometedor negocio del gas. Las empresas gasíferas pagan cada vez alrededor de US$ 1 millón de dólares en gastos de seguridad y dudan de la capacidad del gobierno para garantizar un mínimo de seguridad. El 8 de abril se informó que la transnacional ExxonMobil posponía sus inversiones en el proyecto de Rovuma. En total, la compañía disminuía sus inversiones en un 30%, equivalentes a US$ 10 mil millones de dólares[7]. La amenaza de la violencia y las condiciones estructurales del país simplemente no son propicias para que la potencial riqueza gasífera pueda emplearse en beneficio de la población del país.

Como lo reporta The Economist, la respuesta gubernamental ha sido hasta ahora ineficiente, limitándose a emplear a reclutas mal entrenados, policías matones y mercenarios rusos. Las autoridades de seguridad suelen reunir a grupos de hombres jóvenes y con la evidencia más débil, les golpean o disparan sumariamente, según lo han denunciado organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch[8].

Un país devastado por el ciclón Idai que en 2019 causó daños por US$ 2.2 mil millones de dólares y en el que el 62.4% de la población vive con US$ 1.90 o menos por día, y el 12.5% de la población entre 15 y 49 años es VIH positiva, es el caldo de cultivo ideal para la expansión del yihadismo, que suele prosperar oportunistamente en escenarios de marginación, exclusión y corrupción. A menos que el gobierno de Mozambique haga frente de manera integral a los problemas de exclusión violencia, el brote yihadista tiene todo el potencial de convertirse en una verdadera amenaza para la seguridad de toda la región.

Notas


[1] Eric Morier-Genoud. “L’Islam au Mozambique après l’indépendance. Histoire d’une montée en puissance”, L’Afrique Politique 2002, Paris: Karthala, 2002, p. 129.

[2] Ibid.

[3] Ibid. p. 136.

[4] West, Sungusta. Ansar al-Sunna: A New Militant Islamist Group Emerges in Mozambique. Terrorism Monitor Volume: 16 Issue: 12.

[5] BBC. How Mozambique’s smuggling barons nurtured jihadists. Recuperado de https://www.bbc.com/news/world-africa-44320531

[6] Mozambique’s mysterious conflict is intensifying. The Economist, recuperado de https://www.economist.com/middle-east-and-africa/2020/04/02/mozambiques-mysterious-conflict-is-intensifying

[7] Jihadists threaten Mozambique’s new gasfields. The Economist. recuperado de https://www.economist.com/leaders/2020/04/02/jihadists-threaten-mozambiques-new-gasfields

[8] ExxonMobil announces postponement of project in Mozambique. MacauHub. Recuperado de https://macauhub.com.mo/2020/04/08/pt-exxonmobil-anuncia-adiamento-de-projecto-em-mocambique/