Análisis semanal 321: Política de cuido: entre la ficción y el panorama de crisis (23 de marzo de 2020)

Año: 
2020
Autor(es): 

 

En 1985, la escritora canadiense Margaret Atwood, escribió una atípica novela en la que relata la vivencia de Defred, una mujer que tiene que afrontar el cambio estructural y político estadounidense cuando un grupo de teócratas se hacen con el poder. La primera medida tomada es suprimir la libertad de todas las mujeres, y, posteriormente, colocarlas en oficios de cuido hacia los demás.

La novela ha sido catalogada como una distopía. Sin embargo, el panorama mundial está proyectado para que las mujeres sigan siendo víctimas inherentes de las desigualdades, afectadas mayoritariamente por roles que las encasillan por su género, en trabajos no remunerados, representando así, la misma lógica que pareciera ciencia ficción.

A pesar de los avances que afrontan algunos países sobre igualdad-equidad en materia de género, es menester reconocer que, los grandes problemas sociales, económicos y políticos de hoy continúan líneas culturales sobre la construcción y reproducción de los roles de los géneros.

De acuerdo con los datos del último informe del OXFAM, de enero del 2020, se estima que, en las próximas décadas, la catástrofe climática y la inversión de la pirámide demográfica, arrojarán a las mujeres a la reproducción de labores de cuido de personas (niños, niñas, personas en condición de discapacidad, personas enfermas y personas adultas mayores); así como mayor tiempo invertido en trabajos no remunerados.[1]

En lo que respecta a la crisis climática, se estima que para el 2050, muchas personas se vean sometidas al desplazamiento forzado debido a la escasez de los recursos de agua potable en los países periféricos, lo que ocasionará mayor pobreza, desigualdad y violaciones de los derechos humanos. Como parte de ello, y bajo la lógica cultural de la “distribución de tareas”, se estima que miles de niñas y adolescentes deberán encargarse de las labores de cuido en el hogar, así como el aumento de los desplazamientos en busca de recursos, lo que las posiciona en un contexto de extrema vulnerabilidad, que violente inherentemente sus libertades, y sus derechos a decidir sobre sus vidas y sus futuros.

Actualmente, los países de renta alta tienen un 20% de la población con más de 60 años de edad, y según las previsiones del índice Global Aging Preparedness Index, para el 2050 ese porcentaje habrá aumentado a un 80%[2]. Estos datos demuestran que, gran parte de ese porcentaje va a requerir cuidados de una tercera persona, por tanto, las brechas de género aumentarán.

Aunado a ello, se estima que, debido a la crisis ambiental, las escaseces de recursos generarán grandes índices de pobreza, lo que se traduce, a un aumento en los recortes sociales, debilitando así, a las organizaciones e instituciones en defensa de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables. Según datos del informe de la OXFAM, habrá un déficit de financiación de casi el 90% en los planes de acción por género; todo ello afectado por los incrementos fiscales que no afectará a la población con más dinero, una población mayoritariamente masculina. [3]

Es importante rescatar que, todo este panorama que afectará en gran medida a las mujeres de todas las edades, y que, lamentablemente, muchas de ellas se verán perjudicadas por las presiones sociales que se les atribuyen a sus cuerpos femeninos, como lo es en el caso de la maternidad. Para ello, es importante afirmar que, actualmente, las mujeres en estado de gestación sufren un conjunto de presiones y tratos discriminatorios en diferentes espacios de socialización, como lo es el espacio laboral, “un estudio de 2011 realizado en 21 países de renta baja reveló que los salarios de las madres eran, en promedio, un 42% inferior que los de aquellas mujeres que no lo eran” [4]

Por tanto, la situación de las mujeres en los diferentes espacios en los que se enmarcan y se desenvuelven, las atan a una lógica de sujetos controlados, juzgados y sometidos por cuestiones meramente biológicas, que tendrán trascendencia en la forma en la que se les trata en sus procesos de socialización.

Ante este panorama, y este conjunto de situaciones que aquejan gravemente el desenvolvimiento óptimo de la vida de las mujeres, y su forma de desarrollarse en la sociedad (especialmente en tiempos de crisis, como los que se estiman para las próximas décadas), se han planteado algunas alternativas que respondan a este tipo de sucesos. Una de estas disyuntivas es la que plantea la doctora en economía, y especialista en estudios sobre la sostenibilidad de la vida, Amaia Pérez Orozco, sobre la subversión feminista de la economía.

Pérez-Orozco afirma que “los mercados están en el epicentro de la estructura socioeconómica. A nivel material: definen qué se produce, cómo se produce, cómo se distribuye, a qué se dedican los tiempos, a qué se dedican los espacios, cómo se organiza el espacio urbano, las relaciones entre lo urbano y lo rural; definen la política fiscal, la política monetaria, la política comercial; definen el conjunto de estructuras con la que nos manejamos. Pero también están en el centro, porque definen la idea misma de lo que es vivir, y lo que es vivir bien: nociones de bienestar vinculados al consumo en el mercado”[5].

Los cuidados son la contracara del trabajo asalariado, son los trabajos residuales de la lógica patriarcal que se encargan de garantizar que la vida salga adelante y se pueda consumir en el mercado, y esas vidas deben ser resguardadas desde la óptica privada, en sus casas y redes de convivencia. De manera que, los hogares representan una institución socioeconómica fundamental básica.[6] Son, por tanto, esos hogares que se encargan del cuidado de las personas, basados en trabajos no remunerados e invisibilizados, los que son realizados, en su gran mayoría, por las mujeres amas de casa.

Son esos cuerpos los que, por sus características biológicas, se entrelazan con un conjunto de impuestos sociales que deben cumplir para adaptarse a la convivencia. Al igual que en la novela de Margaret Atwood, las mujeres seguimos afrontando el “problema del sometimiento político y biológico del sujeto femenino, por parte de múltiples redes de poder”[7]. Y, además, bajo la lógica de El cuento de la criada, “la categoría de ficción especulativa permite poner en tela de ficción parcelas de una realidad posible ante una crisis extrema que lleve al sometimiento de la mujer, su cuerpo y su voluntad, donde lo femenino y la feminidad se reconfiguran para obedecer un nuevo proyecto colectivo y patriarcal de nación”.

Por tanto, no podemos afrontar las situaciones venideras a la ligera. Debemos pensarnos y repensarnos, ser conscientes de que las imposiciones patriarcales hacia lo que Foucault denomina como cuerpos dóciles, continúan teniendo vigencia en los planes y toma de decisiones políticas. Muchas veces, lamentablemente, esos resultados se basan en una visión nostálgica y una evocación a un pasado repleto de valores tradicionales y una lógica maternal-doméstica que empieza a desdibujarse de la ficción para penetrarse en las decisiones intergubernamentales.

Notas


[1] Coffey, C.; et al. (enero, 2020). Tiempo para el cuidado: El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad.  Oxfam Internacional.  Recuperado de: https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/620928/bp-time-to-care-inequality-200120-es.pdf

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Pérez-Orozco, A. (11 octubre, 2017). Subversión feminista de la economía. Observatorio de Multinacionales en América Latina. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=vFw_Po0bVcQ

[6] Ibid

[7] Núñez, D. (2017). Feminidades especulativas: Género y política en The Handmaid’s Tale. SIRCA. Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/repr/article/view/19561