Análisis semanal 295: Retorno del peronismo en Argentina. Algunas apreciaciones sobre la política internacional (21 de octubre de 2019)

Año: 
2019

 

Una característica fundamental para la comprensión de la política internacional latinoamericana es el presidencialismo, y con ello la fragilidad de las instituciones y la constante posibilidad del cambio. El presidencialismo como rasgo del regionalismo latinoamericano implica que la gestión de las instituciones se guía por la afiliación política e ideológica de las personas gobernantes y no tanto por su robustez burocrática. Esta expresión del presidencialismo en las instituciones también se correlaciona con el ajuste en la definición de los intereses de la política exterior.

En días recientes se anuncia el retorno del peronismo en la República Argentina, al vencer Alberto Fernández (48.1%) al oficialista Mauricio Macri (40.4%) en la primera ronda. Ello ya se proyectaba pues en las elecciones primarias de agosto, Fernández ya capitalizaba un 49.5% frente al 32.9% del macrismo, siendo ello interpretado como la expresión del creciente descontento social frente a las fallidas políticas sociales y económicas del gobierno de turno.

La salida de Cristina Fernández a finales de 2015 estuvo signada por un cambio de época en el balance sudamericano. Las dos décadas precedentes vieron emerger un conjunto de países con liderazgos populistas de corte de izquierda, lo cual ocurría además en un entorno económico caracterizado por la bonanza de los bienes primarios que permitieron financiar proyectos sociales. Esta “marea rosa”, como fue llamada en su momento, dio al traste producto de diversos factores, el fin del boom de los commodities debilitó el músculo financiero; la fragilidad internas de las economías con importantes índices de inflación; la pérdida de credibilidad en el liderazgo por causas que van desde la corrupción hasta el fallecimiento de referentes ideológicos, se asoció con el cambio en el péndulo emergiendo gobiernos conservadores que aspiraban a políticas de libre mercado, desregularización y reducción del gasto social. Aquí ingresó Macri proponiéndose estabilizar la economía argentina, reducir la pobreza y “volver” a vincular a Buenos Aires con el mundo.

Lo cierto del caso es que las recetas del pasado tampoco dieron réditos en el presente. Mientras Cristina Fernández sostuvo el tipo de cambio frente al dólar, Macri optó por liberalizar la política monetaria para eliminar el mercado negro, finalmente el peso transitó de 11 a 66 por dólar entre 2015 y 2019, afectando gravemente la situación económica. A la llegada de Macri la pobreza rondaba el 29%, a su salida alcanza el 35,4%, estimándose además que en solamente los últimos doce meses se incrementaron más de tres millones de personas pobres. Las elecciones recientes fueron una expresión de ese malestar social, no obstante, el peronismo también había perdido gran credibilidad por las diversas causas de corrupción que pesan sobre la ahora vicepresidenta electa, Cristina Fernández.

Desde el punto de vista de la política internacional, de particular interés desde las Relaciones Internacionales, se puede vislumbrar un cambio importante a partir del nuevo liderazgo político en Buenos Aires. Mauricio Macri dirigió una buena parte de su accionar externo para reposicionar al país frente a socios que consideraba estratégicos, particularmente con Estados Unidos y la Unión Europea. En el caso brasileño encontró un socio ideológico en Bolsonaro, lo cual le llevó a plantearse la posibilidad de rediseñar el MERCOSUR hacia un enfoque más aperturista. Además de ello, replanteó la política exterior con Gran Bretaña en relación con las Malvinas, lo cual para algunos sectores fue considerado un retroceso desde un punto de vista soberanista, y buscó en las instituciones financieras internacionales así como en los foros económicos empujar la visión de una Argentina abierta para captar inversión, que finalmente no llegó.

Se ha planteado como una de las principales debilidades de la política exterior de Macri buscar una asociación con Estados Unidos, especialmente porque la era Trump se define por el proteccionismo y el explícito desinterés por América Latina. Fue una apuesta que no generó los réditos que esperaba. En ese marco de acción, junto con los líderes conservadores emergentes en Sudamérica realizaron una revisión de las instituciones creadas durante la marea rosa, especialmente lo que concierne a la UNASUR que percibían como un monumento al socialismo y se encargaron de desmantelarla; debilitaron y quitaron protagonismo a la CELA; además de elevar la presión en contra del régimen de Maduro mediante el Grupo de Lima y otros mecanismos ad hoc.

Con la llegada de Alberto Fernández se empiezan a apreciar algunos gestos políticos que hacen pensar en un reencauzamiento de socialismo en América Latina. A pesar de ser Brasil uno de los principales socios internacionales de Argentina, el distanciamiento ideológico y personal con Bolsonaro se evidencia en el anuncio de que su primera visita no sería Brasilia sino a México para encontrarse con Andrés Manuel López Obrador.  Además se ha venido expresando la idea de replantear el enfoque de negociación o diálogo con Gran Bretaña en torno a las Malvinas, desconociendo las acciones del macrismo, siendo además que este asunto fue uno de los pilares de la política exterior kirchnerista, dedicando incluso un Embajador solamente para la gestión del tema.

Además de ello, es esperable un debilitamiento al Grupo de Lima, ya que Fernández había anunciado su interés por abandonarle y apostar por otro mecanismo de concertación, ello probablemente implica un cambio en el reconocimiento de Guaidó como representante del pueblo venezolano, además de un distanciamiento del PROSUR que finalmente tampoco despegó. En el caso del MERCOSUR se revisará el acuerdo con la Unión Europea posiblemente volviendo a la base del Tratado de Asunción que en su momento desterró al ALCA de América del Sur, y más bien se apele a una nueva unidad latinoamericana. Así las cosas, el presidencialismo latinoamericano dará cuenta de una nueva etapa que se definirá a partir de nuevos alineamientos regionales y probablemente del reingreso de potencias extrarregionales que perdieron protagonismo en los años recientes.