Análisis semanal 268: La (in)evitable confrontación estadounidense con Irán y sus desastrosas consecuencias (27 de mayo de 2019)

Año: 
2019

 

Entre intenciones y capacidades hay una serie de elementos que constriñen el accionar de un sujeto y un Estado. Tal vez las acciones recientes  de la presidencia de Donald Trump con respecto a Venezuela y, últimamente respecto a Irán, ejemplifican lo anterior. En particular, por las promesas en campaña, de concentrarse en asuntos internos y relegar obligaciones externas a un segundo plano. Sobre todo, bajo el lema de “drain the swamp”[i], Trump, como buen outsider, prometía romper con la forma y fondo tradicional de hacer política del bipartidismo norteamericano. Ahora tres años después, el Trump electoral dista mucho de su actual versión como ocupante de la Oficina Oval. El pantano terminó de drenar a su supuesto sepulturero.

Este repliegue estratégico ha quedado en los planos. El outsider ha sido resocializado en las reglas del juego. No se podía esperar un cambio abrupto en su relación con Israel, en parte producto de las influencias en su círculo más íntimo.[ii] Pero, su total desinterés en guardar la mínima ecuanimidad, sumada a la histórica falta de objetividad de Washington en disputas en Oriente Medio, le ha hecho sabotear algunos intentos mínimos de estabilización como lo son los Acuerdos de Oslo, la necesaria neutralidad sobre Jerusalén y, más recientemente, el vital Acuerdo Plan de Acción Conjunto y Completo de los P5 +1 con Irán. Décadas de diplomacia y guerra han sido neutralizados.

Para completar el anterior panorama hay que introducir algunos elementos adicionales. En el ámbito sistémico, el carácter fundamental del papel de la figura del lobby dentro del sistema y régimen político estadounidense. Existen según los diferentes ámbitos de la vida social de esa nación y transfieren sus necesidades dentro del sistema político en la forma de think tanks, donaciones y una compleja red de intereses que desdibujan lo público y lo privado. Incluso, lo nacional de lo internacional, cuando se ve la influencia, por ejemplo, del lobby cubano en el exilio, israelí o saudita en materia de política exterior. Es un entramado de actores y redes que presionan desde miles de puntos la vida política e internacional de los Estados Unidos. Por supuesto, no siempre para el beneficio de la mayoría.

Por otro lado, existen las variables propias de la visión de mundo y psicología de los agentes. Ya lo decía Kenneth Waltz “Since war begins in the minds of men, it is in the minds of men that the defences of peace must be constructed” [iii] Y cuando surge e ingresa una figura como la de John Bolton en el círculo de elaboración de política de seguridad nacional, es que las escalas de la balanza empieza a decantarse hacia el conflicto. Las pertinentes palabras de un estructuralista como Waltz que abre paso a la agencia, al accionar del individuo; y con Bolton, con historial impecable de razonar siempre con el martillo cabe poca duda. El actual asesor de seguridad escribió en 2015 el famoso artículo en el New York Times “To stop Iran´s bomb, bomb Iran”[iv]  en el que hace énfasis en la necesidad de bombardeos quirúrgicos a infraestructura del programa nuclear de Irán y la promoción de la oposición interna para promover un cambio de régimen. Si a lo anterior sumamos, un perfil psicológico de Trump, tipificado por el ex agente del FBI, Joe Navarro, como de personalidad narcisista[v] la situación se complica más. Bolton tuitea, durante la fecha de aniversario de la Revolución Islámica de Irán, con miras de lanzar un mensaje a la máxima autoridad iraní, el Ayatollah Alí Khamenei “I don’t think you’ll have many more anniversaries to enjoy.”[vi]. El presidente por su parte, lanza el siguiente mensaje “If Iran wants to fight, that will be the official end of Iran. Never threaten the United States again!” [vii] después de las declaraciones del General Hossein Salami, jefe del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, de que “Irán no busca la guerra pero tampoco la teme”. A nivel de autoridades diplomáticas iraníes, la retórica también ha sido fuerte,  recordando el Ministro de Exteriores, Mohammed Zarif,  el destino de las aventuras militares de Gengis Khan y Alejandro Magno al intentar conquistar Persia.[viii] Pero en el caso de la Casa Blanca, bien podría ser su actual inquilino no dejándose opacar por un subalterno. Al parecer el primero aún no considera oportuna la acción militar.[ix] Un clásico choque de egos.

La situación es por lo tanto tensa. Israel y Arabia Saudita saben que las prioridades geoestratégicas estadounidenses se han apuntalado hacia la contención de China. Por lo tanto, sabe que se les acaba el tiempo y requieren asegurar que los Estados Unidos neutralice a su principal rival en el área antes de su salida total de Oriente Medio. Trump podría estar jugando la estrategia del mad man (teoría del loco) para alzar casi al punto de ebullición una situación con el fin de disuadir y llevar a la mesa de negociaciones al gobierno iraní. El envío de tropas y del portaviones USS Abraham Lincoln y acusaciones de sabotaje y ataques con drones por parte de Irán o sus proxis [x], podrían estar siendo utilizados como complementos a esta estratagema. Pero, como bien lo señala la psicología cognitiva, los errores de percepción e interpretación de señales, pueden conducir a desastres.

Y a pesar de toda esta antesala ya la región ha sido cubierta de guerras y tensiones. Desde el este –en Afganistán– hasta llegar al Mediterráneo en Siria y el Líbano, cruzando la Península Arábiga en Yemen. Las guerras, por el momento, han sido subsidiarias enfrentando a diferentes actores estatales regionales y extraregionales frente a fuerzas irregulares (ISIS, houtíes) o regulares con carácter político y militar (Hezbollah, Hamas). Esto no ha significado la ausencia de incidentes o ataques esporádicos entre ejércitos regulares de países.

Tal vez, aunque ya olvidada, sea la antesala de todo este actual conflicto la guerra en el Líbano en 2006.  En el que quedó claro que una fuerza como Hezbollah podía enfrentar y sostener una guerra, tanto convencional como asimétrica, con el ejército mejor entrenado y equipado de todo Oriente Próximo –Israel. No menos importante fue la Guerra de Iraq de 2003, que desdibujó el orden establecido en la región desde décadas, y lanzó una guerra en frentes diplomáticos, militares, de inteligencia, económicos, energéticos, culturales, teológicos, etc; para ver quién sería el nuevo amo de esa casa fallida. Hay puertas que una vez abiertas ya no se pueden volver a cerrar.

La posibilidad de un ataque militar de Estados Unidos contra Irán a corto plazo es mínimo. El ego de Donald Trump debe ser alimentado y, por ahora, su verdadero interés es ganar un segundo mandato. Los intereses de los lobbies que lo ayudaron a ganar su primer turno como presidente deben apaciguarse y esperar. Por ahora, las reimpuestas sanciones económicas a Teherán y una campaña de descrédito internacional servirán para ir creando un aura de “estado paria” que legitime, primero ideológicamente, luego materialmente, el uso de la doctrina de Responsabilidad de Proteger (R2P). Levantamientos y protestas civiles en ese país y la aplicación del manual clásico de revolución de color es la carta a jugar por el momento. La calma antes de la posible tormenta.

Una vez alcanzado un segundo mandato por Trump el juego cambia. Sus aliados y mecenas van a requerir cobrar sus intereses. El mismo Bolton ha incumplido su promesa de 2017 en un congreso de la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán de que el cambio de política del actual presidente –en contraposición a la de Obama– iba a tener como resultado el que “… la revolución de 1979 del Ayatola Khomenei no perdure hasta alcanzar su cuarenta aniversario…”.[xi] En 2019 se celebró ese aniversario en ese país. Tomar distancia de semejantes declaraciones y de una red poder tan importante resulta poco probable. Existe la verdadera posibilidad de que a partir de 2020 empiece la cuenta regresiva a una guerra que va a incendiar a todo un subcontinente y que pueda conducir a una recesión económica con consecuencias catastróficas para una economía mundial aún perturbada por la Crisis del 2008. Lanzar un fósforo a la gasolinera del mundo no es precisamente la forma de gestionar una situación mundial crítica.

Perfectamente podría acelerar el declive de Washington. Intentando encerrar a Teherán en una prisión y, a lo mejor,  despertando algún día y darse cuenta que el carcelero se volvió en prisionero y la celda está cubierta en llamas. Son círculos que se cierran sólo para volver a empezar.  Lecciones que deberían ser superadas –pero a pesar de lo lamentable que sean–   parecen estar trágicamente destinadas a repetirse.  Son parte de la naturaleza dual y cíclica de la vida humana.

Notas


[i] “drenar el pantano”

[iii]  “Ya que la guerra inicia en las mentes de los hombres, es en la mente de los hombres que las defensas de la paz debe ser construidas”  Kenneth Waltz, Man, State and War: a theoretical analysis, Columbia University Press, 2001.

[v]  Joe Navarro, Dangerous personalities, Rodale Books, USA, 2017.

[vi] “No creo que vayas a tener más aniversarios que disfrutar”

[vii] “Si Irán desea pelear, ese será el final oficial de Irán. Nunca amenacen a los Estados Unidos más”