Análisis semanal 229: La crisis internacional de refugiados y el retorno del Estado-gendarme (22 de agosto del 2018)

Año: 
2018

La globalización, al menos hasta el momento, parece un proceso imparable. Podrá contar con algunos retrocesos, oposiciones coyunturales que puedan disminuir su intensidad, pero su marcha continua. Sin embargo, hay elementos que pueden elevar tensiones y generar retraimiento en algunos Estados, primero individualmente, luego, como una oleada, de forma más colectiva. La actual crisis de refugiados global puede ser una de esas causas. Es importante considerar también una de sus consecuencias.

En un mundo globalizado se creía que el Estado sería desplazado frente a otras formas de organización colectiva. De carácter público o privado, entes multilaterales o actores no estatales han coexistido y administrado bienes colectivos en paralelo al aparato estatal. Sin embargo, las externalidades propias de las asimetrías de la globalización no han podido ser gestionadas asertivamente. Esto le ha dado la bienvenida al retorno del Estado-gendarme.

La conceptualización de este tipo de Estado se sustenta más en una tradición hobessiana y weberiana.  Es decir, en la necesaria monopolización de la violencia legítima del Estado dentro de un territorio particular y su capacidad de extender esa autoridad sobre toda la población. Garantizar orden a lo interno, disuasión frente a amenazas externas.

Ahora, frente a crisis de refugiados en diferentes puntos del orbe, surge esta forma de Estado como respuesta. Hay dos imágenes que muestran la incapacidad unilateral y multilateral para gestionar este problema. La primera, la de una niña centroamericana siendo separada de su familia en la frontera entre México y Estados Unidos. La otra, el barco Aquarius repleto de refugiados provenientes de África, siendo rechazado, primeramente, en Italia y seguidamente en otros puertos europeos. La misma realidad y mismas respuestas. Las externalidades de la globalización desbordan las capacidades estatales.

Tal vez la manifestación más formal de este comportamiento estatal son los muros y mallas de contención. Es la fortificación de los Estados frente a los retos que vienen del exterior. Algo así como un retorno a las fortalezas propias de la Era feudal y la lógica de cada Estado o sociedad para sí mismo. Ante las abrumadoras demandas y retos, los Estados, debilitados desde hace décadas en sus capacidades, sólo logran responder encerrándose en sí mismos. Esperando, tal vez, a que la crisis pase.

Sin embargo, esta ilusión del Estado-gendarme y sus respuestas draconianas en materia jurídica y de infraestructura son insuficientes. En particular, por darle un carácter meramente securitario, a un tema tan complejo como son las oleadas migratorias. Es decir, no se niega el fenómeno sociológico como tal, pero se omiten o colocan en un segundo plano sus elementos causales. Es una gestión de respuesta coyuntural a un proceso estructural que requiere propuestas que necesariamente conllevan a un reordenamiento en las relaciones entre los países mayormente beneficiados de lo globalización y sus contrapartes menos afortunados.

La crisis de refugiados no va a terminar pronto. En términos numéricos, para 2017 ACNUR estimaba en 68,5 millones al número de personas bajo esa condición (2,9 millones más frente a 2016) que han tenido que buscar refugio fuera de su lugar de origen (1).[i] En su faceta más puntual, esto implica una reconfiguración identitaria de la población migrante y la sociedad receptora. Cuánto pueden y deben ceder cada elemento en la balanza para lograr acuerdos mínimos de convivencia. Y, en momentos de crisis social y económica, considerar cuáles son las capacidades y límites reales para lograr dichos acuerdos. Tomando en cuenta el siempre latente problema de mezclar problemas internos con retos externos. Haciendo de los últimos, una espuria causa de los primeros, en beneficio, nuevamente, de no atender sus causas de fondo. La respuesta de buscar la amenaza, siempre, en el otro.

Es parte consustancial del ser humano el desplazamiento geográfico. Cómo especie, empezando en África y desde entonces, colonizando el planeta. Se sueña incluso con algún día vivir en Marte sin haber resuelto los problemas que aún atañen a la experiencia vital de habitar el planeta Tierra. Habrá que esperar y ver cuánto podrán soportar los muros detrás de los que se esconden algunas sociedades hasta agrietarse por la propia presión que hacia fuera introducen las decisiones de sus gobernantes. No hay causa sin efectos.