Análisis semanal 220: Cal y arena para Irán (27 de junio de 2018)

Año: 
2018

Acontecimientos recientes en Medio Oriente presentan una serie de desafíos y oportunidades para la República Islámica de Irán. El anuncio del retiro estadounidense del acuerdo nuclear (JCPOA, por sus siglas en inglés) plantea un enorme reto para Teherán. Pese a que los gobiernos de la Unión Europea, Rusia y China han reafirmado su voluntad de mantener su adherencia al acuerdo, todavía no parece claro si los iraníes estarán dispuestos a permanecer dentro de las obligaciones y restricciones que le impone el JCPOA si persisten las sanciones estadounidenses. No son buenas noticias para Teherán, y especialmente para los sectores centristas y moderados, que apoyaron decididamente la negociación del acuerdo frente a la suspicacia –plenamente justificada- de los sectores más conservadores encabezados por el Líder Supremo Alí Khamenei.

Si el retiro de EE.UU. del JCPOA presenta un desafío para la República Islámica, procesos electorales en dos países clave de la región favorecen claramente sus intereses geopolíticos. En Líbano, las elecciones del pasado 6 de mayo han deparado una consolidación del poder de Hezbollah y sus aliados del Bloque de Lealtad a la Resistencia, que pasó de 31 diputados (parlamento electo en 2009) a 39. Otras fuerzas aliadas a la organización chiita como el Movimiento Patriótico Libre, del presidente Michel Aoun, obtuvieron también una notable victoria, pasando de 21 a 28 diputados. Por otro lado, algunos de los partidos políticos más beligerantes contra Hezbollah como el Movimiento Futuro del primer ministro Saad Hariri, experimentaron un notable retroceso. La victoria no solo robustece a Hezbollah como la fuerza político-militar más poderosa del Líbano, fortalece también a Irán, su principal aliado regional, que, junto a otros factores como el desarrollo reciente de la guerra en Siria, ve como sus intereses en el Levante se favorecen.

Otro escenario electoral en el que se disputaban intereses vitales para Irán fueron las elecciones parlamentarias en Irak, llevadas a cabo el pasado 12 de mayo. Irak es un espacio primordial para la seguridad de Irán, y -en alguna medida- dichas elecciones representaban una prueba para medir su influencia en el país. Días antes de los comicios Alí Akbar Velayati, el más alto concejero en asuntos internacionales del Líder Supremo iraní Alí Khamenei, aseguró que Teherán no “iba a permitir que comunistas y liberales gobernaran Irak”, en referencia a algunos de los partidos seculares integrantes de la Alianza hacia las Reformas o Saairun, encabezada por el clérigo chiita Moqtada Al-Sadr, que a la postre, se ubicó como el bloque electoral mayoritario.

Casi un mes después, el escenario político post electoral en Irak ha deparado la formación de una coalición entre los dos bloques parlamentarios más fuertes, Saairun, (54 diputados) y la Alianza Fatah, liderada por Hadi Al-Ameri (47 diputados). El programa de la Alianza Saairun llamaba a poner fin a un sistema que ha dividido las posiciones políticas y el apoyo del gobierno a lo largo de líneas sectarias. Al-Sadr, un personaje políticamente camaleónico, se había distanciado de Teherán en los últimos años llegando incluso a acercarse a Arabia Saudí. Sin embargo, la necesidad de consolidar apoyos parlamentarios de cara a la formación de un gobierno sólido le ha obligado a forjar un acuerdo con la Alianza Fatah, que agrupa a las más poderosas milicias chiitas que combatieron al Estado Islámico o DAESH, y que son leales al Líder Supremo iraní Alí Khamenei.

De esta forma, si Al-Sadr había insistido en la necesidad de fortalecer la “independencia” de Irak frente a Estados Unidos o Irán, la presencia de Al-Hameri en el futuro gobierno iraquí seguramente atemperará cualquier amago de tensión entre los dos países, lo que permitirá a Teherán seguir ejerciendo influencia en la política iraquí.

Estos acontecimientos confirman el protagonismo regional alcanzado en los últimos años por Irán que, pese a los ejes de confrontación que mantiene con EE.UU., Arabia Saudí e Israel, se ha constituido en una fuerza decisiva en muchos de los escenarios de lucha geopolítica de Medio Oriente.