Análisis semanal 217: Elecciones en Irak: la hora de Muqtada al-Sadr (6 de junio de 2018)

Año: 
2018

Los iraquíes han ido a las urnas por primera vez desde la derrota del Estado Islámico o DAESH, que llegó a constituir una seria amenaza a la integridad del país. Los resultados de esta elección reflejan algunas continuidades y la consolidación de ciertos patrones políticos que se manifestaban desde el fin de la dictadura de Saddam Hussein, así como algunas novedades en cuanto a liderazgos que se consolidan y otros que se erosionan.

En primer lugar el nuevo arco parlamentario ratifica el peso demográfico de los chiitas y su hegemonía sobre el sistema político iraquí. Las listas y coaliciones chiitas suman 193 de los 329 diputados del parlamento. Muy atrás aparecen los sectores sunníes, con 44 diputados y los kurdos con 58. Los chiitas han capitalizado electoralmente el poder político, religioso y militar desplegado en la lucha contra el DAESH, mientras que los sunníes ven ratificada su condición de minoría crecientemente debilitada.

Pese al éxito electoral alcanzado por los chiitas, se reiteran una vez más, las divisiones inter-sectarias. En efecto, el voto chiita se dispersa entre –al menos- tres grandes coaliciones, la lista Hacia la Reforma, del clérigo Muqtada al-Sadr y que incluye también a sectores seculares como el Partido Comunista Iraquí, la Alianza de la Conquista, liderada por Hadi al-Ameri e integrada por las más poderosas milicias chiitas que combatieron al DAESH y la Alianza de la Victoria, del primer ministro Haider al-Abadi. 

Estas divisiones dan cuenta de las grandes diferencias que separan a los chiitas en el campo religioso y político. Al-Sadr tuvo en el pasado sólidos vínculos con Irán y fue acusado de promover la violencia sectaria. Hoy en día se ha distanciado de la República Islámica de Irán, rechaza la violencia sectaria y se ha acercado a su archi-rival regional, Arabia Saudí, algo que han hecho también otros clérigos chiitas como Ammar al-Hakim. Por otro lado, el ingreso al parlamento de la Alianza de la Conquista, supone la inclusión de un chiismo militante y fervorosamente pro-iraní. De hecho, muchos de los líderes de estas milicias (conocidas como al-Hashd Al-Sha'abi) reconocen al Líder Supremo iraní Alí Khamenei como su guía político y espiritual. Las milicias tienen por primera vez un poderoso brazo electoral que sin duda se constituirá en el principal garante de la influencia iraní en el país.

Entre las novedades más notables de estas elecciones están el ascenso electoral de Muqtada al-Sadr y sus aliados. Este clérigo, que es miembro de una de las dinastías religiosas más prestigiosas del país, está lejos de ser un líder nuevo en la política iraní. Combatió la presencia estadounidense a partir de 2003 y lideró también una poderosa milicia, el Ejército del Mahdî (Jaysh al-Mahdî), ahora desmovilizada. Aunque al-Sadr se rodeó de figuras políticamente nuevas dentro del espectro político iraquí, una estrategia que sin duda resultaba atractiva para el electorado, pocos anticipaban que llegaría a constituirse en líder de la fuerza política más grande en el parlamento. Antes de las elecciones parecía evidente que el primer ministro Haider al-Abadi alcanzaría la mayor cuota de poder, especialmente después de haber comandado –con éxito por cierto- el esfuerzo de guerra contra el DAESH. Otra de las figuras políticamente opacadas en esta elección es el ex primer ministro Nuri al-Maliki, que obtuvo 700.000 votos en el año 2014 pero solo 90.000 en las elecciones de este año.

Apoyando opciones alternativas frente a las caras más desgastadas de la clase dirigente, los iraquíes han procurado renovar el panorama político. Sin embargo, dada la atomización partidaria y sectaria del nuevo parlamento, será difícil garantizar la constitución de un gobierno estable. Al-Sadr podría tener éxito convocando a sectores políticos seculares e incluso a algunos diputados sunníes. Sin embargo, no podrá desconocer el peso político de fuerzas como la Alianza de la Conquista, con quien seguramente será difícil concertar temas como los alineamientos internacionales del país. 

Enfrentar al extremismo del DAESH ha sido uno de los desafíos existenciales más grandes que ha enfrentado Irak. El país tiene todavía importantes tareas pendientes como consolidar un sistema democrático fundamentado en el reconocimiento del pluralismo y la diferencia. Estas elecciones pueden constituir un paso decisivo hacia esa meta.