Después de los resultados del 9 de abril del 2019 en Israel, Benjamín Netanyahu se prepara para su cuarto período como el primer ministro de este país. A pesar de las acusaciones emitidas por el fiscal general de Israel, después de “[…] la culminación de dos años de investigación sobre los tratos de Netanyahu con empresarios adinerados, entre ellos un producto de películas de Hollywood, directores de medios israelíes y el dirigente del mayor conglomerado del país” (1).
Se le acusa de sobornos, fraude y abuso de confianza; lo que se creyó que sería el tiro de gracia para su campaña política. Esto no es algo nuevo, durante sus mandatos los casos de investigación se han ido acumulando y, en este en particular, el mandatario se refirió a él como una “cacería de brujas” respaldada por los medios de los enemigos de izquierda. Especialmente por qué la acusación fue presentada faltando poco para el inicio de la campaña electoral.
Planeado o no por la oposición, la acusación fue utilizada por ellos como una plataforma para diferenciarse durante la campaña. Benny Gantz, exjefe del Estado Mayor y el principal rival en las elecciones, buscaba un “gobierno limpio”, y su campaña se basaba en una idea de “gracias por los diez años de mandato, pero nosotros nos encargamos del país ahora.” En Israel, la historia de los mandatarios es convulsa. En su historia, han tenido 18 ejecutivos y 13 primeros ministros, pero lo más interesante es que de todos estos sólo dos han conseguido quedarse en el poder más de ocho años; David Ben Gurión, que es considerado el padre de la patria y Netanyahu, que este año cumple trece años interrumpidos en el poder.
Según Hernández (2), ser primer ministro en Israel está basado en la capacidad para hacerle frente a tres ejes; la presión internacional, el conflicto en Palestina y debe poder enfrentar la inestabilidad política interna.
Benjamín Netanyahu, como mandatario ha logrado incrustarse en el subconsciente colectivo como “[…] el único capaz de gobernar un país con tantos retos internos y amenazas externas.” (3).
Benjamín, conocido como Bibi, tiene, además;
“[…] Un discurso nacionalista excluyente, una creciente influencia de la religión en la política, la perdurabilidad de un conflicto que se extiende casi siete décadas y las medidas antidemocráticas de Bibi están contribuyendo a aumentar la inviabilidad de un Estado estable.” (4).
Con el resultado de estas elecciones, Warschawski (5) destaca seis puntos importantes que se deben recalcar en esta coyuntura.
En primer lugar (6), la victoria de Netanyahu presenta en la Knéset (el parlamento israelí) un aumento de escaños; de 30 a 36; en parte gracias a su campaña divisoria de “yo o la izquierda”, esta división presenta también una coalición de los partidos de derecha, que les deja 65 escaños en un parlamento de 120, una clara mayoría. Sin embargo, se sabe que en política no hay nada escrito en piedra.
En segunda instancia, Israel se decanta completamente a la derecha. Lo que se consideraba en la historia como un voto de protesta, se convirtió en la representación de la comunidad judía israelí. Era más una opción política e ideológica, que no fue dañada por las acusaciones de corrupción.
El partido laborista, al que se le adjudica la creación del Estado de Israel, presenta un declive que el autor describe como irreversible. De pasar de 24 escaños en las últimas elecciones, en estas lograron conseguir sólo seis. De momento, todo parece indicar a una crónica de una muerte anunciada.
La lista de “los jefes del Estado Mayor”, con el liderazgo de Benny Gantz, olvidaron su eslogan de campaña de un régimen limpio e impoluto para dejar abierta la opción de una coalición. Serán una fuerza política importante ya que, sin coaliciones tienen un escaño menos que el partido Likud. A pesar de que hay varias opciones para realizar una coalición, pesa el hecho de que la mayoría de los electores del partido laborista los perdieron por electores del Azul y Blanco, partido de Benny Gantz.
Hay un claro aumento de las banderas religiosas dentro del Knéset israelí. De trece escaños en las elecciones pasadas, ahora las banderas de la Tora y el Shas tienen 15, lo que indica que las corrientes religiosas podrían causar incidencia en el espacio público, aunado al poder que el fundamentalismo va ganando en la coyuntura mundial, la disposición de Netanyahu parece cargar el discurso de estos partidos.
Finalmente, durante las elecciones hubo una clara abstención de lo que es considerada la minoría palestina, alrededor de un 50% de ellos no ejerció su derecho a votar. Gantz y su equipo de izquierda los apuntan como los culpables de su pérdida.
La acusación está en proceso y, de declararse culpable Benjamín Netanyahu podría ser el primer presidente en ser removido de un cargo en este Estado. Tiene, sin embargo, la oportunidad de oro de convencer al gobierno de pasar una ley que lo proteja y le de inmunidad, esto sentaría un precedente para el resto de los mandatarios israelíes y pondría en jaque la “única democracia del Oriente Medio.”
Notas
[1] Halbfinger, D. y Kershner, I. (28/febrero/2019). El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es acusado por corrupción. The New York Times. Recuperado de: [https://www.nytimes.com/es/2019/02/28/netanyahu-corrupcion/ ]
[2] Hernández, D. (25/noviembre/2018). Netanyahu, el nuevo rey David. El Orden Mundial. Recuperado de: [https://elordenmundial.com/netanyahu-el-nuevo-rey-david/]
[3] Emergui, S. (9/abril/2019). Benjamín Netanyahu, el mago de la política israelí. El mundo. Recuperado de: [https://www.elmundo.es/internacional/2019/04/09/5cab8d8921efa0504a8b46b2.html]
[4] Rosselló, D. Miranda, E. (19/enero/2017). El nuevo Israel: viraje al conservadurismo y nueva democracia. El orden mundial. Recuperado de: [https://elordenmundial.com/nuevo-israel-viraje-al-conservadurismo-nueva-diplomacia-22/]
[5] Warschawski, M. (16/abril/2019). Seis puntos que hay que tener presente tras las elecciones. Viento Sur. Recuperado de: [https://vientosur.info/spip.php?article14745]
[6]. Ibid.