Análisis Semanal 256: Nicolás Maduro no tiene quién le escriba: la crisis geoestratégica del socialismo del Siglo XXI (18 de febrero de 2019)

Año: 
2019
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Karl Marx señalaba en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte que “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y segundo como farsa”. El socialismo en su deriva marxista, como teoría y praxis de modelo societario, había sido declarado difunto y obsoleto con el fin de los regímenes comunistas de Europa Central y del Este y la posterior desintegración de la Unión Soviética. En Asia: Corea del Norte, Vietnam, Laos y la República Popular China;  en América Latina: Cuba, eran los últimos sobrevivientes de la crisis del comunismo. Al menos eso se creía hasta el acceso del Movimiento Quinta República y del Teniente Coronel Hugo Chávez Frías al poder en Venezuela en 1999. Y es aquí en donde resuena con más fuerza la segunda parte de la lapidaria frase de uno de los padres del comunismo científico.

Lo que tardó la URSS en lograr en 71 años –bien y mal– el socialismo del Siglo XXI venezolano lo logró en 14. Y es que no dejan de encontrarse algunos paralelos en un proyecto que buscó, tanto en eventos y figuras históricas del socialismo del Siglo XX, una especie de santuario en cuál reflejarse y demostrar que el socialismo había entrado en crisis a inicios de los noventas pero había regresado. El retorno de Marx, esta vez, se originaba en el Tercer Mundo, en la periferia de América Latina.

Después de 15 años el balance es complejo. Durante los primeros años del chavismo, efectivamente hubo una mejoría sustancial en la vida de los venezolanos reconocido por la CEPAL[i] gracias a las misiones y la inversión social[ii]. Además, Chávez y su equipo demostraron habilidad para enfrentarse y derrotar el intento de golpe de Estado de abril del 2003, y al posterior paro de PDVSA que inició ese año y culminaría en 2003. Logró liderar a un grupo de países latinoamericanos hacia bloques de integración regional (UNASUR y ALBA) que crearon regímenes internacionales al margen de instituciones creadas bajo la tutela de Estados Unidos como la OEA. Junto a una coalición de gobiernos de izquierda y centro izquierda latinoamericanos desarticuló la propuesta del gobierno Bush para activar el ALCA –teniendo que decantarse la Casa Blanca por acuerdos regionales como el CAFTA. Incluso, hizo de Venezuela un país con una política exterior sui generis dentro de los estándares de la región. A nivel de diplomacia pública, mediante CITGO (filial de PDVSA en ese país), el gobierno venezolano otorga calefacción y asistencia a sectores socioeconómicamente deprimidos en el Bronx.[iii] En  términos de política exterior a nivel gubernamental al activar relaciones diplomáticas, comerciales, culturales y militares con actores extra regionales como Vietnam, Rusia, Bielorrusia, Libia, Irán, Siria, Iraq, Zimbabue, etc. El hilo común era generar un eje internacional que contrarrestara la influencia de Washington. 

Sin embargo es probablemente ahí en donde recae la mayor contradicción del socialismo del Siglo XXI y de la propuesta del chavismo. A pesar de su declarado anticapitalismo y de la retórica de que “ser rico es malo”, la vitalidad de esa variante de socialismo recaía en mantener una vigorosa línea de suministro de crudo conectada, como cordón umbilical, al voraz apetito estadounidense por petróleo. Lo que en términos de la teoría de centro-periferia hacía de Venezuela un país que retóricamente, se “desconectaba” del centro, pero que concretamente, se mantenía subordinada en los perímetros de los polos de poder al norte. Es el talón de Aquiles del proyecto bolivariano. 

Era una realidad complicada de sostener en el tiempo. El ex presidente venezolano reiteró en varias ocasiones que cortaría el suministro de crudo a Estados Unidos en caso de que usara la fuerza en países aliados como Irán o Libia –Muammar Gaddaffi vivió en carne propia cómo estas amenazas quedaba más en la retórica que en acciones concretas–.  Sin embargo, era estas aventuras militares norteamericanas, sumadas también al ingente crecimiento económico chino, lo que mantenía al barril de petróleo cercano a los cien dólares necesarios (en 2008 alcanzaría $131.22)  para un país que fue haciéndose cada vez más dependiente de sus exportaciones de hidrocarburos.

Fuente: Datos Macro [iv]

Sumado a lo anterior fue el desinterés mostrado por las administraciones Bush y Obama en su relación a América Latina. La primera concentrándose en Medio Oriente y la segunda en el llamado Pivote al Este enfocándose en la contención de China en los márgenes de sus fronteras marítimas y territoriales. Fueron casi veinte años de vacío de poder estadounidense que brindaron amplios márgenes de maniobra a Caracas.

Esto iba eventualmente confirmando que el proyecto geopolítico chavista tenía serios problemas estructurales que buscó circunvalar con importantes dosis de propaganda. Mientras esto ocurría en el plano económico y geopolítico, en paralelo se conformaba un culto a la personalidad alrededor de la figura de Chávez. Ayer Stalin, Mao o Castro. Hoy un caudillismo post mortem que culmina con el hastag #AquínosehablamaldeChávez.[v] Si no se le podía criticar vivo ahora menos en la  ultratumba. Grave error si se considera que los liderazgos carismáticos –arraigados en relaciones afectivas– no racionales entre gobernados y gobernante-  no son transables, heredables o sujetas a compra o venta en beneficio de un sucesor sea este asignado (como en el caso de Nicolás Maduro) o no. Por otro lado, si se confirmara que los proyectos sociales, en formas de misiones y asistencia socioeconómica, se redujeron a prebendas a cambio de votos esto tampoco ayudaría a la salud del proyecto chavista.[vi] Romper con ataduras, propias de la cultura política latinoamericana, tan abyectas a los personalismos y al clientelismo político y social, fueron otras de las tareas pendientes de esa revolución.

Lo que nos lleva a la situación actual. Dos presidentes, una carrera internacional por reconocimiento diplomático, un cerco económico y comercial, una sociedad polarizada y, lo más importante: una lucha por el control y lealtad de las fuerzas armadas venezolanas. Un cóctel para un nuevo episodio de crisis en las Américas.

La situación política regional ha cambiado mucho. Para Nicolás Maduro las circunstancias han sido muy diferentes a las de su predecesor. Hay un claro giro ideológico hacia la derecha en los gobiernos latinoamericanos. Esto le ha permitido a Washington conformar un bloque unificado –operacionalizado en el Grupo de Lima– que junto a miembros de la Unión Europea, primero han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino y segundo han solicitado elecciones adelantadas con garantías. En el plano económico y comercial, la Casa Blanca ha congelado activos de CITGO y ahora busca entregarle su control Guaidó.[vii] El Banco de Inglaterra por su parte ha rechazado la petición de Maduro de acceder a 1.200 millones en reservas de oro depositadas en sus cuentas.[viii] De esa esa forma se cierra el cerco sobre el gobierno de Maduro.

Actualmente Guaidó es reconocido por una mayoría de países frente a Maduro.[ix] Sin embargo el sucesor de Chávez aún conserva el apoyo de Rusia, China, Turquía e Irán, junto a aliados regionales como Cuba, Nicaragua y Bolivia. Los dos primeros con veto en el Consejo de Seguridad y con grandes inversiones en el sector armamentístico, infraestructura, petróleo y financiero. Cuba, que ha visto mermada la asistencia venezolana, también tiene mucho que perder ante un eventual salida de Maduro del poder. Hasta ahora las medidas rusas y chinas han sido más discursivas y de retórica diplomática salvo el envío de dos bombarderos estratégicos TU-160, por parte de Moscú a Caracas, en diciembre pasado.[x] Esto tampoco significa una apuesta, del gobierno de Vladimir Putin, como la que hizo en Siria o una intención real del gobierno ruso de crear una escalada. Venezuela puede valer una o mil misas pero no una tercera guerra mundial.

Lo que finalmente lleva al crucial papel de las fuerzas armadas y otros cuerpos de seguridad. Estados Unidos ha llevado una estrategia de ir acorralando, mediante operaciones de inteligencia, a la cúpula política y militar venezolana desde hace varios años. Llegando a acusar de narcotráfico, apoyándose en desertores[xi] y tareas de vigilancia, al hombre fuerte y segundo al mando, Diosdado Cabello y logrando enjuiciar y encarcelar, por el delito de tráfico internacional de drogas, a sobrinos de Nicolás Maduro.[xii] Washington, incluso, ha ofrecido amnistía a altos mandos militares, incluido al actual Ministro de Defensa Vladimir Padrino, para que rompan filas y se adhiera al mandato de Guaidó.[xiii] Estableciendo una política de: “casa en Venezuela o cárcel en Miami”.

Esto conduce a algunos posibles escenarios. El primero es uno en el que el gobierno de Maduro logre desgastar al nuevo líder opositor y aprovecha o genera mayores divisiones en la oposición. Esto ya ha sucedido con otras figuras como Henry Capriles y Leopoldo López. Una segunda opción es una transición pacífica mediante una combinación de negociaciones secretas y diplomacia abierta, similar a la efectuada por Washington y La Habana hace unos años. Un tercer escenario es una fractura en la cadena de mando en los estamentos altos del ejército que desencadene en un golpe de Estado y eventual colapso del régimen político instalado desde 1999. Hasta aquí los escenarios más controlados.

Esto no descarta escenarios de confrontación. Un cambio abrupto de orden político puede traducirse en un proceso que desencadene en una guerra civil si existen actores locales y regionales que tengan mucho que perder ante una nueva realidad política en Venezuela. Internamente, grupos formales (SEBIN, algunos cuadros de las Fuerzas Armadas, PSUV) e informales (Círculos Bolivarianos, grupos de crimen organizado) que puedan verse judicializados bajo un nuevo régimen. A Nicolae y Elena Ceaucescu los terminaron defendiendo hasta la muerte la policía secreta Securitate y terroristas árabes radicados en Rumania frente al ejército que se plegó al levantamiento civil de diciembre de 1989.[xiv] Sería la columna vertebral del régimen que no puede darse el lujo de perder.

Países como Siria, Rusia, China, Corea del Norte y, particularmente Irán, podría beneficiarse en el caso de que los Estados Unidos hagan una incursión militar en ese país. Esto en cuanto abriría un nuevo frente de batalla –en paralelo a los inconclusos en Iraq y Afganistán, además del controversial punto final en Siria– que hundiría al ejército estadounidense en otro compromiso militar sin un potencial fin en el horizonte. Una especie de muerte por mil cortes auto infligida por los policy makers del Departamento de Estado y el Pentágono hacia su propio país. El escenario de “uno, dos, tres Vietnam” para el cual los cubanos han estado esperando y entrenándose durante décadas y también al ejército venezolano. Esto bajo la doctrina de guerra asimétrica y de guerra de todo el pueblo.[xv]

Los servicios de inteligencia cubanos tienen amplia experiencia en contrarrestar  las actividades de sus contrapartes estadounidenses. Aún resuenan las actividades de la CIA previo al golpe final al gobierno de Salvador Allende en donde previamente se llevaron a cabo operaciones de sabotaje económico, propaganda y guerra psicológica e intento de interrumpir  e identificar (o asesinar como en el caso del general René Schneider en 1970 y Carlos Prats posterior al golpe en 1974) a altos mandos militares propensos a colaborar en el derrocamiento del gobierno constitucional. Lo mismo sucedió en la Nicaragua sandinista en los ochentas. La actual crisis venezolana es sólo un pulso más entre ambos servicios.

Y esa es la farsa de la República Bolivariana de Venezuela. Endilgarse el adjetivo de revolución sin realmente romper con el pasado. Fueron reformas sustanciales pero no cambios que lograron enterrar definitivamente al antiguo régimen. Una circulación de élites que enterró momentáneamente a una vieja guardia de ricos y la sustituyó por una nueva a la izquierda, conformada por boliburgueses. Ahora esa antigua élite del Punto Fijo viene a cobrar sus intereses perdidos.

A nadie le han estorbado las cadenas impuestas por las circunstancias hasta el día en que se atrevió caminar dos pasos más allá de los cuales esas mismas condicionantes se lo permitieron.  Y a lo mejor esa es la tragedia venezolana que se sigue repitiendo una y otra vez. Ayer bajo la dictadura de derecha de Marcos Pérez Jiménez; pasando a los ochentas bajo el régimen democrático de Carlos Andrés Pérez y los cientos de muertos y desaparecidos durante El Caracazo, hasta llegar al día de hoy con el mal retorno del socialismo del Siglo XX apuntalado bajo un régimen híbrido que no es una democracia plena pero tampoco llega a un calcado del modelo soviético.

Venezuela requiere reordenarse como sociedad con el objetivo primordial de escapar a la “maldición de los recursos”. No en vano fue un venezolano, Juan Pablo Pérez Alfonzo cofundador de la OPEP, que se refirió al oro negro como “el excremento del diablo”. Décadas después este país se sigue hundiendo en ese pozo sin fin sin importar el signo ideológico y programático que adquiere su régimen político. Países como Noruega e Irán pueden ofrecerle algunas pistas de cómo huir de este laberinto sin salida. Si no se toman medidas estructurales que revolucionen y atraviesen a diferentes sectores del país, considerando parámetros políticos ideológicos, de clase, productivos, económicos, etc. Venezuela estará condenada a repetir su historia, ayer cómo tragedia, hoy como farsa ¿y mañana? A lo mejor arar en la arena es su destino; la triste síntesis de su pasado y su presente.