Análisis Semanal 253: Metástasis Del Movimiento Pentecostal En Los Márgenes De La Región Centroamericana (04 de febrero de 2019)

Año: 
2019
Autor(es): 

La corriente pentecostal se comienza a expandir de manera significativa por Latinoamérica durante el siglo XX, teniendo como centro primario Estados Unidos y, posteriormente, en la región centroamericana a Guatemala y Honduras. Actualmente el pentecostalismo cuenta con una fuerte presencia en la mayoría de los países del continente americano apoyado por miles de seguidores, y cuyos números se encuentran en constante crecimiento; simultáneamente la cantidad de fieles católicos sufre un deterioro paulatino.

En la misma línea, Schäfer y Yágüez (1) mencionan que el protestantismo en Centroamérica ha sufrido un aumento rápido en los últimos 30 años, convirtiéndose en una fuerte minoría social; los autores estimaban en 1988 que entre el 25% y el 30% de la población total de Guatemala era miembro de alguna iglesia protestante, mientras que en Nicaragua era alrededor del 13%, en Costa Rica un 17% y en El Salvador y Honduras de un 9% aproximadamente. Por su parte, Bergunder (2) señala que para 1998 entre el 11% y el 15% de la población latinoamericana era protestante –de mayoría pentecostal-, asimismo las estadísticas recientes evidencian un crecimiento continuo como resultado de la propaganda misionera del movimiento pentecostal.

Como lo expone Petersen (3), el abordaje por parte de las ciencias sociales al pentecostalismo y su papel en la región ha sido superficial, sin tomar en consideración las visiones y dinámicas que movilizan a lo interno y han logrado la reclusión de tantas personas fieles. Esto ha generado un desconocimiento generalizado respecto a un actor que, como lo han demostrado diferentes países latinoamericanos, ha incursionado en el escenario político y social de manera significativa.

Es ante tal contexto que el presente artículo forma parte de una investigación en curso que intenta exponer tanto las dinámicas, factores internos y externos implicados, respecto a la expansión de la corriente pentecostal; así como analizar el papel que juega dicho actor -a nivel macro como corriente, y a nivel micro materializada en las iglesias predominantes- en los contextos sociopolíticos de la región Centroamericana como principal unidad de análisis. Lo anterior con el fin de poder dar respuesta a la pregunta, ¿cómo entiende la corriente pentecostal a la región centroamericana?

En esta línea, se desarrolla un breve recorrido histórico sobre el surgimiento, dinámicas internas y estrategias de expansión del movimiento, así como la posible población –características socioeconómicas- a la cual podrían estar dirigidas o enfocadas sus acciones de reclutamiento.

GESTACIÓN DEL PENTECOSTALISMO

La gran mayoría de iglesias pentecostales de Centroamérica tienen sus raíces en el protestantismo estadounidense, según relatan Schäfer y Yágüez (4), lo que se traduce en una fuerte influencia del desarrollo histórico de este último sobre la estructura protestante centroamericana. Las iglesias protestantes de la región se dividen en cuatro grandes corrientes: el Protestantismo Histórico –conocido también como Main Stream Protestantism- el cual tiene sus raíces en la inmigración europea a Estados Unidos; el Protestantismo Fundamentalista, con orígenes en los avivamientos estadounidenses del siglo XX, según narran los autores, el cual no tomó forma de movimiento fundamentalista sino hasta la segunda mitad del siglo XX como respuesta al conflicto con el evangelio social; el Pentecostalismo, el cual se separó a principios del siglo XX de las iglesias de avivamiento, identificándose como un movimiento de orientación hacia la clase baja; y finalmente, durante la década de los 1960 y 1970 se desarrolla el Protestantismo Neopentecostal o carismático, su principal diferencia va a ser la orientación hacia la clase media/alta.

Schäfer y Yágüez (5) narran que estas corrientes llegaron a Centroamérica durante el siglo XX, mas no de forma simultánea. La Iglesia Histórica y Fundamentalista comenzaron sus labores misioneras a finales del siglo XIX, mientras que la Iglesia Pentecostal comenzó a llegar a mediados del siglo XX y en la década de los 1970 lo hizo la Iglesia Neopentecostal. Los autores aclaran que dichas corrientes han desarrollado rasgos particulares en la región, empero no se han alejado demasiado de su idiosincrasia estadounidense.

Las Iglesias Pentecostales, mencionan Schäfer y Yágüez (6), interpretan la Biblia de manera autoritaria y biblicista, teniendo como enfoque central un sistema simbólico basado en la inminente segunda venida de Cristo; el culto se caracteriza por la vivencia colectiva y por formas devocionales participativas. Por su parte, en las Iglesias Neopentecostales las evidencias de la presencia del Espíritu Santo en los creyentes son fundamentales, combinándolas con interpretaciones calvinistas de la justificación de la fe. La interpretación de la Biblia es autoritaria y ahistórica.

En cuanto a las formas de organización religiosa, Schäfer y Yágüez (7) explican que se basan en criterios como la participación en la vida de la sociedad, miembros de distintas clases sociales, desarrollo de la burocracia de iglesia, formalización de la educación clerical y anonimato de los participantes del culto. En el caso de Centroamérica existen tres tipos de organización religiosa, la Denominación, Agrupación religiosa Estable y Agrupación Religiosa.

Ahora bien, Schäfer y Yágüez (8) señalan que la migración, la semi-integración, la violencia y el descenso económico en la década de los 1970 son factores claves para comprender la expansión y penetración del pentecostalismo en Centroamérica; la combinación de estos genera una profunda crisis en las condiciones de vida de personas indígenas y migrantes principalmente. En el caso de la migración, esta población se caracteriza por dos aspectos: la pérdida de su ambiente social y rural, y el desamparo ante condiciones duras y hostiles; viéndose en la condición de semi-integración en formas de vida y trabajo –en la mayoría de los casos- dependientes de la producción agraria capitalista:

La semi-integracion es un fenómeno secundario de la transformación capitalista de la estructura económica de Centroamérica. La semi-integracion económica favorece el crecimiento del protestantismo, sobre todo a través del proceso de la paulatina destrucción de los sistemas económicos y sociales tradicionales; así como por medio del proceso de marginalización y empobrecimiento dentro de la producción capitalista ya establecida; pero también bajo la integración total en la producción, en condiciones de trabajo explotadoras. (Schäfer y Yágüez, 1988, p. 75)

El otro aspecto señalado por los autores que ha favorecido el crecimiento de la presencia pentecostal en la región es el uso de la violencia, la cual genera inseguridad y esto a su vez una mayor demanda de religiosidad y necesidad de creer en algo más allá de lo terrenal, exigencias que son respondidas por la corriente pentecostal ante una Iglesia Católica cada vez menos legítima. Los autores también señalan que existen indicios de que el protestantismo aumenta en los lugares donde las acciones militares son constantes, y las esperanzas y perspectivas para el futuro se encuentran deterioradas. Es así como la suma de la semi-integración, la violencia e inseguridad en aumento y las migraciones forzadas, dan como resultado poblaciones olvidadas por los Estados centroamericanos y –en muchos casos- por sus propias sociedades, traduciéndose en personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas o viven en condiciones paupérrimas; es en tales escenarios donde las iglesias pentecostales logran penetrar con gran facilidad dando respuestas a algunas de las necesidades –materiales, emocionales, sociales y espirituales- negados por el sector público.

Por su parte, Bergunder (9) explica la expansión del movimiento pentecostal a partir del desarrollo de su propia identidad en el siglo XX, la cual se identificaba con la clase más baja y los desposeídos; en otras palabras, el pentecostalismo se dedicó a acoger a aquellas personas que se encontraban excluidas de los centros de poder culturales, políticos, económicos, etcétera. Asimismo, se dirigieron a las personas marginadas por sus condiciones y pobreza –alcohólicos, trabajadoras sexuales, drogadictos-. Las Iglesias Pentecostales, explica el autor, dado la naturaleza de sus creyentes, entablaron una dinámica de grandes grupos de encuentros o familias, promoviendo la sanación personal, el cambio de estilos de vida y el desarrollo de relaciones fraternales.

Bergunder (10) citando a Lalive d’Espinay, señala que el movimiento pentecostal reemplazó las viejas y colapsadas estructuras de solidaridad, expandiéndose entre aquella población desposeída, sin trabajo seguro, el campesinado y proletariado; las comunidades pentecostales representan un reemplazo al sobreviviente sistema feudal de hacienda, ahora el pastor asumirá la posición de patrón en una comunidad totalitaria. Lalive d’Espinay, citada por Bergunder (11), menciona que la principal contradicción del pentecostalismo se encuentra en su pasividad social, ya que por un lado predica la ruptura con el mundo, empero a su vez necesita de dicho mundo para vivir y desarrollar sus actividades económicas y sus dinámicas evangelizadoras; la autora concluye que la comunidad pentecostal apoya mediante su pasividad la sumisión a la sociedad capitalista dependiente del orden establecido.

Finalmente, el descenso económico generado a finales de los 1970, hizo que las burguesías centroamericanas entraran en una crisis económica y social severa, según Schäfer y Yágüez (12); para los autores, las dictaduras de dicha época ya eran una expresión de la crisis de legitimidad que sufría la burguesía por parte de las sociedades civiles, empero no fue hasta finales de dicha década que se dan las sublevaciones, militarizaciones y polarizaciones que logran encender las alarmas de la burguesía y percatarse que sus estilos de vida corrían peligro. Mientras tanto la relación entre estas y la Iglesia Católica comenzaba a fracturarse, es entonces que surge la opción de las Agrupaciones Establecidas Neopentecostales, siendo cada vez más llamativas para la burguesía. Como consecuencia de tal alianza, Schäfer y Yágüez (13) señalan que se dio un aumento considerable en el número de iglesias de esta naturaleza durante la década de los 1980; los neopentecostales concentraron su trabajo en las capitales y en las ciudades provinciales más importantes, reclutando así creyentes de clase alta y media en sus filas, y dando respuesta a la demanda religiosa producto de la crisis de los 1970.

Por su parte, García y Michel (14), entienden al recurso evangélico como una identidad que constituye un espacio pertinente de observación de nuevos valores de las sociedades trabajadoras, donde estas encuentran afinidades. A su vez, el pentecostalismo brinda un indicador de cómo las sociedades se están relacionando con el pluralismo religioso, donde ya no solo son actores religiosos sino que en el mundo globalizado gozan de una fluidez entre lo religioso, lo social, económico y político. En un escenario donde el individuo es insuficientemente compatible con el individuo que establece el capitalismo mercantil mundializado y donde funciona un sistema de autoridad en el cual el individuo se ve forzado a someterse a las relaciones de poder y orden establecido, y bajo un contexto donde los sistemas culturales o de representación se quedan cortos en la producción de nuevas significaciones, es donde con éxito intervienen actores religiosos.

ATANDO CABOS SUELTOS

El recorrido histórico permite evidenciar que las fuerzas protestantes –y sus corrientes- no son actores nuevos en el territorio centroamericano, y que su entrada en la arena política se viene articulando desde hace varias décadas. Asimismo, las condiciones de marginalidad, violencia, semi-integración, descenso económico y poblaciones compuestas por indígenas, personas pobres y migrantes, han representado caldo de cultivo para un movimiento que se ha aprovechado de su discurso en defensa de la pobreza y creación de nuevos valores y representaciones; utilizando dicho capital humano a favor de sus propios intereses. Empero, ante las condiciones de miseria que sufren grandes proporciones de la población centroamericana, ¿se les puede responsabilizar por mantenerse en la búsqueda constante de un actor que les reavive sus esperanzas? ¿Son los Estados centroamericanos los principales responsables de abandonar a sus poblaciones en las manos del pentecostalismo? ¿Dónde quedan las izquierdas centroamericanas?

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

  1. Schäfer, H., & Yágüez, L. (1988). Religión dualista causada por antagonismos sociales: Trasfondos sociales del protestantismo en Centroamérica. Boletín De Estudios Latinoamericanos Y Del Caribe, (45), 69-90. Recuperado de http://www.jstor.org.ezproxy.sibdi.ucr.ac.cr:2048/stable/25675391

  2. Bergunder, M. (2009). Movimiento pentecostal y comunidades de base en América Latina. La recepción de conceptos teológicos de liberación a través de la teología pentecostal. Universidad de Heidelberg. Recuperado de http://archiv.ub.uni-heidelberg.de/volltextserver/8942/1/Bergunder_Movimiento_pentecostal.pdf

  3. Petersen, D. (1998). Pentecostals: Who are they? Perspectives on pentecostal thought and practice in the two thirds world. Transformation, 15(2), 17-28. Recuperado de http://www.jstor.org.ezproxy.sibdi.ucr.ac.cr:2048/stable/43053883

  4. Ibid.

  5. Ibid.

  6. Ibid.

  7. Ibid.

  8. Ibid.

  9. Ibid.

  10. Ibid.

  11. Ibid.

  12. Ibid.

  13. Ibid.

  14. García, J. & Michel, P. (2014). El neo-pentecostalismo en América latina. Contribución a una antropología de la mundialización. Sociedad y Religión: Sociología, Antropología e Historia de la Religión en el Cono Sur, XXIV(41), 43-78. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=387239044003