El aborto para la mayoría de mujeres latinoamericanas es sinónimo de clandestinidad, prácticas inseguras, estigmas sociales y un reto a la muerte; esto dado que, según el Instituto Guttmacher (1), el 97% de las mujeres en edad reproductiva vive en países donde el aborto se encuentra penalizado o restringido por el Estado, mientras que únicamente el 3% de las mujeres de la región viven en países donde el aborto es legal en términos amplios. América Latina, la zona del mundo donde anualmente ocurren 14 millones de embarazos no planeados, de los cuales el 46% terminan en abortos, según lo señala el Instituto Guttmacher (2);a su vez, la región concentra algunos de los países con las legislaciones más severas en materia de derechos reproductivos.
El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Surinam, son los países donde la interrupción voluntaria del embarazo está totalmente prohibida y penalizada, ni siquiera en casos donde la vida o salud de la madre se encuentre comprometida. Brasil, Panamá y Chile lo permiten cuando el embarazo sea resultado de una violación; y otros ocho Estados latinoamericanos cuando la vida de la madre esté en peligro, es decir, una despenalización parcial.
Uno de los países latinoamericanos con la legislación más extrema en esta materia es El Salvador, donde la prohibición absoluta de los servicios sanitarios para tales prácticas ha representado al menos una veintena de mujeres presas bajo los cargos de homicidio agravado, a pesar de que en muchos casos las mujeres han sufrido de abortos espontáneos o siquiera estaban conscientes de su embarazo.
Con legislaciones opuestas se encuentran Uruguay, Cuba, Puerto Rico y la capital de México (país donde cada Estado define su posición al respecto). Sin embargo, incluso en aquellos países donde existe una despenalización parcial, las mujeres se ven obligadas a enfrentarse a los obstáculos burocráticos relacionados con plazos legales (número de semanas de gestación), limitando el derecho a decidir sobre sus cuerpos.
Fuente: El País, 2018 (3).
Dos estudios del 2012 y 2017 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Guttmacher han evidenciado que la prohibición del aborto no se traduce en una disminución de los mismos, sino en la ejecución de métodos clandestinos e inseguros por parte, principalmente, de mujeres en condición de pobreza; lo que en términos estadísticos se refleja en al menos un 10% de las muertes maternas en el 2014 en América Latina y el Caribe.
Asimismo, anualmente unas 760.000 mujeres de la región reciben tratamiento médico por complicaciones de salud, entre las más comunes se encuentran el aborto incompleto, la pérdida excesiva de sangre e infecciones, así lo apunta el estudio publicado por el Instituto Guttmacher (4). Si bien los números de abortos ilegales anuales solo se pueden estimar a partir de datos extraoficiales, el periódico El País (5) señala que las cifras superan con facilidad los dos millones.
Fuente: Instituto Guttmacher, 2018 (6)
Ante el escenario de un continente ultraconservador y con marcadas desigualdades de género, la inclusión de dicha temática en el debate público y la apertura en las legislaciones latinoamericanas se ha debido al accionar de diversas organizaciones, colectivos y grupos feministas que se han manifestado para demandar el poder de decisión de las mujeres sobre sus cuerpos, un Estado que las respalde y proteja, y una sociedad que respete la diversidad de pensamiento. Los casos más recientes han sido el chileno y el argentino, este último generando una ola de manifestaciones feministas apoyando la causa en deferentes países de la región y otros europeos.
Sin embargo, y esperando aportar desde el feminismo decolonial a la oleada que parece expandirse en el continente, resulta importante recordar la precaución que se debe tener con la “igualdad” que se reclama en las demandas realizadas en nombre de las mujeres latinoamericanas; esto ya que, como lo señala Femenías (7), la igualdad se puede convertir en invisibilizaciones de las inequidades culturales y étnicas, así como la negación de las diferencias de “la otra” y su historia.
En la misma línea, Femenías (8) propone el concepto de “mujeres de América Latina” para hacer visible la doble subalternidad que estas sufren, en tanto mujeres y latinoamericanas, convirtiéndose en “las otras” que el discurso hegemónico no incluye; siendo esto resultado de una condena geográfica, económica y sociopolítica que no desapareció con los procesos independentistas, sino que en muchos casos lo que se ha dado es una inclusión superficial de “las otras” en los discursos hegemónicos, borrando las diferencias individuales y colectivas, la diferencia histórica y la idiosincrasia regional, dejando una imagen monolítica y devaluada de “lo otro”.
Espinosa en Barroso (9), señala que el feminismo debe ampliar la visión y profundizar más allá del sistema sexo-género, dado que en América Latina se han dado casos en los que las élites blanco-mestizas no cuestionan su privilegio de clase y raza; es así como el colonialismo no solo es reproducido por personas europeas burguesas. Es por esto que, tanto las demandas que se están haciendo como los grupos que las están exigiendo, deben estar alerta ante la posible reproducción de ideas de bienestar, progreso y modernidad propias del feminismo hegemónico y de tradición europea; y dirigir la mirada a las necesidades cotidianas de las “mujeres de América Latina”, de “las otras”.
Ante tales condiciones es que el feminismo decolonial surge como una corriente de pensamiento relevante para las mujeres de América Latina. Este es entendido por Espinosa en Barroso (10), como el conjunto de epistemologías que se componen tanto de las élites intelectuales académicas, como de los saberes populares, comunitarios y memorias, logrando construir una crítica a ese feminismo binario y europeo; simultáneamente realiza una revisión al concepto mismo de mujer y su universalidad. El feminismo decolonial no solo se nutre de aquellas epistemologías otras, dando espacio a los saberes indígenas, afros, urbanos, etcétera; sino que también pretende superar la explicación de la opresión de la mujer en sentido general, aporte que ha sido en gran medida gracias al feminismo de color y el negro. Estas feministas proponen incluir en el análisis otras condiciones como clase, orientación sexual, raza, etcétera.
Por esto, Espinosa en Barroso (11), menciona que un proceso clave que el feminismo decolonial promueve es el observar y analizar cómo se están formando las relaciones entre la sujeta subalterna y el ideal de ciudadana libre, autónoma e igualitaria al que se desea llegar, y si es posible que la gran mayoría llegue a ese punto. Esto se obtiene mediante la acumulación de saberes y experiencias, entendiendo que cada mujer habla desde su propio lugar de opresión, aportando a las epistemologías otras y contrarrestando la idea de una única verdad.
A modo de cierre, interesa señalar lo valioso que puede ser el feminismo decolonial para los movimientos y demandas que las mujeres de América Latina están desarrollando; la legalización del aborto es solo una expresión del empoderamiento femenino, junto a él están las múltiples campañas contra el acoso callejero, contra los femicidios, contra la violencia de género, etcétera. Es por esto que el feminismo decolonial, entendido como el conjunto de epistemologías otras, representa una herramienta para la constante autocrítica, observación y construcción de un movimiento de mujeres latinoamericanas que realmente incluya la diversidad de conocimientos, saberes, necesidades, gustos, tradiciones, etcétera. ¿Es la legalización del aborto una necesidad primaria para las mujeres indígenas o en condiciones de pobreza? ¿Han sido tomadas en consideración sus tradiciones y creencias en tales demandas? ¿Tienen siquiera el acceso a métodos anticonceptivos y educación sexual garantizada? ¿Hasta qué punto tales demandas están reproduciendo el feminismo conocido, el hegemónico europeo?
Notas
1. Instituto Guttmacher. (2018). Aborto en América Latina y el Caribe. Recuperado de https://www.guttmacher.org/es/fact-sheet/aborto-en-america-latina-y-el-caribe
2. Ibid.
3. Sahuaquillo, M. (15 de junio 2018). América Latina, cuando acceder al aborto legal es casi imposible. El País. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2018/06/14/actualidad/1529002780_075313.html
4. Instituto Guttmacher, op cit.
5. Centenera, M. (12 de agosto 2017). América Latina, donde abortar sigue siendo un drama. El País. Recuperado de https://elpais.com/politica/2017/08/11/sepa_usted/1502413757_091099.html
6. Instituto Guttmacher, op cit.
7. Femenías, M. (2007). Esbozo de un feminismo latinoamericano. Estudos Feministas, 15(1), 11-25.
8. Ibid.
9. Barroso, J. M. (2014). Feminismo decolonial: una ruptura con la visión hegemónica eurocéntrica, racista y burguesa. Entrevista con Yuderkys Espinosa Miñoso. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (III), pp. 22 – 33. Recuperado de https://iberoamericasocial.com/feminismo-decolonial-una-ruptura-con-la-vision-hegemonica-eurocentrica-racista-y-burguesa/
10. Ibid.
11. Ibid.