Análisis semanal 198: Hidropolítica para el Siglo XXI: África y los juegos del agua (28 de febrero de 2018)

Año: 
2018

Introducción

Durante siglos, han existido razones objetivas y subjetivas que, como fuerzas motrices, impulsan a sociedades, civilizaciones o Estados al conflicto o a la paz. Son abundantes las referencias sobre cómo, en términos materiales, la necesidad de acceder y explotar recursos escasos –frente a las siempre latentes necesidades inconmensurables dentro de cada Estado– conduce a países a competir entre sí por el acceso a estos bienes. Ahora, en el siglo XXI, en paralelo al petróleo, gas y tierras cultivables, se abre un nuevo escenario de competencia: el agua. Aún más dramático, en comparación a otros bienes, si se considera que nunca en la historia la vida ha sido sustentable sin este preciado y, crecientemente escaso, elemento.

Actualmente, existen dos casos en el continente africano que reflejan el dilema colectivo que representan el estrés hídrico. El primero, la disputa entre Egipto, Sudán y Etiopia, por el proyecto hidroeléctrico “Presa del Renacimiento”, el más grande de África, y el cual este último espera iniciar su fase operativa en años venideros.  El segundo caso es el de Suráfrica y la cuenta regresiva para que Ciudad del Cabo llegue al “Día Cero” y se declare con problemas serios de abastecimiento para sus cuatro millones de habitantes. Así cómo sucede entre Estados ocurre dentro del Estado.

Desarrollo

El Cairo mantuvo una hegemonía indisputada sobre el Nilo durante casi todo el Siglo XX. Primero gracias al Acuerdo Anglo-Egipcio de 1929 y, posteriormente, como Estado plenamente independiente con el tratado firmado por este país y Sudán en 1959. Ambos acuerdos le asignan a Egipto 55 billones de metros cúbicos de agua del total de 88 billones que posee este río (1). Adicionalmente, le conceden a El Cairo poder de veto sobre actividades río arriba lo que, hasta hace poco, le ofrecían un amplio margen de maniobra en la región. Caso contrario, Sudán y Etiopía, cuentan con otras fuentes de agua provenientes de las lluvias que caen sobre su territorio.

Esta lógica de suma cero por parte de Egipto se debe a dos causas fundamentales. A nivel externo su tasa de dependencia de agua es una de las más altas del mundo. En total, un 96,9% de las fuentes de agua renovables del país provienen de  países vecinos (2), por ejemplo de la cuenca del Lago Tana en Etiopía que alimenta al Nilo Azul. En particular, el Nilo representa la fuente del 90% del agua potable que se consume en el país. En el ámbito doméstico, la producción agrícola e hidroeléctrica se concentra alrededor del caudal de este río. Funcionando como un cordón umbilical de estabilidad social y económica en un país que cumple ya varios años de conmoción interna desde las caídas de los gobiernos de Hosni Mubarak en 2011, y el posterior gobierno de los Hermanos Musulmanes en 2013. No en vano, el actual presidente egipcio, Abdel-Fattah Al-Sisi, declaró que: “La cuota de acceso de Egipto al agua del Nilo es un asunto de vida o muerte para la nación” (3). La debilidad estratégica de Egipto es palpable.

Esto ha iniciado un juego diplomático en la región. Se ha establecido el “Acuerdo de Jartum” como mecanismo de cooperación e intercambio de información entre Etiopia, Sudan y Egipto. Sin embargo, hasta el momento, El Cairo acusa a Addis Abeba de poca transparencia en el manejo de información sobre las externalidades negativas, particularmente relacionadas a los flujos de agua, río abajo, cuando inicie el período de relleno del embalse.  Esto ha vuelto a crear tensiones que, incluso, ha abierto el debate sobre un posible bombardeo preventivo egipcio a la infraestructura de la represa –en su momento, con apoyo sudanés (4). El posicionamiento de tropas egipcias en Eritrea, así como la entrada de países extra regionales –Turquía y Qatar a favor de Sudán y Emiratos Árabes Unidos apoyando a Egipto– hacen que una solución de facto no pareciera estar descartada del todo. Etiopía, conocida como la “Torre de agua de África”, pareciera estar cambiando asertivamente las reglas del juego y equilibrio de poder en el cuerno de África.

El caso sudafricano no deja de ser menos alarmante. Las autoridades de Ciudad del Cabo, segunda urbe en importancia del país, establecen que de no haber cambios sustanciales en los patrones de consumo, entre otros factores, la ciudad verá seriamente restringida su acceso al agua en abril a máximo julio de este año (5). La primera gran urbe del mundo en sufrir esta realidad.

Sin embargo no es la única metrópoli que enfrenta este riesgo. Grandes ciudades en países BRICS como São Paulo, Moscú, Bangalore y Beijing, así como en algunos de los países MINT: Ciudad de México, Yakarta y Estambul, y en economías consolidadas como Londres, Tokio (6) y Los Ángeles, se encuentran, potencialmente, ante un escenario similar. Esto refleja el papel preponderante que el recurso hídrico representa en la política nacional e internacional cuando se corra el riesgo de llegar a niveles preocupantes de estrés hídrico. Particularmente, en países y mega ciudades que conforman polos de desarrollo y dinamismo económico vitales dentro del subsistema económico altamente interconectado del sistema internacional. 

Conclusión

Esto plantea dos interrogantes. La primera gira en torno a la estrategia que eventualmente tomarán estos países y ciudades para  enfrentar este riesgo. Cuántos incentivos existen para el trabajo colectivo y cuántos para maniobrar de forma unilateral. Sobre todo cuando posibles focos de inestabilidad interna deban congeniarse con la estabilidad con Estados vecinos.

En segundo lugar están el trasfondo estructural o sistémico. Los límites materiales que constriñen las posibilidades reales de crecimiento económico, al limitar o hacer cada vez más escasos ciertos factores de producción. Situación que puede desencadenar escenarios de resultado variado. Como frenar procesos de integración o generar ciclos de crisis económicos cada vez más recurrentes al no producirse cambios tecnológicos lo suficientemente rápidos que mediante la destrucción creativa estabilicen la economía mundial. 

La interacción de causas y consecuencias de la actividad humana se diluyen entre las fronteras. El imparable calentamiento global, el crecimiento poblacional y un modelo de producción y consumo alto en generar externalidades ambientales negativas, no auguran un escenario alentador. Esto eventualmente conduciría a una tragedia de los comunes en ámbitos locales y supranacionales. Un “Día Cero” para la humanidad.