Todo parecía indicar que el conflicto en Siria para el 2018 bajaría de intensidad, y se lograría algún acuerdo de paz a partir de alguno de los procesos de negociación en curso, ya fuera el auspiciado por las Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, o el auspiciado por Rusia, llevado a cabo en varias rondas en países del Asia Central y la región del mar Negro, como la ciudad de Sochi. El hecho de que Rusia anunció que reduciría su presencia militar en Siria, aunque expandiendo la cantidad de bases militares que posee en el país, parecía indicar que el conflicto sirio estaba en cauce a su finalización, y que solo faltaba administrar el conflicto entre las grandes potencias para que llegara a su fin. Esta acción rusa, más simbólica que real, parecía indicar la confianza rusa en el triunfo del régimen de Assad, la derrota de los rebeldes—que solamente controlan actualmente parte de la provincia de Idlib al norte del país (1)—, y la previsión de que a los Estados Unidos no le quedaba más movidas que aceptar la derrota de los rebeldes que apoya, y dedicar exclusivamente su apoyo a las Fuerzas Democráticas de Siria, una milicia de predominio kurdo que controla el noreste del país.
Bajo este escenario, el único punto a solucionar realmente en el conflicto no es la permanencia o no de Assad en el poder, sino la cuestión kurda. En efecto, la población kurda, que es mayoritaria al norte y noreste del país ha mostrado su deseo, a través de las milicias como las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), de ejercer una autonomía absoluta de las regiones que controla. Esta disposición, sumada a su efectividad de combate, demostrada no sólo contra las fuerzas del régimen, sino también contra el Daesh, prácticamente desaparecido del conflicto sirio, es, por así decirlo, la última piedra en el zapato de Assad y Putin en el conflicto en Siria.
Si Rusia y las fuerzas del régimen logran convencer al Partido de la Unión Democrática (PYD), que es la fuerza política que controla la región kurda del país, de mantenerse dentro de Siria, a través de la concesión de autonomía cultural y política (2), lo cierto es que el conflicto en Siria se lograría concluir más rápidamente, a la vez que le asestaría a los Estados Unidos un duro golpe a sus ambiciones en el país. No obstante, si por el contrario los kurdos no acceden a esta propuesta—o alguna otra de parte de Rusia y el régimen sirio—, entonces los Estados Unidos todavía tendría mucho que decir sobre el futuro y la integridad territorial de Siria. Un escenario posible si esto último llegara a suceder es prácticamente la existencia de una zona absolutamente autónoma, y en todo sentido práctico independiente, de los kurdos de Siria. Esto significaría que Rusia y Assad deban invertir más de sus recursos militares en derrotar a los kurdos de Siria para mantener la integridad territorial del país y lograr su victoria definitiva en el conflicto, lo cual sería sumamente difícil, y llevaría varios años.
Si solo se tomaran las posturas rusas y estadounidenses del conflicto, sus posiciones, intereses y posibles acciones a seguir, estos son los escenarios posibles—al menos los que aquí se logran vislumbrar—que pueda seguir el conflicto sirio en el corto y mediano plazo. No obstante, el conflicto en Siria no es tan simple, y no sólo involucra a los actores antes mencionados, lo que llega a complicar las cosas para los dos principales bandos del conflicto: Rusia y el régimen de Assad, y los Estados Unidos y los rebeldes por el otro.
Otro de los principales actores del conflicto—por no mencionar a Irán y su apoyo al régimen, o algunos países árabes que apoyan a los rebeldes—es Turquía, y bajo el contexto actual del conflicto no es sólo un actor importante, sino que ha llegado a convertirse en un actor clave del conflicto. Aunque en un inicio fue uno de los países que más contribuyó a la causa rebelde, e incluso se opuso a la presencia rusa en Siria, lo cierto es que desde hace algún tiempo su intervención en el conflicto se ha limitado a combatir cualquier indicio de autonomía o independencia kurda cerca de sus fronteras. Esto obedece principalmente a su intención de satisfacer a los apoyos kemalistas y ultra-nacionalistas de los que ahora goza el AKP y el presidente Erdoğan (3), así como también de buscar reprimir y derrotar a la oposición e insurrección kurda al interior del país, especialmente al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la cual es una guerrilla que busca la libertad e independencia de las regiones kurdas dentro de Turquía. El gobierno turco acusa al YPG de brindar apoyo al PKK, por lo que ha buscado debilitar al YPG lo más posible a través de su intervención militar directa en Siria, o a través del grupo rebelde bajo su esfera de influencia, el Ejército Libre Sirio.
Al menos esa era la situación hasta hace poco. Luego de conocerse la política de la Administración Trump hacia Siria, las relaciones con Turquía llegaron a un nuevo punto bajo, más incluso de lo que ya de por sí estaban. El Secretario de Estado, Rex Tillerson, se encargó de dar luz sobre esta política de la Administración Trump en un discurso que brindó en la Universidad de Stanford. Los cinco principales objetivos de Estados Unidos en Siria serían, entonces: la derrota del Daesh y Al Qaeda en Siria; la contención de la influencia de Irán en el país y el Medio Oriente en general; crear las condiciones necesarias para el regreso de los refugiados sirios al país; la eliminación de todas las armas químicas en el país y; una resolución al conflicto lograda a través de las conversaciones auspiciadas por la ONU, en la cual se establezca la salida de Assad del país (4)—este último punto bastante alejado de la realidad del conflicto.
Parte de los esfuerzos de los Estados Unidos para lograr estos cometidos sería la creación de una fuerza que en los próximos años llegara a los treinta mil combatientes, que establezca una zona completamente autónoma bajo la influencia estadounidense en las fronteras de Siria con Turquía e Irak; es decir, al noreste del país. La organización que se beneficiaría de este proyecto serían las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), cuya composición es principalmente kurda, aunque también cuenta con presencia de árabes (5).
Precisamente esto fue lo que llevó a que las relaciones entre Turquía y Estados Unidos se deterioraran aún más. La creación de esta zona, que en parte ya existen, pero que se consolidaría aún más con este proyecto, significaría una amenaza real a la integridad territorial de Turquía, al menos bajo la óptica de Ankara. Un corredor de control kurdo entre Siria e Irak, por más que el YPG y el PYD presenten diferencias con el gobierno autónomo de los kurdos de Irak (6), significaría un paso más en firme para la creación de un Estado kurdo en la región, del cual al menos los kurdos de Irak ya afirmaron su deseo de constituir luego de su referéndum el año pasado (7). Esto presenta una amenaza fundamental para Turquía, ya que significaría que sus territorios al sudeste puedan pasar a conformar este nuevo Estado kurdo.
Por esta razón es que Erdoğan anunció una nueva intervención militar en Siria, en la cual buscaría arrebatar al YPG las ciudades sirias de Afrin, primeramente, y luego Manbij. Erdoğan también acusó a los Estados Unidos de crear un “ejército de terror” en las fronteras con Turquía, lo que forzaría al país turco a derrotar a éste “ejército” antes de su creación (8). Aunque el gobierno estadounidense ha buscado apaciguar a Ankara, lo cierto es que la intervención militar turca no pudo ser cancelada. Tillerson incluso afirmó que el proyecto estadounidense fue mal representado y explicado por los medios de comunicación, lo que ocasionó la confusión e ira de su aliado de la OTAN (9). No obstante, estas explicaciones han sido insuficientes para Ankara, lo que ha forzado a los Estados Unidos a abandonar a sus aliados kurdos del YPG en Afrin y Manbij, que llegan a sumar entre 8 mil y 10 mil combatientes (10), a la luz de la puesta en marcha de la intervención militar turca. Todo esto con la esperanza de lograr apaciguar a su también aliado turco, o por lo menos no alienarlo más de lo que ya lo ha hecho, y de alguna forma lograr salvar su proyecto de establecer un contingente de 30 mil combatientes al noreste de Siria bajo el mando de las FDS.
Este nuevo choque entre aliados, cada vez más lejanos, es un escenario positivo para los intereses de Rusia y del régimen por varias razones. En primer lugar, porque esto les permite enfocarse en derrotar los últimos vestigios rebeldes en la provincia de Idlib, lo que significaría la derrota de los principales grupos rebeldes del país, sin contar a las milicias kurdas. Es por esta razón que, aunque el régimen sirio denunció la intervención militar turca en un inicio, y dijo que derribaría cualquier avión militar turco que ingresara a su espacio aéreo (11), luego desistió y permitió que la intervención turca se llevara a cabo sin mayor problema. Resulta necesario recordar que, si bien Rusia y Turquía han tenido un acercamiento importante en la escena internacional, especialmente después del intento de golpe de Estado contra Erdoğan en julio de 2016, lo cierto es que en Siria mantienen posturas muy divergentes.
En segundo lugar, el hecho de que Turquía esté utilizando al Ejército Libre Sirio (EJS) para combatir al YPG en Afrin y Manbij significa que estas dos fuerzas se debilitarán mutuamente, algo que definitivamente beneficiaría a Rusia y al régimen en caso de tener que llegar a combatir contra ambas fuerzas en el futuro cercano. En tercer lugar, el hecho de que ya los Estados Unidos han abandonado en parte a algunos de sus aliados kurdos puede llevar a que el resto de fuerzas kurdas prefieran un compromiso con Rusia y el régimen, a la alternativa que podría ser verse derrotadas por las fuerzas turcas en caso de que Estados Unidos también las abandone para apaciguar a Ankara, ya que no saben qué esperar de su principal aliado, el cual se ha convertido en un actor muy controversial e impredecible desde que llegó Trump al poder. Si Estados Unidos espera que Turquía desista de su iniciativa militar en Siria contra la población kurda con solo la “conquista” de las ciudades de Afrin y Manbij, definitivamente estaría cometiendo un gigantesco error. En quinto lugar, Rusia y el régimen se ven beneficiados de la intervención turca, ya que todo parece indicar que con ella la influencia estadounidense en Siria se va a disminuir aún más, asestándole un duro golpe a los intereses de Washington.
Por otra parte, todavía existe la amenaza para Rusia y el régimen, de que luego de que Turquía derrote a los kurdos del noreste de Siria, ésta decida no retirarse de esta región, y decida anexarla de facto, sin embargo, ya Anakara ha anunciado que esto no sucedería, y que se retiraría una vez derrotadas las fuerzas kurdas de la región. De ser esto cierto, esta intervención militar de Turquía pareciera estar sellando el futuro de Siria, con la victoria de Rusia y el régimen de Assad, incluso para la pena de la misma Turquía, que desea que Assad sea depuesto del poder.
Por esta razón es que bien podría decirse que el futuro de Siria se juega en las ciudades de Afrin y Manbij, y dependiendo de lo que suceda el futuro del país podría estar sellado. No obstante, habrá que ver cómo se desarrollará realmente la situación para ver si esto llega a ser cierto o no. Por el momento, lo que sí puede decirse con certeza es que desgraciadamente más población civil llegará a sufrir por el conflicto, en especial la población kurda, al menos en este caso, que podría ver su suelo de la autodeterminación desvanecerse.